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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 204 | Marzo 1999

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El Salvador

Triunfo de ARENA y del desencanto previsto

Ganó la abstención. Triunfó el desencanto. Más que ganar ARENA, perdió el FMLN. La gente desconfió de los líderes de la izquierda. "Un mi hermano puede ser, pero ya puesto arriba no me va a conocer", decía un campesino de Arcatao, lugar donde nació el candidato del FMLN.

Ismael Moreno, SJ

La sociedad salvadoreña amaneció el domingo 7 de marzo con muchas dudas sobre el futuro del país. Sólo no dudaba de dos cosas: votaran cuantos votaran, ARENA ya tenía ganada la Presidencia. Y fueran los que fueran los resultados, los militantes y simpatizantes del Frente se limitarían a cumplir con el ritual del sacrificio de la izquierda: ir como corderos al matadero. La sociedad salvadoreña amaneció el día de las elecciones convencida de que el FMLN ya tenía perdida la partida. Porque la campaña de ARENA resultó tan millonariamente arrolladora que nadie podía creer que no podía ganar, y porque el FMLN -enormemente distanciado de ARENA en publicidad- no logró jamás diferenciar sus propuestas de las de la derecha, al tiempo que en sus luchas internas fraguó su propia derrota.


Reacomodo del mapa político

Cuando se contabilizaban más del 90% de los votos válidos, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) informó el lunes 8 de marzo que el Partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), con cerca de 600 mil votos a su favor, era el virtual ganador de los comicios con un 51.98% del total escrutado. El FMLN sobrepasaba los 300 mil votos (29.02%), ubicándose en un lejano segundo lugar. El Centro Democrático Unido (CDU) pasó a ocupar un nítido tercer puesto en el mapa político salvadoreño con un 7.44%, correspondiente a 84 mil votos, desplazando a un cuarto lugar al Partido Demócrata Cristiano (PDC), con el 5.71% (64 mil 500 votos). El Partido de Conciliación Nacional (PCN) apenas superó el 3% quese exige para no desaparecer del mapa político, suerte que corrieron los dos restantes partidos contendientes, Liga Democrática Republicana (LIDER) y Pueblo Unido Nuevo Trato (PUNTO), eliminados por el reducido caudal de votos que consiguieron. De un total de unos 3 millones de potenciales electorales, el ausentismo superó el 60% en estas últimas elecciones del siglo. Recuento final de desencanto: Francisco Flores cruzará el umbral del milenio elegido Presidente en las elecciones con mayor abstención en la historia electoral salvadoreña.

FMLN: víctima del Mitch

La campaña electoral se abrió formalmente el 7 de noviembre, cuando todas las actividades nacionales estaban condicionadas por la emergencia provocada por el Mitch. En el momento de apertura de la campaña, las tendencias estaban muy bien definidas: posibilidades de triunfo sólo las tenían ARENA y el FMLN. El Frente llegaba a la campaña desgastado por un doloroso proceso de elecciones internas, mientras que ARENA arrancaba la campaña con una candidatura que bregaba desde hacía siete meses por todo el país sin contrincante alguno. Además, tenía la coyuntura de emergencia del Mitch a su favor. Las respuestas a los damnificados y el enfoque de la reconstrucción en las áreas de mayor impacto del huracán se convirtieron en una importante ventaja política. Es opinión general que los torrenciales aguaceros de finales de octubre fueron agua de mayo para el partido de gobierno, que pudo capitalizar a su favor las penurias de los damnificados, sellando así una cómoda distancia con el FMLN que venía definiéndose desde julio 98. Al no tener el FMLN la sartén de las ayudas post-Mitch en sus manos -mucho menos su publicidad-, y ya maltrecho y damnificado tras las desastrosas jornadas internas de elección de sus candidatos, el FMLN acabó siendo una más de las víctimas que arrastró el huracán.


Pleitos entre poderosos

ARENA completó su fórmula presidencial hasta octubre, al elegir como candidato a la vicepresidencia a Carlos Quintanilla, completando así un tandem de profesionales listo para competir con el de los comandantes sin títulos. Con dos rostros jóvenes que representaban el relevo generacional de un partido que nació como brazo político del ejército salvadoreño para combatir a la guerrilla, ARENA hizo alarde de modernización y de revitalización.

El sector de Cristiani se había consolidado en el control de ARENA cuando entregó la presidencia del país, en junio de 1994, a Armando Calderón Sol, alcalde capitalino, fiel a las directrices de la cúpula arenera y sin un pensamiento autónomo. Para Cristiani y su grupo era como seguir en el poder y a rienda suelta. Con el tiempo, Calderón Sol fue conformando su propio equipo y tomando distancia del sector de Cristiani, enfrascado en acaloradas discusiones con el sector duro y tradicional del capital salvadoreño que fundó ARENA. Los cafetaleros y los comerciantes tradicionales, acusaron a Cristiani y a su grupo de aprovecharse del poder que ellos mismos -los areneros "auténticos"- le habían dado, para enriquecerse y acaparar los resortes del poder económico en El Salvador. La acusación tuvo como base el poder adquirido por el grupo Cristiani al hacerse con el control del capital financiero, de la industria, del gran comercio y de las empresas de servicio. Luego controlaría los corredores principales por donde transitan las remesas en dólares de los más del millón de salvadoreños que vive en los Estados Unidos. Después comenzó a hablarse de que el grupo controlaba también importantes corredores usados por al menos uno de los carteles del narcotráfico colombiano. Suficientes razones para que la antigua oligarquía cafetalera se sintiera relegada. El malestar, resentimiento y agresividad entre los dos grupos del gran capital se convirtió en un interminable enfrentamiento público.

Flores: el candidato ideal

El sector de Calderón Sol -distanciado del de Cristiani, que lo hizo responsable del deterioro del partido y de su fracaso estrepitoso en las elecciones municipales y legislativas de marzo de 1997- se preocupó especialmente por recuperar la imagen del partido, que vivía crisis progresivas en la medida en que salían a la luz escándalos de muchos de los funcionarios de confianza del Presidente en fraudes financieros y en diferentes actos de corrupción. Aprovechando los enfrentamientos entre los grupos de poder al interior de ARENA, Calderón y los suyos se decidieron por proponer para la candidatura a la Presidencia a Francisco Flores, un joven de 39 años, funcionario de segunda en la administración de Cristiani, con imagen de intelectual urbano distanciada de la de los areneros de la guerra. Para entonces, Francisco Flores acababa de ser elegido Presidente de la Asamblea Legislativa, después de un largo y duro debate entre las fracciones areneras y las efemelenistas. Flores logró en mayo del 97 los votos de los diputados del FMLN, que lo vieron inofensivo y nunca como un potencial rival político. La candidatura de Flores fue inmediatamente avalada por los areneros ligados a la oligarquía tradicional y rechazada por Cristiani y su grupo.

Un joven inexperto

De marzo a julio de 1998, Paco Flores debió realizar una batalla excepcional para lograr la aceptación de los "duros" de ARENA. "Joven", "inexperto", "demasiado conciliador", "de pensamiento ambiguo" fueron algunos de los calificativos con que lo criticó la tendencia de ARENA que quiso sustituir a este joven profesional por uno de la "vieja guardia". Es compartida la opinión de que Flores le dio un "madrugón" inesperado a Cristiani, que aspiraba a un segundo período presidencial.

En septiembre de 1997, Cristiani se había hecho ya de nuevo con la Presidencia de ARENA, cargo considerado el peldaño previo a la candidatura presidencial. De abril a finales de julio, tanto el sector de Cristiani como el sector tradicional se enfrascaron en un debate sobre la conveniencia o no de una candidatura "joven e inexperta" como la de Francisco Flores. Hubo momentos en que el grupo que acompañaba a Flores en sus giras territoriales llegó a temer un atentado contra el candidato, a manos de los sectores duros de ARENA, para quienes cualquier aire renovador en el partido es una traición a la línea del fundador, el difunto ex-mayor Roberto D'Aubuisson. Flores aprovechó que el FMLN tardaba en elegir a su candidato para poner en marcha un proceso de acercamiento a las bases del partido en todos los departamentos del país, buscando "nuevas respuestas a viejos problemas", al tiempo que se acercaba a sectores del partido vinculados tanto a Calderón Sol como a la "vieja guardia". También buscó contacto con grupos de profesionales independientes para elegir entre ellos a sus principales asesores de campaña.

No al debate público

En el mes de septiembre, el inexperto y joven candidato no sólo había disipado el peligro de un "contramadrugón" del grupo de Cristiani, sino que estaba ya en capacidad de presentar su propia propuesta para compañero en la fórmula presidencial. El domingo 11 de octubre, con el apoyo entusiasta de las bases del partido y el reconocimiento de los "viejos" dirigentes -incluyendo a Alfredo Cristiani- fue elegido por unanimidad como compañero de fórmula el también joven intelectual y profesor de universidad Carlos Quintanilla. La "vieja guardia" arenera parecía rendirse y entregar el mando del partido a una nueva generación no vinculada a la historia de la guerra. En realidad, hubo fue una negociación entre los diversos sectores areneros, lo que quedó evidenciado en el desarrollo de la campaña electoral.

Paquito Flores se comprometió a respetar la dirección y la línea del partido y a someterse a su estrategia. Cuando diversos sectores de la sociedad civil, semanas antes de las elecciones, convocaron a los candidatos del Frente y de ARENA a un debate público, Flores se negó a participar porque corría el riesgo de tener que tomar una postura pública respecto a los dos anteriores gobiernos de ARENA, y podía dejar en mal lugar a su "padrino" Calderón Sol, o a Cristiani, el poderoso presidente del Partido. Evadir el debate público fue sin duda la mayor debilidad del candidato arenero.

FMLN: dos grandes retos

Para ganar credibilidad ante la posibilidad de un triunfo presidencial, que se le abrió tras los exitosos resultados de marzo de 1997 en las elecciones municipales, el FMLN debió hacer frente a dos retos simultáneos. Primero, demostrar capacidad para gobernar desde los municipios, especialmente desde el de San Salvador, y saber legislar y negociar en la Asamblea Legislativa. Segundo, enfrentar el debate interno no resuelto sobre la identidad de la izquierda y el carácter de la lucha en el actual momento político, de búsqueda incierta y difusa. Este debate interno se fue postergando por luchas intestinas entre los dirigentes de las diversas corrientes o tendencias por controlar cuotas de poder dentro del partido.

Cinco no son uno

Cuando en 1992 el FMLN fue reconocido como partido legal, por los acuerdos de paz entre la guerrilla y el gobierno, se estaba reconociendo a varias estructuras partidarias cobijadas bajo las siglas FMLN. Las cinco agrupaciones del Frente se unieron en el tiempo de la guerra para ciertas acciones estratégicas, estuvieron de acuerdo en grandes líneas de las negociaciones de paz, pero las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), el Partido Comunista Salvadoreño (PCS), la Resistencia Nacional (RN), el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) constituyeron siempre estructuras partidarias con mandos propios y diferenciados. Estas estructuras se mantuvieron como tendencias al interior del FMLN, hasta que en una convención de 1994 se decidió abolir la existencia orgánica de las tendencias. El FMLN pasó a ser desde entonces un único partido con una única institucionalidad a través de la cual debían expresarse sus militantes de base y sus dirigentes. Pero la historia no se transforma con decretos estatutarios. Las concepciones, las fidelidades y las desconfianzas al interior del partido continuaron, expresándose en las distintas coyunturas políticas. La mayor expresión de estas disputas internas se dio cuando en 1996 el ERP -conducido por los ex-comandantes Joaquín Villalobos y Ana Guadalupe Martínez- abandonaron el paraguas común y rompieron violentamente con la estructura central del FMLN para fundar un nuevo partido, el Partido Demócrata (PD), llevándose con ellos a los ya reducidos miembros de la Resistencia Nacional, históricamente vinculada con la concepción socialdemócrata de los fundadores y dirigentes del ERP. La nueva minúscula agrupación política, el PD, encontró de inmediato en ARENA el mayor soporte para sobrevivir en un ambiente dominado cada vez más por los dos partidos mayoritarios, el de la derecha y el de la izquierda. Con el retiro del ERP, se produjo un reacomodo en el FMLN, siendo las FPL la tendencia con mayor capacidad de dirección por tener el mayor número de militantes.

Debates, disputas, divisiones

Con el correr del tiempo y de la política, las tendencias al interior del partido de izquierda se fueron ampliando a partir de liderazgos, cuotas de poder, concepciones y disputas en las corrientes al interior de lo que fueron las antiguas agrupaciones guerrilleras. En las FPL fueron tomando cada vez más fuerza dos corrientes: la que seguía a Leonel González, jefe máximo de las FPL desde la controvertida muerte de Salvador Cayetano Carpio, el Comandante Marcial; y la que seguía a Facundo Guardado. En el Partido Comunista, la corriente del núcleo original dirigida por Schafick Handal, tenía que convivir con la corriente denominada Tendencia Revolucionaria (TR), dirigida por Dagoberto Gutiérrez. Navegando entre una corriente y otra estaba la militancia del antiguo PRTC, dirigida por Marta Valladares, la ex-comandante Nidia Díaz, y el grupo que se negó a seguir los pasos de Joaquín Villalobos, conocido como Tendencia Democrática (TD).

Siendo entre todas las FPL la agrupación mayoritaria, definió en gran medida la trayectoria, los conflictos y las alianzas al interior del FMLN. Así, la confrontación entre las corrientes de Leonel González y Facundo Guardado se hizo sentir en toda la estructura partidaria. En diciembre de 1997 se debían renovar los miembros del Consejo Nacional, hasta ese momento conducido durante dos períodos consecutivos por Leonel González. La Convención decidió sustituir a González por Guardado. Esta decisión provocó un reacomodo en las alianzas al interior del partido, lo que definiría el derrotero de las pugnas y confrontaciones ocurridas en 1998 en el proceso para elegir la fórmula presidencial del FMLN. Leonel González definió su alianza con el Partido Comunista de Schafick Handal y con la Tendencia Revolucionaria de Gutiérrez, mientras que al sector de Facundo Guardado se le adhirió el sector de Marta Valladares y la Tendencia Democrática, dirigida por Raúl Mijango.

Un exponente del machismo

Es opinión generalizada que después de las elecciones municipales y legislativas de marzo de 1997, Facundo Guardado puso en marcha un fuerte dispositivo que apoyara sus pretensiones personales. Siendo jefe de campaña del FMLN en aquel proceso electoral se hizo con los principales hilos del control partidario y consolidó un equipo de apoyo entre diputados, alcaldes y dirigentes medios del partido. En abril de 1998 era un secreto a voces que Guardado estaba listo para lanzarse a la candidatura por la Presidencia de la República. Sus pretensiones despertaron la furia de las corrientes adversas, que cerraron filas en torno a González y a Handal, furia acrecentada por la pasión de los movimientos feministas que se aliaron con las corrientes adversas a Guardado, por considerarlo un supremo exponente del machismo disfrazado de revolucionario.

Fórmula poco atractiva

Los enfrentamientos -y no tanto el debate ideológico - entre ambas corrientes quedaron evidenciados cuando en mayo se hizo público un documento denominado "Sobre el rumbo del FMLN", en el que se criticaban fuertemente las posiciones "aguadas", ambiguas y negociadoras de Facundo y su grupo. La convocatoria a la Convención para elegir la fórmula presidencial del FMLN tuvo como marco este debate. Teniendo aún pendiente la tarea de definir el nuevo papel de la izquierda y sus alianzas políticas, todo volvió a reducirse a conflictos personales y a pugnas por el control del partido. Tanto el sector de González y Handal como el sector de Guardado se empecinaron en asegurar candidatos que, en lugar de constituirse en fórmulas atractivas para ganar electores y derrotar a ARENA, aseguraran el control del aparato del partido. En esta situación, daba lo mismo quién fuera el candidato. Este ensimismamiento marcó el desastroso proceso de la Convención, que se extendió del 16 de agosto al 29 de septiembre de 1998. Pudiendo contar con candidatos como Héctor Silva y Victoria Marina Avilez, ambos con mayor prestancia y desvinculados de la historia de la guerra, el Frente acabó sucumbiendo a las pasiones de sus militantes. Y terminó eligiendo candidatos muy alejados de una fórmula atractiva, sin capacidad para hacer frente a la maquinaria arenera. La fórmula Facundo-Nidia Díaz agudizó las divisiones internas y quitó al FMLN las simpatías de importantes sectores de la sociedad salvadoreña.

Ganó el ausentismo

El gran ganador de las elecciones fue el ausentismo. El número de votantes apenas superó el millón, sobre un padrón electoral de más de 3 millones de electores, aunque todos coinciden en afirmar que se trata de una cifra irreal, puesto que a esos 3 millones hay que restarles los cerca de medio millón de muertos y los cerca de 300 mil salvadoreños que viven en el extranjero, más unos 100 mil incapacitados para ejercer el sufragio. Aún con todo, el ausentismo pudo haber superado 60% de los votantes reales. Así, Francisco Flores presidirá el Ejecutivo con el apoyo de algo más del 10% de los adultos salvadoreños, lo que resta legitimidad a cualquier programa que ponga en marcha. Tan alto abstencionismo viene a mostrar que la política no está en sintonía con la realidad cotidiana de la gente, que la política tiene cada vez menos que ver con la sociedad, aunque sean los políticos los que toman las grandes decisiones que la afectan.

