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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 289 | Abril 2006

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Internacional

La lucha contra la corrupción en la experiencia finlandesa

La lucha contra la corrupción es hoy una asignatura priorizada en “la escuela política” del mundo entero. En Centroamérica es aún una asignatura pendiente. De la experiencia vivida por Finlandia por su clase política, sus funcionarios y su población a lo largo de su historia, tan diferente a la nuestra, tal vez podamos aprender algunas lecciones y encontrar en ella algunas pistas.

Ministerio de Asuntos Exteriores de Finlandia

Aunque Finlandia no es un país enteramente libre de corrupción, el alto puntaje que las encuestas internacionales suelen asignarle como país relativamente libre de este flagelo es índice de algunas fortalezas que la sociedad finlandesa ha adquirido a lo largo de su desarrollo histórico.

Aunque estos factores no son todos los requisitos esenciales para que la lucha contra la corrupción tenga éxito
en otros países, y aunque cada país recorre su propio camino desde sus propias circunstancias, una aproximación a la historia de Finlandia y a los factores que han contribuido a su desarrollo ofrece lecciones de las que aprender. La experiencia de Finlandia es un aporte que este país puede hacer y quiere hacer a Centroamérica y al mundo.

La corrupción se define como “el aprovechamiento de un cargo de influencia para beneficio propio”. Esta definición abarca tanto la corrupción directa como la indirecta, la de pequeña y la de gran escala. Además del soborno activo y pasivo, la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción especifica los delitos de malversación, apropiación indebida, tráfico de influencias, abuso de funciones y enriquecimiento ilícito.

UN TERRENO NO FÉRTIL
PARA LA CORRUPCIÓN

El nivel comparativamente bajo de corrupción que existe en Finlandia es el resultado de un proceso de desarrollo que se ha extendido a lo largo de casi dos siglos. La disminución histórica de la corrupción forma parte del desarrollo global e integral de la sociedad finlandesa, que se transformó: de ser una sociedad inculta, pobre, agrícola
y dependiente de un poder imperial extranjero, Finlandia pasó a ser una república democrática independiente,
un país moderno e industrializado y una sociedad de la información con un alto nivel de escolaridad.

No se puede atribuir la reducción histórica de la corrupción en Finlandia a ninguna reforma específica emprendida en sectores particulares. La principal fortaleza fue -y es- el establecimiento y mantenimiento de un orden social que no ofrece terreno fértil para que la corrupción pueda echar raíces. El orden social finlandés se caracteriza por fortalezas específicas, entre las que destacan la moderación, el autocontrol y el sentido del bien común. El resultado es una sociedad que condena moral y jurídicamente la centralización del poder y las disparidades socioeconómicas,
y que promueve una cultura de gobernabilidad que fomenta el bien común.

VALORES: MODERACIÓN, AUTOCONTROL Y BIEN COMÚN

Abrazar sinceramente los valores de la moderación, el autocontrol y el bien común pone límites importantes a la búsqueda de beneficios privados a expensas de otros. Estos valores también sirven para construir la confianza mutua. Las investigaciones demuestran la correlación que existe entre el alto grado de confianza entre los miembros de una sociedad y los bajos niveles de corrupción.

La experiencia finlandesa indica también que el ejemplo moral de los funcionarios y encargados de tomar decisiones en cargos públicos es indispensable para el desarrollo de una cultura ética de gobernabilidad. Cuando las personas ven un comportamiento ético y responsable en quienes ocupan puestos de responsabilidad es más probable que deseen imitarlos. Una cultura de responsabilidad en la administración pública se puede desarrollar y reforzar al declarar oficialmente que los valores éticos constituyen la base del servicio público. De acuerdo con la Política de Personal del Gobierno de Finlandia, el servicio público está basado en valores.

El sector privado finlandés también ha mantenido por mucho tiempo los valores de “mejores prácticas”: responsabilidad, honestidad y juego limpio. La capacitación ética se ha convertido en un componente integral de la formación en Administración de Empresas en Finlandia. Un 90% de los ejecutivos de empresas finlandesas consideran que el cumplimiento de las leyes y regulaciones es esencial en sus actividades corporativas. Está estudiada también la correlación que existe entre un alto grado de competitividad y un bajo nivel de corrupción. Durante varios años seguidos, Finlandia ha clasificado como el primero o segundo país más competitivo del mundo, a la vez que el menos corrupto.

