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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 238 | Enero 2002

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Nicaragua

"Me llamo María Epifania y así me nació la experiencia"

Muchas y variadas reflexiones sobre la agricultura de patio pueden hacerse a partir de la exitosa experiencia de María Epifania López, una joven campesina de Buena Vista, uno de los muchos Macondos nicaragüenses.

José Luis Rocha

Mi nombre es María Epifania López, tengo 21 años y soy madre soltera de un niño. Me desempeño como promotora de la Universidad Campesina (UNICAM) y como Vocal en la Directiva Comunal de Buena Vista. Aprobé el tercer grado y no continué mis estudios porque en esa época no había más niveles en la escuela de Quebrada Grande, la comunidad vecina, que fue donde estudié. Desde que me afilié al trabajo con organismos de desarrollo he comprendido la gran oportunidad que se nos brinda de mejorar nuestro nivel de vida y la importancia que tiene el saber aprovecharla. Muchos productores no lo hacen porque no saben leer y escribir. Por eso me he dado a la tarea de aprender lo más que pueda y reproducirlo entre los demás productores. Y no sólo trato de reproducirlo, sino también de ponerlo en práctica en mi parcela para ser un ejemplo para el resto. Aun teniendo una parcela modelo, me di cuenta de que era necesario llevarlos de la mano para que lo implementaran por cuenta propia en sus parcelas. Por eso decidí poner en práctica un "experimento", como le llamo, y primero convencí a siete familias de mi comunidad, no muy anuentes a participar, para capacitarlas y trabajar juntos en el mejoramiento de patios. Y así fue que cultivamos un huerto comunal del que se benefician las siete familias que trabajan en él. A la par de ello, al ver los resultados, han empezado huertos en sus propios patios, de lo cual me siento orgullosa.

"Nunca me imaginé que representaría a las mujeres rurales de Nicaragua"

Así se presentó María Epifania López Carazo, en un documento que obra en poder del Instituto de Promoción Humana (INPRHU), la más veterana de las ONG que trabajan en Nicaragua. María Epifania fue elegida por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) para representar a la mujer rural nicaragüense en el Segundo Encuentro Latinoamericano de Mujeres Beneficiarias del PMA, realizado en Perú bajo el lema "La mujer a la vanguardia de la seguridad alimentaria". En Perú, María Epifania contó su historia en la Segunda Feria Regional de Seguridad Alimentaria "Por un milenio sin hambre". Nunca imaginé que viajaría a Perú. No tenía pasaporte. Jamás había salido del país. Ni siquiera conozco Honduras, que está tan cerca. Me dijeron que iba a representar a todas las mujeres rurales de Nicaragua, a la mujer que busca alternativas para salir de la pobreza, a la mujer que está dejando la timidez.

Las siete familias con las que inició se han transformado en 43 en Buena Vista y 23 en Quebrada Grande. Muchas timideces se han tenido que disolver en el camino. Para charlar con envío, subiendo y bajando cerros, María Epifania apareció con un bolsito peruano -símbolo de que sus esfuerzos han sido reconocidos-, con una extraordinaria facilidad de palabra, los ojos chispeantes, tostada por el sol, el pigmento trabajando a todo vapor, sin vacilaciones, directa y franca. Esta mujer es una muestra de una realidad aún menos extendida de lo que debería y quisiéramos, pero mucho más presente de lo que solemos suponer.

Mujeres rurales: un camino erizado de obstáculos

María Epifania y las mujeres de Buena Vista trabajan en una atmósfera que les favorece poco. Para que las mujeres rurales se abran espacios, el camino se les presenta erizado de obstáculos. En la década de los 80, unas 3 mil 800 mujeres se integraron a las cooperativas de producción. Pero apenas una de cada diez cooperativistas era mujer. La reforma agraria llevada a cabo bajo la administración Chamorro -por primera vez en la historia había una mujer al frente del gobierno- entregó entre 1992 y 1996 23 mil 67 títulos a 37 mil 810 campesinos. Pero sólo el 25.43% de los beneficiarios directos de este programa de titulación fueron mujeres. El sistema de reparto de la propiedad no ha favorecido a las mujeres porque se asume que las mujeres no son productoras. La tierra se hereda siguiendo un patrón patrilineal. La compra de tierras y/o su inscripción legal requiere dinero, y la mayor parte de las mujeres rurales son mantenidas al margen de las actividades remuneradas.

