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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 348 | Marzo 2011

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América Latina

Wikileaks: el “discurso oculto” de los poderosos

Wikileaks ha dejado al descubierto la distancia que existe entre el discurso público y el discurso oculto de las élites hegemónicas en la era global. A pesar de todo el enojo que hayan causado las filtraciones a los gobiernos latinoamericanos, pareciera que no afectarán sus relaciones con Estados Unidos y que todo quedará en un mal trago, tanto para los poderosos que hablaron como para los subordinados que fueron juzgados.

Salvador Martí Puig

El año 2010, como muchos otros, estuvo cargado de eventos políticos críticos para la región. Uno de los fenómenos más trascendentes e impactantes en la escena internacional fue, y sigue siendo, el “escándalo” de la filtración de más de 250 mil cables del Departamento de Estado de Estados Unidos, obtenidos por el portal digital de Wikileaks. La filtración se dio a conocer por medio de sucesivas publicaciones a través de cinco diarios de difusión global: El País, Le Monde, The Guardian, The New York Times y Der Spiegel. WikiLeaks puso al descubierto episodios ocurridos en los puntos más conflictivos del mundo, así como otros eventos y datos de notable relevancia. Este “descubrimiento” ha sido singular debido a que expuso la forma de operar de los informadores del departamento de Estado, sus mecanismos y las fuentes que utilizan, y dejó en evidencia sus debilidades y obsesiones.

CUATRO AÑOS DE “GOTEO”

Wikileaks (del inglés leak, “fuga”, “goteo”, “filtración”) es una organización internacional sin ánimo de lucro que publica a través de su sitio web informes anónimos y documentos filtrados con contenido sensible en materia de interés público, preservando el anonimato de sus fuentes. Está registrada en Alemania pero opera desde Suecia. El sitio nació en diciembre de 2006 y empezó a funcionar en julio de 2007 y desde entonces su base de datos ha crecido constantemente hasta acumular 1 millón 200 mil documentos. Su creador fue Julian Assange y cuenta con 5 empleados permanentes, unos 800 colaboradores ocasionales y cientos de voluntarios repartidos por todo el mundo. La organización se ofrece a recibir filtraciones que desvelen comportamientos no éticos por parte de gobiernos, con énfasis en los países que considera tienen regímenes totalitarios, pero también de religiones y empresas de todo el mundo. Las actividades más destacadas de Wikileaks se han centrado en la actividad exterior de Estados Unidos, especialmente en relación con las guerras de Irak y Afganistán. Si bien desde su nacimiento Wikileaks ha tenido una gran notoriedad, ha sido con la filtración de los “documentos” del Departamento de Estado como ha adquirido un impacto global, hasta el punto de convertirse en la “noticia del año”.

JAMES SCOTT PATAS ARRIBA

A raíz de la filtración aparecieron gran cantidad de ensayos y opiniones sobre el impacto del caso Wikileaks en la política estadounidense en particular y en la política internacional en general. En ese sentido, la mayor parte de los análisis se apresuraron a señalar el rol de las nuevas tecnologías en la política internacional y la seguridad global. Algunos exponiendo la peligrosidad potencial de los ataques en la red y acusando a los ciberactivistas de irresponsables. Otros, advirtiendo que los Estados deberán ser más cautos y transparentes frente a los ciudadanos en la era de la información. Más allá de las discrepancias, casi todas las opiniones destacaron que habrá un “antes y un después” de WikiLeaks en la política internacional, y que su impacto será semejante al que tuvo el atentado del 11-S en Nueva York.

No deseo añadir un nueva opinión sobre lo que sucedió, sino analizar el fenómeno Wikileaks a través de los conceptos de James Scott para analizar la dinámica que subyace cotidianamente entre los poderosos y los dominados. Para ello será preciso cambiar el ángulo de visión que suele presentar Scott, quien pone énfasis en la forma de pensar, hablar, imaginar y actuar de los dominados en sus relaciones frente a los poderosos. Aquí expondré la cara contraria: la perspectiva desacomplejada del poder respecto de los “dominados” -o los subordinados-.

La obra de James Scott es muy extensa y pone el énfasis en la relación entre quienes tienen poder y quienes no, centrándose en las estrategias y herramientas que tienen los dominados para poder evitar la explotación, la opresión y los ataques a su dignidad. Me baso en ideas que desarrolla en “Los dominados y el arte de la resistencia” (ERA, México, 2000).

¿CÓMO VE ESTADOS UNIDOS
SU “PATIO TRASERO”?

La idea de origen es que la filtración de Wikileaks no reveló información inesperada o insospechable. Efectivamente, Wikileaks tiene trascendencia por su dimensión (¡cientos de miles de cables!) y por demostrar la relativa vulnerabilidad de los servicios de inteligencia del país más poderoso del mundo. Más allá de eso, la mayor parte de las personas informadas no se sorprendieron tanto por la información sustantiva, sino por la “forma” en que se mostró y por los temas tratados.

En los análisis de Scott, la forma en que se representa la realidad por parte del emisor es central para realizar un análisis del poder. Y en los cables proporcionados a través de Wikileaks se destaca, en sus informaciones sobre América Latina, una cierta insolencia en el tono y una obvia parcialidad en los temas. Sustantivamente, es posible clasificar los contenidos latinoamericanos en tres ámbitos: 1. Las opiniones (chismes) de los diplomáticos estadounidenses y los políticos cercanos al Departamento de Estado respecto de sus homólogos. 2. Una descripción de la impunidad política y económica de los gobiernos a la hora de actuar. 3. Un análisis prospectivo de los intereses económicos de la región, en el que se evidencia preocupación por las inversiones extranjeras en ciertos países latinoamericanos.

En este sentido cabe señalar que semejante cantidad de información brinda más conocimiento sobre el emisor y sobre cómo éste ve y trata al mundo, que sobre el mundo en sí. Ante ello cabría preguntarse: ¿Cómo se ve reflejada América Latina en Wikileaks? O mejor dicho: ¿Cómo describen los funcionarios del Departamento de Estado su “patio trasero”? Los cables a los que hemos tenido acceso a través del portal de El País nos enseñan bastante.

¿ALGO NUEVO BAJO EL SOL?

En los círculos académicos y diplomáticos de América Latina se ha extendido la opinión de que las revelaciones de Wikileaks son molestas pero no afectarán las relaciones de los países latinoamericanos con Estados Unidos ni entre los países de la región. Con todo, no es vano pensar que los jefes (y ex-jefes) de Estado de la región han leído con perplejidad y enfado los cables que mandaron los funcionarios de las embajadas estadounidenses con quienes previamente habían conversado de forma solemne y cortés. A Cristina Fernández de Kirchner no puede haberle gustado la revelación de que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, solicitó información detallada a sus funcionarios en Buenos Aires sobre su estado de salud mental, ni tampoco los juicios de que la presidenta era dependiente y sumisa respecto de su difunto esposo.

Tampoco habrá pasado por alto a los mandatarios cubanos que se haya especulado sobre el “fuerte impacto” del fallecimiento de Vilma Espín, la esposa de Raúl Castro, en la estabilidad emocional del mandatario, ni que se juzgara a Fidel Castro en los términos de “enfermo dictador” que “no está mentalmente bien para retomar el control del gobierno”. El retrato que muestran los cables de Wikileaks sobre Manuel Zelaya despierta susceptibilidades sobre el rol del departamento de Estado en la crisis de Honduras. Hasta la fecha no han aparecido en Wikieaks noticias sobre el rol de la Casa Blanca durante la crisis, pero el hecho de que los cables de la embajada estadounidense lo mostraran “como un antiguo gobernador centroamericano, casi como una caricatura de un caudillo terrateniente”, al que se percibía como un “adolescente rebelde y ansioso por mostrar su falta de respeto a las figuras de autoridad”, que “cambiaba de opinión por días o en algunos casos por horas, dependiendo del humor y a quién había visto por última vez”, y al que se atribuía como “principal objetivo enriquecerse él y su familia”, no da muestra de estima ni de respeto hacia su figura, y es probable que genere ruido en la actividad de la Comisión de la Verdad sobre la crisis de Honduras que dirige Eduardo Stein.

PAYASOS, BRUTOS, VIEJOS,
MEGALÓMANOS...