Una cultura de gobernabilidad que mantiene los valores del bien común y de la responsabilidad compartida refleja la ética de toda una población. Por lo general, los funcionarios públicos de Finlandia representan los valores que son comunes al pueblo finlandés. Un amplio consenso entre los ciudadanos en torno a estos valores y una sociedad civil activa e interesada constituyen la clave para generar la presión que se requiere para que surja y se consolide una cultura de gobernabilidad responsable. Los medios de comunicación independientes han demostrado también ser indispensables para que la sociedad civil ejerza presión. Ésta se fortalece con la cantidad excepcionalmente alta de lectores de periódicos que hay en Finlandia. Hasta los abusos menores de los funcionarios públicos son de interés periodístico -a veces a expensas de noticias más importantes- y, suscitan una pronta reacción de desaprobación por parte de la opinión pública.

ESTRUCTURAS LEGISLATIVAS, JUDICIALES Y ADMINISTRATIVAS

Para prevenir la corrupción también es necesario un amplio sistema de leyes, un poder judicial independiente y que funcione bien, la aplicación eficiente de las leyes, un seguimiento de los abusos y una gestión financiera transparente y actualizada. La Constitución finlandesa estipula que la ley debe garantizar la gobernabilidad.

Las leyes finlandesas proscriben una amplia gama de abusos específicos, que están contemplados como delitos.
Las principales leyes que protegen contra la corrupción son: la Constitución, la Ley de Procedimiento Administrativo, la Ley de Transparencia en Actividades Gubernamentales, el Código Penal, la Ley del Presupuesto Estatal, la Ley de Cuentas, la Ley de Auditoría y la Ley de Adquisiciones Públicas. El sistema jurídico finlandés también incluye la Defensoría del Pueblo, que responde al Parlamento; el Ministerio de Justicia y los Tribunales Administrativos. El Ministro de Justicia y el Defensor del Pueblo vigilan las acciones de todos los servidores públicos desde los de más alto nivel. Ambos son funcionarios independientes, con autoridad para investigar las acciones de los miembros del Parlamento, de los Ministros y del Jefe de Estado. La eficiencia y el alto perfil público de sus cargos también contribuyen a prevenir abusos.

La Constitución finlandesa exige que el ejercicio de los poderes públicos esté basado en la ley. Cualquier ciudadana o ciudadano insatisfecho con una decisión administrativa concerniente a sus derechos u obligaciones puede cuestionar
la legalidad de esa decisión ante un tribunal administrativo. En estos casos, el derecho a apelar está cubierto, especialmente, por las disposiciones de la Ley de Procedimiento Judicial Administrativo, que contiene una disposición según la cual los tribunales administrativos tienen la obligación de garantizar que todos los casos sean examinados debidamente. En un proceso las partes pueden, por lo general, llevar adelante la acción judicial sin ayuda de profesionales del derecho, lo que facilita interponer recursos de apelación y tener acceso a reparaciones judiciales. La Corte Suprema Administrativa es el tribunal de última instancia en casos administrativos.

Finlandia se inspira en una fuerte tradición legalista, que se mantiene mediante requisitos claros de competencia, la obligación de fundamentar públicamente las decisiones, un sistema de correcciones eficiente, métodos actualizados de investigación criminal, así como modernas prácticas presupuestarias, de contabilidad y de auditoria. Estos factores contribuyen a que sea muy posible detectar abusos, con el respaldo que ofrecen el acceso público a los documentos oficiales y la libertad de prensa. La investigación de los delitos con criterios profesionales asegura grandes probabilidades de encontrar y apresar a los autores de actos de corrupción.

La obligación de fundamentar públicamente las decisiones aumenta la transparencia y la confianza pública
en la gobernabilidad, y evita que se tomen decisiones parciales y partidistas. El sistema de relatoría establecido desde hace tiempo en la administración pública finlandesa ha servido también para prevenir abusos porque descentraliza
los poderes de los servidores públicos. Y la transferencia de poderes a las instituciones subsidiarias ha demostrado ser un medio importante para incrementar la eficiencia del gobierno y evitar los riesgos de la centralización excesiva.

