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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 314 | Mayo 2008

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Nicaragua

El mar, el barco y los timoneles

El mar internacional está encrespado. El barco en que nos toca navegar lleva un rumbo incierto, una brújula desajustada, y en lo alto del tajamar un mascarón de proa averiado por el tiempo. ¿Son conscientes los timoneles?

Equipo Nitlápan-Envío

El alza imparable de los precios del petróleo y el alza disparada de los precios de los alimentos son temas que a diario aparecen en el agitado mar de las noticias internacionales. Están provocando naufragios cotidianos en los que ya perece mucha gente en muchas partes del mundo.

En Nicaragua -con una matriz energética dependiente en un 80% de los derivados del petróleo y con un 70% de su población saliendo adelante a pura sobrevivencia- las imparables olas alcistas sacuden el barco en el que nos toca navegar a todos y ponen a prueba a los timoneles del gobierno del Frente Sandinista -principales responsables de su rumbo- y también al resto de la tripulación con algún control y poder de lo que sucede en los camarotes de la nave. También a quienes podemos comer, trabajar y hasta pensar en estos tiempos de crisis.

UN ACUERDO SUPER-GENEROSO

Ya al día siguiente de que en enero 2007 Daniel Ortega tomara el timón del barco, Nicaragua entró al proyecto ALBA y el Presidente de Venezuela Hugo Chávez se comprometió a suministrarnos “durante los próximos cien años” todo el petróleo del que dependemos. En abril, Chávez y Ortega firmaron elAcuerdo Energético del ALBA,que garantiza al país 10 millones de barriles anuales de crudos, productos refinados y gas licuado, todos los combustibles que mueven nuestra economía. El Acuerdo indica que la operación se realiza entre una filial de la empresa estatal venezolana PDVSA -se llamó primero ALBANIC y después ALBANISA- y la empresa estatal nicaragüense PETRONIC.

En ALBANISA, Venezuela tiene el 60% de las acciones y Nicaragua el 40%. En PETRONIC, Nicaragua tiene una mayoría de acciones, después del acuerdo que logró con la transnacional Glencore, finiquitado hace unos meses en el más estricto secreto.

Según el Acuerdo Energético del ALBA, Nicaragua compra el combustible a precios de mercado y lo vende en todo el país. La principal ventaja que obtiene está en las facilidades de pago: el 50% lo paga en 90 días y al 2% de interés anual y la otra mitad la pagará en 23 años con 2 años de gracia y al 2% anual. De esta mitad -vendida a un crédito tan concesional-, un 25% integra el Fondo ALBA, con el que se financian en Nicaragua obras de infraestructura, proyectos sociales y otros, según se lee en el Acuerdo. Y el otro 25% es asumido por la República de Nicaragua, según se lee en el Acuerdo. El dinero -procedente de la venta del petróleo venezolano, comprado en condiciones tan favorables- lo controla hoy el gobierno sin dar cuenta ni a las instituciones ni a la sociedad de cómo, en qué y para qué lo usa.

UN PRESUPUESTO EXTRA
Y MILLONARIO

Por provenir de un crédito, la operación petrolera con Venezuela le genera al Estado de Nicaragua una deuda, que es una deuda pública. Por ser una operación internacional de crédito tiene que aparecer registrada en el Presupuesto. Las leyes establecen que los créditos y las donaciones deben incluirse en el Presupuesto para ser objeto del escrutinio parlamentario y público. Y por ser un acuerdo firmado por dos Presidentes tiene que ser ratificado por los Parlamentos de ambos países.

Sin embargo, el Acuerdo fue aprobado por la Asamblea Legislativa de Venezuela poco tiempo después de su suscripción, mientras en Nicaragua ni siquiera ha sido presentado por el Presidente Ortega a la Asamblea Nacional. Nada de lo referente a la operación petrolera aparece registrado en el Presupuesto General de la República: ni los egresos por el pago del petróleo ni el uso que el Fondo ALBA (el gobierno lo llama ALBA-CARUNA, por el nombre de una cooperativa de crédito agrícola afín al FSLN) -administrado por funcionarios del gobierno de Nicaragua- hace del 25% dedicado a “obras de infraestructura, obras sociales y otros” ni mucho menos el destino del 25% que “asume” el gobierno.

