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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 227 | Enero 2001

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México

Fox y los zapatistas abriendo camino a la paz

Los zapatistas, con el Subcomandante Marcos a la cabeza, llegan al DF a negociar los Derechos Indígenas. Llegan con su pasamontañas y mucha experiencia acumulada. ¿Qué pasos hubo que dar hasta llegar a este acontecimiento?

Jorge Alonso

Tras ganar las elecciones de julio 2000, y mientras esperaba el fin del sexenio de Zedillo para asumir el poder en diciembre, Vicente Fox definió su próximo gobierno como un gobierno "de negocios". Esto suscitó desconfianza. Trasladar la lógica gerencial a las tareas de gobierno no garantizaría la solución de los graves problemas políticos y sociales del país, que requieren de otra óptica y de otros métodos. Chiapas era uno de esos graves problemas.

Fox reconoce y promete

Durante la gira que Fox hizo por Europa, antes de tomar posesión como Presidente de México, se topó por todos lados con manifestantes que le demandaban una solución al problema de Chiapas. No hubo país europeo en donde este tema no surgiera, tanto en los contactos con los gobiernos como con los grupos de la sociedad civil. Fox fijó su postura: ordenaría un retiro gradual de tropas de la zona de conflicto, y a cambio esperaba que el Ejército Zapatista mostrara voluntad de diálogo.

El Presidente de la Asamblea Nacional de Francia le advirtió que la Unión Europea se mantenía vigilante sobre el problema chiapaneco. El canciller alemán le expresó sumo interés en el problema de Chiapas y un respaldo total a una solución del conflicto. En Bruselas, Fox anunció que enviaría al Congreso de México una iniciativa de ley basada en los acuerdos de San Andrés. Cuando Fox se entrevistó en Nueva York con el Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, reiteró su decisión de lograr acuerdos en Chiapas lo más pronto posible promoviendo como uno de los primeros actos de su gobierno una iniciativa de ley sobre los acuerdos de San Andrés. Al clausurar la Conferencia Mundial contra el Racismo, y ante representantes de pueblos indígenas de varios continentes, Fox reconoció que los pueblos indios pedían algo muy sencillo que se les había negado: un país donde ser más libres, respetados y dignificados. Y aceptó que los objetivos de estos pueblos eran el reconocimiento de su derecho a ser diferentes, a tener reglas especiales de convivencia y aun de gobierno, a sus raíces culturales y a prácticas propias. Fox prometió acciones que revirtieran las condiciones de exclusión, atraso y marginación de los pueblos indígenas mexicanos, respetando su dignidad, cultura, costumbres y entorno ecológico.

En México, el Congreso Nacional Indígena (CNI), una red que reúne a 150 organizaciones indígenas, insistía en que el gobierno cumpliera los acuerdos de San Andrés, exigiendo que las etnias fueran reconocidas como sujetos de derecho en el proceso de la reforma del Estado, y que se aprobara como iniciativa de ley sobre derechos y cultura indígena el documento elaborado hacía varios años por la COCOPA, la comisión de legisladores para la concordia y pacificación en Chiapas. El CNI temía posibles estrategias de simulación por parte del nuevo gobierno con organismos indígenas sin representación.

Paramilitares: una peligrosa herencia

Mientras Fox hacía declaraciones sobre el conflicto chiapaneco, los zapatistas optaron por el silencio. Los círculos del poder interpretaron ese silencio como producto de pugnas internas en el zapatismo, y especularon sobre posibles divergencias ante el nuevo panorama político nacional.
A finales de octubre, la Procuraduría General de la República (PGR) detuvo a dirigentes de uno de los más activos grupos paramilitares chiapanecos. El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas señaló que, aunque era un signo positivo, la PGR no investigaba a los creadores de los paramilitares ni a los responsables intelectuales de la masacre de Acteal. En noviembre, la PGR realizó otras operaciones de búsqueda de armas en núcleos de los paramilitares, pero lo hizo tardía y torpemente -al parecer a propósito-, de tal forma que sus acciones no resultaron exitosas, y sí hicieron crecer la tensión en la zona.