PRESENCIA DE MUJERES
EN CARGOS Y DECISIONES

Estudios del Banco Mundial han demostrado que existe una correlación entre la representación femenina en parlamentos y altos cargos públicos con niveles más bajos de corrupción y una cultura de rendición de cuentas que contribuye a la gobernabilidad, lo que destaca la importancia de la equidad de género en la prevención de la corrupción.

Durante mucho tiempo las mujeres han desempeñado un papel relativamente prominente en la administración pública de Finlandia. En 1906 Finlandia se convirtió en el primer país del mundo en conceder a las mujeres tanto el derecho a votar como el de participar como candidatas en las elecciones. Las 19 mujeres parlamentarias electas en las primeras elecciones celebradas en Finlandia en 1907 fueron las pioneras en su género en este cargo en todo el mundo.

Finlandia ha mantenido esta posición, siendo el país del mundo con una mayor representación parlamentaria femenina. Más de un tercio de los miembros del Parlamento finlandés y de los consejos municipales son mujeres y lo son casi la mitad de los miembros del actual gabinete. Establecer cuotas de género asegura una representación femenina más equilibrada en todos los niveles del servicio público.

BAJA DISPARIDAD DE INGRESOS
Y SALARIOS ADECUADOS

Está probado que cuando los salarios son adecuados y las brechas entre las escalas de ingresos son relativamente pequeñas disminuye la corrupción. Mientras más altos sean los ingresos, mayor será la satisfacción laboral y se reducirá la propensión a aceptar sobornos. Por otra parte, reducir las brechas entre los distintos ingresos le pone un freno a la codicia económica en el desarrollo profesional.

Las comparaciones globales muestran que los salarios de los funcionarios públicos de Finlandia son razonables
y que las disparidades de ingresos del país se encuentran entre las más bajas del mundo. La moderación en las disparidades de ingresos entre los servidores públicos finlandeses refleja el patrón general que se da entre los asalariados del país.

La brecha relativamente pequeña en la distribución de ingresos en la sociedad finlandesa se puede atribuir,
en gran medida, a la base de valores que comparte la población, que desaprueba profundamente la distribución desigual de la riqueza. El ideal de moderación en los diferenciales de ingresos se manifiesta en Finlandia en un régimen tributario progresivo y en las disposiciones relativas a la seguridad social. En Finlandia, y en cualquier país, los buenos salarios requieren de una economía pública sólida y de un sector empresarial fuerte.

¿CÓMO LLEGAMOS AQUÍ?

¿Cómo adquirió Finlandia todas estas fortalezas? El desarrollo de Finlandia se debe a que los valores de libertad, bien común, igualdad y democracia se han ido convirtiendo gradualmente en rasgos distintivos de la cultura administrativa y de las estructuras de gobierno, de la legislación, del sistema judicial, de los medios de comunicación, de la economía y de la sociedad civil.

La experiencia finlandesa parece confirmar que una transformación social y cultural tan amplia no permite atajos
y es inevitablemente un proceso muy prolongado, con varias etapas sucesivas. Aunque ningún otro país puede recorrer el mismo camino de Finlandia, es posible hallar en los factores que marcaron cada una de las etapas históricas de este país coincidencias con circunstancias históricas o actuales de otros países.

HEREDEROS DE ESTRUCTURAS
Y DE LA CULTURA DE SUECIA

Durante todo el período que va desde principios del siglo XIX hasta principios del siglo XX, el sistema de gobierno finlandés era, en esencia, un sistema de gobierno burocrático según el modelo sueco y bajo el yugo de Rusia. Suecia cedió Finlandia a Rusia en 1809 y Rusia concedió a Finlandia autonomía como Ducado. El Zar Alejandro I se convirtió en el Gran Duque de Finlandia y prometió gobernar su nuevo territorio de acuerdo con las antiguas costumbres y leyes.

