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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 50 | Agosto 1985

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Nicaragua

Dos modelos de Iglesia (agosto 84 - julio 85)

El contraste entre dos modelos de Iglesia con sus contenidos teológicos y sus opciones políticas se ha hecho cada vez más patente. Varios acontecimientos de esta última etapa caracterizan a ambos modelos, en momentos en que el Cardenal Miguel Obando se propone como Cardenal de la Paz Y el Padre Miguel DEscoto propone a los creyentes la trinchera del ayuno y la oración en la lucha por la paz.

Equipo Envío

En el número 38 de "Envío" (agosto 1984) ofrecimos a nuestros lectores una actualización de los principales acontecimientos de la vida de la Iglesia Católica en Nicaragua. Desde entonces ahora se han venido acumulando e interrelacionando nuevas perspectivas. El pasado balance lo titulábamos: Ruptura o diálogo. Julio de 1984 -la fecha en que lo cerrábamos- fue un mes crucial en el que ese interrogante era difícil de responder. Hoy, un año después, podemos decir que aquella crítica coyuntura se resolvió en diálogo, aunque varios acontecimientos posteriores han venido a hacer más complejo el sentido que puede dársele a este diálogo. Hoy podemos caracterizar la actual coyuntura eclesial desde otra perspectiva: no desde la confrontación que se da en el nivel de las relaciones Jerarquía-Estado sino desde el contraste entre los dos modelos de Iglesia que existen hoy en Nicaragua, con sus mensajes teológicos, sus símbolos, sus trabajos de base y sus propuestas eclesiales.

Nunca como ahora el contraste entre estos dos modelos -con sus contenidos teológicos y sus incidencias políticas- se hizo más patente, que en estos dos últimos meses, junio y julio, cuando el Cardenal Miguel Obando se propuso triunfalmente como Cardenal de la Paz y el Padre Miguel D'Escoto propuso a los creyentes la trinchera del ayuno y la oración en la lucha por la paz.


La delegación sandinista en el Vaticano da paso a una tregua

En abril de 1984, los obispos nicaragüenses publicaron una carta pastoral sobre la reconciliación, proponiendo un diálogo con "los nicaragüenses que se han levantado en armas contra el gobierno".

En julio, y en respuesta a una manifestación convocada por Mons. Obando en respaldo al P. Peña -acusado de actividades contrarrevolucionarias- , el gobierno canceló su residencia en el país a 10 sacerdotes extranjeros que trabajaban en la Arquidiócesis de Managua.

Estos dos hechos marcan los hitos de una creciente proceso de confrontación entre la jerarquía y el Estado revolucionario, situación que amenazaba ya con una ruptura casi definitiva.

A estas tensiones vino a sumarse, a lo largo del mes de agosto, la creada con una serie de informaciones confusas y extraoficiales sobre el futuro de los sacerdotes con cargos en el gobierno revolucionario. La chispa con que se inició la serie fue una declaración hecha en Panamá por el P. Fernando Cardenal, en la que el jesuita, recién nombrado Ministro de Educación de Nicaragua, decía haber aceptado su nuevo cargo "sin oposición formal por parte de la Santa Sede, del Episcopado de Nicaragua y de los superiores religiosos". El Vaticano vió en estas afirmaciones una especie de "desafío y la Oficina de Prensa vaticana la respondió con una Declaración (10 de agosto) en la que la calificaba de "sorprendente y casi increíble", recordando que el nuevo Código de Derecho Canónico, que fue proclamado en noviembre de 1983, hacía incompatibles el sacerdocio con el ejercicio de cargos públicos que supongan participación en el ejercicio de la potestad civil y augurando que se acercaba la hora de "dolorosas consecuencias" para el jesuita. Con esta Declaración se inició la "recta final" del caso de los sacerdotes nicaragüenses.

En este contexto de tensiones el gobierno sandinista tomó una importante iniciativa en pro de la distensión, al enviar al Vaticano -que aceptó la propuesta- una delegación de alto nivel, con el objetivo de expresar a las más altas autoridades de la Iglesia Católica la voluntad de diálogo con la jerarquía y de informar de las dificultades para este diálogo.

Tres delegaciones del gobierno revolucionario en el Vaticano precedieron a ésta. En la primera (7-11 octubre 1980) el gobierno de Nicaragua informó sobre "un deterioro" en las relaciones con la jerarquía, que "tal vez conduzca a un grave conflicto". En la segunda (9-18 julio 1981), el tema de los sacerdotes en el gobierno motivó la delegación, que informó ya sobre un "peligroso deterioro" y una "crisis extremadamente aguda". La tercera (27-30 abril 1982) planteó la práctica imposibilidad de dialogar con la Conferencia Episcopal.

Dos años y 4 meses después, esta cuarta delegación buscaba encontrar fórmulas para superar la dinámica de confrontación que, en general, ha caracterizado las relaciones del Estado revolucionario con algunos obispos.

La misión sandinista presidida por Rodrigo Reyes, Ministro secretario de la Junta de Gobierno, y compuesta también por Emilio Baltodano, Ministro de Industria; Reynaldo Antonio Téfel, Ministro de Bienestar Social y Leana Núñez, funcionaria de la Secretaría del FSLN, visitó el Vaticano del 6 al 12 de septiembre, teniendo en estos días más sesiones de trabajo que las que se dieron en las otras tres ocasiones y siendo estas conversaciones más extensas y también más intensas.

En las negociaciones no se pudo llegar a ningún resultado concreto y se guardó una absoluta reserva por ambas partes sobre el contenido de las mismas. La Santa Sede y el gobierno nicaragüenses emitieron el 12 de septiembre un comunicado conjunto, en el que el párrafo central resulta el más expresivo de la situación analizada y de las diferencias que se constataron en Roma: "Las conversaciones han ofrecido a ambas partes la oportunidad de examinar profundamente los diferentes problemas con la finalidad de ver si es posible encontrar criterios y procedimientos idóneos para volver la situación menos grave y preocupante".

Aunque la delegación sandinista no logró ningún resultado concreto sí logró abrir en Nicaragua un período de "tregua" en el que se hizo manifiesta una distensión por ambas partes.

El 17 de septiembre fue consagrado en la ciudad costeña del El Rama el religioso capuchino norteamericano Pablo Schmitz como Obispo auxiliar de Blufields. El nuevo obispo invitó a la ceremonia al Comandante Daniel Ortega y a dirigentes revolucionarios de la zona. Unos días antes había sido consagrado obispo de Jinotega, Pablo Vílchez. La Conferencia Episcopal Nicaragüense cuenta desde entonces con 10 miembros.

Antes de las elecciones: una carta pastoral que nunca llegó

Desde que se anunció y se inició el proceso electoral existió una gran expectativa sobre cuál sería la posición oficial de los obispos frente a las elecciones. Mientras los sectores eclesiásticos más beligerantes de Managua, representados por el P. Bismarck Carballo, alimentaban estas expectativas anunciando la publicación de una Carta Pastoral conteniendo principios, algunos obispos, en distintas declaraciones que obtenían los medios, decían ignorar que se estuviera preparando tal Carta.

A medida que se aproximaban las elecciones y con el inicio de la campaña electoral el 1o. de agosto, se habló más y más de esta posible Carta, que entre otras cosas podría reflejar todo el escepticismo que hasta el momento se había manifestado en las declaraciones públicas de Mons. Obando o de Mons. Vega, siempre que habían hablado de las elecciones, deslegitimándolas "por falta de condiciones".