En 1995, la Ley 209 de Estabilidad de la Propiedad estableció que los títulos de Reforma Agraria extendidos a nombre del jefe de familia se entenderían extendidos también a nombre del cónyuge o compañera en unión de hecho estable. Esta disposición fue recogida por el artículo 49 de la Ley 278 sobre la Propiedad Reformada Urbana y Agraria aprobada en 1997. Pero el papel todo lo aguanta, y aún impera el "se aprueba pero no se acata." La ignorancia de las leyes, la falta de acceso a los abogados y el temor a ser atacadas por sus ex-compañeros impide que las mujeres hagan uso de su derecho a reclamar la mitad de las tierras que poseyeron con su pareja. Pocas instituciones y medios de comunicación denuncian sistemáticamente esta situación. Entre esos pocos destaca La Boletina, revista bimensual con la que la ONG Puntos de Encuentro contribuye al despertar de la conciencia de género entre las mujeres y también entre los hombres.

La asistencia técnica es otro rubro en el que las mujeres corren con desventaja. Actualmente, de cada diez personas asesoradas por el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), sólo tres son mujeres. Aunque la cifra es baja, supone un notable avance respecto de la situación de hace menos de un lustro. Pero no basta. No es suficiente capacitar en el control de plagas y dejar un vacío en el enfoque de género. El acceso de las mujeres a estos servicios contribuye a la democratización. Pero un tratamiento meramente técnico y centrado exclusivamente sobre aspectos técnicos no genera cambios culturales.

En 1993 se creó la Comisión Interinstitucional de Mujer y Desarrollo Rural (CMYDR). El 14 de octubre de 1997 el gobierno la reconoció con el Decreto Presidencial 57-97. La comisión pretende ser una instancia de "transformación de las condiciones de vida de la población rural, especialmente de las mujeres rurales". Pero no se le ha sabido sacar suficiente punta a este lápiz. Se van creando instituciones, acumulando planificaciones y sumando actores, mientras el rol productivo de la mujer sigue siendo silenciado.

"Solas podemos, nosotras tenemos que comenzar"

A lo largo de la historia de la humanidad y en muchas comunidades del mundo la agricultura inició como una ocupación femenina. La transición hacia un sistema agrícola masculino la fueron conduciendo los cambios en la densidad poblacional y en las técnicas agrícolas. Poca memoria queda de aquella etapa, escasa visión del actual papel productivo de las mujeres, y más limitada aún de las potencialidades de las mujeres de hoy.

María Epifania tuvo que hacer una difícil ruptura para resituarse como productora: A los 18 años me junté con el papá del niño. Pero muy pronto tuvimos problemas. No nos entendimos. No le gustaba que trabajara con otras mujeres ni que me metiera en el trabajo del campo. Y a mí desde pequeña siempre me gustó el trabajo en el campo. Pero él decía que con su salario teníamos suficiente. Me sentía oprimida, sólo estaba en la casa y decidí regresarme a Buena Vista. Viví con él en Jinotega tres meses y luego me regresé a la casa de mis padres. Entonces me visitó un técnico de la UNICAM para convencerme de trabajar con ellos. Y me gustó ese trabajo de gestionar proyectos de fondos revolventes con aves, las labores de conservación de suelos, los talleres y la construcción de caminos.

Para cimentar la dominación masculina, se precisa mantener bajo ese estatus a la mujer y constreñir su aporte a la función esposa/madre. Sobre la marcha hacia su emancipación, muchas mujeres encuentran casi imposible conciliar su función de esposa/madre con otros roles concebidos como atípicos en el sistema patriarcal. Hay que romper muchos esquemas de pensamiento, eliminar etiquetas y demoler escepticismos milenarios, reforzados por un sistema que echa mano de múltiples herramientas, como los chismes, las represiones y censuras de la conciencia colectiva y la baja autoestima femenina introyectada hasta los mismos tuétanos del corazón y del cerebro.

