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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 422 | Mayo 2017

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Honduras

Alistando el escenario y pendientes de los que “cantan” en el Norte

Mientras el país se encamina a una nueva elección presidencial en noviembre y el Presidente prepara el escenario para su reelección, en Nueva York capos del cártel de Los Cachiros y otros capos del narcotráfico van “cantando” cómo los narcopolíticos convirtieron a Honduras en un narcoestado. ¿Cuánto influirán las narcorevelaciones en las elecciones hondureñas?

Ismael Moreno, SJ

A mediados de marzo el Presidente Juan Orlando Hernández realizó un viaje intempestivo a Washington.

NO QUIEREN OTRO DANIEL ORTEGA


Cuando viajó Hernández acababan de celebrarse las elecciones primarias de los partidos hondureños, en las que él duplicó en votos a los candidatos opositores del Partido Liberal y del partido Libertad y Refundación (LIBRE).

El viaje no fue fortuito. Tenía al menos dos propósitos. Uno, dejar claro a las autoridades de Estados Unidos el compromiso de no interferir ni entorpecer el proceso de capturas, extradiciones y enjuiciamientos de hondureños acusados de cometer delitos vinculados al narcotráfico y sancionados en Estados Unidos, aun cuando los capturados, extraditados y enjuiciados fueran personalidades políticas o familiares suyos. Se refería específicamente al ex-Presidente Porfirio Lobo Sosa y a su hermano, Antonio Hernández, señalados como vinculados al narcotráfico en las confesiones que en Nueva York estaban haciendo Los Cachiros, principales capos del narcotráfico en Honduras.

El segundo propósito de su viaje era reiterar el compromiso de que en el primer trimestre del primer año de su segundo mandato -Hernández se considera ya reelecto este año- se regulará en la legislación hondureña la reelección a la Presidencia de la República. Con este compromiso aceptaba la condición que le ha puesto el gobierno de Estados Unidos: avalan su próxima reelección, pero sólo por una vez. Washington no quiere en Centroamérica otro Daniel Ortega, reelecto indefinidamente.

TODOS ESTÁN MANCHADOS


Contando ya con la “bendición” de Washington y la de los países europeos, y por supuesto con la de la ONU y la OEA, Juan Orlando Hernández y su poderoso equipo están entregados en los meses que preceden a las elecciones de noviembre a la tarea de limpiar el camino a la reelección de cualquier obstáculo interno que pueda empañar la fiesta continuista.

Destrozar la alianza de partidos opositores es el primer objetivo. La tarea inició el mismo día de las elecciones primarias, el domingo 12 de marzo. Hernández necesita una oposición con dos características: que no signifique ningún riesgo a su triunfo y que esté a la altura de parecer una competencia real. Requiere de una oposición bulliciosa que cuestione su reelección, pero que no sea capaz de impedirla.

¿Qué ha hecho? Uno de los objetivos está siendo debilitar las posibles candidaturas presidenciales de la alianza opositora. Por ejemplo, la de Salvador Nasralla, líder del Partido Anticorrupción (PAC), que puede resultar atractiva para un amplio sector de la población que no es de izquierda. Nasralla podría ser un imán que atraiga una votación masiva de la población que se opone a la reelección y que está cada vez más descontenta con el estado crítico en el que se encuentra el país.

Para evitarlo, el equipo del Presidente ha impulsado una campaña sucia diseñando perfiles en los que aparece que los delitos por narcotráfico no sólo afectan a figuras del Partido Nacional de Hernández y a las de sectores políticos tradicionales, sino a liderazgos sociales, que estarían también salpicados por el narconegocio o involucrados en el lavado de dinero relacionado con el crimen organizado. El mensaje que se busca interiorizar con esta campaña es que en Honduras nadie que se precie de tener algún nivel de liderazgo se libra de estar manchado.