La condición de autonomía brindó a Finlandia una oportunidad sin precedentes de gobernarse en todos los asuntos, salvo en cuestiones de política exterior y de defensa nacional. Aunque Finlandia era técnicamente una dependencia rusa, en la práctica era un Estado independiente, aunque aún era prematuro hablar del “pueblo finlandés”. La mayor parte de los finlandeses vivían aisladamente, en pequeñas comunidades agrícolas, lejos de los centros comerciales y culturales. En su mayoría eran analfabetas y se ganaban la vida modestamente con la agricultura. El campesinado pertenecía a una clase inferior y hablaba una lengua diferente a la de los estratos más altos de la sociedad. Aunque en última instancia era el Gran Duque ruso quien llevaba las riendas del poder, en la práctica el Ducado estaba gobernado por funcionarios públicos que hablaban sueco y que representaban a las clases superiores o “estamentos”.

El poder político estuvo concentrado primero en Turku y luego en Helsinki, a donde se trasladó la capital en 1812. No existía un “pueblo” cuya mayoría pudiera, al menos en teoría, estar representado en el gobierno nacional. La élite burocrática de la época ni siquiera consideraba la posibilidad de prestar atención a la voz del pueblo con elecciones o con algún proceso de participación en la toma de decisiones. A pesar de esto, la situación difería de la que existía en muchas otras dependencias de Rusia, porque los suecos nos habían legado una administración pública caracterizada por la observancia de una estricta disciplina burocrática. En Finlandia, la cultura de corrupción heredada de un poder extranjero no parece haber sido una carga histórica tan pesada como en otros lugares que vivieron en circunstancias similares.

NUEVOS IDEALES E IDEOLOGÍAS
INSPIRAN Y DESAFÍAN

Tras las guerras napoleónicas de principios del siglo XIX, los ideales de patriotismo, igualdad, gobierno constitucional y democracia generaron una importante inspiración a los intelectuales y líderes ideológicos de toda Europa. Estos ideales desempeñaron un papel importante en los movimientos nacionalistas y en el pensamiento liberal que agitaron al continente. La Universidad de Turju y sus influyentes académicos de habla sueca representaron el principal puerto de entrada de las nuevas corrientes ideológicas. Entre ellos, los principales pensadores y reformadores de Finlandia fueron J.J. Tengström, A.I. Arwidsson, J.V. Snellman y Uno Cygnaeus.

A medida que se empezó a extender e intensificar el sentimiento liberal y nacionalista, los intelectuales empezaron a criticar públicamente la burocracia, el viejo sistema de estamentos, el atraso económico y la desigualdad social que imperaban en Finlandia. A mediados del siglo XIX el sistema empezó ya a mostrar señales de un colapso inminente.
Una forma tentativa de democracia surgió cuando la Ley del Parlamento de 1869 garantizó la periodicidad de las sesiones parlamentarias y el proceso de descentralización dio un paso adelante con la concesión del autogobierno local mediante las leyes de 1865 y 1873. Un incremento en el debate parlamentario y en la crítica pública incorporaron el control externo sobre las decisiones del gobierno.

LAS NUEVAS IDEAS
LLEGAN A TODOS

Un divorcio completo y definitivo entre el antiguo sistema de estamentos y la cultura de gobernabilidad heredada era imposible mientras los ideales de igualdad y de democracia continuaran siendo la cruzada personal de unos cuantos pensadores progresistas y de algunos responsables de formular políticas.

Las esporádicas reformas estructurales para promover la democracia y la descentralización no eran suficientes para lograr una amplia reforma de la cultura administrativa. Era necesario instruir a toda la población. La educación representaba el instrumento más poderoso para informar a la población y mejorar sus condiciones de vida.

La educación tenía que abarcar a todos en todas partes e incluir aspectos físicos, intelectuales y espirituales. La realización de una educación obligatoria e integral se convirtió en la meta y la empresa de aquellos académicos de habla sueca que habían traído a Finlandia los ideales que inspiraban a toda Europa. Los intelectuales y líderes ideológicos que promovieron la conciencia nacional de los finlandeses y su progreso moral e intelectual presionaron hasta conseguir que se organizara un sistema masivo de educación primaria. En 1858 se infligió otro golpe al viejo sistema de estamentos con el establecimiento de escuelas secundarias en idioma finlandés.

La Ley de Educación de 1866 aceleró el establecimiento de escuelas de enseñanza primaria en todas las zonas rurales de Finlandia. