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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 333 | Diciembre 2009

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Honduras

Un “arrollador” triunfo electoral y una derrota nacional

El modelo bipartidista colapsó antes del golpe de Estado. La concepción del Estado y de la política de las élites hondureñas que planearon y sostuvieron el golpe de Estado también ha colapsado. Se avecina un régimen autoritario y represivo. Se nos abre también una oportunidad jamás vista en el país. Honduras está, como nunca antes, ante una encrucijada: ¿Podrá Pepe Lobo gobernar sin tener en cuenta a la Resistencia? ¿Podrá la Resistencia seguir resistiendo por los próximos cuatro años?

Ismael Moreno, SJ

Vamos a votar, vamos a votar, vamos a votar, vamos…”. Eran las cinco y media de la mañana del domingo 29 de noviembre, y ésa era la cantinela de una de las cadenas radiales de cobertura nacional, en una repetición interminable, casi suplicando a la gente para que saliera de sus casas a ejercer el sufragio.

Al finalizar el día, las mismas voces coreaban con euforia que Honduras había vivido una fiesta cívica con la votación más masiva de la historia nacional, con una participación que sobrepasaba el 80% de los electores. Las voces de triunfo anunciaban también que en Honduras se había derrotado el plan Chávez para toda América Latina y el plan que para Honduras había osado impulsar el político y ganadero Manuel Zelaya Rosales.

OFERTAS, PRESIONES, AMENAZAS

La élite política, empresarial y militar echó toda su suerte a la campaña electoral. Con dos meses de anticipación, ya se escuchaba a los empresarios prometer descuentos a quien se presentara a hacer sus compras con el dedo manchado,
señal de que había votado. Grandes anuncios en diarios escritos, radio y televisión llamaban a la gente a presentarse el lunes a las tiendas. Si el dedo estaba manchado recibirían el 50% de descuento en la compra de cualquier producto.
Y lo cumplieron.

De igual manera, muchos empresarios chantajearon a sus empleados con el despido si después de las elecciones
se presentaban al trabajo sin el dedo manchado. Y lo están cumpliendo.

En los días previos a las elecciones, y el propio domingo electoral, empresarios y activistas ofrecieron 500 y 1 mil lempiras para que la gente fuese a votar por quien quisiera, pero para que votara. En municipios fronterizos con El Salvador -los más empobrecidos de Honduras- estos activistas visitaron casa por casa, persona por persona, con lempiras en mano. Como es obvio, ante cañonazos de ese calibre, quienes tienen mucha hambre de comida y muy limitada hambre de justicia, no se podían resistir. El día de las elecciones, los municipios fronterizos resultaron entre los de mayor afluencia de votantes a las urnas.

COSTOSAS, MILITARIZADAS
Y CON REPRESIÓN

Estas elecciones -las más caras en la historia electoral hondureña según los propios voceros del Tribunal Supremo Electoral- estuvieron revestidas de todas las señales de las típicas elecciones “estilo Honduras”. Una extensa militarización durante la semana previa a los comicios. Captura de activistas de la Resistencia al golpe de Estado y operativos de cateo a varias instituciones. El caso más emblemático fue el operativo contra la reconocida y prestigiosa Red Nacional de Comercialización Alternativa (COMAL). Sus oficinas y centro de capacitación fueron asaltados por unos cincuenta militares y policías, que decomisaron sus archivos, requisaron sus computadoras, sometieron a sus vigilantes a severos interrogatorios y amenazas y robaron dinero contante y sonante. En otros operativos se decomisaron periódicos populares, como “prueba de las actividades subversivas realizadas en esos centros de adiestramiento político e ideológico”, de acuerdo a las declaraciones de los oficiales responsables.

El propio día de las elecciones una manifestación pacífica de la Resistencia en San Pedro Sula fue severamente reprimida ante las cámaras de medios de comunicación internacionales. Otra característica de esta jornada fueron las advertencias en los medios de comunicación de que quien no fuera a votar cometería el delito de “traición a la patria”. Otra fue el amplio despliegue de “observadores internacionales” identificados exclusivamente con la línea oficial, que llegaron al país para ratificar la transparencia de las elecciones, haciendo caso omiso de todas estas violaciones a los derechos humanos.

¿CUÁNTA FUE LA ABSTENCIÓN?

La euforia de los medios de comunicación oficiales y los informes preliminares del Tribunal Supremo Electoral contrastaban con el desolado paisaje de las mesas electorales y con la presencia a cuentagotas de los votantes. En El Pital, una comunidad rural de Santa Bárbara, en el occidente del país, con más de 300 familias, se contabilizaron 14 votos, cifra que no expresó siquiera la participación de los delegados de las tres mesas electorales de esa comunidad. Cantidades parecidas hubo en varias comunidades aledañas.

El Tribunal Supremo Electoral estimó una participación mayor al 60% de votantes, obviando el informe de la empresa encuestadora “Hagamos democracia”, contratada por el mismo Tribunal para realizar un sondeo a boca de urna. Esta empresa -con evidente inclinación hacia los sectores golpistas- informó que el número de electores no había superado el 47%. En la batalla de cifras, que fueron de un extremo a otro según quien informaba, varios organismos independientes coincidieron en que hubo un abstencionismo que osciló entre el 60 y el 65%.

Sea cual sea la cifra real, la ausencia de amplios sectores de la población en las urnas electorales fue una obvia realidad en el escenario del último domingo de noviembre. No puede sostenerse ningún análisis que deje de tener en cuenta un abstencionismo no menor del 50%. Y esto, no sólo como consecuencia del golpe de Estado, sino porque los procesos electorales en Honduras vienen arrastrando una crisis de participación. Se expresó esto en las elecciones generales de noviembre 2005 que llevaron a Zelaya al poder y nuevamente en las elecciones primarias de noviembre de 2008. En esas primarias la abstención rondó el 65%. En las elecciones generales de noviembre de 2005 alcanzó el 49%. Si a estos datos de la historia reciente se suman los conflictos desatados con el golpe de Estado, el retiro de la candidatura independiente de Carlos H. Reyes -que representaba un porcentaje de votos no menor del 10%- se puede concluir que la abstención pudo haber llegado al 60%.

LOS DEL VOTO DURO

En los hechos, el evento electoral del domingo 29 de noviembre fue algo parecido a unas elecciones internas entre el Partido Nacional y el Liberal, en las que participó el voto duro de los nacionalistas y el voto del núcleo más duro de los liberales afines a los caudillos que planificaron y sostuvieron el golpe de Estado.

Resultado: unas autoridades electas que retomarán la antorcha del régimen de facto dándole plena legitimidad. El Partido Nacional ganó la Presidencia con una diferencia de 18 puntos sobre el Liberal, alcanzó una amplia mayoría de diputados en el Congreso Nacional: unos 75 frente a poco más de 40 liberales, con el resto de escaños repartidos entre los otros tres diminutos partidos. Controlará también la mayoría de las alcaldías del país.

PEPE LOBO: YO NO FUI

Aunque el porcentaje real de la gente que votó por los nacionalistas no pasa del 20%, estas elecciones le dieron a Porfirio Lobo y a los nacionalistas capacidad para tener un control total del Estado. Este triunfo “arrollador”, en elecciones seriamente cuestionadas, y con el notorio “triunfo” de los ausentes, se explica porque los nacionalistas capitalizaron a su favor el descalabro de los liberales, y no escatimaron esfuerzos en atizar y prolongar el conflicto provocado por el golpe de Estado. Ése era su as de triunfo.

Pepe Lobo nunca hizo ningún esfuerzo real para resolver el conflicto político nacional y mantuvo siempre un discurso lleno de formulaciones abstractas en torno a un diálogo nacional, sin contenido y sin sustento. Su partido se mantuvo activo cumpliendo la función de abogado defensor del golpe de Estado, aunque el discurso del candidato era el de yo-no-fui, con el fin de mantener una distancia prudencial de los liberales, insertos en el conflicto generado por el golpe, ya que Zelaya y Micheletti son liberales.

Su postura oportunista le garantizó a Porfirio Pepe Lobo un triunfo que viene buscando desde hace una década,
y lo sitúa ahora en posición óptima para impulsar un régimen de mano de hierro, al que siempre aspiró en los años 70
y comienzos de los 80, cuando hablaba de “la dictadura del proletariado”. Ahora verá realizado su sueño como ejecutor de un gobierno de extrema derecha. Pero un triunfo, cuantitativo y cualitativamente pírrico, ante los desbaratados liberales y ante una militante ausencia de las urnas, es lo que menos le importa a Pepe Lobo, un ambicioso ganadero olanchano.

NO A LA RESTITUCIÓN DE ZELAYA

Tres días después de las elecciones, el presidente del Congreso Nacional dio por inaugurada la sesión, seguramente con el quórum más alto en la historia de las sesiones legislativas -faltaron sólo 3 de los 128 diputados que integran este poder del Estado-, en la que se trató, como único punto, el decisivo y controversial numeral 5 de los acuerdos San José-Tegucigalpa, referente a la restitución o no de Manuel Zelaya Rosales en la Presidencia de la República.

Como la suerte ya estaba echada en la letra y el espíritu de los acuerdos firmados el 30 de octubre, confirmados con las elecciones generales, en la sesión del Congreso no podía haber sorpresa alguna. El escenario nacional de confrontación ideológica y política se expresó plenamente en las siete horas que duró la sesión. Cada uno de los diputados y diputadas fue “razonando” su voto, lo que significó que la inmensa mayoría hizo apología de la violencia, de la eliminación de los contrarios, de la democracia excluyente y del golpe de Estado.

Cuando los opositores al golpe de Estado pronunciaban los nombres de los asesinados o de las mujeres violadas
en esta etapa, el salón del Congreso retumbaba de risotadas de los congresistas y de rechiflas hacia quienes demandaban justicia y verdad sobre lo ocurrido en cinco meses de represión y violaciones a los derechos humanos. Resultado final: 111 diputados en contra de la restitución de Zelaya y 14 a favor.

ENERO: LA SIGUIENTE ETAPA

Las élites empresariales, políticas y militares están cumpliendo con coherencia y a rajatabla con el golpe de Estado que diseñaron ya desde el primer trimestre de 2009 y comenzaron a implementar el 28 de junio.

Las elecciones del 29 de noviembre han sido el segundo paso legitimador del golpe y la resolución del Congreso
del 2 de diciembre cerró la primera etapa de este proyecto político. Ahora avanzarán con firmeza, decisión
y euforia hacia el cumplimiento del tercer paso: la asunción del nuevo gobierno el 27 de enero de 2010, lo que abrirá la siguiente etapa: un régimen político que, más que en otras administraciones, estará en manos de los sectores más fundamentalistas de la derecha hondureña, que encontrarán pleno respaldo entre los políticos de América Latina que han hecho de Honduras un terreno simbólico y real para combatir cualquier influencia del socialismo que encabeza Hugo Chávez.

ESTADOS UNIDOS:
SÓLO UNAS LÍNEAS TORCIDAS

El laboratorio hondureño está dando los resultados esperados. Seguramente, mayores que los esperados, superado ya casi el prolongado bache que significó el cerco de la comunidad internacional contra los golpistas y la presión de la Resistencia interna, demandando al unísono el retorno a la constitucionalidad.

A finales del año, ya el cerco internacional comienza a resquebrajarse. Las élites hondureñas siempre supieron que ese cerco tenía bases endebles, puesto que lo sostenían países y gobiernos que han sido sus aliados permanentes. Hubo malestar y sorpresa en los políticos, empresarios y militares cuando el gobierno de Estados Unidos les cerró las puertas y hasta les canceló las visas a algunos de los más conspicuos representantes de la política golpista. Esta medida, ejecutada por el aliado mayor, de quien sólo podían esperar respaldo y complicidad, los descolocó en algún momento.

Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos nunca les falló. Lo que ocurrió fue que el respaldo lo fue dando escribiendo “derecho” el guión habitual, pero en algunos “renglones torcidos”. Esto confundió a algunos, pero al final Estados Unidos logró el objetivo político deseado: legitimar a los sectores y a las medidas que dieron al traste con la administración de Zelaya, advirtiendo así a Chávez y a los países de América Latina con debilidad institucional que sólo admite una economía y una política que no ponga en riesgo sus intereses y que está decidido a no dar marcha atrás. El caso hondureño no debe dejar dudas.

