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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 328 | Julio 2009

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El Salvador

¿Existe aún oligarquía, existen “las 14 familias”?

¿Qué grupos de poder se encuentra Mauricio Funes al iniciar su gobierno? ¿Cómo cambiaron las estructuras del poder tradicional en El Salvador al término de la guerra, después de cuatro gobiernos del partido ARENA? ¿Qué quiebres y giros ha habido, qué permanece del pasado oligárquico?

Carlos Velásquez Carrillo

La historia de El Salvador en la era republicana ha estado caracterizada por abismales desigualdades en el engranaje de las relaciones sociales y la estructura del poder. El término “oligarquía”, utilizado para denotar a la rancia oligarquía cafetalera que se cimentó en las reformas liberales del último cuarto del siglo 19, encontró un lugar especial en el imaginario popular e incluso se sigue utilizando para identificar a los contados individuos que ejercen el nuevo poder económico.

Pero desde el punto de vista conceptual nos podemos preguntar: ¿Cómo ha cambiado la oligarquía en El Salvador? ¿Podemos seguir utilizando el término oligarquía para denominar a los nuevos grupos financieros de poder? El Salvador ha cambiado de forma acelerada en los últimos 30 años: de un sistema agropecuario exportador con tintes semifeudales a una economía basada en las finanzas, los servicios, y las importaciones, que utiliza nacionalmente el dólar, la moneda de la superpotencia mundial, como instrumento de cambio. Del mismo modo, la oligarquía cambió, pero este cambio se ha cristalizado en formas desiguales.

OLIGARQUÍA CAFETALERA:
UN SIGLO DE PODER

La nueva oligarquía ha cambiado sus viejos fundamentos ideológicos basados en preceptos terratenientes-feudales y retrógrados por el innovador y “modernizante” mundo de la doctrina neoliberal, pero el resultado macrosocial de este quiebre ideológico ha representado simultáneamente un continuismo del privilegio y la desigualdad en El Salvador. La estructura de poder se ha consolidado e incluso se ha agudizado.

Podríamos argumentar que la rancia oligarquía cafetalera fue exitosa en perpetuar durante un siglo su ideología tradicionalista y agraria (de principios de 1880 a 1979), aunque las modalidades hayan cambiado a través de los años. Cuando la Gran Depresión mundial de principios de los años 30 echó a perder el proyecto político de la oligarquía -sentada en la silla presidencial desde 1880- y se entró en una crisis de poder, los militares fueron llamados para restablecer el orden a fuerza de cañón y salvar un estatus quo que parecía tambaleante.

La intervención militar cerró “con broche de oro” su nuevo protagonismo al masacrar a 30 mil campesinos en enero de 1932. Y ese protagonismo no cesó hasta la firma de los Acuerdos de Paz. Lo que hay que destacar de esta breve reseña histórica es esto: la ideología de la oligarquía cafetalera se mantuvo casi intacta a través del siglo 20 y esta ideología bloqueó todo esfuerzo por promover iniciativas de desarrollo endógeno que diversificaran la base productiva del país y engendraran una distribución más balanceada de la renta nacional. Los intentos por industrializar el país, en base a un modelo de sustitución de importaciones, quedaron truncos por una negligencia intencionada. Hasta finales de los años 70 el sector oligárquico agroexportador todavía constituía la espina dorsal de la economía salvadoreña y su mayor fuente de divisas y excedente.

CON CRISTIANI:
EL SALTO A LA “MODERNIDAD”

La crisis de los precios del café a finales de los años 70, el golpe de estado de octubre de 1979 y la estrategia contrainsurgente diseñada desde Washington durante los años 80 propiciaron un duro golpe al dominio, y eventualmente a la piedra angular ideológica, de la rancia oligarquía cafetalera. Se nacionalizaron el comercio exterior del café y del azúcar, se estatizaron los bancos, se diseñó una reforma agraria limitada. Todas estas medidas juntas quebraron el patrón acumulativo que reinaba desde el siglo 19.