Los medios de comunicación sandinistas llevaron adelante en estas semanas una hábil campaña en la que hacían hablar a los cristianos revolucionarios sobre la carta ideal que ellos esperaban, trabajando así por cerrar el paso a una Carta que resultara entorpecedora del proceso electoral.

El caso es que la Carta -escéptica o esperanzada- nunca llegó. La evaluación de la gravedad de la situación que, sin duda, tuvo que hacer la jerarquía durante la etapa de "ruptura" (abril-septiembre 84) y durante la tregua abierta tras el viaje de delegación sandinista que fue el Vaticano, parece haber influido decisivamente en profundizar la falta de consenso que siempre ha existido en la Conferencia Episcopal cuando se trata de pronunciar una palabra pública enjuiciadora del proceso revolucionario. No hay unanimidad, hay muchas contradicciones. La falta de criterios comunes se tradujo en esta ocasión en silencio. Y así, los obispos como colectivo, no llamaron a la abstención -hubiera sido penado por la ley electoral- ni tampoco mostraron pública adhesión a ninguno e los partido contendientes. Tampoco expresaron en un escrito pastoral distanciamiento escéptico frente a lo que iba a ocurrir.

Este silencio fue muy significativo en la coyuntura eclesiática y política, aunque hay que dejar constancia que bastantes declaraciones públicas,tanto de Mons. Obando como de Mons. Vega, sobre las elecciones en las que insistían en el tema de la "falta de condiciones", acercaron a estos dos obispos a las posiciones de la Coordinadora Democrática, que justificaba su abstención precisamente en esta falta de condiciones.

La ausencia de consenso ante el hecho electoral expresó también en la decisión unilateral y beligerante que asumió el Presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Pablo Vega, al publicar el 25 de octubre, sólo 10 días antes de las elecciones, una larga Carta Pastoral -aunque el nombre exacto que le dio fue el de invitación a la reflexión cristiana- llena de duras críticas al gobierno.

Siguiendo su abigarrado estilo, y fiel a su concepción de que el conflicto nicaragüense debe enmarcarse en la confrontación este-oeste, Mons. Vega presentaba reflexiones como éstas:

"La indefinición y la imposición del silencio han sido la más especiosa y abierta táctica, para ocultar lo que realmente se persigue y sucede al interior del país. Pero la buena fe de dentro y de fuera, tiene ya hechos para enjuiciar".

"Encrucijada fatal: sumisión o guerra. A cualquier precio y a despecho de cualquier holocausto del pueblo, contra todas las declaraciones publicitarias de "esfuerzos de paz": se cierra toda alternativa de aceptación de un camino cívico. Los esfuerzos se quedan allí: en esfuerzos, en gestos de buena voluntad, en posibles soluciones".

"Nicaragua, después de cinco años de eufóricas ilusiones, de mitos revolucionarios y de dolorosas desviaciones, es ya una lección viva para todo el continente. Queda una vez más comprobado que los Dogmatismo Ideológicos y los Esquemas Materialistas no colman las exigencias humanas. Son mecanismos de dominación, clanes que desconocen los derechos fundamentales de todo hombre. No ven en el hombre más que un "instrumento de trabajo" y un "soldado" más, para sus fines de dominación del mundo".

"La realidad es cada día más amenazante. Cada día más pendular: entre la "violencia represiva" y la "violencia reivindicativa".

La presentación de este escrito la hizo Mons. Vega en el marco de una rueda prensa en la que reafirmó en un "tono menor" todos los conceptos del mismo. El gobierno no reaccionó críticamente ante los planteamientos extremos de Mons. Vega. También la revolución le ha dado voz a los obispos, comentó en un acto público de la campaña electoral el Comandante Daniel Ortega. No hubo, pues, un gran impacto ni mucho menos una polémica, como hubiera sido previsible en otros momentos.

Mucho más impacto tuvieron unas declaraciones posteriores del obispo a una delegación norteamericana que visitaba Nicaragua, tres días antes de las elecciones. Unos días antes se había producido un ataque contrarrevolucionario a la cooperativa San Gregorio de Nueva Segovia. Como resultado de los morterazos contra las casas campesinas, murieron varios niños pequeñitos. El hecho conmovió a muchos de los extranjeros que ya estaban esos días en Nicaragua para observar las elecciones y les dio ocasión de entender mejor el tipo de actividad terrorista que desarrolla la contrarrevolución contra objetivos civiles.

"Matar el alma es peor que matar el cuerpo"

El doctor Max Azicri, doctor en ciencias políticas en una Universidad de Pennsylvania, y dos norteamericanos que lo acompañaban, se encontraron con Mons. Vega y le pidieron una opinión personal sobre el ataque. Se desarrolló entonces entre ellos este diálogo.

"-¿Qué piensa de las presiones estadounidenses sobre el pueblo nicaragüense?
-Todo imperialismo es malo, el imperialismo económico a través de un régimen de fuerza, pero también el imperialismo ideológico.

-¿Daría un mensaje al gobierno de Washington para que cese esta actitud contra Nicaragua?
-Esto debe ser algo simultáneo. Hay que decirle eso también a los rusos y a los cubanos.

-Pero ellos no han matado a 7 mil nicaragüenses... ¿Cómo puede comparar la ayuda de los métodos cubanos con el asesinato de seis años en Nueva Segovia?
-Matar el alma es peor que matar el cuerpo, dice el Señor. Y aquí hay una ideología que parte de que el otro es mi enemigo, y por eso una bomba que se mete en el alma es más grave..

-¿Y eso es para usted más grave que el asesinato de niños?
-La sumisión del hombre quiere decir matar el alma.

-Con todo respeto, Monseñor Vega, le digo que los seis niños asesinados, si vivirán, no estarían de acuerdo con usted".

Contraponiendo ya no sólo a los dos bloques en pugna, Mons. Vega divorció también, basado en una teología dicotómica, al alma y al cuerpo. La reacción frente a estas declaraciones no vino de los dirigentes revolucionarios. Quien contestó a Vega fue una las glorias de la poesía contemporánea nicaragüense, Carlos Martínez Rivas, en un poema que hará historia, que es la reflexión que un feligrés le hace a un prelado y que constituye un hermoso canto al cuerpo del hombre, adulto o niño, al cuerpo de Cristo presente en la Eucaristía, a los cuerpos asesinados de los niños de San Gregorio.

Unos días después del ataque contrarrevolucionario contra estos "santos inocentes" se celebraron las elecciones, en las que se dio una participación del 75% de la población y el FSLN obtuvo el 67% de los votos válidos. Está aun por estudiar el influjo que pudo haber tenido sobre el voto popular la actividad de los párrocos durante los activos meses de campaña electoral. Partiendo de que en la mayoría de las parroquias de Managua y de los Departamentos se hizo una labor que ponía el énfasis en la duda y en la falta de condiciones o al menos marcaba indiferencia ante el acontecimiento, los resultados estarían indicando lo que algunos observadores del proceso electoral llamaron un voto laico, no permeable a la influencia eclesiástica al tratarse de aspectos políticos y de decisiones cívicas.

¿Una nueva etapa?