Posteriormente, varias comunidades indígenas denunciaron acoso tanto de los militares como de los grupos paramilitares. La COCOPA temía que 29 grupos paramilitares -militantes del PRI- se salieran de control. El gobierno de Zedillo, que creó a los paramilitares, simuló que trataba de desactivarlos antes de dejarle el mando a Fox. Pero como las acciones no fueran efectivas, los paramilitares quedaron como una peligrosa herencia para la nueva administración.

Al sondearse la posibilidad de que Fox promoviera una amnistía general en Chiapas, organismos no gubernamentales defensores de los derechos humanos descalificaron la iniciativa porque dejaría en la impunidad agresiones cometidas por grupos civiles armados -incluida la masacre de Acteal- y el desplazamiento masivo de poblaciones indígenas a causa de operativos de paramilitares, lo que profundizaría la inconformidad de los grupos afectados por los paramilitares.

Marcos rompe el silencio

El 20 de noviembre llegó a Veracruz, después de recorrer Chiapas y Oaxaca, la marcha de indígenas encabezados por los grupos denominados Las Hormigas y Las Abejas -éste con pobladores de Acteal-. Iban en peregrinación a la Basílica de Guadalupe. "Llevamos banderas de paz. Desplazados vivimos, pero no llevamos odios ni deseos de venganza, sino sólo plegarias de pueblos que nos enviaron", declararon. Pedían que desaparecieran los grupos paramilitares, que el ejército se retirara de las comunidades, y que se respetaran y cumplieran los acuerdos de San Andrés. Exigían condiciones para que los desplazados pudieran volver a una vida digna. Y denunciaban las mentiras oficiales del zedillismo.

El 29 de noviembre los paramilitares se reorganizaron y amenazaron a las bases zapatistas. Fue ese día cuando Marcos rompió el silencio y convocó a los medios de comunicación para el 2 de diciembre, día en que fijaría por fin la postura del EZLN ante el gobierno de Fox. Al hablar, Marcos acusó a Zedillo de haber optado por la guerra en lugar de escoger el camino del diálogo. Lo culpó de la matanza de Acteal. "¿Por qué mandó usted asesinar niños?", le inquirió. Recordó que el mandato zedillista había sido una larga pesadilla para millones de mexicanos marginados y empobrecidos, y en contraparte había alentado el enriquecimiento brutal e ilícito de unos cuantos.

En julio, la COCOPA se había reactivado y recompuesto con legisladores elegidos, que habían iniciado sus funciones en septiembre. Pero el PAN aclaró que modificaría -para "modernizarla"- la propuesta de la COCOPA, aduciendo que no creía en las comunidades indígenas como territorio de excepción o en modalidades supraconstitucionales. Con esta decisión se ponía en contra de los Acuerdos de San Andrés. En su toma de posesión el primero de diciembre, Vicente Fox anunció que enviaría el día 5 al Congreso la iniciativa de derechos y cultura indígena elaborado por la COCOPA. También mandó retirar 53 retenes del Ejército en Chiapas.

Comenzando de cero

El panista Luis H. Alvarez, que había participado en la anterior COCOPA, fue nombrado comisionado gubernamental para la paz en Chiapas. Reconoció que, por haber sido víctimas de tantos engaños, era comprensible el silencio de los zapatistas y aceptó que el ejército debía retirarse para garantizar la paz. Fox y Alvarez convocaron a iniciar el diálogo con hechos. Mientras, dos mil zapatistas marchaban en Chiapas exigiendo el respeto a los acuerdos de San Andrés.

El 2 de diciembre el EZLN aceptó el diálogo, pero con condiciones. Marcos exigió desmilitarizar siete zonas -son 259 las posiciones del ejército en Chiapas- la liberación de los presos zapatistas, y el cumplimiento constitucional de los acuerdos de San Andrés. Anunció que iniciaría un viaje con 23 zapatistas a la ciudad de México en febrero del 2001. Llamó a la sociedad a movilizarse para que las condiciones fueran cumplidas. Marcos criticó la superficialidad de las propuestas de Fox, pues los problemas de los indios no se resolvían con "Vocho, tele y changarro" (el automóvil más barato, un aparato de televisión y un pequeño negocio). Sin embargo, saludó la designación de Alvarez como comisionado de paz. Precisó que con Fox comenzaban de cero, porque Fox no había atacado al EZLN. Fox respondió que humanizaría a las fuerzas armadas y que buscaría cumplir con las condiciones zapatistas para reanudar el diálogo.


Una primera buena señal

Ocho días después de que el PRI dejara el Palacio Nacional, en Chiapas, Pablo Salazar -candidato ganador de una coalición opositora- también desplazaba al PRI del mando en ese Estado. Salazar afirmó que todas las demandas del EZLN eran atendibles. Anunció que se revisarían los casos de los presos que podían ser identificados como zapatistas. Y desmanteló la comisión estatal de remunicipalización que el anterior gobernador priísta había echado a andar con propósitos contrainsurgentes.

Pero no todo iba en la dirección de los anuncios de Fox. Diputados del PAN y del PRI declararon que no aceptarían tal cual la iniciativa redactada por la COCOPA y que había sido asumida por Fox. La paz en Chiapas podría estancarse en el Congreso.

Marcos volvió a pronunciarse. Reconoció la labor que desempeñó de 1994 al 2000 el "gobernador en rebeldía" Amado Avendaño, quien había competido por el PRD y al que el PRI le había hecho fraude. Reiteró la voluntad de los zapatistas a reanudar el diálogo y apoyó la peregrinación que estaban realizando en esos mismos días indígenas de 10 estados hacia la Basílica de Guadalupe, a donde llegaron el 9 de diciembre, tras dos meses de camino.

El ejército abandonó el predio que había ocupado en Amador Hernández, uno de los puntos demandados por los zapatistas. Éstos consideraron que se trataba de una primera buena señal, pero señaló que no habría paz mientras se mantuvieran los signos guerreristas dejados por el anterior gobierno.

Tres signos de paz

A finales de diciembre fueron liberados 17 presos zapatistas en Chiapas. Al iniciarse el año 2001, el EZLN conmemoró el séptimo aniversario de su aparición en público. Llamó a la sociedad para que lo acompañara a la ciudad de México en febrero para convencer a diputados y senadores de la justicia que entraña el reconocimiento constitucional de los derechos y de la cultura indígena. Miembros del EZLN, desarmados, avanzaron contra el puesto del ejército en Jonalchoj. El ejército retrocedió para evitar incidentes. El Presidente ordenó el retiro del ejército de ese lugar. Algunos diputados opinaron que se había humillado al ejército, pero Fox respondió que no había afrenta, pues el repliegue del ejército mostraba su voluntad de paz.

El EZLN comunicó que crearía un Centro de Información Zapatista. Precisó que eran tres las señales mínimas que había demandado al gobierno federal como requisito para el inicio de un diálogo verdadero. En relación al retiro del ejército federal, de siete posiciones en la zona de conflicto, sólo de dos se habían retirado. En relación a la liberación de todos los zapatistas presos, habían sido liberados 17, pero faltaban muchos más. Y aún no se habían reconocido constitucionalmente los derechos y la cultura indígena de acuerdo con la iniciativa de la ley de la COCOPA.

Fox reaccionó, declarando que los zapatistas no tenían por qué llegar a reclamar a la ciudad de México, pero dijo que si lo hacían debían ir sin armas y sin pasamontañas. Marcos respondió que saldrían el 25 de febrero de Chiapas, recorrerían 10 estados y arribarían al DF el 6 de marzo, aclarando que irían con las caras cubiertas con pasamontañas.

En enero, el gobierno anunció que se había suspendido el requerimiento de un permiso especial para los extranjeros que quisieran visitar Chiapas. Era otro signo hacia el diálogo. Otro fue poner fin a los vuelos rasantes del ejército sobre posiciones zapatistas.