EL ABORTO: LA MEJOR CARNADA


A lo largo de al menos veinte años Juan Orlando Hernández ha contado, y ha pagado, a expertos en manejo mediático. Ahora, su equipo afina la tarea, evita estorbos, no quiere distractores. Necesita tener todas las piezas del decorado y a todos los actores bien ubicados en el escenario para llegar sin tropiezos a la recta final, al último trimestre previo a las elecciones del último domingo de noviembre. El escenario debe estar limpio para no tener que andar barriéndolo en esos tres meses finales.

¿Qué tema podía ser el más eficaz para “entretener” a todos los sectores de opinión, a los de diversas, incluso opuestas ideologías, en debates desgastantes? El tema del aborto, el derecho a la interrupción del embarazo.

No hay tema más eficaz para lograr que toda la sociedad se lance a debates antagónicos entre hombres y mujeres, entre feministas y grupos de extrema derecha, entre los de izquierda y los de derecha, entre sectores religiosos fundamentalistas de diversas confesiones y sectores religiosos más abiertos… El tema tiene capacidad para atrapar por semanas a toda la sociedad en una polémica desgastante.

Un tema tan importante como éste fue manipulado, poniéndolo como carnada para que los diversos sectores se entregaran a una discusión acalorada, en la que hubo ataques y amenazas de todo tipo. Mientras esta “distracción” se mantenga, y harán para mantenerla, el equipo del gobernante podrá trabajar holgadamente, eliminando o reduciendo el peso de los obstáculos que aparezcan en el escenario del próximo triunfo electoral.

POR EL ABORTO TERAPÉUTICO


La ocasión para salir con el tema del aborto fue propicia. El Congreso Nacional iniciaba el proceso de aprobar reformas al Código Penal. Entre las reformas, una iniciativa preparada por expertos penalistas proponía garantizar la interrupción del embarazo por tres causales: cuando corre peligro comprobado la vida de la mujer, cuando hay malformaciones congénitas comprobadas en el feto, y cuando el embarazo es producto de una violación, causales que califican el aborto como “aborto terapéutico”.

El tema logró despertar alarmas a favor o en contra en todos los sectores de opinión y de un día a otro desapareció de los medios un asunto tan crítico como el de los juicios en tribunales de Nueva York de los jefes del cártel de Los Cachiros, que han estado “hablando” de la participación en su negocio de funcionarios y dirigentes políticos y empresariales, casi todos miembros del partido en el gobierno y del círculo más estrechamente ligado al Presidente. Desaparecieron también de los medios todas las noticias relacionadas con impugnaciones por fraude en las elecciones primarias del 12 de marzo. También se esfumaron del debate los juicios por corrupción y saqueo en el Seguro Social que la MACCIH (Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad de Honduras) lleva adelante. También quedó relegado de la información el proceso de depuración de la Policía.

UNA MANIPULACIÓN PERVERSA


Todo se centró en el aborto. Todo lo acaparó la confrontación entre sectores que defienden el aborto terapéutico como un derecho para salvar vidas y los que rechazan a ultranza cualquier tipo de interrupción del embarazo, incluso cualquier discusión sobre el tema, considerando todo aborto un grave pecado contra la ley de Dios, idea alrededor de la que cerraron filas los líderes y pastores de las iglesias evangélicas y la jerarquía católica.

El Presidente se pronunció contra la propuesta de despenalizar el aborto incluso por esas tres causales: “¡Sólo Dios da la vida y sólo Él la puede quitar!”, dijo, anunciando que vetaría la propuesta de reforma si el Congreso la aprobaba. El Cardenal Rodríguez Maradiaga pidió oraciones “para que los políticos no sucumban a la tentación del llamado “costo político” aprobando el abominable crimen de matar inocentes que no pueden defenderse”.

La perversidad de los políticos hondureños, especialmente los del actual gobierno, se manifestó de lleno manipulando un tema trascendental en toda sociedad y necesitado de un debate sereno, en el que se escuchen en primer lugar las voces de las mujeres. Y lo manipularon no porque les interese defender la vida, sino porque les interesa desviar la atención de cualquier tema que afecte sus mezquinos propósitos.