De hecho, Venezuela le ha permitido al gobierno de Nicaragua manejar un millonario “presupuesto paralelo”. Mientras más se encarece el precio del petróleo, más crece ese presupuesto. Este año podría llegar a ser de 225 millones de dólares disponibles, después de la compra-venta del crudo.

¿PARA QUÉ SE ESTÁN USANDO?

Por incapacidad de almacenamiento estatal, en 2007 no llegaron al país los barriles de crudo venezolano acordados. Resuelto el problema con la escaramuza legal que montó el gobierno Ortega para forzar a la transnacional Esso a que le cediera sus tanques, esa limitación se resolvió. Ya en 2008 han ido llegando al puerto de Corinto, en el Pacífico, un promedio diario de 27 mil barriles de crudo venezolano.

Con el alza continua de los precios del petróleo -cuyas consecuencias resienten hoy todos los sectores nicaragüenses-, y siendo Nicaragua el país centroamericano que menos combustibles consume, pero el que los paga más caros porque los tiene gravados con el impuesto más alto, el beneficioso Acuerdo del ALBA está hoy en el centro del debate, tanto en la calle como en los medios. ¿En qué beneficia al país y a la gente ese Acuerdo? ¿Para qué están siendo usados los millonarios recursos que se derivan de la operación petrolera? ¿Para qué deberían usarse?

MOTÍN A BORDO

En las calles es constante la pregunta, el reclamo: ¿Por qué si Venezuela está compartiendo con nosotros “gotas” de su mar de petróleo de forma tan generosa, el gobierno no controla el precio de venta de la gasolina, del diesel, del gas? ¿Por qué no hace algo si tiene el respaldo del país con la reserva de petróleo más grande del mundo? ¿No era un alivio petrolero lo que prometía Ortega en su campaña electoral? ¿Cuál es la ventaja tangible, palpable, del apoyo de Chávez? Taxistas, transportistas de carga, buseros locales e interlocales y todos los demás reclaman al gobierno un congelamiento de los precios.

Siendo diaria e imparable el alza, ¿en qué punto habría que congelarlos? ¿Y por cuánto tiempo? Algunas voces le reclaman al gobierno medidas, aunque sean paliativas, similares a las tomadas por el gobierno de Honduras, que a inicios de abril decidió congelar por tres meses el precio de los combustibles y estabilizar los precios a través de una línea de crédito venezolana.

Dar respuesta a este reclamo no es fácil para el gobierno. Dar explicaciones más claras de los beneficios del acuerdo sí es su responsabilidad. Iniciar una sostenida y masiva campaña de ahorro de energía es también una responsabilidad que ni el gobierno ni la empresa privada están asumiendo seriamente.

El paro nacional de transporte iniciado el 5 de mayo puso a prueba la capacidad de diálogo y el liderazgo de los capitanes del navío. Es tan compleja la crisis nacional que seguirán otros motines a bordo.

Según el director del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), “el gobierno de Ortega está entrando en un período de prueba. Antes, con los gobiernos liberales era el que organizaba y el que controlaba los conflictos y las protestas sociales. Pero es evidente que ahora, ante el tamaño de la crisis económica, ha perdido ese control. Ahora es su momento, el momento de probar y de demostrar su apoyo a los sectores pobres que dice representar”.

¿QUIÉN DECIDE?

Preguntas de fondo y muy justificadas, que rebasan la coyuntura del alza del petróleo, surgen ante el Acuerdo petrolero: ¿Quién administra el Fondo ALBA? ¿Con qué criterios? ¿A quiénes le rinden cuentas? ¿Dónde está ese Fondo? ¿Cuáles son las “obras de infraestructura, proyectos sociales y otros” que el gobierno financia con el acuerdo petrolero? No resultan muy visibles. ¿Son las prioridades que el país demanda en estos momentos o están orientadas por intereses partidarios? ¿O a proyectos familiares?