La tabla de salvación la proporcionó la doctrina neoliberal, que para finales de la guerra en El Salvador se había convertido en la ideología hegemónica mundial, capitaneada desde el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Con el triunfo electoral de Alfredo Cristiani en 1989, las puertas se abrieron para que El Salvador experimentara con el modelo anunciado desde arriba como nueva base de la economía mundial. Y es precisamente entonces cuando se lleva a cabo el quiebre histórico en la ideología constitutiva y funcional de la oligarquía salvadoreña: se da el salto de la mentalidad agraria tradicional a la “modernidad”: un modo de producción sustentado en el sector financiero e importador vinculado a los circuitos transnacionales de capital
y de servicios.

De oligarquía retrógrada se pasa a una supuesta burguesía “despercudida” concentrada en los servicios. Del café y el siervo semifeudal se pasa al centro comercial y al trabajador asalariado flexible.

TIRO DE GRACIA
AL SECTOR AGROEXPORTADOR

Este quiebre también tuvo su desgaste interno. La llegada de Cristiani al poder fue el triunfo del ala más modernizadora de la oligarquía y muchos de estos nuevos protagonistas no venían necesariamente del núcleo histórico preponderante de las “catorce familias”. Desde el principio, y empezando con la privatización de la banca y la reforma tributaria, el gobierno de Cristiani atacó frontalmente al sector agroexportador.

El fin del modelo que prevaleció durante los años 80 no podía augurar una orientación gubernamental diferente. El establecimiento de una política crediticia anti-agro y pro-servicios, la implementación de incentivos fiscales (el drawback) para las exportaciones no-tradicionales como la maquila y la apertura comercial que redujo aranceles a las importaciones, dieron la pauta para marginar a los agroexportadores. La introducción de un tipo de cambio fijo, sustentado por ley, dio el tiro de gracia a este sector moribundo.

“LOS OCHO” DOMINANTES

La ruptura intra-clasista se trasladó a pugnas dentro del partido ARENA, y el ala tradicional, aún con algunos recursos e influencia, buscó el camino a la reivindicación con la Presidencia de Calderón Sol. Pero las cartas ya estaban tiradas y no había vuelta atrás.

Algunos de los perdedores se refugiaron en el PCN, otros optaron por quedar en los márgenes, a oscuras. En este sentido, el ala empresarial y financiera, levantando la bandera neoliberal y renunciando casi por completo a su pasado tradicional, se constituyó en los ocho grupos empresariales que han venido dominando la economía salvadoreña desde 1989: Cuscatlán, Banagrícola, Banco Salvadoreño, Banco de Comercio, Agrisal, Grupo Poma, Grupo de Sola y Grupo Hill.

ENTRE LOS 20 PAÍSES
MÁS DESIGUALES DEL MUNDO

Sin embargo, este quiebre ideológico dentro de la composición oligárquica salvadoreña no se ha traducido en un salto hacia el progreso para el país. El nuevo grupo de poder salvadoreño difícilmente se puede catalogar como una burguesía en el sentido tradicional de la palabra, porque los espacios para un reacomodo socioeconómico y político más incluyente y más orientado a la equidad y a la redistribución -sin que esto signifique el fin de las desigualdades que origina el capitalismo- se han visto cerrados por la mezquindad de siempre. En otras palabras, el cambio en ideología y carácter del poder oligárquico no han significando un cambio en la esencia de la estructura de poder del país. De hecho, esa estructura de poder se ha concentrado aún más.

Para muestra, un botón: Social Watch reporta que en 1995 el 66% de los frutos de la actividad económica quedaban en manos de los empresarios en forma de ganancias, mientras que el 34% le quedaba a los trabajadores en forma de salarios. En 2005, las ganancias eran del 75% y los salarios del 25%. Si esa estadística se simplifica, se puede decir que “113 mil empresarios se quedan con 75% de lo que producen 2 millones 591 mil personas trabajadoras.”

