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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 449 | Agosto 2019

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América Latina

Premio Cervantes Chico Iberoamericano de literatura Infantil: Mi machete es la palabra

El 11 de julio, el Ayuntamiento de Alcalá de Henares y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) reconocieron con el Premio Cervantes Chico Iberoamericano la labor de la escritora nicaragüense María López Vigil. Desde 1992 el Premio Cervantes Chico ha distinguido a un escritor o escritora de lengua castellana cuya trayectoria creadora haya destacado en el campo de la literatura infantil y juvenil. En la 23 edición de 2019 se incorporó una nueva categoría: reconocer a un autor o autora de Iberoamérica. En este caso, María López Vigil, reconocida como precursora de la literatura infantil en Nicaragua

María López Vigil

Quien tiene como oficio el escribir fue primero una persona lectora. Es casi una ley. Mi padre fue periodista y su cuarto de trabajo estaba abarrotado de libros. Yo sentía que estaban vivos, esperándome. A mi madre, que no pasó de la primaria, siempre la vi leyendo. Todos mis hermanos leían por el placer de leer.

Aprendí a leer a los cinco años. Y muy pronto descubrí que los libros son ventanas desde las que conocería un mundo más grande que el mío. Son aviones y barcos para viajar. Son el camino para entrar en la cabeza y el corazón de quienes los escriben, aunque ya no estén en este mundo... Mi pasión lectora se desarrolló muy pronto. Fui apasionada de los cuentos clásicos que todos los niños leen. Después, de las aventuras de Julio Verne y de los asesinatos de Agatha Christie. Y después... y más después... Hoy leo con pasión libros de divulgación científica.

LO QUE ESPERO DE LO QUE ESCRIBO


Siempre he sentido que escribir es una forma de salir de mí. Pero nunca he escrito para mí, como desahogo. Apenas un diario de adolescente que pronto abandoné. Tampoco me pienso a mí misma como alguien con “vocación” de escritora. Y sin embargo, me he pasado toda la vida escribiendo, comunicándome por escrito.

Fue la vida la que hizo el trabajo. Y empezó a hacerlo cuando cometí la locura, y el error, de ser monja. Desde los 18 años me encargaron de escribir, mes a mes, toda o casi toda la revista -”Jesús Maestro” se llamaba- que recibían las alumnas de las decenas de colegios que tenían las religiosas teresianas en España y América Latina. Así que tuve a miles y mi¬les de lectoras niñas y adolescentes durante una década. Escribía de todo: cuentos, críticas de cine, sobre animales, países y escritores... De todo. Yo no firmaba nada, pero aquello fue una calistenia decisiva. En aquellos años también me pusieron a estudiar Periodismo, que es el oficio de escribir la realidad.

Desde entonces y todo el resto de mi vida no he hecho otra cosa que escribir y hablar. Y no sabría hacer nada más que trabajar con palabras. Fue la palabra, las palabras que es¬cuchaba cuando llegué a Nicaragua, hace ahora más de treinta años, lo que más me fascinó de este país. El habla nicaragüense es brillante. Creo que me enamoré de Nicaragua por cómo habla la gente. Y con ese dicho tan nica y tan certero me defino desde hace mucho: Mi machete es la palabra.

Con ese machete he hecho mucho y distinto. He escrito con distintos sombreros. Análisis de la realidad política y social. Fotonovelas. Reflexión teológica en series radiales, la más famosa “Un tal Jesús”, con mi hermano José Ignacio. Otras series radiales de historia latinoamericana. Literatura testimonial, la más importante “Piezas para un retrato de Monseñor Romero”. Y literatura infantil.

En todos los géneros, la narrativa y los diálogos son las aguas en las que mejor sé nadar. En todos los géneros espero que lo que escribo haga pensar, llorar y reír, dudar, aprender. Espero, sobre todo, que quien lea lo que escribo se emocione y se lo lleve dentro, que se entusiasme y lo recuerde.

¿POR QUÉ ESTE SUBDESARROLLO...?