Hay mujeres que piensan "Voy a buscar un hombre que me ayude porque sola no puedo". Y yo les digo que también solas podemos. La gente al principio decía "¿Qué va a hacer esa muchacha, si ella es mujer? Eso de que anda saliendo es señal de que tiene varios hombres. Además, las hortalizas no dan." Al principio hasta mi papá se molestaba y no me apoyaba. Pero como hubo ingresos porque nos dieron alimentación, mi posición mejoró y a los de mi casa los convencí de que para que la comunidad viera que se podían hacer cosas, nosotras teníamos que empezar.

Buena Vista, en las antípodas de la globalización

Además de los obstáculos culturales, presentes en cualquier comunidad rural, María Epifania debió remover diques particulares no menos monumentales en su comunidad. Las condiciones de Buena Vista no podrían ser más adversas para el trabajo agrícola femenino. Buena Vista está ubicada en la comarca El Cuje, del municipio de Totogalpa, que pertenece al departamento de Madriz. Predominan las casas embarradas y las de adobe con teja, incrustadas en el cogote de los cerros. También hay techos de tacotales, hechos con haces de pajas entretejidas.

No hay transporte. Y para mantener lubricadas las relaciones comerciales con Ocotal, el mercado más cercano, se deben caminar horas con la mercancía a cuestas. Lo mismo para construir. Las frágiles tejas son transportadas por los escarpados cerros con sumo cuidado. Por eso se prefieren materiales locales. El aislamiento mantiene sumida a esta gente en la autosubsistencia.

Distantes del mercado, en las antípodas de la globalización, el grueso de la producción se destina al autoconsumo. Las cuajadas, si se tiene la suerte de tener un par de vacas en ordeño. Las vacas, que sirven como alcancía, seguro para emergencias y mecanismo de transformación del guate -caña de maíz seca- en proteína animal, y que sólo se encuentran donde hay potreros y una mínima acumulación de capital. El huerto, si se dispone de agua y voluntad para mantenerlo. El maíz, si hay tierra donde sembrarlo. Los ingresos se complementan proveyendo brazos a las haciendas ganaderas cercanas y a las no tan próximas fincas cafetaleras en la estación de corte.

La mayor parte de las familias poseen entre dos y cinco manzanas. De las 43 familias de Buena Vista, 13 no tienen tierra y apenas 10 poseen más de cinco manzanas, y aun éstas no pasan de un tope de diez manzanas. La mínima disponibilidad de tierra impide concederle a las parcelas períodos de descanso. La ausencia del barbecho, la escasez de agua y las menguadas dosis de fertilizantes han generado un declive de los rendimientos. Una manzana puede producir, con un invierno generoso, 5 quintales de frijol, 9 de maíz o 10 de sorgo, en un país donde los nada elevados rendimientos promedio nacionales por manzana son de 6 quintales para el frijol, 15 para el maíz y de 15 a 20 para el sorgo.

Las familias sin tierra alquilan a otros o viven junto a sus padres en una unidad económica cada vez más densa y que sólo sirve de dique de contención temporal a una creciente presión sobre la tierra. A cien córdobas la manzana por cosecha se alquila la parcela o se acuerda entregar al propietario la mitad de la cosecha. Es muy difícil adquirir más tierra. Aunque el precio de la manzana es de apenas mil córdobas, el mercado de tierras tiene los signos vitales al mínimo. Las pocas tierras en venta están ubicadas en las zonas más áridas, altas y quebradas, y sólo se vende por una emergencia, como la cancelación de una atenazante deuda.