El Presidente Ortega ha respondido en varias ocasiones que gracias a Venezuela en el país hay luz y no hay que recurrir a los racionamientos-apagones de ocho horas durante la mitad de 2007-, porque el Estado está subsidiando a las generadoras de energía. Dice también Ortega que es también gracias a Venezuela que se mantiene congelado el precio del pasaje de buses en Managua en 2.50 córdobas -aunque ese subsidio inició en tiempos del gobierno de Bolaños cuando no había acuerdo con Venezuela-. También habla Ortega de inversión en calles y carreteras que estarían siendo financiadas con los recursos petroleros.

BODEGAS SECRETAS

Después de más de un año de estar en marcha el Acuerdo Energético del ALBA no hay cómo comprobar cuántos de estos recursos se están usando en qué y con qué eficacia. O si hay derroche. Donde no hay transparencia y hay discrecionalidad siempre hay corrupción. Daniel Ortega llama “sinvergüenzas” y “enemigos del pueblo” a quienes preguntan, mientras todas las cifras permanecen ocultas, bajo mantos de secretismo, en las bodegas del barco.

Ahí en la bodega, el administrador de lo que entra y sale del barco es Francisco López, vicepresidente de ALBANISA, gerente de la empresa estatal PETRONIC, tesorero del partido Frente Sandinista y funcionario de conocida cercanía a la pareja gobernante. Los tesoros que resguarda y administra son una de las más preocupantes expresiones de la confusión Estado-Partido, hecha ya política oficial en el actual gobierno.

MANEJAN, NEGOCIAN
Y OCULTAN

La oscuridad que rodea todo lo relativo a los fondos venezolanos ha sido constante motivo de reclamos al gobierno de parte de los medios, de los sectores nacionales que generan opinión pública, de la comunidad cooperante y del FMI.

Por fin, el 24 de abril la Contraloría General de la República anunció que realizaría una auditoría a la empresa estatal PETRONIC para encontrar respuestas a estas cuestiones o, al menos, a algunas de ellas. En vísperas de esta decisión, Roberto Courtney, director ejecutivo del organismo cívico Ética y Transparencia, había alertado así a la ciudadanía: “Estamos ante un partido en el gobierno que maneja, negocia y oculta una gran cantidad de recursos sin rendirle cuentas a nadie. Esto es inédito, es peor que aquellos malos manejos de los fondos discrecionales que se institucionalizaron durante el período del ex-Presidente Alemán. Al menos aquellos fondos estaban incorporados al presupuesto y se sabía cuántos millones eran, aunque no supiéramos en qué se gastaban y sospechábamos que eran usados para todo tipo de accio¬nes ilícitas. Ahora no sabemos nada…”

¿Aclarará la Contraloría estos secretos? Indicaría un grado de independencia difícil de imaginar en una institución que fue una de las primeras en la que los altos cargos fueron repartidos al ritmo del pacto PLC-FSLN.

COMER ES CADA VEZ
MÁS COSTOSO

El precio en alza del petróleo amenaza con volcar la nave en que surcamos este complejo momento de nuestra historia. O puede llevarnos a un puerto sin retorno en donde encallemos. ¿Y el precio de los alimentos?

El alza de los precios de los alimentos a nivel mundial es consecuencia de la conjunción de varios factores. Influye el aumento en el nivel de vida y en el nivel de comida de multitudes poblacionales de China y de India -países que albergan a una cuarta parte de la humanidad-. Interviene también el hecho de que extensas áreas dedicadas a maíz y a otros granos básicos se hayan orientado a producir biocombustibles.

Tiene que ver el alza del costo de la comida con el alza de los precios del petróleo, ya que gran cantidad de los alimentos que circulan de norte a sur y de oeste a este del mundo globalizado lo hacen a punta de combustibles. Pesan también en esta crisis las sequías que el cambio climático está causando en importantes áreas productivas del planeta.

Y agrava el problema el abandono al que el campo -sin reformas agrarias- y los campesinos que producen alimentos -sin apoyo técnico y sin créditos- han sido arrojados en las últimas décadas de urbanización descontrolada, fe ciega en los poderes de la mano invisible del mercado y embate globalizador. Esto se siente especialmente en América Latina, donde sigue siendo verdad aquella imagen con la que Eduardo Galeano caracterizó a nuestro continente cuando lo caracterizó como “de tierras sin hombres y de hombres sin tierras”.