“CANTAN” LOS CACHIROS Y “CANTARÁN” OTROS MÁS


A pesar del debate fabricado para desviar la atención de otros temas, las confesiones de capos narcos en los juicios en Nueva York penden como espada de Damocles sobre políticos y empresarios hondureños y sobre el mismo Presidente de la República.

Sean los que sean los escenarios en los que concluya la actual coyuntura electoral, las confesiones que están haciendo estos reconocidos criminales son un factor que puede trastocarlo todo. Políticos como Nasralla llegan a poner en duda que se realicen las elecciones de noviembre.

Cuando iniciaron esos juicios, las declaraciones de Leonel Rivera Maradiaga, jefe de la banda de Los Cachiros, involucraron a funcionarios y dirigentes del gobernante Partido Nacional. Y están pendientes nuevas sesiones que traerán nuevas declaraciones en las que serán señalados nuevas figuras del partido.

Se esperan también las declaraciones de otros extraditados, como los hermanos Valle, capturados en Honduras y extraditados a Estados Unidos después de que los jefes cachiros se entregaran voluntariamente a Estados Unidos para salvar sus vidas. Los Cachiros controlaban el trasiego de droga en el occidente de Honduras, y según diversas y muy creíbles fuentes, delatarán en sus declaraciones a altos dirigentes políticos, no sólo del Partido Nacional, también del Partido Liberal.

Las declaraciones de Los Cachiros, de los hermanos Valle y de otros narcos extraditados que están pendientes de juicio dejarán al desnudo que el grueso de dirigentes de los dos partidos tradicionales de nuestro país convirtieron a Honduras en un narcoestado. Obviamente, el gobierno de Estados Unidos conocía todo esto desde hace años y desde que lo supo decidió tener una presencia permanente en territorio hondureño, usando para descubrir la trama delictiva el método de insertarse en las instituciones nacionales o el de actuar en paralelo a ellas.

LOS DILEMAS DE WASHINGTONANTE LOS NARCOPOLÍTICOS


En estos últimos años el gobierno de Estados Unidos perdió confianza en sus tradicionales aliados hondureños, y después del golpe de Estado contra Manuel Zelaya en 2009 no consiguió construir una nueva generación de políticos creíbles con los que establecer alianzas.

Mientras continúa invirtiendo en la construcción de esa generación, calculando obtener frutos en los próximos cuatro años, Washington no tiene otro camino que seguir que apoyar a sus aliados de siempre. Pero, como ha crecido la desconfianza en ellos, la relación está totalmente atravesada por una presión continua para que colaboren con iniciativas del gobierno estadounidense en programas de prevención de la violencia y en acciones referidas a instituciones policiales, militares, de justicia y fiscales.

En este terreno movedizo de alianzas no confiables, el gobierno de Estados Unidos administra las declaraciones que hacen los delincuentes hondureños en las Cortes de Nueva York. Si esas declaraciones tienen el mismo peso que tuvieron las del primer “cachiro” que habló, las elecciones de noviembre quedarían cuestionadas, ya que Washington se vería obligado a capturar y eventualmente a extraditar

a muchos de los líderes de los dos partidos tradicionales que aspiran a cargos públicos. También tendría que hacer lo mismo con no pocos de los dirigentes que sostienen el trabajo territorial de los dos partidos tradicionales en los departamentos. Así, aunque Washington repite que las elecciones garantizan la democracia, al apoyar estas elecciones en el contexto de las delaciones de los capos hondureños estaría reconociendo que apoya a narcopolíticos.

NOS NECESITAN COMO “BANANA REPUBLIC”


Washington tiene que dosificar las declaraciones de los narcos -las hacen para que se les rebajen las penas- según sus intereses, no sólo en Honduras, en toda la región centroamericana.