Es evidente que las elecciones del 4 de noviembre, que dieron al FSLN una legitimidad reconocida internacionalmente por los más amplios sectores, a excepción de la Administración norteamericana, influyeron en la apertura de una nueva etapa en las relaciones Jerarquía-Estado. En esta etapa, por fin, fue posible el diálogo.

Durante el mes de noviembre y comienzos de diciembre continuó el flujo de informaciones ambiguas sobre la situación de los sacerdotes nicaragüenses en cargos públicos y los plazos del desenlace del caso, insistiéndose especialmente en el del jesuita Fernando Cardenal. El 10 de diciembre en Roma, la Curia General de la Orden jesuita confirmaba que, por permanecer en su cargo político, Cardenal había sido desligado el 4 de diciembre de sus compromisos jurídicos como religioso jesuita. Fernando Cardenal -jesuita durante 32 años- seguía, sin embargo, siendo sacerdote.

Además de distintas declaraciones públicas hechas en Managua para aclarar lo sucedido, el Padre Cardenal dio a conocer un largo escrito titulado "Carta a mis amigos", que dio la vuelta al mundo y en el que el Ministro de Educación de Nicaragua explica las razones de su objeción de conciencia para no renunciar a los cargos públicos que ha tenido en el gobierno sandinista. Cardenal hizo público su proceso interior y también el proceso de debate del caso de los sacerdotes, concluyendo con esta afirmación: "Quien se negó rotundamente a conceder la excepción a los sacerdotes de Nicaragua para seguir trabajando en el gobierno revolucionario fue el Papa Juan Pablo II. Me duele esta afirmación pero cristianamente no puedo callarlo".

El impacto que en Nicaragua tuvieron las declaraciones de Fernando Cardenal, hechas con indiscutible franqueza y con rectitud cristiana, fueron un factor que movió a algunos obispos a manifestarse en contra de la guerra que soporta Nicaragua y a favor de la distensión y del diálogo, tanto al interior de la Iglesia como entre los obispos y las autoridades sandinistas.

Así, el 13 de diciembre, el Obispo de Estelí publicaba una declaración en la que hacía un serio llamado a la paz. Era la primera vez en que una instancia jerárquica se pronunciaba con contenido tan enequívoco sobre la guerra y sus consecuencias de dolor y de muerte. En días sucesivos, Mons. Pablo Schmitz (auxiliar de Bluefields) y Mons. Carlos Santi (obispo de Matagalpa) hacían también declaraciones en las que expresaban la necesidad de un diálogo entre la jerarquía y el Estado y en las que señalaban, a la vez, las cualidades humanas y cristianas de Fernando Cardenal.

La nueva situación de legitimación del gobierno sandinista después de elecciones observadas y avaladas internacionalmente, fue el otro factor que termina de explicar estas declaraciones y que favoreció el que, por fin, se iniciara el diálogo, con el beneplácito vaticano. El 24 de diciembre, el Presidente electo Daniel Ortega, se reunió con 7 de los 10 obispos de la Conferencia y con el Nuncio de Su Santidad en una larga reunión de varias horas que fue precedida por un encuentro de una hora entre Ortega y Mons. Obando. En las conversaciones de ese día se expusieron por ambas partes con detalle los más importantes asuntos conflictivos acumulados a lo largo de estos años.

Al término de la unión, Ortega señaló que el diálogo iniciado era "una continuación" e las conversaciones sostenidas por la delegación gubernamental en el Vaticano y era también un esfuerzo del gobierno y de la Iglesia en beneficio del pueblo de Nicaragua porque queremos la paz, enfatizando así las motivaciones e fondo que habían llevado a superar por fin las esperanzas. En la reunión del día de Nochebuena los obispos y el gobierno acordaron crear Comisiones para dar continuidad al diálogo. La Comisión jerárquica quedó integrada por los mismos tres obispos que habían sido ya designado en noviembre/83 para un diálogo que entonces nunca llegó a concretarse: Mons. Vega, Mons. Santi y Mons. Bosco Vivas (auxiliar de Managua), fijándose ya la fecha para la primera reunión.

El 8 de enero, después de valorar seriamente importantes diálogos privados tenidos con las más altas autoridades de la Iglesia de Nicaragua, el gobierno revolucionario anunció oficialmente el nuevo gabinete. En la lista de ministros aparecían en sus mismos cargos anteriores los sacerdotes Ernesto Cardenal (Cultura), Miguel D'Escoto (Relaciones Exteriores) y Fernando Cardenal (Educación). El día 9, Mons. Vega señalaba en un comunicado que, al confirmarlos en sus cargos, el gobierno desconocía las leyes de la Iglesia y que esto pone de nuevo óbices que enturbian la fluidez en el diálogo y generan desconfianza frente al común propósito ya iniciado".

Pero la distensión no se dañó. Y el 10 de enero se produjo un hecho de gran transcendencia, en el que se expresaba ante todo el pueblo y de la manera más solemne el giro positivo que la tregua, las elecciones y el inicio del diálogo habían dado a las relaciones Jerarquía-Estado. Fue la presencia y participación de Mons. Vega, como Presidente de la Conferencia Episcopal, en el acto de toma de posesión de Presidente electo, Comandante Daniel Ortega. De hecho, sólo Mons. Vega y el Presiente fueron los oradores en el acto. El obispo lo inició leyendo, según la tradición nicaragüense para actos políticos de esta naturaleza, una Invocación a Dios, que el obispo redactó con total libertad y la que precedió de una introducción en la que no ocultó las diferencias existentes con el gobierno. Decía, entre cosas en ese preámbulo:

"Se ha iniciado con el Presidente que hoy toma posesión y miembros de su gobierno, un proceso de intercambios que nos llevan a dar una más adecuada y realista respuesta a los problemas que urgen las necesidades de cambio en nuestro pueblo. Y, el primer realismo, son nuestras ya públicamente conocidas confrontaciones. No queremos ni disimularlas ni agudizarlas. Por el camino del diálogo queremos decir: No a la guerra, no a la violencia, no a la represión y a los absolutismos prepotentes. Pero diálogo significa hacernos todos, activa, crítica, dialéctica y soberanamente presentes para realizar la construcción en base a las aspiraciones, necesidades y valores propios de nuestro pueblo."

Tan significativa como la presencia y las palabras de Mons. Vega en el acto -inimaginables si Mons. Obando hubiera sido el Presidente de la Conferencia- fue la cordialidad con que el Presidente cubano Fidel Castro y Mons. Vega hablaron antes de que empezara la ceremonia. En esta conversación, Fidel invitó al obispo a visitar Cuba. En conferencia de prensa el 23 de enero, Mons. Vega se refirió con entusiasmo a esta posibilidad. "Lo básico de esto -dijo- es aprovechar la experiencia de Cuba en toda su complejidad, tanto desde el punto de vista de Iglesia como desde el punto de vista de un gobernante de la altura y de la experiencia que tiene el Comandante Fidel Castro". .

Por su parte, Fidel Castro, unos días antes, el 11 de enero, al inaugurar el ingenio azucarero "Victoria de Julio" realizado, entre otros, con el aporte decisivo de Cuba, se refirió así a su encuentro con el obispo, en un evidente deseo de aportar también algo a la distensión: "He visto hoy el algunos periódicos mi fotografía al lado del obispo Monseñor Vega, Presidente de la Conferencia Episcopal. Sí, tuve el placer en algunas ocasiones de intercambiar algunas palabras sobre distintos temas, de una manera amable. Me hizo realmente una impresión agradable. Y su presencia, el hecho de que hablara en aquel acto con entera libertad, expusiera sus opiniones, nos pareció realmente positivo (...) Nos alegramos extraordinariamente de que mejoren las relaciones entre la Iglesia y el Estado en Nicaragua. Nadie puede tener un interés en ese conflicto. Creo que todos ganarían en esa mejoría de esas relaciones y siempre recuerdo nuestra experiencia, en que existen relaciones entre el Estado y las instituciones religiosas".

El 10 de enero, y no sin haber superado muchas dificultades la participación de Mons. Vega en el acto de toma de posesión presidencial, marcó el punto máximo de la distensión en las relaciones entre la jerarquía y el Estado. El diálogo se había impuesto sobre la posibilidad de ruptura. Esta situación, sin embargo, no logró profundizarse, como tantos deseaban, en los meses siguientes.

Los sacerdotes en el gobierno: capítulo final

Después de la crisis provocada con el caso del P. Fernando Cardenal -separado de la Orden Jesuita, pero ya no "suspendido" después como sacerdote y ni siquiera avisado en este sentido-, quedaban por resolver los casos de los otros tres sacerdotes integrados en el gobierno sandinista.

Hay que señalar que, por más que los medios de comunicación de todo el mundo e incluso los medios de la Arquidiócesis de Managua insistieron en el mes de septiembre en que la delegación sandinista había ido a Roma a tratar fundamentalmente el problema de los sacerdotes en el gobierno, este tema no entró nunca en las conversaciones en el Vaticano, por decisión común de las autoridades sandinistas y eclesiásticas.

También hay que señalar que, a persa del drástico comunicado de Mons. Vega del 9 de enero señalando al gobierno que la confirmación de los sacerdotes en el gobierno obstaculizaba el diálogo, esto fue muy pronto superado. En su ya citada rueda de prensa del 23 de enero, Mons. Vega declaró categóricamente: "Hemos convenido en que ese asunto no sería objeto de discusión ni obstáculo para seguir adelante (en el diálogo Jerarquía-Estado)".

De hecho, esto se ha cumplido estrictamente. Y en las diferentes sesiones del diálogo de los obispos con el gobierno celebradas desde el 24 de diciembre (3 enero, 14 enero, 12 febrero, 4 marzo, 6 marzo) nunca se ha abordado el tema de los sacerdotes en puestos de gobierno .

Los casos de los curas-ministros siguieron así su curso jurídico-eclesiástico no sin ciertas ambigüedades legales. Todos los indicios apuntan a que la Santa Sede quiso e hizo todo lo posible por resolver este problema de forma global, imponiendo la misma "solución" a los cuatro casos, aplicando similar sanción a cada uno de los cuatro sacerdotes. Pensaban seguramente que esta uniformidad haría más "ejemplar" la solución y contribuiría así a consolidar la posición vaticana, decididamente opuesta a conceder a los sacerdotes cualquier forma de excepción. Sin embargo, esta uniformidad no fue posible. De hecho, la diversidad de situaciones de cada sacerdote fue uno de los factores que fue retrasando una y otra vez la toma de estas decisiones finales y ejemplares.

La vinculación eclesiástica de cada uno de los sacerdotes -en la que hay que incluir opiniones y actitudes diversas de sus superiores- creó una variedad de situaciones jurídicas que impidió a la Santa Sede actuar homogéneamente, a la vez que la obligó a actuar directamente, aunque con las limitaciones que le imponía cada caso.

Los sacerdotes-ministros suspendidos "a divinis"

En qué situación estaba cada uno de los sacerdotes-ministros:

-P. Fernando Cardenal: sacerdote y religioso jesuita. Como religioso jesuita su superior en primera instancia para tomar cualquier decisión era el Padre General de la Orden Jesuita (Esta Orden tiene como peculiaridad, desde su fundación en el siglo XVI, un especial voto de obediencia al Papa).

-P. Ernesto Cardenal: como sacerdote diocesano, tiene como superior directo a un obispo. En este caso, es el Prelado de Juigalpa, Mons. Pablo Vega, por encontrarse en su diócesis las islas de Solentiname, en donde Cardenal ejerció durante años su sacerdocio. Su suspensión como sacerdote debía haberse formalizado a través de Mons. Vega.

-P. Miguel D'Escoto: sacerdote y religioso de la Congregación Maryknoll. Como religioso, su superior en primera instancia es el Padre General de los Maryknoll y su suspensión debía haberse formalizado a través de él. Como sacerdote pertenece a la diócesis de Estelí y su obispo es, por tanto, Mons. Rubén López Ardón, que siempre le ha dado su apoyo.

-P. Edgard Parrales: como sacerdote diocesano, tiene como superior directo al obispo de Estelí, pues es en esa diócesis en donde Parrales está incardinado desde hace años. Su suspensión como sacerdote debía haberse formalizado a través de este obispo.

En la rueda de prensa que dio Mons. Vega el 23 de enero precisó que en los avisos que recibirían los sacerdotes se les instaría a dejar sus cargos políticos en el plazo de 15 días y, en caso de negativa, serían suspendidos a divinis.

En un ambiente todavía caldeado por el eco internacional que estaba teniendo la decisión vaticana sobre Fernando Cardenal y su respuesta y ante anuncios de prontas sanciones para los otros tres, el Padre Edgard Parrales convocó el 21 de enero a una rueda de prensa. En ella explicó pormenorizadamente su caso. No por creer en incompatibilidad entre el sacerdocio y la política i tampoco por motivos jurídicos de apego ciegos a la ley canónica, sino por motivos personales que describió como un largo período de crisis interna, reflexión y consejo y como un esfuerzo de análisis y definición de mi vocación cristiana, Parrales decidió en junio de 1983 abandonar el sacerdocio pidiendo para esto al Papa las necesarias dispensas que le dejarían así reducido al estado laical.

El 13 de octubre de 1983 Parrales solicitó al Papa esta dispensa. No fue hasta mayo de 1984 que recibió la primera reacción del Vaticano, indicándosele que se iniciaría el proceso canónico correspondiente a la secularización, previéndose que para octubre estaría resuelto el trámite. Sin embargo, ese mes el Vaticano comunicó al obispo de Estelí, de quien depende Parrales, que la decisión quedaba suspendida, sin aclarar ni por cuánto tiempo ni por qué razones.

Al conocer esto, y en el contexto de la polémica sobre los curas, Parrales decidió hacer públicas las peculiaridades de su caso, que es paradójico: mientras se le presenta insistentemente como una cura que desafía la ley por querer ser político y sacerdote, es él quien ha solicitado desde hace casi dos años que se le dispense del sacerdote, es él quien ha solicitado desde hace casi dos años que se le dispense del sacerdocio y esto no se le concede, según la posición adoptada por el Papa Juan Pablo II de no autorizar esta dispensa a los sacerdotes que lo solicitan, provocando con esto un sinfín de conflictos personales.

A lo largo del mes de enero, el P. Miguel D'Escoto y el P. Ernesto Cardenal recibieron la carta-aviso anunciada por Mons. Vega. El día 27, D'Escoto anunció en Managua que el miércoles 23 había recibido un ultimátum vaticano en el que se le instaba, en tono firme, a decidir sobre su condición sacerdotal en el plazo de 15 días. En consecuencia, en los primeros días de febrero el Canciller de Nicaragua resultó suspendido "a divinis", aunque esto no llegó a formalizarse después pública y explícitamente por ninguna autoridad religiosa. El ultimátum dirigo a D'Escoto no venía firmado por el superior inmediato del religioso -como hubiera correspondido- el Superior General de los Maryknoll, William Boteler, sino que venía directamente de Roma, firmado por el Pro-Prefecto de la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Mons. Dermott Ryan, de quien dependen los Maryknoll por ser religiosos misioneros.