Cuando llegué a Nicaragua, la literatura infantil era prácticamente inexistente. Aun durante la Revolución, cuando tantas cosas novedosas florecieron, la literatura infantil no despertó de su letargo. También en este campo éramos un país subdesarrollado.

Habiendo tanta madera literaria en Nicaragua, tantos buenos escritores, me llamaba mucho la atención que no hubiera más plumas dedicadas a escribir para los niños, siendo éste un país donde son mayoría niñas y niños. Me preguntaba por qué. ¿Será que escribir para niños se considera un arte menor, una artesanía, o aún menos que eso? ¿Será que el ego de los escritores prefiere panegíricos de colegas y aplausos de adultos? ¿O será que la infancia de muchos escrito¬res no fue feliz y se han desconectado de esa etapa de sus vi¬das? ¿O sería, simplemente, que ninguna editorial promovía la literatura infantil...?

“UN GÜEGÜE ME CONTÓ”


Llevaba ya siete años aquí cuando nació “Un güegüe me contó”, mi primer libro. ASDI, la agencia de cooperación de Suecia, promovió en 1988 un concurso con el título “Los niños queremos cuentos”. Ah, la solidaridad sueca tenía mis mismas preguntas y con gran sensibilidad captó que lo que leían los niños nicaragüenses eran cuentos de otras realidades y otras culturas, que aquí no había literatura infantil y que debía haberla.

El concurso se me presentó como una oportunidad. Mi cómplice fue mi hermano Nivio. Él ya trabajaba como ilustrador de libros infantiles en España y además es arqueólogo, apasionado por los temas mesoamericanos. Nivio fue el “güegüe” que me “contó” lo que debía convertir en un cuento. Con el texto que escribí para ese concurso, al que Nivio añadió dos de las preciosas ilustraciones que después tendría el libro, ganamos el primer premio. El libro fue impreso en Suecia con el patrocinio de la Biblioteca Real de Estocolmo y con el sello de lo que fue durante algunos años ANLIJ (Asociación Nicaragüense de Literatura Infantil y Juvenil). Los suecos pensaron en grande e imprimieron también en grande: nada menos que 18 mil ejemplares llegaron a Nicaragua en 1990, cuando niñas y niños lo conocieron.

EL BRILLO Y EL DESPARPAJO
DE LA LENGUA NICA


A sus veinte años de vida, en 2009, la Fundación Libros para Niños hizo una segunda edición, porque el libro se había agotado. A lo largo de treinta años he tenido la inmensa satisfacción de encontrarme con muchos jóvenes, ya padres y madres, ya profesionales, a quienes llamo “los niños y niñas güegüe”. Me fascina escucharles la emoción, las risas y el entusiasmo que la lectura de este libro les regaló.

Entre otras sorpresas, les regaló ver por primera vez escritas palabras que empleaban en la calle, dichos de sus abuelas, el habla nica, con todo su brillo y su desparpajo. Era una auténtica novedad leer jodido en letra impresa, era alegre ver escrita la exclamación del joven Mingoxico ¡Hijueputa calendario!, era una revolución leer la sentencia de desapego de la anciana que agoniza en su petate exclamando ¡Muerta yo, hagan sopa de mi culo!

Mano a mano con Nivio logramos una obra de mucha armonía entre texto e ilustraciones, una de las claves de la buena literatura infantil. Esa conjunción está en la base del interés con que el libro fue acogido por chiquitos y por grandes también. Siempre he pensado que un test para saber si es bueno un texto de literatura infantil es que debe gustarle también al lector adulto.

Muy pronto “Un güegüe me contó” se convirtió en el clásico de la literatura infantil en nuestro país. Hoy se le considera el libro que inauguró este género literario en Nicaragua.

Por este primer libro, Sergio Andricaín y Antonio Orlando Rodríguez, que trabajaban en el Ministerio de Cultura de Costa Rica en la creación, promoción e investigación de la literatura infantil en América Latina, especialistas internacionales de este género literario, me invitaron a participar en febrero de 1994 en San Salvador en las Jornadas Internacionales “Literatura infantil para la paz”, auspiciadas por la UNESCO y la UNICEF.