PEPE LOBO
GOBERNARÁ SOBRE UN POLVORÍN

Más allá de la existencia real o fantasmal de la intromisión de Hugo Chávez en Honduras, y más allá de las arbitrariedades o abusos de poder cometidos por la administración de Zelaya, el golpe de Estado iniciado el 28 de junio, dejó al descubierto la precariedad institucional de nuestro país y la subordinación de las leyes a quienes tienen más poder y más dinero. Por eso, la tarea política fundamental debe ser enfrentar las causas que dieron origen a este conflicto. Los sectores golpistas, naturalmente, evadirán esta tarea y, emborrachados con el “éxito” de su plan político anti-Chávez y antipopular, no se dan cuenta de que lo que han logrado es ensanchar el abismo de las confrontaciones. No perciben que el actual conflicto se añadirá a los muchos conflictos precedentes, acumulados a lo largo de al menos las últimas dos décadas.

Pepe Lobo gobernará sobre un polvorín, y la respuesta de “mano dura“ que dará a la oposición puede revertírsele.
Sin afrontar el conflicto, sin consenso, con represión y representando y protegiendo solamente los intereses de un modelo que se sostiene sobre la depredación de los recursos naturales y sobre la acumulación de capital al menor costo y en el menor tiempo posible, estará sacándole punta a una estaca que tarde o temprano se clavará en el pecho quienes hoy celebran su “arrollador” triunfo.

SE AVECINA
UN RÉGIMEN REPRESIVO

El presidente electo y su comitiva se aprestan a asumir el gobierno el 27 de enero de 2010. El primer paso que dieron hacia ese evento fue la decisión del Congreso Nacional en la noche del 2 de diciembre. Pepe Lobo lo dejó claro y en pocas palabras: “Mel Zelaya es un asunto del pasado”. Confirmaba así que la tarea que este grupo asume no es resolver la crisis interna derivada del golpe. Las tareas de Lobo serán montar un plan de reactivación económica e impulsar una ofensiva diplomática para reducir el cerco internacional antigolpista, impidiendo cualquier intromisión extranjera desfavorable.
En estas pocas semanas antes de llegar al gobierno, Pepe Lobo y su equipo diseñarán también un plan de emergencia profiláctica para que el nuevo Ministro de Seguridad -Oscar Álvarez, quien hizo de las suyas en ese mismo puesto en la administración de Ricardo Maduro- empiece a perseguir, a sangre y fuego, a los delincuentes y a los que se distinguieron como dirigentes de la Resistencia contra el golpe. Delincuentes callejeros, jóvenes pandilleros y dirigentes populares, comunales y de izquierda, caerán en el mismo saco en esa lucha a favor de la “paz social”. Bajo el paraguas de la lucha contra el crimen y la delincuencia, Pepe Lobo inaugurará un régimen autoritario y represivo.

Ya lo dijo Oscar Álvarez, dos días después de las elecciones: “A partir del 27 de enero iremos a sacar a los delincuentes de su propia cama, mientras duerman”. En la administración de Maduro, Álvarez nunca definió las fronteras entre quienes eran delincuentes callejeros y quienes eran opositores. Contra ambos grupos dirigió la represión.

El período de la democracia representativa, que se inauguró en Honduras a comienzos de los años 80 colapsó el 28 de junio. Con la administración de Pepe Lobo Sosa arrancará la etapa de las derechas fundamentalistas, teniendo a Honduras como modelo experimental para el resto del continente.

PEPE LOBO:
SOBRE TRES HORCONES

Ciertamente, los golpistas lograron enviar a Zelaya al pasado. Pero dejaron abiertas todas las puertas para que los conflictos se acumulen y se incremente la inestabilidad y la ingobernabilidad. Antes de llegar al gobierno, Lobo tratará de amarrar todos los hilos para asentar su propuesta sobre tres horcones: un agresivo plan de reactivación económica; un plan de compensación social para ganarse a algún sector de los más empobrecidos y organizar con ellos posibles grupos de choque; y un plan de seguridad y de profilaxis social y política, que irá consolidándose en la medida en que crezca la crisis económica heredada de los últimos años y la presión de los sectores aglutinados en la Resistencia.

UN PROYECTO INSOSTENIBLE
SIN LA RESISTENCIA

El nuevo gobierno podrá plantear una propuesta de gobierno convirtiendo, sin ninguna piedad, a Zelaya en un factor insignificante. Sin embargo, ese plan, en una Honduras atrapada en una crisis de la envergadura destapada a partir del 28 de junio, no podrá sostenerse. Ninguna propuesta tendrá futuro sin contar con la presencia activa y decisiva de los sectores que han configurado ese fenómeno nuevo que ha sido la resistencia. Aunque este movimiento político y social aún no ha logrado articularse como proyecto orgánico, ha sabido despertar una conciencia ciudadana como ningún otro movimiento lo había logrado desde hace décadas.

Honduras sigue en manos de sus élites tradicionales, y con la misma lógica que estuvo en la base del conflicto que provocó el golpe de Estado. El gobierno de Pepe Lobo Sosa -si quiere sobrevivir a la inestabilidad que le espera- está en la obligación de abrirse a la Resistencia.

ANTE UNA ENCRUCIJADA

Una vez celebradas las elecciones y ratificada la no restitución del orden constitucional, nos situamos ante una inevitable encrucijada: O se recupera el país apostando a un nuevo pacto social, con la participación de todos los sectores de la sociedad, lo que significa que hay que ver mucho más allá de las formalidades de los resultados del proceso electoral y del nuevo gobierno sin consensos que surge de estas urnas. O avanzamos inevitablemente hacia una creciente descomposición social, en donde la racionalidad será aplastada por la ley del más fuerte y en donde la única lógica será la del sálvese quien pueda.

Para evitar este camino, sólo existe una condición de posibilidad: romper con la dinámica violenta y controversial que subyace en el golpe de Estado, y lograr esa ruptura con todas las fuerzas políticas y diplomáticas posibles, para así poner en marcha el diálogo que nunca se dio en estos meses. Un diálogo que logre, con los consensos necesarios, verdaderos acuerdos nacionales. Sólo esto evitará que Honduras termine en un despeñadero.

UN MODELO COLAPSADO

Para hacer posible la búsqueda de un nuevo pacto social, las élites representadas en la administración de Lobo Sosa tendrían que asumir que el modelo político bipartidista colapsó. Y no porque se hundiera a partir del golpe de Estado. Ya estaba hundido, y el golpe dejó plenamente al descubierto ese colapso.

Y más de fondo todavía: no sólo ha colapsado el modelo bipartidista. También la concepción que sobre el Estado y la política siguen teniendo las poquísimas familias que se expresan a través de las estructuras de dirección del Partido Liberal y del Partido Nacional. ¿Cuál es esa concepción? Que el Estado y sus recursos son su propiedad y que la política es la gran oportunidad para enriquecerse y ejercer abusivamente el poder.

UNA OPORTUNIDAD ÚNICA

Honduras necesita abrirse hacia un modelo político e institucional que no concentre el capital en tan pocas familias. Necesita un Estado que se redefina a partir de una institucionalidad mucho más pluralista y que fomente la democracia participativa, y no sólo el caudillismo, fuente de corrupción y de autoritarismo.

La crisis actual nos ha abierto la oportunidad para una propuesta de reestructuración política. Esta crisis -que no ha concluido- puede conducirnos a la destrucción o a la reconstrucción, a rehacernos como personas y como sociedad, a partir de una ciudadanía que ha emergido de la crisis con dignidad y desde abajo.

Nunca como hoy hemos estado ante una oportunidad como ésta, para empezar a construir el espacio de lo público como el bien común, y no como un bien de unos poquitos a costa de ampliar el mal común a muchísimos. Lo que debe ser “cosa del pasado” no es Zelaya. Es este modelo, que durante tantos años nos ha hecho creer que nacimos para obedecer a unos cuantos. Nos merecemos una mejor suerte.

CORRESPONSAL DE ENVÍO EN HONDURAS.

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