Como país, Honduras no les interesa tanto. En pleno siglo 21, Honduras sigue siendo la típica “banana republic”, como la llamó el escritor Williams Sidney Porter en la novela que escribió entre bananeras, en el puerto de Trujillo, en los tiempos de las regalías de tierras de principios del siglo 20, tiempos que cobran hoy tanta actualidad con las Ciudades Modelo, las concesiones a granel de ríos y territorios a corporaciones transnacionales de la industria extractiva y con la presencia de estadounidenses en nuestro territorio.

El país es lo de menos. Les interesa la biodiversidad que aún conservamos, pero lo que más les interesa es nuestra ubicación geográfica, de importancia extraordinaria, tanto para usarnos como portaaviones o como cabeza de playa. Por razones geopolíticas principalmente, Honduras tiene una relevancia especial en la política de seguridad de Estados Unidos. Limpiándola de forajidos y adecentando el Estado, Washington busca un mayor control territorial, político y militar, en un país cuya mayor desgracia es su privilegiada ubicación entre dos mares y en mitad del continente americano.

A un gobierno como el de Estados Unidos, interesado en sacar ventaja de nuestra estratégica geografía, y a ejecutivos de transnacionales, interesados en la biodiversidad de nuestro territorio, les interesa sobremanera que Honduras siga siendo una “banana republic”: un Estado con institucionalidad disponible, con políticos y empresarios sumisos y serviles y con una población resignada y a la espera de que le ofrezcan migajas para sobrevivir y convencida por los de arriba, que es sólo de arriba y del exterior de donde vienen las soluciones a todos los problemas.

UNA “DEMOCRACIA AUTORITARIA CONTROLADA”


Que un grupo de políticos como el que lidera el actual Presidente usen al Estado como un lucrativo negocio, y se confabulen con la criminalidad organizada, no es para Estados Unidos razón decisiva para retirarles el respaldo. Por muy corruptos que sean o por mucho que tuerzan las leyes, lo que cuenta para el gobierno de Estados Unidos y para las multinacionales es que los políticos obedezcan. Y en eso han sido fieles cumplidores los miembros del equipo político y empresarial que apoya a Juan Orlando Hernández.

Para los funcionarios del gobierno de Estados Unidos, políticos como los que proliferan en la Honduras actual, son “amigos” por conveniencia, los tratan bien y hasta los felicitan cuando brindan un buen servicio a los intereses del Norte. Sin embargo, como saben que esos “amigos” son delincuentes o protectores de delincuentes y andan en negocios sucios que afectan la seguridad de Estados Unidos, los “amigos” serán desechados en algún momento.

Aunque desconfíe, Washington necesita por el momento de sus aliados tradicionales, porque no está para nada interesado en un gobierno en donde el partido LIBRE de Manuel Zelaya tenga influencias. Y aunque ya no está Chávez y Maduro está cada vez más débil y los gobiernos progresistas del sur de América ya no son los de hace ocho años, a los ojos de Estados Unidos Mel Zelaya sigue siendo una pieza peligrosa en un contexto movedizo, en el que no sabe si Zelaya se mueve para hundir el país o para sacarlo a flote. Es una de las razones por las que Washington ha acabado avalando la reelección de Juan Orlando Hernández.

En los cálculos de Washington, la polémica reelección de Hernández puede contribuir a fortalecer al otro partido tradicional, el Partido Liberal, elevando el perfil de Luis Zelaya, quien será su candidato presidencial.

Luis Zelaya es un líder nuevo, un académico universitario no salpicado por la corrupción, que está también bajo fuerte presión para que colabore con la política de seguridad, responda al estándar del respeto a los derechos humanos que demanda la comunidad internacional y esté en sintonía con la lucha contra la corrupción a través de la MACCIH. Debe integrarse a lo que el gobierno de Estados Unidos llama su apuesta por una “democracia autoritaria controlada”.

PRIMER ESCENARIO: JUAN ORLANDO SE REELIGE


Cuatro son los escenarios que alcanzamos a identificar en el actual contexto movedizo. Por más firmes que parezcan, el denominador común de todos es la inestabilidad en la que se mueven.

Un primer escenario es el que se ratifica el triunfo continuista de Juan Orlando Hernández, que le ganaría a Luis Zelaya del Partido Liberal, quien se convertiría por efecto de los comicios en la segunda figura política del país. En ese escenario la alianza opositora liderada por LIBRE, queda relegada a un tercer lugar, sin capacidad para contrarrestar las decisiones que tome el resurgido bipartidismo tradicional.

Este escenario es el más realista y el peor para el futuro de los sectores más empobrecidos del país. Significa la consolidación del proceso de concentración de decisiones y recursos en las élites empresariales, socias menores de las multinacionales que operan en el país. Es el escenario que más conviene a las nuevas políticas anti-inmigrantes del gobierno de Donald Trump y el que da continuidad al proceso que arrancó en junio de 2009, fecha del golpe de Estado, que convirtió a Honduras en un meganegocio para una mafia política y empresarial basada en la corrupción y la impunidad.

En este escenario se consolida la alianza público-privada, la subordinación de los poderes del Estado a las decisiones presidenciales a través del llamado Consejo Nacional de Defensa y Seguridad, creado por Hernández. En él continuarán dedicándose grandes volúmenes del presupuesto a gastos militares y a programas asistenciales que alimenten el proselitismo. Es el escenario que consolida un modelo de gobierno que representa a la gente más pudiente del país, la que lamentablemente, ha enseñado a la gente más pobre a defender y a aplaudir a los poderosos.

Una variante de este primer escenario es que el Partido Nacional no logre una alianza importante y solamente se le unan en alianza cinco partidos pequeños, tan diminutos que juntos no lograrían ni 10 mil votos. Sin embargo, serían útiles usándolos como “bisagras” para copar las mesas electorales y garantizarle a Juan Orlando Hernández un rotundo triunfo.

SEGUNDO ESCENARIO: GANA LUIS ZELAYA


El segundo escenario es el que se construiría si se logra una alianza opuesta a Juan Orlando Hernández liderada por Luis Zelaya, después de acuerdos políticos de Zelaya con la que hasta ahora es conocida como la alianza opositora, integrada por LIBRE, el PAC que lidera Salvador Nasralla, y el Partido Innovación y Unidad Social Demócrata (PINU). Esa eventual alianza liderada por Luis Zelaya aglutinaría a toda la oposición política electoral bajo una consigna como la de “todos contra JOH”. Para la construcción de este escenario es necesario que la actual alianza de LIBRE, PINU y el PAC renuncien a la candidatura presidencial de Nasralla y acepten la de Luis Zelaya.

Este escenario sería el ideal para la derecha opuesta a Juan Orlando Hernández y al Partido Nacional, interesada en adecentar el Estado, con un objetivo muy afín al de Washington, ya que se mantendría la desconfianza en una alianza controlada por Mel Zelaya.

Una alianza así representaría una amenaza real al proyecto reeleccionista. La embajada de Estados Unidos la vería con buenos ojos. Aunque en política, y en la política hondureña aún más, todo es muy cambiante, hasta el momento LIBRE, el PINU y el PAC están firmemente decididos a no aliarse a Luis Zelaya porque eso supondría subordinarse al Partido Liberal. Esta firme decisión coincide con la decisión del equipo de Juan Orlando Hernández de darle alas al Partido Liberal y a su novel líder para que sea la oposición controlada que necesita sin que sean una amenaza a la reelección.

Ciertamente, Luis Zelaya procede de círculos no salpicados por la corrupción que caracteriza al Partido Liberal. Sin embargo, no le queda otro camino que rodearse de prominentes dirigentes liberales, todos ellos contaminados con la corrupción. Según información confiable de un alto dirigente político, la inmensa mayoría de los dirigentes del Partido Liberal en los departamentos tienen vínculos con el narcotráfico, por no añadir que son responsables de haber estado directamente involucrados en el golpe de Estado de 2009.

Una alianza con esta mezcolanza política significaría un retorno al modelo bipartidista tradicional. Tampoco sería suficientemente creíble para la embajada de Estados Unidos, porque significaría avalar a grupos políticos corruptos, impunes y miembros del crimen organizado.

TERCER ESCENARIO: NO HAY ELECCIONES


El tercer escenario es el que podría surgir de las evidencias que recolectara el equipo de Juan Orlando Hernández, que le convencieran de su eventual derrota electoral o de la necesidad de forzar su triunfo con un fraude ante el creciente empuje de una alianza opositora que capitalizara el descontento ciudadano.

Ése escenario conduciría a una Asamblea Constituyente, que convocaría Juan Orlando Hernández, en negociación con sectores liberales y algunos sectores de la alianza política opositora que lidera LIBRE. Sería un escenario de emergencia y contaría con el aval del gobierno de Estados Unidos y consecuentemente, con el de los países europeos, la ONU y la OEA.

Este escenario buscaría definir el camino para consolidar el bipartidismo tradicional a través del pacto en torno a la conformación de esa Constituyente. El proceso estaría liderado, sin duda, por Juan Orlando Hernández, y abriría una coyuntura de debates y confrontaciones entre sectores opositores, que se dividirían entre quienes apoyarían el proceso constituyente y quienes se opondrían, denunciándolo como una salida de emergencia al servicio de los intereses políticos del equipo de Hernández.

Juan Orlando Hernández no está interesado en activar este escenario de emergencia. Sólo lo aceptaría y lo pondría en marcha tras convencerse del peligro de perder las elecciones ante una consolidada alianza opositora. También tendría que aceptarlo si las declaraciones de los narcos hondureños que están “cantando” en Nueva York se salieran de sus cálculos y se convirtieran en una real amenaza a su reelección.

CUARTO ESCENARIO: GANA LA OPOSICIÓN


El cuarto escenario sería el de un triunfo electoral de la actual alianza opositora de los partidos LIBRE, PAC y PINU, victoria en la que se expresaría el surgimiento de una oposición ciudadana contra la actual dictadura. Sería un escenario ideal para una oposición que vincule lo político-electoral con lo político-ciudadano.

Tan ideal y deseable es este escenario que todo indica que es imposible. Por tres factores. Por la férrea decisión del equipo de Juan Orlando Hernández de quebrar cualquier alianza que ponga en peligro la reelección. Por la reducida capacidad que tienen los líderes de los partidos opositores. Y por la fragmentación en que se encuentran los diversos sectores sociales.

Vistos en conjunto, lo único que está claro en estos cuatro escenarios es el poder que tiene el engranaje montado ya por Juan Orlando Hernández para reelegirse en un contexto de inestabilidad social e institucional y ante la amenaza que representan los juicios contra los capos hondureños en Estados Unidos.

El Presidente está jugando a ganar en todos los escenarios. Y para ello, está administrando directamente el manejo de la información y la lectura de los acontecimientos, no sólo con acuerdos que ha establecido con los dueños de los medios de comunicación corporativos, también ahora con los responsables de los noticieros de esos medios.

El último fin de semana de abril el Presidente organizó un paseo y convivencia con los jefes de noticieros de la televisión, la radio y los multimedia. A esa jornada de relax no faltó ninguno de ellos, según pudimos comprobar en la foto que se sacaron en las Islas de la Bahía.

QUIÉN MANEJA LOS HILOS


Todo se controla desde Casa Presidencial. Todo. Y toda la Casa Presidencial se controla desde la embajada de Estados Unidos. Todo el proceso electoral y cualquier escenario depende de las piezas que va manejando con agilidad Juan Orlando Hernández. Y todo el actual contexto hondureño depende de las piezas que con más astucia y poder maneja Washington, administrando hoy las reveladoras confesiones de los capos hondureños en Nueva York.

Juan Orlando Hernández maneja muchos hilos. Pero no controla los hilos que pueden frustrar sus aspiraciones. Y por eso no tiene otro camino que obedecer a quienes manejan esos hilos.

CORRESPONSAL DE ENVÍO EN HONDURAS.

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