El índice Gini, una medida para indicar el nivel de desigualdad de ingresos, sitúa a El Salvador entre el 20% de los países más desiguales del mundo, con un 0.525. En cifras reales, esto significa que en El Salvador el 20% más rico recibe 56% del ingreso, mientras que el 20% más pobre recibe apenas el 3%, casi 19 veces menos que los más ricos.

OTROS GRUPOS,
LA MISMA JERARQUÍA

Es indudable que la ideología de los grupos de poder ha cambiado y, por lo tanto, su naturaleza y orientación funcional son diferentes. El grupo empresarial financiero que se ha logrado imponer es un grupo neoliberal desligado casi por completo de tendencias agrarias y exportadoras. La economía que se ha creado, basada en el capital financiero, en los servicios, en las importaciones, y que sobrevive de las remesas, da fe de ello. Pero las relaciones sociales y la rígida jerarquía del poder, ancladas en normas históricas, se han mantenido y se han profundizado. ¿Se le puede llamar oligarquía a esos ocho grupos empresariales que ahora manejan la economía salvadoreña?

CON LA PAZ,
EL GIRO NEOLIBERAL

Para la firma de los Acuerdos de Paz en 1992, un nuevo grupo de poder se había afianzado en el poder a través de las políticas del gobierno arenero de Cristiani. Los Acuerdos de Paz apenas rozaron el sistema socioeconómico del país. Se concentraron en la eliminación de los militares como institución beligerante y en la transición institucional, mientras las reformas neoliberales siguieron su curso sin interrupción.

En este contexto -y apegándonos al principio de que cada etapa histórica debe ser analizada de acuerdo a sus circunstancias específicas, incluyendo su respectiva estructura de poder-, podemos identificar dos fases de consolidación oligárquica en la época neoliberal: la fase nacional y la fase transnacional.

La primera fase ha sido caracterizada por una serie de políticas económicas de corte neoliberal que ARENA, como instrumento de los grupos dominantes, implementó para beneficiar exclusivamente los intereses de estos grupos y que al mismo tiempo moldearon la naturaleza y el funcionamiento de la nueva estructura de poder en El Salvador.

LA GRAN ESTAFA
Y SUS BENEFICIARIOS

Malherida por las políticas intervencionistas de los años 80, la nueva ofensiva oligárquica se apegó a los preceptos neoliberales del Consenso de Washington y al apoyo de las instituciones financieras internacionales para trazar su nuevo rumbo. La primera gran transformación neoliberal del período de Cristiani fue la reprivatización de la banca, que benefició a un pequeño grupo y cimentó el nuevo poderío financiero que hoy vemos consolidado.

Todos sabemos que los beneficiarios fueron: Murray Meza, Simán, Poma, Kriete, el mismo Cristiani y otros más, pero el proceso hay que destacarlo como una de las grandes estafas perpetradas contra el pueblo salvadoreño en los últimos años. Cristiani “limpió” la cartera morosa de los bancos del Estado con dinero de los cofres públicos -una suma que llegó a los 3 mil 500 millones de colones- y ya “limpios” los pasó a sus amigos y a su familia.

Quince años después, estos bancos se vendieron al capital transnacional por 4 mil millones de dólares y hasta hoy
el fisco salvadoreño sigue esperando el pago de impuestos correspondientes a esta millonaria transacción. Por un lado, porque la mayoría de los activos estaban registrados fuera del país y por otro, porque la evasión por parte de los millonarios
fue pan diario en la gestión de ARENA.

REFORMA TRIBUTARIA:
ROBIN HOOD AL REVÉS

La nueva política crediticia de los bancos privados, que castigaba al agro y alentaba los servicios, junto a las políticas de liberalización de precios, dieron la pauta para la reversión paulatina de la reforma agraria de los años 80, ya que muchas cooperativas entraron en mora por la falta de apoyo estatal y la baja en competitividad. Muchas tierras volvieron a sus dueños originales.