"Ya no estamos de balde, ya damos nuestro aporte a la casa"

El predominio del minifundio fuerza a una explotación intensiva de la tierra, rasgo que guarda una correlación con la preponderancia masculina en el trabajo agrícola. El Cuje y comarcas aledañas se presentan así como una región donde la mano de obra familiar está extremadamente subutilizada. Algunas condiciones del entorno disfrazan la situación: las mujeres invierten gran parte de su tiempo en las labores domésticas que requieren de agua porque deben trasladarse hasta sitios lejanos donde pueden encontrarla en cantidad suficiente. De esta forma se va gastando el tiempo, y así, como en la canción de Amparo Ochoa, se va la vida, se va al agujero, como la mugre en el lavadero.

En este contexto, los huertos familiares son una forma de aprovechar esta mano de obra ociosa y ganosa de mejorar su vida: Después de las dos de la tarde la gente no tiene qué hacer. Los hombres ya regresaron de la parcela y las mujeres ya lavaron y cocinaron. Nosotras, las mujeres, cuando terminamos de hacer el oficio, estamos de balde. Ahora ya no sólo el hombre vela por la comida, sino que las mujeres estamos dando nuestro aporte a la casa.

El "aporte", aunque en especie y no en metálico, mejora la posición de la mujer. Para ser valoradas, las mujeres de Buena Vista participan en el trabajo valorado por todos, en el trabajo visible que produce alimentos. Esto supone un plus esfuerzo, porque no están exentas del trabajo "invisible" de los oficios domésticos. Existe, en cambio, un factor adverso que las favorece: la tecnología al acceso del hombre y de la mujer es la misma y es la más simple. No hay forma de trabajar con bueyes en estas pendientes. Huertos y parcelas se mantienen con idénticas herramientas: azadones y machetes. Y es posible incluso que el cultivo de un huerto demande conocimientos superiores, más detallados o más sofisticados de agricultura. Los conocimientos adquiridos, con o sin su cohorte de diplomas, se suman a los dispositivos que acreditan a la mano de obra femenina.

De campesina a campesina: saber es poder

Estas capacitaciones son escuela y universidad con utilidad para campesinos y campesinas. Saber es poder, y es levadura para la autoestima. María Epifania lo sabe y lo quiere dar a conocer: Lo que más valoro de mí personalmente son los conocimientos que he adquirido. He aprendido la autoestima y que nosotras las mujeres podemos cambiar una comunidad. Y eso ha sido posible porque la comunidad me ha apoyado. Muchos ahora no creen que sólo estudié hasta el tercer grado porque me ven capacitar a la gente aquí, hacer exposiciones en Estelí y saben que viajé a Perú.

María Epifania ha recibido cursos en temas agropecuarios, enfoque de género, comercialización, salud, higiene general, preparación de alimentos y nutrición en general, y ha participado en intercambios de experiencias sobre mejoramiento de patios y en un diagnóstico en comunidades de Estelí para determinar qué tecnologías adoptan los productores de esa zona para mejorar sus parcelas y cuáles de ellas les dan mejores resultados. También ha participado en tres ferias: Ocotal, Estelí y Totogalpa. Ahora es una experta en abonos orgánicos con estiércol y zompopina y en control de plagas con rotación de cultivos, trampas amarillas -plástico con el que capturan a la mosca blanca-, hoja de madero negro y otras técnicas.

Toda capacitación recibida fue reproducida varias veces en las comunidades de Buena Vista y Quebrada Grande. Ése es el trato. De modo que el poder, con el saber, se transmite mediante la educación popular, que enseña sobre la base de un mínimo dominio de los instrumentos más elementales -escritura, lectura, operaciones aritméticas-, circunstancia que demanda una dosis de creatividad superior. Pero que también explota la ventaja de que ella comparte su cosmovisión y es capaz de identificar y tocar con sensibilidad las teclas más impactantes. Los técnicos ayudan. Pero es mejor la transmisión de conocimientos de campesino a campesino y de campesina a campesina. Por eso promovemos los intercambios.

El intercambio de experiencias entre campesinos supone un ritmo, quizás al inicio no tan acelerado como el que imprime una avalancha de técnicos y las cataratas de dólares, pero que puede diseminar aquellas técnicas que tienen más posibilidad de arraigar. El escepticismo se enfrenta con el efecto vitrina: lo que se promueve, se muestra en los patios y parcelas de los promotores. En el caso de Buena Vista, la promoción de los huertos tropezó con un escepticismo bien fundamentado: la escasez de agua, los malos suelos.

"¿Podrá salir algo bueno de este cascajo?"

Los suelos de Buena Vista son compactos, saturados de grava, abundantes en pedernal. Algunos se preguntaban qué podría salir de ese cascajo. El machete con dificultad logra penetrar un par de pulgadas ensartado transversalmente. Las raíces se abren paso a milímetro por semana, arañando a ciegas entre los resecos terrones. Cuando el suelo se ablanda con el azadón y se le remueven las costillas graníticas a la mínima y árida parcela, disminuye su capacidad de retención de agua.

Se va apilando problema tras problema. El agua se ve "allá a los tiempos". No hay pozos comunitarios. Los pozos no están bien construidos. No se hicieron con la suficiente profundidad y por eso muchas fuentes están ahora secas y llenas de hojas. El agua llega con los años bisiestos. Por eso no hay huertos grandes, sino en pequeñas áreas de diez metros cuadrados. Donde hay más agua se establecen huertos más grandes.

Ese cascajo produce ahora cebolla, remolacha, repollo, tomate, chiltoma, rábano, chile, zanahoria, pepino y ayote matón, que es ése que corre en mata, no es guía y no es como el criollo porque ocupa poca agua y poco terreno. Los niños ahora están mejor alimentados. Se comen todo lo que sacamos de los huertos. Si tuviéramos suficiente agua, no invertiríamos tanto tiempo y dinero. El huerto es como un pequeño jardín, un oasis en medio de ese páramo. Los viveros se hacen en llantas rellenas de la mejor tierra para maximizar el rendimiento del agua.

Por esa senda, por donde van ahora estas hortelanas y algunos hortelanos, "dejando sobre el aire impreso un olor de herramientas y de manos", se pueden aproximar a la autosostenibilidad y a incrementar los ingresos. Autosostenibilidad porque estas hortelanas están produciendo sus propias semillas. Aumento de ingresos porque se cumple lo que dice una ley hace tiempo verificada y que fue consignada por la economista danesa Ester Boserup. "Un aumento en los ingresos masculinos tendría, normalmente, el efecto de hacer más atractivo el ocio y desanimaría a la mujer casada de entrar en el mercado de trabajo. Por el contrario, un aumento en los ingresos femeninos haría que se sustituyera el tiempo de ocio por unos ingresos adicionales para la familia en su conjunto y, por tanto, tendería a aumentar la oferta de trabajo femenino".

Ética y estética: cuidar la tierra, adornar la tierra

Sin embargo, no siempre es tan perceptible ese ingreso adicional. El incentivo monetario es débil en territorios tan poco comunicados con los mercados locales, tan al margen de la globalización. Los habitantes de Buena Vista deben caminar tres horas para llegar a Totogalpa. Por eso, cuando se rasca en estas historias se suelen encontrar razones éticas -como la de dar a la tierra el cuido al que tiene derecho- o una primigenia motivación religiosa, como la iniciación que describe María Epifania: Antes de ser promotora de la UNICAM, inicié como socia. Y antes empecé colaborando en la Iglesia, cantando en el coro y trabajando un año de catequista. Tenía 18 años en aquellos días y eso me hizo reflexionar. Aquí ya visitaban los técnicos de la UNICAM.

No sólo brilla y atrae el oro. Existen otros estímulos que también deslumbran. Además del componente ético y religioso, que tan significativa ha hecho la participación de don Mauro -el pastor protestante- y la de los delegados de la palabra católicos en la promoción de las nuevas técnicas, hay un aliciente estético. Se multiplican también los jardines en los hogares -con campanita, mano de león, clavel, aparición, dalia y otras flores- y las parcelas toman forma, las barreras vivas ciñen las cinturas de los cerros, la siembra en contorno sugiere una armonía de los cultivos con las anfractuosidades del paisaje y como no se quema la tierra antes de sembrarla se le conserva su candor natural.

Sin insertarse en el mercado la mujer sigue en desventaja

La no monetarización de estas actividades es un peligro para las mujeres. La economía de patio tiene sus bemoles. Cuando no se inserta en el mercado, puede reforzar la posición de sometimiento de la mujer.

Hace tres décadas Ester Boserup, en su célebre estudio "La mujer y el desarrollo económico", observó que cuando aumentan las ventas de tierras, las mujeres se encuentran en una situación de desventaja, ya que ellas normalmente cultivan para el autoconsumo, mientras que los hombres cultivan para la venta o trabajan a cambio de un salario. Por tanto, son los hombres los que tienen dinero y pueden comprar tierras. De esta manera es probable que la posesión de tierra pase de manera gradual de las mujeres a los hombres, incluso en aquellas tribus donde las mujeres tienen el derecho a heredar la tierra.

Este peligro anida de forma permanente e impide que las mujeres puedan heredar la tierra que las leyes y los políticos les tienen prometida. La comercialización seguirá siendo un reto. Y ya el INPRHU quiere hacer esfuerzos en esa dirección. Pero se demanda mucha iniciativa para que lo que de momento es un atisbo de pista cuaje en un proyecto concreto y viable.

La iniciativa, el recurso más escaso y un líder, la clave del éxito

Más escasa que el agua es la iniciativa. En la visita que envío hizo a Buena Vista nos acompañó Alina Mendoza, promotora del INPRHU de Somoto. Conoce las veredas y hasta el último recoveco de esos cerros. Le preguntamos por la clave del éxito en algunas comunidades. ¿Cuál es el rasgo más decisivo? El liderazgo -responde de inmediato-, disponer de un líder que tenga iniciativa y guíe al resto de habitantes. Eso hace la diferencia entre una comunidad que saca adelante los proyectos y una que no responde.

Buena Vista ha sido afortunada. María Epifania ha liderado muchos proyectos en sólo tres años: ampliación de la trocha hasta su comunidad -con apoyo financiero de la Alcaldía de Totogalpa y el PMA-, proyecto de viviendas gestionado con la UNICAM y la Alcaldía, proyecto de techos con UNICAM, crédito para el establecimiento de un centro de acopio, mallas para cercar 47 gallineros de 30 familias en Buena Vista y 17 familias en Quebrada Grande y semillas de hortalizas y frutales para el mejoramiento de los patios de las 47 familias.

Un proyecto titánico: "ni herramientas teníamos"

La ampliación de la trocha fue el proyecto más titánico. Creían que era una broma eso de hacer la carretera atravesando estos cerros. La hicimos con la gente, hombres, mujeres y niños. Desde hace rato están los del FISE prometiendo letrinas y no hay nada hasta la fecha. Mi sueño es que alguien nos visite y vea los esfuerzos que estamos haciendo por salir de la pobreza. Para la trocha recibieron un apoyo del PMA, alimentos por trabajo. Ahora el sinuoso camino penetra hasta Buena Vista, gracias a las tajadas que azadones, picos y palas le arrancaron a los cerros. Los vehículos que se aventuran hasta ese rincón caminan flanqueados por un inmenso guindo y la pronunciada pendiente de un cerro.

Primero los de la UNICAM me invitaron a participar en la construcción de la carretera a Matasano. Por eso a Azucena, la responsable de UNICAM, le dije que me gustaría organizar a la gente para tener carretera en Buena Vista. "Cosa suya, si usted se siente capaz; sería bueno", fue lo que me dijo. Yo les avisé a las mujeres y a los hombres, aun sabiendo que aquí ni herramientas teníamos. "Déjenme a mí la gestión con el dueño del terreno por donde pasa la trocha", les dije. Y fui a Palacagüina a negociar con Benito Castillo, un ganadero que enseguida accedió. Empezamos con trece personas y con las dos herramientas que mi papá me prestó. En una reunión de UNICAM en Estelí hablé sobre nuestra gran necesidad y me dieron seis herramientas más. Y luego el PMA facilitó alimentos por trabajo, y la carretera se construyó.