El 10 de enero hubo otro retiro de militares en Cuxuljá, en presencia del comisionado para la paz, Luis H. Alvarez y diplomáticos de América Latina. Mientras se efectuaba el retiro los zapatistas aparecieron para declarar que estaban satisfechos, aunque molestos porque faltaban cuatro puntos más por desmilitarizar: Roberto Barrios, La Guarucha, el cuartel Río Euseba -donde los soldados molestaban a los indígenas- y Guadalupe Tepeyac, una población zapatista cuyos habitantes habían huido desde hacía años a la montaña por la presencia de militares. Los zapatistas afirmaron que no habían declarado la guerra únicamente contra el PRI, sino contra el sistema que los olvidaba y los humillaba, y que la guerra sólo acabaría cuando se reconociera a los indígenas y nunca más México los olvidara. Alvarez solicitó a los zapatistas establecer contactos, aunque fueran informales, y aceptó que no podría haber un México sin los indígenas.

"La paz punto com"

La prensa mexicana recogía informaciones de malestar entre la tropa por la forma en que se habían dado los retiros: presionados en Jonalchoj y repudiados en Cuxuljá. Fox desmintió este malestar y reiteró su llamado al EZLN a regresar con voluntad al diálogo.

También surgieron otros testimonios: si en unos puntos las tropas se retiraban, en otros se reforzaban. Pobladores de varios municipios autónomos denunciaron acciones de hostigamiento en su contra.

Fox tuvo que aceptar que no habría un retiro total del ejército, que sólo había hablado de un repliegue y de reducir su presencia como signo de buena voluntad y de búsqueda de diálogo. Y en un arranque de molestia, preguntó qué más se le podía pedir a su gobierno por hacer en Chiapas, esperando que el EZLN expresara de inmediato su voluntad para dialogar y resolver el conflicto.

El 12 de enero se celebró el séptimo aniversario de que la sociedad civil mexicana lograra que el gobierno federal acordara el cese al fuego en Chiapas. En varios puntos de la República hubo manifestaciones. La más importante, en San Cristóbal de las Casas, donde marcharon más de diez mil indígenas, exigiendo al nuevo gobierno que cumpliera con las tres señales requeridas.

En la marcha se leyó un comunicado de Marcos en el que se señalaba que, aunque el PRI ya no gobernaba ni en el país ni en Chiapas, los zapatistas no acababan de percibir signos claros de una voluntad para resolver el conflicto pacíficamente. Reconoció avances, pero señaló que éstos se presentaban con engaños, como si todo ya estuviera listo para el diálogo. Precisó que los indígenas deseaban un diálogo verdadero para que la paz fuera verdadera, y si el gobierno cumplía con las tres señales -que en realidad eran pequeñas- no perdería nada. Enfatizó que los zapatistas tenían palabra y que no pedirían más para sentarse a dialogar. Dijo que la desconfianza de los indígenas venía de tiempo atrás, pero que no se encerrarían en ella. "Ahora que empieza un nuevo siglo y un nuevo milenio estamos insistiendo en el camino del diálogo para terminar la guerra".

Recordó que en los anteriores siete años, "los que fueron gobierno" habían usado el diálogo para esconder la guerra. Habían mentido. Y los zapatistas ya no querían engaños. La llave para abrir la puerta de su desconfianza era el cumplimiento de las tres señales. Se volvió a hacer el recuento: alabaron la liberación de los 17 zapatistas, pero recordaron que faltaban otros 80 en Chiapas, Tabasco y Querétaro; alabaron que el ejército hubiera salido de tres posiciones, pero recordaron que faltaban cuatro más; e insistieron en que seguía pendiente el reconocimiento constitucional de los derechos y de la cultura indígena.
Marcos envió otro comunicado a la "Señora Sociedad Civil".

Daba cuenta de que se había desatado una importante movilización, tanto en diferentes puntos de la República como en el extranjero. Y teniendo en cuenta que habría peregrinos de los diez estados en la capital del país, solicitó ayuda para su hospedaje. Dio a conocer la página en Internet para mantener la comunicación sobre el viaje a la capital: www.ezlnaldf.org, para terminar con el deseo de que pronto llegara "la paz punto com."

¿Con o sin pasamontañas?