Allí tuve ocasión de leer un breve texto en la mesa redonda titulada “La literatura infantil a las puertas del siglo 21”, junto a otros autores del continente, autores muy fogueados y ya con muchos libros.

Recién terminada la guerra civil en El Salvador, quise superar el énfasis que en lo metodológico y en lo didáctico querían las autoridades salvadoreñas de entonces que se centrara el evento, y puse un acento de compromiso político en mis palabras…

DOS VALORES EN LOS CUENTOS:
SOLIDARIDAD E IDENTIDAD CULTURAL


Y esto dije: Estamos hablando de niños y de libros. Y en América Latina la mayoría de los niños son pobres. Y la mayoría de los pobres son niños. Esta es una conclusión global, y estremecedora, por cierto, de los últimos informes de la UNICEF... La mayoría de estos pobres que son niños y de estos niños que son pobres comen salteado, van a la escuela también salteado, casi no juegan porque trabajan mucho o en campos cada día más empobrecidos o en calles de ciudades cada vez más violentas. La mayoría no lee. Porque no saben leer. O porque si saben no tienen el lugar o el tiempo para leer. O el pisto para comprar un libro…

No quiero hacer un listado de los valores que deben estar presentes en nuestra literatura infantil. Señalo dos que considero los más estratégicos. El valor de la solidaridad. Y el del aprecio por la propia identidad cultural... La literatura infantil debe enseñar a competir y a compartir. A competir limpiamente. Y a compartir solidariamente. La competencia hace la vida menos aburrida. La solidaridad también. Es un valor tan contracorriente que la hace más desafiante, más llena de color. Ser solidario es una aventura incierta y llena de peligros, en la que hay que enfrentar monstruos poderosísimos, sortear abismos y retar al destino. Una aventura para la que se necesita valentía, fantasía y decisión. Elementos, por cierto, esenciales y clásicos en un buen cuento infantil.

El aprecio a la propia identidad cultural es otro valor que debemos sembrar. Se alzan ya muchas voces en defensa de la biodiversidad... En América Latina debemos alzar también nuestra voz en defensa de la biodiversidad cultural. Está también en grave peligro. Los dueños de la información, los fabricantes de imágenes y mensajes nos quieren cortar a todos con la misma tijera. Quieren que todos juguemos los mismos juegos y compremos los mismos chunches. Que todos vistamos igual, cantemos igual y comamos igual. Para que todos pensemos igual... Con nuestros libros, nuestras historias y nuestros cuentos debemos levantar parapetos ante esta avalancha que atenta contra nuestra biodiversidad cultural...


“EL GÜEGÜENSE”


La acogida emocional tan sorprendente que recibió “Un güegüe me contó” me animó a seguir escribiendo, a pesar de las escasísimas posibilidades editoriales que había en Nicaragua en los años 90 para publicar cualquier cosa, menos aún literatura infantil. A pesar de todo, cinco años después, parí otro libro.

El texto no es “mío”. El texto base de mi segundo libro fue “El Güegüense o Macho Ratón”, una joya literaria del siglo 17, la obra de teatro bailado o de baile teatralizado más antigua que conservamos en América Latina. De autor anónimo, fue escrita en Nicaragua y fue representada, teatro y bailes, en los pueblos de la zona del Pacífico que durante la Colonia se llamó la Manquesa. Hoy se sigue representando en las fiestas de San Sebastián en Diriamba. En noviembre de 2005 la UNESCO declaró el Güegüense Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

Al describir los valores del Güegüense, la UNESCO lo caracteriza como un “drama satírico”. Considera esta obra como “una de las más significativas expresiones latinoamericanas de la época de la Colonia”. Dice que el texto es una “enérgica expresión de protesta contra el sistema colonial”. Y en el personaje del Güegüense aprecia su capacidad para “socavar la autoridad española”, señalando que en Nicaragua “hacerse el güegüense” sigue significando actualmente “ser capaz de ese hábil desafío de socavar el poder y la autoridad”.

ENTENDER “EL GÜEGÜENSE”
ERA UNA TAREA RELEVANTE


Antes de la piropeada que la UNESCO le regaló al Güegüense, ya había leído y releído el texto original. Pero, ¿lo entendía bien? La arcaica estructura teatral de la trama y el texto -pleno de humor, pero con giros y palabras del mangue (nahua-castellano)-, no facilita que niñas y niños, también adultos, descubran su transgresora y revolucionaria esencia.

Me pareció que entender mejor el Güegüense, texto y personaje, era una tarea relevante. Soñé entonces con hacer una recreación del clásico modernizando más la estructura y algo el lenguaje. Tremendo desafío. Lo aceptamos.

Titulamos el libro “Historia del muy bandido, igualado, rebelde, astuto, pícaro y siempre bailador Güegüense”, reuniendo ya desde ahí los valores que hay en este personaje y en su enfrentamiento con el poder. Empleo el plural porque en la producción de esta obra, de nuevo Nivio fue mi asesor, revisando una y otra vez el texto y sugiriendo cómo sacarle más y más brillo.

Las ilustraciones que hizo él de las palabras son una obra maestra de color y movimiento, de humor y de creatividad. Nuevamente, logramos una obra en que texto e imagen se integran maravillosamente.

Por esas cosas de la vida, que es lo que sucede mientras uno la planifica, el libro se publicó primero en alemán. Fue presentado en la Feria del Libro de Frankfurt en 1992, en ocasión de los 500 años de la Conquista de América. En Nicaragua lo publicó Anamá Ediciones en 1994.

EL GÜEGÜENSE
TIENE MUCHO QUE ENSEÑARNOS


En 2007, después del reconocimiento que al Güegüense le otorgó la UNESCO, la Fundación Libros para Niños hizo una segunda edición. Se presentó en un hermoso acto en los atrios de la Basílica de San Sebastián en Diriamba. Saludaron el libro Ernesto Cardenal, Carlos Mejía Godoy y Juan Bautista Arrién, representante de la UNESCO en Nica¬ra¬gua. Esa tarde hablé del sentido de este extraordinario personaje literario que es el Güegüense.

Más de tres siglos nos separan de este texto. ¡Trescientos años! Este es un texto viejo viejísimo, viejisísimo y valioso valiosísimo. Es un tesoro. No sólo de Diriamba, no sólo de Los Pueblos, no sólo del Pacífico. No sólo de Nicaragua. Ya es un tesoro de toda la bolita del mundo, de toda la Humanidad.

Hay algunos que dicen que ser Güegüense es ser matrero y marrullero. Dicen que este viejo maravilloso que sobrevive soñando y jugando con las palabras es sólo un mañoso del que debemos avergonzarnos. No, no y no. Este viejo ingenioso, vagabundo y buhonero, inteligente, pícaro y burlón, fachento y hablantín, igualado y alegre alegrísimo, bandido, pícaro y astuto, rebelde y valiente, pencón, tiene, por ser así, muchas cosas positivas que enseñarnos, que decirnos, que recordarnos.


“CREAN EN EL PODER DE LA PALABRA”


Nivio y yo hicimos este libro para ustedes, que están creciendo. Lo escribimos y lo ilustramos para que conozcan un tuquito de nuestra historia, para que sepan cómo pensaban nuestros antepasados. Y para que aprendan cómo enfrentaron a los poderosos de entonces. Recuerden: no sabemos para dónde vamos si no sabemos de dónde venimos.

Lo escribimos y lo ilustramos para que aprendan a resistir al poder abusivo riéndose del poder. Tal como se rio el Güegüense del gordo y malencarado gobernador Tastuanes. Recuerden: la risa le molesta mucho al poder. Y por eso tenemos que reírnos de los poderosos arrogantes y abusa-do¬res.

Lo escribimos y lo ilustramos para que aprendan a soñar con otra Nicaragua, la que tenemos pendiente de construir entre todos. Aprendamos del Güegüense, que dormía en un petate revolcado y soñaba que vivía en un palacio. Que llevaba cuatro chunches viejos en su motete y lo ofrecía lleno de maravillas. Recuerden siempre que leer nos enseña a soñar. Y sólo imaginando y soñando seremos capaces de cambiar Nicaragua.