Obviamente, los informes de los funcionarios estadounidenses sobre Hugo Chávez, Evo Morales o Daniel Ortega no son positivos, pero nadie esperaba otra cosa. A los tres los presentan como populistas y autoritarios, y en particular a Chávez como un desestabilizador de la región, a Evo como un progresivo “acaparador” del poder y a Ortega como un corrupto muñidor de pactos con el narcotráfico.

Ante estas acusaciones el fundador del FSLN y embajador de Nicaragua en Perú, Tomás Borge, declaró a El País que “Los embajadores chismean y dicen cosas irresponsables”. Jacinto Suárez, diputado del FSLN en el Parlamento Centroamericano, se expresó ante el rotativo diciendo: “Eso es ganas de joder. Eso no existe. Ni merece comentarios. Es una zanganada más”.

El problema que ha generado la filtración no ha sido mostrar la opinión que la administración estadounidense tiene de los países bolivarianos sino hacer públicos, por un lado, los juicios de mandatarios teóricamente más próximos a los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Nicaragua, y por otro la visión del departamento de Estado de dirigentes y gobiernos a priori amigos y aliados de Washington.

En cuanto a los mandatarios españoles, se destacan las opiniones de la actual Ministra de Exteriores Trinidad Jiménez cuando era secretaria de Estado para Iberoamérica. Jiménez califica a Chávez como “un payaso”, a Ortega como “el peor de los líderes con que ella trabaja” y a Morales como “bruto”. Tampoco es muy diplomático Enrique Iglesias, secretario general de la SEGIB (Secretaría General Iberoamericana), al exponer que “todos en Latinoamérica están preocupados por la conducta de Hugo Chávez, que se está haciendo cada vez más megalomaníaco”. Los presuntos aliados de Washington, los gobiernos de Chile, Perú, Colombia o México aparecen con noticias poco favorables. Al presidente chileno, Sebastián Piñera, se lo califica como un mandatario que “maneja la política y los negocios al límite de la ética y la ley”.

Al de Perú, Alan García, lo ven como una persona con un “ego colosal” y a su Ejército lo califican como corrupto. Las Fuerzas Armadas mexicanas son vistas como divididas e incapaces de cumplir con su cometido. Al gobierno dominicano, susceptible de ser corrompido por los inversores internacionales. Al gobierno salvadoreño liderado por Mauricio Funes como “esquizofrénico” y al ejército colombiano como asesino e impune a raíz del episodio de los “falsos positivos”. Incluso a la disidencia cubana la presentan como un movimiento fragmentado en “muchos grupos de oposición dominados por individuos con fuertes egos que no permiten que puedan trabajar juntos” y “tan viejos y fuera de contacto con la realidad cubana como el propio régimen”.

MÁS ALLÁ DE LOS CHISMES

Más allá de los chismes, es importante señalar que los cables del Departamento de Estado se refieren también -aunque en menor medida- a la impunidad política y económica que existe en la región y a los temores vinculados a las inversiones que provienen de terceros países. El primer tema aparece de forma recurrente cuando se señala la corrupción de los funcionarios públicos (en República Dominicana, Perú, Argentina), a la penetración del narcotráfico (en Guatemala, México, Nicaragua) o a la presencia de estructuras fiscales por las cuales, como en Paraguay, “pagan más los que tienen menos” y se subsidia a grandes grupos económicos del agrobusiness.

En cuanto al tema de las inversiones, se observan diez cables sobre la inversiones de empresas españolas en Cuba, uno sobre sanciones del gobierno argentino a empresas extranjeras, dos sobre los intereses privados de Piñera en Chile, varios sobre los negocios de Brasil y cuatro sobre la adjudicación de las obras de ampliación y reforma del Canal de Panamá a una empresa que no es estadounidense.

EL DISCURSO OCULTO
DE PODEROSOS Y SUBORDINADOS

Viendo lo que hemos visto, es posible afirmar que la información obtenida a través de Wikileaks no depara tantas sorpresas por su contenido como por su forma. Y debemos preguntarnos: ¿Qué aporta realmente Wikileaks al análisis político? Volvamos a James Scott.