El Presidente de la COCOPA, el senador panista Felipe de Jesús Vicencio, consideró que las señales que había dado el Ejecutivo eran insuficientes para exigir al zapatismo que reanudara de inmediato el diálogo. No obstante, con evidente desdén hacia la ley para el diálogo y la pacificación -aprobada por el Congreso en marzo de 1995, por la cual se reconocía a los zapatistas como interlocutores- el Presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, el panista García Cervantes, declaró que los que desearan presentarse ante el Congreso se debían despojar de pasamontañas y armas, y sólo si Marcos lo solicitaba bajo su verdadero nombre se le daría audiencia.

Los dirigentes panistas en el Congreso de la Unión desafiaban: no hablarían con encapuchados. El problema de fondo para la iniciativa de la COCOPA era la gran resistencia de muchos diputados panistas y priístas, sin importarles que esa postura atizara el conflicto. Los congresistas que se pronunciaban por no aceptar a los zapatistas cubiertos con pasamontañas olvidaban que la COCOPA, una comisión legislativa, había tratado, y lo seguía haciendo, con los zapatistas tal como ellos se presentaban.

Debate en la COCOPA

Fox dejó de lado la discusión sobre los pasamontañas y consideró que lo importante era que hubiera un diálogo. Anunció que le tomaba la palabra al EZLN en cuanto a sus tres reclamos, pidiendo a cambio que dejaran las armas y se pusieran a trabajar. E imitando a Zedillo, se ufanó de que esperaría "con paciencia" la respuesta de los zapatistas. La vocera de Fox declaró que el primero y más urgente proyecto del gobierno de Fox era asegurar la paz en Chiapas y que la propuesta de Fox acerca de dejar las armas no era "una condición" sino "una invitación".

La COCOPA entró en un período de discusión interna para fijar su posición. El 15 de enero el Presidente de la COCOPA planteó que el Ejecutivo debía tranquilizar sus posiciones, pues se había dado un "creciente concierto y desconcierto de declaraciones de prensa de varios voceros oficiales y oficiosos", con lo que se habían debilitado las buenas señales dadas por el gobierno.

La discusión en la COCOPA versó sobre los problemas de Fox con el EZLN. Si bien el Presidente había dado señales positivas, posteriormente se había enfrascado en declaraciones que estaban enturbiando el conflicto. Las declaraciones equivocadas o contradictorias le restaban credibilidad y creaban desconfianza. La principal crítica iba en el sentido de que Fox quería hacer pasar lo parcial como total.

La situación se agravaba porque, al manipular la información, el Ejecutivo, intentaba que los zapatistas aparecieran como intransigentes. Se acusó a Fox de falta de honestidad en sus declaraciones. No sólo expresaron molestia por el trato que en los medios daba Fox al conflicto, sino porque no hubiera asumido una posición clara con respecto al viaje zapatista a la capital. El problema de Chiapas no se destrabaría con un lenguaje empresarial sino social.

16 enero: un acontecimiento

Se había programado una reunión de la COCOPA con Fox. Pero ese encuentro fue suspendido por la comisión legislativa. La COCOPA no acudió a la cita porque no quería aparecer como acudiendo a recibir orientaciones. Finalmente, el 16 de enero la COCOPA realizó un trascendental acto que no se había producido en cuatro años: apoyar otra vez por unanimidad la iniciativa de ley indígena. Esta había sido una de las peticiones del EZLN en 1997. No obstante, después de la elaboración de la iniciativa alterna del Presidente Zedillo, los legisladores priístas participantes en la COCOPA fueron obligados a apoyar la iniciativa presidencial. Por su parte, la mayoría de los panistas también habían abandonado entonces el apoyo a ese documento y habían elaborado una iniciativa más que, como la presidencial, había recibido el repudio de los indígenas. Lo destacado del acto del 16 de enero del 2001 era que la COCOPA volvía a presentar con fuerza una posición unida y de consenso.