Ha sido constante y público el apoyo que los superiores Maryknoll han dado al P. Miguel D'Escoto en su trabajo como canciller de Nicaragua. Para los Maryknoll, congregación integrada mayoritariamente por religiosos norteamericanos, cualquier medida contra D'Escoto se interpretaría necesariamente en estos momentos como una forma de complicidad con la política Reagan hacia Nicaragua, estando en juego la persona misma de su Canciller. Conociendo este apoyo, el Vaticano tuvo que actuar directamente, aun cuando el Código de Derecho Canónico en el que se apoya el ultimátum, delega la responsabilidad de casos como el de los sacerdotes nicaragüenses en sus obispos o superiores religiosos.

El 4 de febrero el P. Ernesto Cardenal, en una breve rueda de prensa, anunció que habiendo recibido el ultimátum y cumpliéndose el plazo de los 15 días, estaba suspendido "a divinis" como sacerdote. Cardenal aceptó el castigo, pro lo consideró "una injusticia" y señaló: "Si me quitan los derechos y privilegios del sacerdocio, yo voluntariamente continuaré como los sacrificios y obligaciones del sacerdocio, entre ellos el celibato". En sus declaraciones especificó que el ultimátum había llegado directamente del Vaticano, descargando así de responsabilidad a su superior, Mons. Vega, a quien le habría correspondido firmarlo. Lo firmaba el Cardenal Silvio Oddi, Perfecto de la Sagrada Congregación del Clero.

¿Por qué el Vaticano decidió tan directamente en los casos de los sacerdotes nicaragüenses? ¿Para dar una muestra más contundente de la importancia que concede el Papa a la incompatibilidad entre sacerdocio y política? ¿Por falta de unidad de criterios entre los obispos de Nicaragua sobre la "oportunidad" del momento para actuar? ¿Para que el gobierno no juzgara las sanciones como un obstáculo de los obispos al diálogo Jerarquía-Estado? En cualquier caso, el detalle jurídico de las firmas que llevaban los ultimátum no es irrelevante para entender mejor este conflicto.

En el caso del P. Ernesto Cardenal sucedió una coincidencia significativa. El 25 de enero, en los días de su sanción, el cura-poeta-ministro había recibido del gobierno de Nicaragua la máxima condecoración nacional: la Orden Augusto C. Sandino, en su grado máximo "Batalla San Jacinto". Para otorgársela, el gobierno sandinista reconoce "que Ernesto Cardenal ha construido a lo largo de su vida de escritor una obra literaria de singular importancia para la literatura universal, y que a su dimensión de poeta ha unido inclaudicable su posición revolucionaria desde una perspectiva de cristianismo militante por los intereses y anhelos de los pobres y marginados, que son también los anhelos e la Revolución Popular Sandinista".

Al recibir la condecoración, Ernesto estaba muy emocionado y hasta nervioso. Agradeció a la Dirección Nacional del FSLN, presente en el ato, por "no recordar ni recordarme nunca las vacaciones, los perjuicios, los retrasos políticos que uno tuvo por mucho tiempo, mientras que ellos trabajaban pacientemente para que nosotros comprendiéramos". Al final de sus palabras dijo: "Yo sé que Dios, que me conoce bien, me perdona y contempla este acto con complaciente humor".

El tremendo contraste entre este homenaje nacional al mayor poeta de Nicaragua y la sanción que en los mismos días le imponía el Vaticano ejemplifica mejor que ningún otro hecho lo que ha sucedido: las resoluciones finales de estos casos aparecen como una pírrica victoria jurídica del Vaticano, muchos en Nicaragua y en el mundo dan a los sacerdotes la victoria moral y los siguen considerando como lo que son para siempre y en todas sus actuaciones han tratado de ser: servidores de Dios y servidores del pueblo, es decir, sacerdotes.

Nuevamente el diálogo con los contrarrevolucionarios

La tregua fue olvidándose, no fue muy larga. A partir de marzo, y aunque con matices mucho menos confrontativos, sobre todo en las respuestas de reacción dadas por el gobiernos, la jerarquía volvió a asumir con ha sucedido durante años -1981, 1982, 19830 un papel protagónico en la oposición militante y organizada a la revolución.

Ha resumido este papel con una estrategia pastoral dirigida en gran medida a los jóvenes destacando la perspectiva de un pacifismo a ultranza, opuesto a la participación en la defensa a través del servicio militar . Lo ha reasumido tratando de reorganizar sus cuadros pastorales en el campo, ligándolos con vínculos de estricta obediencia al obispo y tratando de oponerlos a otros cuadros pastorales que históricamente y durante el proceso revolucionario se han comprometido en tareas revolucionarias.

Pero la máxima expresión de que la jerarquía ha reasumido este papel protagónico su muestra en la insistencia en el tema de un diálogo nacional que incluya a los contrarrevolucionarios y en las actividades de Mons. Obando, relanzado nuevamente como principal figura de la jerarquía desde que fue nombrado Cardenal por Juan Pablo II.

El 2 de marzo todos los dirigentes contrarrevolucionarios (excepto Brooklyn Rivera y Edén Pastora) suscribieron un ultimátum al gobierno sandinista, con la propuesta de un diálogo nacional que debía ser convocado por la Conferencia Episcopal, a quien correspondería establecer la agenda definitiva de las conversaciones y servir como mediadora entre los dos interlocutores: "la tendencia totalitaria (FSLN) y la tendencia democrática, subdividida en organizaciones armadas y organizaciones civiles", según el documento.

El 7 de marzo, Arturo Cruz, uno de los principales firmantes, debía haber llegado a Nicaragua con este ultimátum para entregárselo formalmente a Mons. Vega al día siguiente. No llegó, pues su avión no fue autorizado a aterrizar en Managua. Desde hacía días el gobierno nicaragüense tenía en su poder grabaciones de la arenga que había hecho Cruz el 20 de febrero a los hombres de la FDN en un campamento contrarrevolucionario de Honduras. Con ellas se probaba definitivamente su vinculación pública con los grupos armados y el gobierno tenía argumentos para prohibirle legalmente su entrada al país. El día que estuvo en el campamento -dijo el Presidente Ortega el 10 de marzo- "el Doctor Cruz se separó de Dios y se alió con Satán".

Desde este momento fue creciendo la expectativa sobre la posición que asumirían los obispos ante la propuesta de mediación. Por fin, el 22 de marzo la Conferencia emitió un breve comunicado en el que expresaban su sentimiento por "el dolor y el sufrimiento de todos los nicaragüenses, sin distinción alguna" y su deseo de colaborar a la paz" desde nuestra misión pastoral de reconciliadores". Recordando la validez de lo que ya habían propuesto en su carta sobre reconciliación de abril/84, añadían:

"manifestamos nuestra disponibilidad a mediar en un diálogo interno, siempre y cuando quede claro lo siguiente: a) No podemos desde nuestro deber de Iglesia imponer el diálogo. b) El diálogo debe ser aceptado por ambas partes. c) Nuestra postura no debe interpretarse como toma de posición política a favor de ningún partido o ideología".