Al analizar el discurso de los poderosos y los subordinados, Scott señala que los subordinados hablan de una manera en presencia de los poderosos y de otra cuando se hallan con personas de su misma condición. Asimismo, los poderosos no se dirigen a los subordinados de la misma manera en que lo hacen entre sí. A raíz de ello cada grupo produce, a partir de su circunstancia, diversos discursos. Los subordinados producen, sobre la base de su opresión, un discurso oculto que representa una crítica al poder a espaldas del dominador. Y el poderoso, por su lado, también elabora un discurso oculto en el que se articulan prácticas y exigencias de poder que no pueden expresarse abiertamente. Scott muestra cómo el proceso de dominación produce una conducta pública hegemónica y un discurso tras bambalinas, que consiste en lo que no se le puede decir directamente ni al poder (por parte de los dominados) ni a los subordinados (por parte de los poderosos).

LA LITURGIA DEL PODER

El discurso público es la expresión verbal y gestual de las relaciones explícitas entre los subordinados y los detentadores del poder. Este discurso suele ofrecer pruebas convincentes de la hegemonía de los valores y del discurso dominante, y se exhibe con todo su esplendor cuando unos y otros están en escena y se contemplan -y son, a su vez, contemplados-.

El discurso público es, tal como señala Scott, “el autorretrato de las élites dominantes donde éstas aparecen como quieren verse a sí mismas”. Y aunque no se trata de mentiras ni de deformaciones, sí es una construcción discursiva muy parcial. Este discurso es el que, sin duda, se escenifica en las relaciones oficiales entre los miembros de la diplomacia estadounidense y los políticos de cada uno de los países que hemos citado. Cuando Cristina Fernández de Kirchner recibe a Hillary Clinton aparece en escena el discurso público. Lo mismo ocurre cuando un presidente latinoamericano es recibido en Washington. Este discurso, además, se ha legitimado desde el fin de la Guerra Fría a través de los conceptos de respeto a la soberanía, los derechos humanos, la democracia, el libre comercio y la acción multilateral.

Por otro lado, el discurso oculto es un concepto que sirve para definir la conducta “fuera de escena”. Está constituido por las manifestaciones lingüísticas, gestuales y prácticas que confirman, contradicen o tergiversan lo que aparece en el discurso público. En el caso que analizamos, tiene dos características fundamentales. En primer lugar, es específico de un espacio social determinado y de un conjunto particular de actores -los policymakers del Departamento de Estado- y, en segundo lugar, no solo contiene actos de lenguaje sino también una extensa gama de prácticas desarrolladas a lo largo del tiempo que contradicen el discurso público: la presión, el chantaje, la negociación, etc. Sin duda, Wikileaks es una muestra del discurso oculto de los poderosos. En este caso, de los funcionarios políticos de la potencia más poderosa del planeta.

PODEROSOS Y SUBORDINADOS USAN MÁSCARAS

Los discursos ocultos se producen en función de un público diferente -los pares, los semejantes- y a sabiendas de que nadie ajeno tiene acceso a esa información. Así se genera una familiarización con el discurso público y con el oculto del respectivo círculo de pertenencia, pero no con el discurso oculto del otro. Es por eso que Wikileaks ruboriza a los emisores y enoja a los que se ven juzgados desde una posición de dominio, a la vez que da pie a una reflexión sobre la distancia existente entre el discurso oculto de los poderosos y el oficial que ellos mismos producen y promueven.

Scott prioriza el estudio del comportamiento de los subordinados, aunque también hable de los poderosos. Si los débiles, en presencia del poder, tienen razones obvias y convincentes para buscar refugio detrás de una máscara, los poderosos tienen también sus propias razones -igualmente convincentes- para adoptar una máscara ante los subordinados. Para los poderosos existe también una discrepancia entre el discurso público que se usa en el abierto ejercicio del poder y el discurso oculto que puede expresarse sin correr riesgos sólo fuera de la escena, sea en un salón privado o en cables diplomáticos que se presumen secretos. Este discurso, como su equivalente entre los subordinados, está conformado por gestos y palabras que modifican, contradicen o confirman lo que aparece en el discurso público.