En su comunicado oficial, la COCOPA resaltó la disposición de los zapatistas al diálogo, y juzgó que sus demandas para poder reiniciar el diálogo eran atendibles. Consideró que era encomiable que los zapatistas dialogaran con el Congreso sobre la iniciativa. También valoró positivamente las acciones del gobierno, aunque las calificó como insuficientes. La COCOPA convocó a zapatistas, gobierno y actores políticos y sociales a trabajar a favor de la conciliación. En respuesta, la vocera presidencial declaró que no existía rompimiento con la COCOPA. Y anunció que no habría más retiro de tropas en Chiapas.

Fox en Chiapas

El gobierno tuvo declaraciones imprecisas en torno al viaje de los zapatistas a la capital. En una declaración, el Secretario de Gobernación dio a entender que los zapatistas podían acudir a la capital con sus máscaras, pero no con sus armas. Se enfatizó que mientras el gobierno hablaba con hechos, Marcos respondía sólo con comunicados. El Secretario de Gobernación apuntó que en esos comunicados se percibían "claros" (su reconocimiento a las acciones gubernamentales), y "oscuros" (las demandas de que hubieran otras).

El 17 de enero Fox fue a Chiapas a entregar microcréditos a mujeres indígenas para que iniciaran sus negocios artesanales, y a inaugurar otros programas sociales. Estando en Chiapas, ordenó el retiro del enclave militar Roberto Barrios, explicando que no se había anunciado previamente para evitar enfrentamientos con bases zapatistas. En su recorrido por Chiapas Fox vio que los indígenas no sólo querían educación, salud y proyectos, sino el respeto a su vida. Una indígena le dijo que los soldados sólo habían llegado a hacerlos sufrir más. Fox respondió que el ejército quería la paz y que si alguien del ejército había fallado lo sentía. Dijo que ya no se aceptaría que siguiera fallando y que quería cambiar en Chiapas al ejército por empleos.

Poderosas voces adversas

Un día después, el procurador chiapaneco dio a conocer que otros 26 zapatistas podrían ser liberados. El Secretario de Gobierno de Chiapas consideró que el cumplimiento de todas las demandas del EZLN era no sólo posible sino necesario. El gobernador priísta de Veracruz hizo saber que las autoridades veracruzanas garantizarían el paso de los zapatistas por ese Estado, fueran o no con capucha, porque eso no era lo importante. Justificó el uso de pasamontañas para proteger a sus familias. El gobernador panista de Morelos prometió no poner trabas al paso de los zapatistas, afirmando que era su derecho ir o no con capucha.

Pero otras posiciones también se externaron. El Presidente del Consejo Coordinador Empresarial declaró que no se debía proseguir con el retiro del ejército mexicano en la zona de conflicto. Representantes empresariales solicitaron impedir la visita del EZLN a la capital argumentando que ahuyentaría las inversiones. El obispo Onésimo Cepeda, muy ligado al empresariado y al PRI, habló en repetidas ocasiones con desprecio del EZLN. Primero dijo que no debían llegar enmascarados al Distrito Federal, y si lo hacían sería un triunfo para ellos. Sin máscara -dijo- Marcos sería "un pobre diablo". Después afirmó que el zapatismo se había "salido del huacal".

Otro obispo, el de Tijuana, consideró que el gobierno sólo había hecho concesiones al EZLN y no le había exigido un gesto que reflejara la voluntad de continuar el diálogo, opinando que no había que ceder tanto. Diputados del PAN y del PRI coincidieron en que le tocaba al EZLN dar una muestra de su disposición al diálogo antes de que Fox continuara cumpliendo con las demandas planteadas por los zapatistas. Un diputado panista exigió que los dirigentes zapatistas fueran encarcelados al llegar a la ciudad de México.

El 21 de enero, Vicente Fox consultó a los principales partidos sobre la cuestión chiapaneca. El PAN manifestó que era hora de que el EZLN demostrara con hechos su disposición para reanudar el diálogo. El PRD sostuvo que se debían cumplir los acuerdos de San Andrés y seguir dando señales de paz.

El 22 de enero, Luis H. Alvarez declaró que "en su oportunidad" el gobierno federal cumpliría con lo ofrecido, en la medida en que hubiera en el EZLN una actitud correspondiente. Recalcó que el gobierno esperaba que el EZLN fuera receptivo a los proyectos de salud, ataque a la desnutrición, generación de empleos, vivienda y educación que ya se habían echado a andar en Chiapas, advirtiendo que se debían evitar situaciones como las que se habían dado en Jonalchoj.

El 23 de enero, el Presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, el panista García Cervantes, pese a las aclaraciones de la COCOPA, volvió a declarar que la marcha programada por el EZLN a la ciudad de México era ilegal, pues no era posible que salieran de Chiapas sin haber firmado un acuerdo de diálogo. Amenazó: no hablaría con enmascarados. El coordinador del grupo legislativo del PRD hizo ver que sus comentarios eran irresponsables y evidenciaban un gran desconocimiento de la ley de pacificación. Afirmó que los congresistas de todos los partidos debían estar dispuestos a escuchar a los zapatistas. Se volvió a aclarar que el tema de las capuchas era intrascendente, pues había una ley que reconocía al EZLN como ejército, y porque con aquellos encapuchados el gobierno y la COCOPA ya habían hablado y tratado. Las declaraciones del presidente de la Cámara de Diputados ocasionaron conflictos hasta en su mismo partido. La COCOPA lo exhortó a la mesura.

Sigue el debate

En una conferencia en la Universidad Iberoamericana de los jesuitas, el gobernador de Chiapas urgió a que se legislara conforme a los acuerdos de San Andrés. Calificó de irresponsables y frívolas las críticas que se hacían a los zapatistas por ir encapuchados. Acusó al conservadurismo por oponerse a los avances de la paz y por intentar impedir el reconocimiento de los derechos indígenas. Apuntó como muy positivo que los zapatistas hubieran manifestado su beneplácito por el nombramiento de Luis H. Alvarez como comisionado gubernamental para la paz, con lo que implícitamente lo estaban aceptando. Pero señaló como muy peligroso el hecho de que el gobierno federal no tuviera todavía puentes para el diálogo.

El 23 de enero, en una entrevista con periodistas sonorenses, Fox aludió a encuestas que la Presidencia realizaba periódicamente, donde un 75% de los consultados aprobaba el viaje de los zapatistas, aunque un 50% creía que respondían a una invitación presidencial. Un 40% estaba seguro de que iban a negociar. Aclaró que el gobierno ya no cedería más posiciones militares si no mediaba una señal clara del EZLN a favor del diálogo.

En esa misma fecha, la COCOPA urgió a Fox a fijar su postura sobre el viaje del EZLN al Distrito Federal. Anunció que pediría condiciones de seguridad para el traslado de los zapatistas, y para agilizar su trabajo buscó un contacto directo con el EZLN.

Irreversible marcha a México

El 24 de enero, cuando la gestión foxista cumplía 55 días, algunos panistas declararon que recibir al EZLN en el Congreso equivaldría a hacer una apología de la violencia. El PRD adelantó que si el grupo parlamentario del PAN se oponía al diálogo con el zapatismo, los legisladores del PRD y del PRI invitarían al EZLN a recibirlos e iniciarían con ellos el diálogo. La postura que fue ganando mayoría en el Congreso fue aceptar a los zapatistas con la condición de que antes entraran en contacto con la COCOPA.

La perredista Rosario Robles -que en diciembre acababa de entregar la jefatura del gobierno del Distrito Federal a Andrés Manuel López Obrador- retó a Fox a que se quitara la máscara para resolver el conflicto de Chiapas.

Muchos articulistas analizaron cómo la Ley para el diálogo, la conciliación y la paz digna en Chiapas no implicaba el confinamiento de los zapatistas ni que se descubrieran el rostro, aunque establecía que para fines de negociación no podrían portar armas. Amparados en esa ley, en octubre de 1996 ya habían llegado a la ciudad de México, encapuchados, 1,111 zapatistas, y la comandante Ramona había estado en la capital para tratarse de una enfermedad.