Estos factores críticos están presentes en Nicaragua. El alza de los precios del petróleo encarece, días tras día, todo lo que comemos. Lo saben y lo sienten los bolsillos de todos. Desde hace más de tres lustros, gobierno tras gobierno, abandonaron a su suerte a los campesinos, al campo y a la producción agrícola. Y aunque en Nicaragua no se están dedicando áreas de cultivo de maíz o de otros granos a la producción de biocombustibles, la notable alza, por ejemplo, del precio del pan -alimento infaltable en las mesas de los pobres nicaragüenses, a la par de la tortilla- se debe a que el trigo ha encarecido su precio internacional por razón de los cultivos para biocombustibles en Estados Unidos y otros países.

YA TENÍAMOS HAMBRE

La ONU habla del alza de los precios de los alimentos comparándola a un tsunami silencioso, calculando que los “años de vacas flacas” durarán varios años y que en ellos el hambre se abatirá sobre millones de personas en todo el mundo.

Pero antes de que este maremoto se alzara tan amenazador, Nicaragua ya estaba hambrienta. La crisis nos encuentra en un punto de partida dramático. Según la FAO, el 27% de la población nicaragüense sufre de algún grado de desnutrición. Y no porque haya habido o esté habiendo escasez de algún alimento básico, sino porque la gente no tiene capacidad para comprar la comida. El desempleo y la falta de oportunidades generan nuestra hambre. Según el Banco Mundial, el 46% de la población nicaragüense sobrevive con menos de dos dólares diarios y casi el 15% con sólo uno o menos. ¿Qué se puede comer con esto?

La combinación de esta situación de partida -hambre, desnutrición, empobrecimiento, desempleo-, más el alza actual de los precios de la comida, más la inflación -en el primer trimestre alcanzó ya el 5%-, harán cada vez más imposible a mayor número de nicaragüenses el poder comer los “tres tiempos”. El salario mínimo promedio sólo cubre ya el 23% del valor de la canasta básica (53 productos básicos para comer, vestir y mantener el hogar). En el campo, el salario mínimo cubre el 11% de esa canasta.

En el caso de los niños y niñas de menos de tres años, la desnutrición crónica -incluso la que sólo los afecte durante una breve temporada- arriesga el desarrollo de sus cerebros. Los efectos de este devastador maremoto ya están calculados: harán indigentes y hambrientos a 100 millones más de seres humanos en el planeta. De ellos, un millón serán nicaragüenses.

¿UNA OPORTUNIDAD
PARA QUIÉNES?

Crisis es una palabra griega que en su etimología tiene un significado abierto. Lo crítico puede terminar muy mal y también puede hacer surgir un final positivo.

En boca del Presidente Ortega, de algunos de sus funcionarios -los pocos que hablan- y de algunos analistas y empresarios, aparece la mejor cara: esta crisis -dicen- le abre una gran oportunidad a Nicaragua, que dispone de muchas tierras, de mucha mano de obra campesina y de una tradicional cultura agrícola, para incrementar su producción, garantizar la soberanía alimentaria nacional y hasta para convertirse en abastecedora de alimentos para toda Centroamérica y -según Ortega- para Venezuela, país que, dormido sobre sus laureles petroleros, importa casi todo lo que come su población.

¿Es al aprovechamiento de esta gran oportunidad productiva y exportadora hacia donde se dirige nuestro barco? La bitácora no lo deja ver con claridad. En febrero, el gobierno elaboró y circuló restringidamente -no es público- un Plan Quinquenal 2008-2012 titulado con grandilocuencia “La revolución en el sistema agropecuario, forestal y rural”. El extenso documento parte de que el proyecto del Poder Ciudadano que encarna en los CPC que dirige Rosario Murillo será el garante de esa “revolución”.

¿POR QUÉ NO
UNA REFORMA AGRARIA?

Además de este espejismo ideológico, el diagnóstico de la revolución de papel deja por fuera elementos esenciales. Tal vez el principal tiene que ver con la tenencia de la tierra y el acceso a tierras. Aunque en Nicaragua hay muchas tierras productivas aún sin producir, dos de cada cinco familias rurales no tienen acceso a tierra. ¿Dónde producirían? ¿Qué respuesta ha dado el gobierno a esto? El plan quinquenal no habla de reforma agraria. Los problemas de propiedad siguen latentes en el país. ¿Pensará el gobierno que la comisión del Cardenal Obando los va a poder resolver?