Del mismo modo, la comercialización del café y del azúcar volvió a manos privadas. La importación del petróleo también se privatizó. Cuando el Presidente Calderón Sol privatizó el sistema de pensiones e introdujo las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) los beneficiados fueron los grandes banqueros privados ligados a ARENA, quienes terminaron integrando las AFP a sus prósperos circuitos financieros. Asimismo, la reforma tributaria impulsada por ARENA tuvo claros ganadores y perdedores. Para empezar, Cristiani eliminó el impuesto al patrimonio -pagado por los dueños de grandes propiedades-, redujo a la mitad el impuesto sobre la renta -lo que benefició a quienes ganaban más- y comprimió gradualmente los aranceles -lo que facilitó el negocio de la importación al que muchos empresarios ya habían apostado-.

Los hoyos fiscales que esta reforma tributaria acarreó fueron tapados con el IVA, el impuesto más regresivo que se puede concebir, sobre todo cuando ni los granos básicos ni las medicinas se salvan de él. El economista César Villalona lo describe de forma simple pero contundente: “El sistema tributario de El Salvador es como un Robin Hood al revés: le quita a los pobres para darle a los ricos”.

LA CEREZA EN EL PASTEL

Finalmente, la dolarización y los Tratados de Libre Comercio (TLC) vinieron a ponerle la cereza al pastel neoliberal que los poderosos han implementado. Al dolarizar la economía, los únicos beneficiados fueron los conglomerados bancarios y los grandes importadores, ya que el riesgo de un colón devaluado -un impedimento para las compras en el exterior y un peligro para las deudas de los mismos bancos- fue cortado de tajo.

Los TLC facilitan aún más la industria importadora y han terminado de rematar a las exportaciones y al sector agropecuario. El Banco Central de Reserva reporta que en 2008 el déficit comercial fue de más de 5 mil millones de dólares y la tendencia para el 2009 tiende a mantenerse. Las remesas ya no podrán llenar ese vacío, y al no tener un sector exportador que genere divisas, el camino hacia un continuo endeudamiento parece ser la única opción viable a corto plazo, aunque nefasta a largo plazo.

UN ESTADO NEOLIBERAL
Y SECUESTRADO

Este breve recuento de las políticas neoliberales nos ayuda a dilucidar el nuevo engranaje del poder en El Salvador: una economía de servicios e importaciones que solamente beneficia los intereses de los nuevos grupos financieros-importadores y que castiga duramente a la minimizada clase media y a los sectores populares. La economía neoliberal ha servido como medio perfecto para que los grupos oligárquicos recuperen y consoliden sus intereses y privilegios en el ámbito nacional.

El neoliberalismo ha despojado también al Estado salvadoreño de su roles reguladores y distributivos, porque éstos se han transferido a la supuesta justicia y eficiencia del libre mercado y a la ética empresarial. El Salvador es un Estado neoliberal, pero también un Estado secuestrado por un pequeño grupo de personas con intereses bien definidos e intocables.

Inevitablemente, esta concepción no sólo es errada, ya que la sociedad salvadoreña se maneja con monopolios y oligopolios -la antítesis del libre mercado-, sino que ha llevado a un ciclo perverso de injusticias en la economía política y de corrupción en la administración del Estado. Ahora enfrentamos mayor concentración del ingreso nacional, que se alimenta de una economía especulativa que se concentra en las ganancias a corto plazo.

LLAMÉMOSLES ASÍ

En los últimos veinte años se han privilegiado los intereses del gran capital aglomerado en ocho grupos empresariales, que al final se han apoderado de los mercados nacionales de bienes, servicios y capital financiero. Y así hemos visto la consolidación de un Bloque Oligárquico Neoliberal, término que propongo para conceptualizar a los nuevos grupos de poder en El Salvador. Son oligárquicos por su mentalidad en cuanto a su concepción del poder y son neoliberales por la ideología que guía su nuevo comportamiento en la economía política.

POLITÓLOGO Y COLABORADOR DEL INFORMATIVO DIGITAL SALVADOREÑO CONTRAPUNTO.

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