Aun siendo, con notable diferencia, la más joven promotora de su comunidad, la agenda de María Epifania permanece saturada. Es el precio del liderazgo que busca inspirar a los demás. Muy de mañana tengo que quebrar el maíz con mi mamá. A las siete me voy a regar el huerto. De siete de la mañana a dos de la tarde trabajo en obras de conservación de suelos. Dedico dos días a las obras comunales. Otros días hacemos las evaluaciones y la planificación mensual, las capacitaciones y las visitas de seguimiento a otras parcelas. Camino hasta tres horas y media para llegar a Totogalpa en cada viaje para ayudar a mi comunidad. Mi idea es que también otras mujeres se sientan con liderazgo y hagan algo por su comunidad.

De abuelas a madres, de madres a hijas: "Todo es posible"

Algo está cambiando en la manera de concebir las funciones, el tiempo, las capacidades de las mujeres. Buena Vista y María Epifania no son únicas. Son excepciones cada vez más extendidas. Aunque lentamente extendidas. Los patrones culturales cambian a muy largo plazo. Pero ¿cambian de la misma manera para todas? Después de veinte años de haber hecho su estudio sobre las mujeres y el desarrollo económico, Boserup sostuvo: Las generaciones de mujeres que eran adultas en 1970 han experimentado cambios mucho menores y éstos han sido, en parte, negativos. La gran mayoría eran amas de casa, esposas de agricultores, vendedoras en los mercados o trabajaban o dirigían otros negocios familiares; y siguen haciendo lo mismo. Pero, con frecuencia, sus relaciones con sus hijas y nueras han cambiado radicalmente. Ahora madres y suegras analfabetas tienen a menudo hijas y nueras que han estudiado. Si éstas tienen puestos de trabajo de más prestigio y ganan sueldos mayores que los de las mujeres de más edad, la jerarquía que existía entre los miembros femeninos de la familia ha cambiado totalmente.

Durante nuestra visita, la madre de María Epifania observaba a lo lejos. Curiosa y atenta. Seguramente satisfecha de la celebridad de su hija, pero enfrascada en labores típicamente femeninas. ¿Aportó ella el germen de lo que ahora es su hija? ¿De dónde le viene esa soltura a María Epifania? ¿Quién ayuda a quién a desinhibirse? ¿La madre a la hija o la hija a la madre? ¡Ay, esa sí que es una pregunta difícil! Mi mamá no está acostumbrada a este trabajo, a estar en reuniones. Es tímida. Ella casi no sale de la casa. Tenemos que tener un cambio, ayudar a las mujeres de la comunidad, vencer la timidez. El principal obstáculo para eso es que la mayoría de las mujeres no saben leer. De 20 a 25 años las mujeres tienen más energía y capacidad de aprender. Pero aquí, entre la gente de más de 20 años, tenemos treinta analfabetas.

Unas generaciones deberán apoyar a otras. Las mujeres mayores, aun desde su sometimiento, abrieron un espacio para sus hijas y nietas. Y lo hicieron -tal vez sin saber muy bien qué hacían- en un contexto poco propicio. La evolución cultural avanza seleccionando a las mejor adaptadas a un entorno cambiante. Las madres están produciendo pequeñas mutaciones. Ahora deberán apoyar a sus hijas a resistir ofertas como las de irse a Managua a trabajar de domésticas, tentación permanente para muchas muchachas del campo, ese sueño urbano, con ingresos regulares, acceso a educación y cierto nivel de comodidades. Por fortuna para Buena Vista, hay otros planes en la ebullición de ideas de María Epifania: Que la gente no diga que vivimos en la pobreza porque Dios así nos echó al mundo y que así vamos a morir. Yo digo que todo es posible.

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