A fines de enero, la encargada del Centro de Información Zapatista, la luchadora social Rosario Ibarra, hizo saber que la marcha del EZLN era irreversible y que estaban inscritos doce mil representantes de la sociedad civil que acompañarían a los zapatistas en su recorrido de Chiapas a la capital del país.

En enero, en la Asamblea Nacional de Francia se celebró un coloquio convocado por el Partido Verde de ese país y por nueve organizaciones de solidaridad con México. Se le reconoció a Fox el haber derrotado al PRI en las urnas, pero se expresó escepticismo sobre su voluntad para encontrar una solución pacífica al conflicto chiapaneco.

Derecha en pie de guerra

Hay que destacar que las elecciones por las cuales llegó Fox a la Presidencia y Salazar a la gubernatura de Chiapas cambiaron radicalmente el escenario político en México. La continuidad del PRI hubiera implicado la profundización de la política de hostigamiento hacia las comunidades zapatistas. El cambio ha representado una distensión y ha abierto una posibilidad para la paz.

La instancia de la COCOPA ha sido un actor clave en esta coyuntura por su insistencia en señalar que las señales solicitadas por el EZLN son atendibles, y por su apertura a que los zapatistas participen en la elaboración de las reformas constitucionales. Otro gran paso hacia la paz ha sido que este organismo del Poder Legislativo haya retomado de nuevo como suya la iniciativa para convertir en ley los acuerdos de San Andrés.

Ahora, las agrupaciones conscientes de la sociedad civil deben presionar a los legisladores federales para que se informen bien sobre los derechos y cultura indígena y legislen con responsabilidad. Esta actividad se debe extender a 20 congresos locales que son los que se requieren legalmente para avalar la iniciativa de la COCOPA. El debate que se ha producido ya ha evidenciado indicios de que muchos legisladores tienen gran desconocimiento del tema, y ha mostrado que prevalecen actitudes mestizas y criollas negativas frente a los derechos de los pueblos indios.

La derecha está en pie de guerra contra el EZLN. En una gran campaña de medios propala que se ha cedido mucho a cambio de nada y califica las concesiones del gobierno de gratuitas y peligrosas. Antes, las voces de los obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera defendían los derechos de los indígenas. Ahora, removidos éstos de Chiapas por decisión del Vaticano, sólo se escuchan las voces de obispos prepotentes ligados al poder.

De nuevo la sociedad civil

No deja de ser un grave problema el hecho de que el EZLN pretenda dar a la COCOPA tratamiento de contraparte, cuando es legalmente un organismo de coadyuvancia para la paz que se ha mostrado dispuesto a destrabar los caminos para lograr la pacificación. Si se mantienen los obstáculos para su labor, podría deteriorarse su función.

A las posiciones intransigentes de los enemigos de la paz ayuda el que los zapatistas no establezcan comunicación directa con el Ejecutivo, que ya empieza a actuar por las presiones de los sectores duros de la jerarquía, de la iniciativa privada y de muchos panistas con arraigadas posiciones contrarias a los intereses de los indígenas.

El problema de Fox en el caso de Chiapas es el haber creido que resolvería este problema en poco tiempo. Además, lo ha enfrentado con inconsistencias, intentando ponerle fin como si nada hubiera pasado antes y a cambio de muy poco. Esto ha desembocado en una contienda mediática que lo ha enfrentado con Marcos.

En la resolución de la problemática chiapaneca se encuentran implicados el poder ejecutivo federal y local, el poder legislativo federal y poderes legislativos de la mayoría de los estados, los partidos, los medios masivos de comunicación, las iglesias, la iniciativa privada, los indígenas, los zapatistas, sectores marginados y un gran número de grupos de la sociedad civil. Hasta ahora el escenario es una lucha sorda de los poderosos contra los excluidos. De nuevo, la sociedad civil tiene la responsabilidad de hacer prevalecer la mesura, de construir puentes y de conseguir que las partes abandonen sus posiciones irreductibles para hacer posible una negociación que pueda llevar a buen término la defensa de los derechos y de la cultura indígena. Pese a tantas dificultades y enconos, la realidad es que el cambio político nacional ha abierto un camino para los que buscan una paz verdadera.

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