Lo escribimos y lo ilustramos para que crean en la fuerza y el poder de la palabra. En el poder y la fuerza que tienen ustedes en su palabra. El Güegüense sabía muy bien que no basta rezar. Y no rezó para ganarle al Gobernador abusivo. Pensó él mismo en cómo hacer, cómo darle la vuelta a Tastuanes. El Güegüense confió en su palabra para salir del apuro. ¡Y salió! Triunfó y ganó. Podía haber fracasado. Y lo más importante no es que ganó, sino que luchó.

Hoy celebramos, más que todo, su rebeldía. Confíen en su palabra, resistan a los poderosos con la risa, burlándose de ellos. Y confíen en el poder de la palabra. Piensen en todo esto cuando lean este libro. Y desde ahora, cuando escuchen que alguien dice ¡es un güegüense!, sepan que no es una ofensa, sino un piropo.


“LA BALANZA DE DON NICOLÁS SANDOVAL”


Con estos dos primeros libros, buceaba en lo autóctono, buscando que niños y niñas conocieran algo de su pasado, sintieran el orgullo de ser nicaragüenses y valoraran el habla nicaragüense, tan brillante y rica en humor y sabiduría. Me interesaba promover biodiversidad literaria en el terreno de la literatura infantil y salvar de la extinción raíces culturales y orales tan valiosas.

A partir de esos dos primeros libros seguí avanzando en otros temas. En 1999 nació, primero en teatro y después como libro, publicado por Ediciones Anamá, de nuevo con el patrocinio de la Agencia Sueca para el Desarrollo, y de nuevo con la brillante asesoría de mi hermano Nivio, “La balanza de Don Nicolás Sandoval”.

Este Nicolás es un sabio que en uno de sus geniales experimentos inventa, una balanza mágica. Su mágia es descubrir el valor de cualquier persona por lo que pesa. Y al pesarla en la balanza, Don Nicolás certifica equidades: entre niñas y niños, entre niños chelitos y niños negros y murrucos, entre niñas pobres y niñas ricas y culitos rosados y entre tiernos y adultos.

MI ENCUENTRO CON “LIBROS PARA NIÑOS”


En 2005 y en 2010 escribí dos historias de amores chiquitos. Creo que en la identidad infantil también está siempre presente el amor. Niñas y niños también se enamoran y se alegran y sufren por esos primeros amores. “Los dientes de Joaquín” y “La lechera y el carbonero” han gustado mucho también a mayores enamorados.

Para entonces, ya me había encontrado con Eduardo Báez, un hombre enamorado de la lectura y extraordinariamente consciente de la importancia de la literatura infantil para transformar Nicaragua. En 2003, ya habíamos hecho camino juntos. Ese año publicamos en Envío una charla suya con ideas en las que coincidíamos.

Cada vez que leemos una obra literaria, nos dijo Eduardo-, nuestra mente crea imágenes mentales, se dan en nuestros circuitos cerebrales conexiones nuevas, fundamentales para desarrollar habilidades mentales que son vitales. Para poder ser seres humanos, ciudadanos creativos, con capacidad de imaginarnos que nuestras vidas y que la vida en nuestras comunidades y en nuestro país puede ser diferente, es fundamental la lectura.

DESPERTAR EL AMOR POR LA LECTURA
ENTRE LOS MÁS POBRES


Yo trabajé durante años en educación de adultos -recordó Eduardo-. Participé primero en 1980 en la Cruzada Nacional de Alfabetización como coordinador departamental en Managua. Después, durante seis años en el programa de educación de adultos del Ministerio de Educación. En 1993 me encontré con Libros para Niños, una organización no gubernamental que nacía. Me pidieron una consultoría de seis meses y me quedé hasta el día de hoy.

Pronto me di cuenta que seguía trabajando alrededor del mismo problema. Nada más que en los 80, en la educación de adultos, había trabajado con el resultado final del problema: el adulto analfabeta. Y en la Fundación trabajaba con el origen del problema: la falta de lectura. Pro-moviendo el amor a la lectura contribuíamos a cerrar con ese amor una de las llaves que produce el analfabetismo.

En Libros para Niños buscamos crear espacios en que niños y niñas tengan un encuentro agradable, libre, no formal, no académico, con el mundo de los libros y de la lectura.... Nos dedicamos a la promoción de la lectura y a la formación de lectores. Pero preferimos decir que lo que buscamos es despertar el amor por los libros y la lectura. Porque creemos que ese amor es el punto de partida más efectivo para convertirnos en verdaderos lectores, en lectores permanentes y autónomos a lo largo de toda nuestra vida...

Trabajamos en este campo porque consideramos fundamental que nuestra población, especialmente la más pobre, que es la mayoritaria en Nicaragua, acceda a la cultura escrita. Es esa población infantil, que no tiene libros en sus casas, que no puede comprarlos, la que priorizamos con la mejor literatura.


“CINCO NOCHES ARRECHAS”


Desde 2005 todo lo que he escrito ha sido con el sello de Libros para Niños, la editorial que me abrió las puertas y me permitió seguir escribiendo, siempre con Nivio ilustrando las palabras.

Desde antes de los dos libros de amores chiquitos yo venía pensando en un libro que contara, una vez más, pero de forma novedosa, las leyendas de miedo más populares de la tradición nicaragüense. Hasta título tenía ya el libro: “Ocho noches arrechas” se iba a llamar. Pero por esas cosas de la vida el libro tuvo una larga interrupción y sólo pude escribir cinco cuentos de sustos.

Estuve pensándolo con mi hermano Nivio. Apagaba la luz para leerle el texto buscando efectos de miedo ... y sin su luz verde no avanzaba. Sus ilustraciones son sencillamente geniales y espantosas.

El Cura sin Cabeza aparecía en León Viejo a unos escolares. El Cadejo seguía los pasos de un niño que robó a otro niño en la Colonia Centroamérica de Managua. La Cegua era contratada por mujeres de Totogalpa para darle una lección a Bernardón, un zángano mujerero. La Carreta Nagua tronando huesos le salía a tres borrachitos en Chinandega. Y el Caballo de Arrechavala cabalgaba por León tirándose un descomunal pedo...

¿POR QUÉ NOS GUSTA TANTO
PASAR MIEDO?


Presenté “Cinco noches arrechas” en una noche de Managua de 2008, con el respaldo de la cooperación de Noruega y de Finlandia.

Estos días -dije esa noche alegre- me han preguntado si considero que estos cuentos espantosos y estos dibujos horrorosos son adecuados para niños... Pues sí, yo creo que este libro les va a gustar mucho a niños y a niñas. Y también a los mayores... De niña siempre me gustó escuchar cuentos de miedo y leer cuentos de miedo. Y ya chavala, pasé a ser adicta de las novelas de misterio... Por el placer de sentir miedo.

Dejo para todos estas preguntas... ¿Qué necesidad instintiva satisface el sentir miedo al leer historias de miedo? ¿Por qué les gustan tanto a los niños los relatos sobre espantos, lobos y brujas? ¿Será porque nos rebelamos contra una vida demasiado segura? ¿Será que los seres humanos necesitamos cierta dosis de peligro para sentirnos vivos? ¿Será que siempre requerimos de algo terrible que enfrentar para probarnos a nosotros mismos? ¿O será que sentir miedo leyendo un libro eso nos prepara para enfrentar los muchos miedos de la vida real...? Sea lo que sea, aunque hay madres y padres escrupulosos que consideran que este libro no es adecuado, la experiencia me demostró que es el libro que más piden niñas y niños de todas las edades cuando he ido a escuelas y a rincones de cuentos a leerles lo que he escrito. Siempre es el libro más pedido, el más aplaudido, el que es más leído y más prestado en los puestos de lectura y rincones de cuentos de Libros para Niños. Comprobado, pues: también a ellos y a ellas les encanta pasar miedo...


LOS PENÚLTIMOS “HIJOS DE PAPEL”


El último proyecto que hice con Eduardo Báez, antes de que un aneurisma lo matara, fueron cinco libritos pequeños: “Mi mamá me quiere”, “Mi papá me quiere”, “Mi abuelita me quiere”, “Yo quiero a mi escuela” y “Yo me quiero”. Buscaban explicar a niñas y niños qué es “eso que llaman amor”... Llegaron gratuitamente a las escuelas, patrocinados por Save the Children. Eduardo ya no los vio.

En 2014, con Nivio nos dimos a la tarea de revivir y darle actualidad y presencia al “Rabinal Achí o Baile del Tun”, un texto declarado también por la UNESCO, a la par de nuestro Güegüense, Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

El valor de este texto es inmenso: es el único sobreviviente de las representaciones ceremoniales anteriores a la llegada de los europeos a las tierras del Mayab. Es el único testimonio escrito que nos queda de la cosmovisión maya anterior a la Colonia. Es un texto que revela una cosmovisión incontaminada de extranjerismos, pero resulta incomprensible y hermético para un lector actual.

En versión libre de texto y palabras, y poniéndole un toque de sensibilidad femenina a este drama guerrero, trajimos a nuestro hoy este relato de héroes, cantado hace seis siglos en lengua rabinaleb en las tierras de los Kichés, convertido en teatro popular hace cinco siglos y rescatado hace siglo y medio por un europeo enamorado del esplendor de la cultura maya, quien lo tradujo y lo dio a conocer al mundo. Lo presentamos en Ciudad de Guatemala en 2015.

Una deuda con la rica tradición de la Costa Caribe nicaragüense tuvimos la oportunidad de pagar ese año convirtiendo e ilustrando cuatro leyendas mískitas: “Por qué hablan así los dantos”, “Por qué nadan así los patos”, “Por qué son enemigas la tortuga y la culebra” y “¿Por qué son así los sapos?”

“LA GUÍA DEL PIPIÁN”


Si con “Un güegüe me contó” había llevado treinta años atrás a niñas y niños a conocer algo de su pasado, contándoles algo de la prehistoria de Nicaragua, en 2016 me sentía tan desalentada por cómo iban las cosas en nuestro país que quise dejarles un testamento... llevándolos a imaginar algo de un mejor futuro, un futuro diferente al presente que tanto me dolía.

Para eso los trasladé, con Guayo y Nayita, a un campo de pi¬¬pianes mágicos... para seguir allí “la guía del pipián”. Allí escucharían a los dos más afamados habitantes del pipianal, Tío Coyote y Tío Conejo, evocando ambos a Darío con nuevos sueños: “Si la patria es pequeña... uno verde la sueña... uno sabia la sueña... uno alegre la sueña”.

En “La guía del pipián” hay un realismo desalentado, también esperanzado: la guía del pipián es tan supermágica que le habla a los niños para decirles su secreto: “En el piso estoy... pero floreando”.

No imaginaba yo cuando presenté en la UCA este texto la rebelión azul y blanco que ocuriría menos de dos años después, el despertar de tanta gente, alzada del piso y floreando. No esperaba tanto valor y dignidad en tanta juventud... Nunca me imaginé que tantos llenarían el país reclamando un futuro mejor.

Todavía en 2017, un último parto: “El chavalo relámpago”, estampas de la vida infantil de esta gloria nacional que es el pelotero Dennis Martínez. Escuchar durante algunas horas cómo fue su niñez me dio la medida de la calidad huma¬na de este hombre, que jugó un juego perfecto en las Grandes Ligas y otro juego perfecto en su vida personal.

UN PREMIO PARA NICARAGUA,
SU LENGUA Y SU GENTE


Mis libros de literatura infantil, como todos los demás, son mis hijos de papel. Recuerdo con emoción cuándo y por qué amor fueron engendrados, recuerdo los dolores de su parto, la alegría al verlos nacer. Los conozco, heredaron mi ADN y en ellos me reconozco. Los he visto caminar y crecer y llegar más lejos de lo que nunca imaginé cuando los escribí. Tan lejos como que han llegado a merecer el Cervantes Chico, y a que en ellos Nicaragua, su lengua y su gente, sean reconocidas con este premio.

REDACTORA JEFA DE “ENVÍO”.

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