Un cálculo oficial del Ministerio de Agricultura en 2006-2007 afirma que existen en el país 620 mil manzanas potencialmente productivas para la agricultura que están subutilizadas y hasta abandonadas. Una reforma agraria vuelve a ser necesaria en Nicaragua. Después de la reforma agraria sandinista con sus diferentes etapas, después de las piñatas y después de la contrarreforma agraria iniciada en los años 90, la tierra en Nicaragua vuelve a estar muy injustamente repartida: el 75% de las familias rurales que es dueña de tierras sólo lo es del 20% de la tierra productiva.

ASISTENCIALISMO
DE CORTO PLAZO

En el Plan Quinquenal la brújula apunta en otra dirección. El texto afirma que el programa Hambre Cero es la principal herramienta para la capitalización, el crecimiento económico con justicia y equidad y la formación de un Estado incluyente, soberano y activo. ¿No resulta exagerado atribuirle tales posibilidades a un programa que apenas alivia el hambre y que, de haber sido puesto en marcha por el gobierno de Bolaños, habría sido calificado por el FSLN como asistencialista?

Hasta el momento, Hambre Cero ha entregado bonos productivos -no siempre completos- a 13 mil familias en distintas zonas del país. Pero lo que se esperaba ver surgir del programa -cooperativas de producción agroalimentaria organizadas entre las mujeres beneficiarias y devolución en tiempo del crédito recibido para así ir ampliando las familias receptoras de los bonos- no se está consiguiendo.

Por otra parte, este programa sólo beneficia a quienes tienen propiedad. No a quienes están más atrapadas en la pobreza o sumidos en la miseria. Buena parte de éstas y de éstos son incapaces de ser productores y productoras por carecer de tierras y en muchos casos, por tratarse de mujeres solas, abandonadas por hombres irresponsables, de ésos que “abortan” afectiva y materialmente a los hijos que engendran.

Para estos pobres y estas pobres, que están fuera del Hambre Cero, comprar alimentos será cada vez más un imposible. La Red de Protección Social que promovió el gobierno de Bolaños los subsidiaba para que pudieran estudiar y comer.

Como “asistencialismo de corto plazo”, el gobierno del FSLN descalificó la Red, la suprimió y optó por el Hambre Cero, que podría derivar exactamente en lo mismo, aunque el gobierno lo presente como “principal herramienta” del cambio “revolucionario”.

¿Y LOS PRODUCTORES?

Otro problema para el que no aparecen respuestas en la bitácora del barco es el destino de la tierra apta para la producción de granos básicos, dedicada hoy en altos porcentajes a pastizales, en una política ganadera aún muy irracional.

Los problemas de las tierras para producir son cruciales. ¿Y los de los productores que las harían producir? Escribimos estas reflexiones a punto de comenzar la temporada de lluvias y los timoneles del barco no han explicitado cuáles son los planes oficiales para habilitar a los productores para que aprovechen los buenos precios de los alimentos y hagan realidad ese sueño recurrente de convertir de nuevo a Nicaragua en “el granero de Centroamérica”. Entre los productores rurales, prácticamente sólo uno de cada tres tiene hoy acceso a créditos para poder producir.

Ciertamente, la oportunidad existe, es bienvenida y la aprovecharán algunos. Ese tercio que tiene condiciones para aprovecharla. Y eso significará un alivio para sus familias. “Entre quienes tienen tierras, sí estamos viendo un gran ánimo de trabajo porque ya saben de los buenos precios de los alimentos. Están buscando créditos de donde sea y a como sea para sacarle partido a esta coyuntura beneficiosa. Los que apoyamos con créditos se están poniendo las pilas para producir más”, nos dijo una fuente de una de las pocas microfinancieras nacionales que otorgan créditos a los productores campesinos.

EN UN MAR TORMENTOSO,
¿QUÉ TIMONELES?