ADMINISTRANDO
LA “ROPA SUCIA”

Se pueden comparar los diferentes tipos de dominación a través de sus formas de manifestarse y al teatro público en que lo hacen. Por ello cada forma de poder tiene no sólo un escenario específico sino también su particular forma de administrar la ropa sucia. Sin duda los grupos dominantes tienen mucho que esconder y en general cuentan con los medios para hacerlo. Pero de vez en cuando el discurso oculto sale a la luz: eso es lo que nos ha mostrado Wikileaks.

Cuidado: es diferente si emerge el discurso de los dominados. Según Scott, cuando un dominado se atreve a comunicar su “discurso oculto” a los poderosos, estos suelen tener tres reacciones: 1. Eliminar a quien lo pronuncia por haber osado transgredir la “verdad oficial”. 2. Neutralizar la amenaza y exigir disculpas para que se haga efectiva una “restauración simbólica”. 3. Hacer como que no lo han oído y reducir la disidencia a una anécdota. Cuando es al revés la reacción de los poderosos es diferente.

¿QUÉ HA DICHO WASHINGTON?

¿Cuál ha sido la reacción de la potencia hegemónica a raíz de Wikileaks? Cuando se hace público el discurso oculto de los poderosos se crea un desajuste y se desbaratan la liturgia del poder y la solemnidad del discurso público. Scott apunta que mientras el subordinado que no sigue el guión corre el riesgo de recibir una sonora reprimenda, el poderoso corre el riesgo de quedar en ridículo y, con ello, perder su credibilidad.

Pese a ello, los poderosos tienen más armas para intentar neutralizar los costos del accidente que supone la emergencia a la superficie de su discurso oculto. Entre ellas, la vieja táctica de atacar al mensajero e ignorar el contenido del discurso oculto como si nada pasara.

En gran medida, con el affaire Wikileaks ha ocurrido algo semejante. En este sentido, Washington no cuestionó la veracidad de los cables sino su difusión, so pretexto de que ponen en peligro la seguridad de las tropas y de los ciudadanos porque multiplican el riesgo terrorista. Por otro lado, se ha utilizado una retórica del “aquí no ha pasado nada”. Aun más, se ha intentado rebajar la dimensión de lo ocurrido incluso atacando al mensajero presentándolo como un desequilibrado que, además, es un delincuente sexual.

Sobre todo ha predominado el silencio oficial. Se demoraron las explicaciones públicas y se insinuó que las embajadas se limitan a hacer su trabajo. Así, desde Washington se proclamó la doctrina de que el “poder tiene sus reglas” y, además, tiene la obligación de hacer su trabajo. Un trabajo en el que el fin justifica los medios, que no siempre son correctos.

¿SÓLO UN MAL TRAGO?

Wikileaks ha dejado al descubierto la distancia que existe entre el discurso público y el discurso oculto de las élites hegemónicas en la era global. Obviamente, también es una muestra de la “baja calidad” de las democracias actuales y la necesidad de que la información continúe ejerciendo la función de contrapeso de los poderes. Ante esto, sin embargo, no hubo grandes manifestaciones de indignación popular ni ninguna reacción severa de los gobiernos “ofendidos”.

Las consecuencias para los poderosos han sido menores. Todo puede quedar en un mal trago, trascender como una anécdota. Se impuso la táctica de atacar al “descubridor” y de silbar y mirar para otro lado. Nada nuevo, pues, en la estrategia de Washington ante Wikileaks. Erving Goffman señala que la estrategia de “ignorar la evidencia” es ampliamente utilizada por los poderosos cuándo se les revelan verdades inconfesables Quizás lo más trágico sea que no ha habido ningún tipo de reparación simbólica. Solo un poco de bochorno para un poder que a partir de ahora asume que “las cosas son así”.

Tal como apunta Scott, “ningún sistema de dominación deja de producir su cotidiana cosecha de insultos y de ofensas a la dignidad”. Lo malo hoy no es que los insultos y las ofensas de la potencia hegemónica sean terribles, sino que ya se den por sentadas y normalizadas.

PROFESOR DE CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA. RESPONSABLE DE NICARAGUA DE LA RED DE LA CALIDAD DE LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA.

COLABORACIÓN CON ENVÍO DE “NUEVA SOCIEDAD”
www.nuso.org

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