Aunque esto último resultaba difícil, la voluntad política del gobierno revolucionario, firme en evitar polémicas innecesarias, superó cualquier posible confrontación. Los obispos, por su parte, tampoco insistieron más en el contenido del documento, de tono muy sobrio. Expresaban así una voluntad mayoritaria de evitar también estas confrontaciones.

A pesar de eso, el comunicado fue una señal de que se entraba en una etapa en la que una línea clara en el mensaje de la jerarquía iba a ser la propuesta de este diálogo "reconciliador" con los contrarrevolucionarios. Lo más significativo de esta línea en la actual coyuntura es la coincidencia con la línea norteamericana. Esto se puso de manifiesto cuando el jueves santo, 4 de abril, el presidente Reagan, en su plan de paz para Nicaragua, hizo suya la propuesta contrarrevolucionaria, tanto en su aspecto de ultimátum como en su propuesta de diálogo con la mediación de los obispos, tema en el que después ha insistido en repetidas ocasiones.

Las celebraciones de la Semana Santa en Managua, transmitidas en cadena de 3 emisoras, con amplia cobertura nacional, estuvieron llenas e alusiones a la necesidad del diálogo. Las más destacables fueron las que hizo el Nuncio de Su Santidad en Nicaragua Mons. Andrea Lanza Cordero di Montezemolo, en la homilía de la misa vespertina del jueves santo, que presidió junto a Mons. Obando. El Nuncio resaltó que todos quieren la paz y todos la quieren de manera sincera, leyendo un fragmento de una exhortación del Papa del 2 de diciembre sobre "el diálogo para la reconciliación", destacando que "se aplica de manera especial a nuestra situación y haciendo énfasis en que este es un llamado del Papa y la Iglesia de Nicaragua lo hace propio y en que ninguna iniciativa en favor de la paz debe ser descartada.

Entre otras razones, también para reforzar, de una manera más solemne que nunca, la posibilidad de una iniciativa mediadora -reconciliadora- de la Iglesia Católica en Nicaragua, Juan Pablo Ii habría investido como Cardenal a Mons. Obando.

El Cardenalato de Mons. Miguel Obando

En los números de mayo, junio y julio de Envío, hemos ido reseñando, al describir la coyuntura del mes, los principales acontecimientos y declaraciones de Mons. Obando desde que fue nombrado Cardenal, analizando a la vez la posición clave que él -colocado nuevamente al frente de la jerarquía con este nombramiento- está jugando en el actual momento diplomático de debilidad de la oposición, de derrota militar de los contrarrevolucionarios y de escalada agresiva de la Administración norteamericana. Nos remitimos a los datos, descripciones y reflexiones hechas en estos últimos meses para evitar reiteracciones, añadiendo ahora otros datos y reflexiones que los completan.

Es evidente que desde su nombramiento como Cardenal, Mons. Obando se ha mostrado más activo que nunca, especialmente en giras pastorales por ciudades y pueblos de su Arquidiócesis o por otros Departamentos. En estas visitas se repiten "en pequeño" los actos que se organizaron a su regreso a Managua procedente de Roma: un recibimiento popular al Cardenal, que con vestiduras rojas y en un vehículo descubierto adornado como carroza, ingresa en la localidad, para después celebrar una misa masiva, en un templo o al aire libre.

Estas giras se han repetido más de una docena de voces desde que el 14 de junio el Arzobispo regresó al país con el capelo cardenalicio. En todas ellas se aclama a Obando como "Cardenal de la Paz". El mensaje del Cardenal en todos estos actos suele ser bastante similar: agradece a los que le prepararon el recibimiento, recuerda insistentemente el aprecio del Papa a los nicaragüenses, habla de la necesaria obediencia de los católicos al Papa y a los obispos, se dirige a los jóvenes exaltando la vocación sacerdotal, llama a los católicos a defender su fe, describe dramáticamente la situación actual como de odio y falta de libertad y llama al diálogo y a la reconciliación entre todos los nicaragüenses.

Desde el regreso del Cardenal no se ha celebrado ninguna sesión más del diálogo Jerarquía-Estado. En mayo se había fijado para el 17 de junio una reunión, pero esta se suspendió a instancias de la Comisión episcopal a causa del regreso del Cardenal el día 14, no fijándose nuevas fechas para la reanudación.

Ha sido muy significativa la reacción pública del gobierno revolucionario ante el Cardenalato de Obando. El mismo 24 de abril, el Presiente Ortega acudió a felicitarlo y se refirió al nombramiento como un orgullo para Nicaragua. Desde entonces hasta que el Cardenal partió hacia Roma, se mantuvo un tono de notable respeto. El vicepresidente Sergio Ramírez despidió a Mons. Obando cuando salió hacia Roma y la televisión emitió un buen reportaje sobre el consistorio celebrado en Roma el 25 de mayo.

Estando ya en Roma, Mons. Obando no aceptó la propuesta del gobierno sandinista que le comunicó el delegado oficial al Consistorio, Reynaldo Antonio Téfel, Ministro de Bienestar Social: reunirse el mismo día de su regreso a Managua, con el Presidente Ortega. Sí aceptó la recepción oficial que la Embajada de Nicaragua en el Vaticano le brindó el 30 de mayo.

A medida que crecía la expectativa y la euforia de los sectores arquidiocesanos vinculados ala línea del Cardenal preparando su regreso a Managua, las informaciones de los medios gubernamentales sobre estos actos se hacían más prudentes, insistiendo siempre en que eran actos "religiosos" y "legítimos" que no debían ser politizados o manipulados por los enemigos de la revolución. Pero esta despolitización era totalmente imposible, dada la historia de anteriores confrontaciones.

En el discurso oficial sobre el Cardenalato imperó la cautela, la prudencia y también un cierto orgullo nacionalista que se expresaba exaltando la dignidad de esta distinción eclesiástica y un desusado júbilo por tener un Cardenal "por primera vez en nuestra historia". Para muchos revolucionarios y también para muchos cristianos progresistas este moderado júbilo que prevaleció prácticamente hasta el regreso de Obando resultó desconcertante y fue interpretado como una señal de debilidad del gobierno, mientras que para los fieles seguidores de Obando no era más que una táctica engañosa del gobierno. La expresión pública más desconcertante de todas las expresadas por los dirigentes sandinistas en torno al Cardenal fue la del Cdte. Carlos Núñez, Presidente de la Asamblea Nacional, a periodistas extranjeros que vinieron a cubrir los actos del 19 de julio: "Si hoy tenemos un Cardenal en Nicaragua es porque en Nicaragua ha habido una revolución".

Algunos de los diques de cautela colocados por los sectores revolucionarios para evitar confrontaciones en tan delicados momentos se derrumbaron al conocerse los detalles de la misma celebrada el 13 de junio por Mons. Obando en Miami ante un público en el que resultaban dirigentes contrarrevolucionarios y viejos y connotados somocistas, como lo fueron mostrando las fotografías y filmaciones de ese día. Sin embargo, puede afirmarse en conjunto que en lo que se refiere a declaraciones de los dirigentes y funcionarios sandinistas y a los medios de comunicación social, el gobierno evitó al máximo cualquier forma de crítica o de falta de respeto o de polémica que pudiera conducir a innecesarios conflictos. Y esto, a pesar de que el contenido de los discursos del Cardenal hubieran sido tomados en otra coyuntura como una abierta provocación.