En esta frágil situación nacional, el comportamiento de los timoneles del barco resulta preocupante. Por ninguna escotilla que uno mire se ven señales de que haya voluntad de enrumbar el barco hacia el puerto seguro de un consenso nacional. Siendo el actual un gobierno surgido de una minoría electoral, Ortega se empeña en creer y hacer creer que Nicaragua vive una “revolución”. Y actúa considerando “contrarrevolucionarios” a quienes son una mayoría opositora y calificando como “conspiraciones” las propuestas y las protestas que hoy se hacen a su gobierno.

De esas quimeras derivan el voluntarismo con el que pretende hacer de los CPC actores protagónicos y la continua confrontación con quienes expresan opiniones distintas, reclaman espacios y señalan errores. Esa crispación es el pan nuestro de cada día, el combustible con que el gobierno mueve a sus simpatizantes. Esas tendencias, unidas a la judicialización de la política -empleada para castigar a los adversarios- y el clientelismo con que administra los recursos públicos, hacen más tormentoso el mar por el que surca el barco que conduce.

“NO HAY DIÁLOGO”

“La conducción del gobierno es muy sectaria”, dice el diputado socialcristiano Agustín Jarquín, aliado probadísimo de Daniel Ortega desde hace años. De sectarismo se quejan otros aliados de la Convergencia y quienes en la base avanzaban en espacios de participación que hoy se les cierran o de los que se les excluye.

“El Frente Sandinista ha cambiado mucho. Ha perdido la capacidad de diálogo interno”, dice el alcalde de Managua Dionisio Marenco, uno de los militantes de más larga trayectoria en el FSLN y uno de los políticos más cercanos al Presidente Ortega.

“El gobierno debe nombrar ministros no sólo leales sino capaces”, dice el diputado liberal Francisco Aguirre Sacasa, puente entre el PLC y el gobernante en los últimos tiempos. Del despido de personal con experiencia en cargos importantes -como castigo a la falta de incondicionalidad política- se deriva lentitud, inercia y falta de iniciativas ágiles y adecuadas, lo que está agravando la crisis.

”Al Presidente no le luce ser tan drástico, con eso nos perjudica a nosotras”, dice una obrera de las miles que en dos meses perderán sus trabajos en las maquilas taiwanesas que cierran operaciones en Nicaragua.

En la amplia flotilla internacional que sigue al barco, la de los representantes de la comunidad de gobiernos que cooperan con el gobierno de Nicaragua, se observa desconfianza, cansancio y sorpresa ante las inadecuadas formas de trato que caracterizan las relaciones del gobierno hacia ellos. Se quejan de falta de tacto y de información. Señalan que con la combinación de centralismo, maltrato y dilaciones, son los pobres los que salen perdiendo.

Como miembros del ALBA, los nicaragüenses no podemos menos que preguntarnos: Si este gobierno no tuviera la solidaridad venezolana -esos recursos que no sabemos si están fortaleciendo el barco nacional o las bodegas partidarias o las familiares-, ¿se comportaría de la misma manera con la sociedad nacional y con la comunidad cooperante?

EMERGENCIA Y URGENCIA

Mientras la gran nave del mundo continúa surcando los mares, Nicaragua parece resignada a su suerte. Todos somos responsables de esa resignación, de esa resistencia a la reflexión y a la acción reflexionada.

El lenguaje político con que los analistas barajan las variables de la miseria nicaragüense se ha agotado. En las interminables entrevistas televisivas de cada mañana las voces de esos analistas y de los miembros de la clase política suenan huecas, opacas, ausentes. Pierden también su filo de humor movilizador las caricaturas políticas, convertidas en grotescas fotografías de lo que somos.

La situación es de emergencia, las medidas que permitirán enfrentarla son urgentes. A todos nos toca algo en esa emergencia y en esa urgencia. Proceloso y agitado se ve el mar, desde ahora hasta el horizonte que alcanzan nuestros ojos. El barco va con rumbo incierto. ¿Estarán conscientes los timoneles de su responsabilidad, la mayor en estos momentos? ¿Les importa? ¿Les preocupa? ¿O apuestan a la legendaria capacidad del pueblo nicaragüense de sobrevivir en un permanente estado de naufragio, encomendándose a la voluntad providencial de Dios?

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