Mala inversión de ARENA

Aunque ARENA haya salido triunfadora en las urnas, su millonaria campaña no compensa el resultado obtenido. Tan costosa inversión no le sumó a ARENA muchos más votos que los cerca de medio millón que constituyen su voto duro, no logrando superar los votos alcanzados en las campañas de 1997 y de 1994. ARENA no alcanzó el triunfo por méritos propios, sino en virtud de una coyuntura electoral en la que la oposición no logró articular una propuesta seria y alternativa. La propaganda millonaria no cambió la tendencia de la sociedad al ausentismo. Así, más que ganar ARENA, perdió el FMLN, al tiempo que se confirmaba que son las minorías las que deciden quiénes gobiernan los países.

Triunfo del centro-izquierda

Ganador real en las elecciones fue el Centro Democrático Unido (CDU). Constituido apenas tres meses antes de las elecciones, a partir de la fusión de diversos partidos pequeños, el CDU se aglutinó en torno a Rubén Zamora, sin duda el más avezado de los políticos salvadoreños. Con un 7.4% de los votos válidos, el CDU se ubica como la tercera fuerza política del país, mostrando así la validez de su análisis sobre la necesidad de abrir nuevas alternativas en un ambiente político dominado por la polarización ARENA-FMLN. De acuerdo a análisis preliminares, el CDU logró captar en muy pocos meses a un sector de la población afín a los planteamientos de la izquierda, pero desencantado con las tibias propuestas del FMLN y sobre todo, con los conflictos que dominaron al partido de izquierda. En áreas de votantes tradicionales del FMLN -especialmente en los principales centros urbanos- el CDU logró mayor número de votos que el FMLN. Muchos votos de izquierda se movieron hacia este centro, ubicando al CDU como la alternativa de centro-izquierda de los sectores urbanos.

Nadie duda que el gran perdedor fue el FMLN. Una simpatizante de base del Frente comentó al conocerse las tendencias de los primeros datos electorales: "Esto lo tenía ganado ARENA. Perdimos no porque ARENA sea fuerte, sino porque el FMLN no diferenció su programa del de ARENA. No ganó ARENA. Perdieron los salvadoreños". Aunque se mantuvo con el mismo porcentaje de las elecciones de 1994, el FMLN vio reducir sus votos con respecto a las elecciones municipales y legislativas de marzo de 1997. Este estancamiento puede estar indicando un proceso de deterioro que le resta capacidad para resultar atractivo a las nuevas generaciones de salvadoreños. El nuevo triunfo de la derecha es responsabilidad del FMLN. El FMLN no supo presentar una oferta electoral atractiva, un proyecto alternativo que contagiara a la sociedad, mientras para algunos, lo que hubo fue un voto de castigo a las administraciones municipales del FMLN y al papel ambiguo de sus diputados en la Asamblea Legislativa.

Mirando al futuro

La derrota electoral le recuerda al FMLN que no debe evadir ni retrasar el debate interno que defina el papel de la izquierda. Este debate puede colaborar a un reagrupamiento de las diversas fuerzas en el seno del FMLN, aunque también podría llevar a un ajuste de cuentas. Convertir la derrota electoral en un pleito interno en el que buscar culpables, sería el camino más corto para la desarticulación del FMLN como proyecto y dejaría el camino allanado a la derecha para las elecciones municipales y legislativas de marzo del 2000.

El debate debe profundizar la reflexión sobre la vinculación del partido con los intereses de la sociedad. Evaluar hasta dónde los intereses de la mayorías salvadoreñas están incluidos en los intereses del partido y hasta donde la izquierda salvadoreña es capaz de presentar un programa atractivo a los diversos sectores de la sociedad que han perdido la credibilidad en la política y sobre todo, en el desempeño de los políticos.

Los militantes y dirigentes del FMLN tienen el desafío de saber reconocer dónde estuvieron las principales equivocaciones. Más que llorar sobre la leche derramada, el FMLN debía analizar el porqué de su distanciamiento de la gente y mirar hacia el futuro con responsabilidad. Las próximas elecciones ya están cercanas. Servirán para poner prueba si el FMLN quiere cambiar.

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