La distensión pública, puesta a prueba en esta ocasión, es pues, un hecho que caracteriza esta etapa de las relaciones Jerarquía-Estado. Los problemas siguen existiendo, aunque hay abiertos ahora canales de diálogo que permiten si no solucionarlos el que, al menos, no se acumulen malentendidos o resentimientos. Permanece siempre presente un punto clave que enrarece permanentemente las relaciones del gobierno con la jerarquía y las relaciones de amplios sectores del pueblo creyente con ésta. Es el silencio público de los obispos ante la política de abierta agresión militar y económica que sufre Nicaragua por parte de la Administración norteamericana. Esta política, calificada de "ilegal e inmoral" en repetidas ocasiones por los obispos norteamericanos, nunca ha sido condenada ni cuestionada por el conjunto de obispos nicaragüenses, que en muchas ocasiones, como en el del Cardenal, han llegado a justificarla.

El ayuno del Padre Miguel D'Escoto

El 7 de julio, el Canciller de Nicaragua, P. Miguel D'Escoto, después de solicitar permiso para abandonar temporalmente sus obligaciones, anunció al pueblo de Nicaragua y al mundo que iniciaba un ayuno indefinido "por la paz, en defensa de la vida y contra el terrorismo". Desde el comienzo mismo de su ayuno, el P. D'Escoto insistió en que se trataba de una decisión a la que había llegado tras una larga reflexión personal y consultas con sus superiores religiosos, su obispo, sacerdotes, religiosas y laicos, después de analizar la dramática coyuntura del país y tratando de desatar en Nicaragua y otros países del mundo una "insurrección evangélica" en la que los cristianos enfrenten la agresión imperialista también desde la "trinchera teológica" y con "armas religiosas", entre las que él sugería para este momento el ayuno y la oración.

El gesto del P. D'Escoto sorprendió en Nicaragua y en el extranjero, en donde el Canciller nicaragüense es muy conocido y tiene ganado un reconocido prestigio. Por los canales eclesiales -párrocos, comunidades- y por los medios de comunicación masivos comenzó a explicitarse más día tras días el sentido religioso y también político que tenía este gesto surgido al margen de cualquier tensión inter-eclesial. Se pasó entonces de la sorpresa a la reflexión y de ésta a las tomas de postura. Diariamente también se iba conociendo el estado de salud del religioso y las reacciones de apoyo que se producían en Nicaragua y en el exterior, siendo creciente este apoyo.

Muy pronto se empezó a constatar que el gesto elegido por el P. Miguel como una nueva herramienta en la lucha por la paz era bien visto por amplios sectores del pueblo, que captaban en él un sino expresivo de religiosidad auténtica. Este era el sentir, sobre todo del pueblo más pobre, del que más sufre las consecuencias de la guerra de agresión, del que tiene hambre y reza a Dios desde su aflicción. Mucha gente empezó a acudir, como en peregrinación, a la parroquia del Sagrado Corazón en el barrio Mons. Lezcano de Managua, lugar elegido por D'Escoto para permanecer en ayuno y oración.

Gente de toda condición y edad y poco a poco gente de todo el país, individual o colectivamente, acudía a la parroquia a verlo, a saludarlo, a rezar en la iglesia, a dejar escrita su firma en un libro de visitas, a interesarse por su salud, a participar en las oraciones de la mañana o en la eucaristía de la tarde, a depositar su contribución económica desplazada y a los huérfanos de guerra.

También acudían a ayunar uno, dos, tres días, junto al P. D'Escoto (El promedio de ayudantes en el templo durante los 15 primeros días fue de 25 personas diarias). Otras comunidades en otros puntos del país se comenzaban también a reunir en los templos a orar y a ayunar. Así, poco a poco, entre el entusiasmo de unos, la perplejidad de otros y el respeto y la simpatía de la mayoría, el ayuno del Canciller se convirtió en un desafío y en un tema de reflexión en toda Nicaragua. Con ocasión de este gesto un despertar de conciencia religiosa y cristiana se ha ido extendiendo por muchos rincones del país.

Hay en la persona y el gesto del P. D'Escoto indiscutibles elementos de convocación. A un gesto religioso tan tradicional como es el ayuno y oración, el Canciller ha querido vincular las más claras y contundentes denuncias contra la agresión terrorista del gobierno norteamericano, al que ha insistido en calificar durante estos días como un "demonio imperial y arrogante". Así, la síntesis fe-política, la integración cristianismo-revolución, se ha logrado hacer en un gesto simbólico profundamente novedoso. Profético, como también él ha insistido en calificarlo.

Muchos cristianos -católicos o evangélicos-, organizados o no en estructuras eclesiales o revolucionarias, se han sentido interpelados y convocados por este gesto y por su mensaje y también por la persona misma del Canciller, al que ven hoy en toda la plenitud de su condición sacerdotal. De igual manera lo sienten los que se confiesan no creyentes, siendo muy amplia la gama de personas que se declara impactada por la postura del sacerdote-ministro.

En su ayuno, el P. D'Escoto toma solamente agua y de vez en cuando gotas de limón, cucharadas de potasio y vitaminas para impedir que el equilibrio de sales de su cuerpo se dañe irreversiblemente.

Después de iniciar su ayuno el día 7, al final de una Eucaristía y con la lectura de las motivaciones de su decisión y de una breve rueda de prensa, el P. D'Escoto ha sido muy sobrio en sus relaciones con la prensa aunque los diarios y las radios del país han informado muy ampliamente de todos las incidencias de esta insurrección evangélica. El día 8 el Canciller recibió la visita del Presidente Ortega, quien dispensó al religioso de sus obligaciones de Ministro para que pudiera dedicarse a la oración, decisión de la que le había hablado desde hacía un mes.

Daniel Ortega declaró ese día: "Tengo la confianza y la seguridad que este gesto evangélico va a tener el respaldo de los cristianos de Nicaragua y Estados Unidos... Con combatientes, campesinos, milicianos, trabajadores, jóvenes, con leyes, hemos enfrentado la agresión. Ahora, ésta es una nueva modalidad en la lucha por la paz. Nosotros lo respaldamos".

El día 16 y el 17 el P. D'Escoto dio conferencias de prensa a los muchos periodistas reunidos en Nicaragua para cubrir las celebraciones del 19 de julio. En estas ocasiones dijo entre otras cosas:

"Por más de cuatro años hemos sufrido y aguantado el demonio del terrorismo de Estado norteamericano y la satánica obsesión de que nos arrodillemos ante él y lo adoremos como el becerro de oro. Y nosotros no estamos dispuestos a adorar a otro Dios, aunque sea grande su poder militar y su dinero..."

"Hay algo que no hemos podido lograr, a pesar de los grandes esfuerzos que hemos hecho: normalizar las relaciones con Estados Unidos... Hemos hecho propuestas concretas, que el imperio, con su arrogancia típica, ni siquiera se ha dignado responder".

Entre los varios mensajes dirigidos por el P. D'Escoto desde que inició su ayuno destaca la carta que el Presidente Daniel Ortega leyó a más de medio millón de nicaragüenses en el acto central con que se celebró el 19 de julio el 6o. aniversario de la revolución, de la que éstos son fragmentos:

"Después de seis años de esfuerzos y de avances estamos de nuevo reunidos para proclamar que Nicaragua es libre y que luchará siempre, sin venderse ni rendirse, para conservar la libertad que conquistamos el 19 de julio. Damos gracias al Dios de la vida por haber llegado a este día.

No nos hemos vendido. Soy testigo de que el imperio norteamericano nos ha tentado una y otra vez para hacernos desistir de nuestro programa revolucionario y traicionar al pueblo. Nos ha ofrecido seguridades y dinero y siempre han fracasado. No entienden que estas revolución tiene un tesoro, que es el apasionado amor por la vida de los pobres y por la soberanía nacional. Y donde está ese tesoro tenemos puesto nuestro corazón, y a ese corazón no se le puede poner precio porque no lo tiene...

Los ojos de los pueblos del mundo miran a nuestro pequeño país con grandes esperanzas. Dios ha querido levantar a Nicaragua en el horizonte de la historia para convertirla en una luz para los pobres de la tierra, en un ejemplo en el que se miran las naciones que luchan por su dignidad".

Otro momento culminante en estas Jornadas de Ayuno se produjo el viernes 26, día en que el P. D'Escoto y las comunidades cristianas de todo el país convocaron a un Día de Ayuno Nacional, que contó con la participación de cristianos de toda Nicaragua que ayunaron y oraron juntos en templos, hogares y centros de trabajo. A mediodía, el P. D'Escoto dirigió un mensaje al pueblo nicaragüense en el que decía entre otras cosas:

"Hoy nos privamos de alimentos como un signo comunitario de que nos duele el hambre y la guerra que nos impone el demonio imperial como un signo de que estamos dispuestos a entregarlo todo, hasta la vida, por la defensa de la patria y por el futuro de nuestro pueblo. Hoy hacemos ayuno como un signo de que luchamos para que mañana podamos vivir en paz y repartir con justicia los bienes de la tierra, la educación, la salud, el pan y la fiesta entre todos...

El demonio imperialista, el que sólo confía en las armas y en los dólares, el que con arrogancia se proclama dueño del mundo y pretende imponerse, comprando conciencias y aplastando a los pequeños, ese demonio terrorista que, como Goliat, se cree invencible, necesita también del ayuno y la oración para ser derrotado. Y lo vamos a derrotar. Tengamos confianza: lo venceremos".

A los muchos nicaragüenses que han ayunado y orado respondiendo al gesto del P. D'Escoto se han unido miles de cristianos y de mujeres y hombres de buena voluntad en distintos países del mundo. En los primeros días de haberse iniciado el ayuno, destacaban las celebraciones de ayuno colectivos en Estados Unidos, Alemania Federal, México, Panamá, Francia, Inglaterra, Italia... También han llegado a Nicaragua dirigentes cristianos que vienen a ayunar y a orar junto al Padre Miguel. Entre ellos destacamos entre muchos al Metropolita indio de Delhi, Paulos Mar Gregorios, uno de los siete presidentes del Consejo Mundial de Iglesias; a Mons. Dingman, obispo de Des Moines (Iowa); al Premio Nobel de ciencia George Wald y a Mons. Pedro Casaldáliga, quien desde que hace 17 años está en el Mato Grosso brasileño nunca había salido del Brasil y quiso ahora venir a Nicaragua a sumar su voz de obispo, e profeta y de poeta a la del pueblo nicaragüense en un único clamor por la paz. Junto con él llegó un delegado del Cardenal de Sao Paulo, Paulo Evaristo Arns, quien envió al Padre Miguel una carta de solidaridad que Mons. Casaldáliga calificó como un "documento histórico para la Iglesia de América Latina en este siglo".

Las reacciones de los sectores religiosos tradicionales ante el gesto del P. D'Escoto han sido muy cautas y han atravesado dos fases. En los primeros 15 días las autoridades jerárquicas guardaron el más absoluto silencio, mientras que la Radio Católica del Arzobispado repetía constantemente el texto de Isaías sobre "el ayuno que Dios quiere" y el texto de Mateo en el que Jesús critica la hipocresía de los fariseos cuando ayunaban. Por su parte, el diario "la Prensa", en una sección de humor, ridiculizaba al P. Miguel, hablando de su gordura, de supuestos análisis de sangre en los que aparecían rastros de caviar ruso y licor Benedictine, etc.

Después de transitar por esta vía, La Prensa escogió el camino de los rumores centrados éstos en que el ayuno no era más que un paso intermedio para la renuncia de D'Escoto a la Cancillería. El 23 de julio apareció un Comunicado firmado por la Conferencia Episcopal en el que, dentro de un marco de informaciones imprecisas sobre una supuesta falta de voluntad de diálogo con la jerarquía por parte del gobierno y de irrespetos y calumnias en los medios de comunicación contra los obispos y contra el Papa "que podrían desembocar en agresiones", aparece en una forma ambigua el primer pronunciamiento sobre el ayuno:

"Respeto a la pretendidas orientaciones pastorales dadas por particulares a los católicos, los Obispos de Nicaragua aclaran una vez más que sólo la legítima Autoridad de la Iglesia Católica puede legislar para sus fieles y por lo tanto, ninguna otra autoridad o persona particular puede arrogarse el derecho de mandar a promover actividades dentro del campo religioso".

Este documento, que reitera el llamado a dialogar con los contrarrevolucionarios, está firmado por Mons. Bosco Vivas. Como ha sucedido y se ha comprobado ya en otras ocasiones, esto sería un índice de que la iniciativa de deslegitimar el ayuno viene de la jerarquía de Managua y representa los puntos de vista del Cardenal.

Cuando cerramos este escrito, 31 de julio, el P. Miguel D'Escoto sigue en ayuno como un signo ante el mundo de que la revolución nicaragüense no quiere la guerra y lucha en todos los frentes por la paz y por la vida. Como una expresión de la vitalidad siempre creativa de la Iglesia nicaragüense que ha querido comprometerse con el proyecto revolucionario, atenta a los signos de los tiempos. Este ayuno es un acontecimiento muy nuevo, tanto en el terreno político como en el religioso y , por eso, está llamado a desencadenar energías aun desconocidas. Habrá que volver de nuevo sobre él con el fin de avaluar más precisamente sus resultados.

Cuando aun ese momento no ha llegado, se han consolidado ya algunas reflexiones sobre lo que este gesto, convocador de las masas e interpelador de la conciencia política y religiosa de los nicaragüenses, podrá significar en la actual coyuntura eclesial. Ya podemos decir que no se trata de algo irrelevante o efímero, que no estamos ante un genial gesto individual sino ante una expresión que se vincula con raíces colectivas muy profundas. Podemos decir también que tendrá trascendencia en la actual correlación de fuerzas al interior de la Iglesia y que en este gesto se resumen, como en un fruto maduro, trabajos e intuiciones de muchos de estos años. Sobre todo, ya podemos decir que ha traído mucha esperanza a muchos en Nicaragua y que es por eso un signo de la presencia de Dios en la historia de esta nación, empeñada como David en derrotar a Goliat.`

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En este mismo numero:

Nicaragua
La voz de América Latina frente al terrorismo

Nicaragua
Dos modelos de Iglesia (agosto 84 - julio 85)

América Latina
Cardenal Paulo Evaristo Arns: Defensa de Nicaragua y la deuda externa de los países del Sur
Envío Revista mensual de análisis de Nicaragua y Centroamérica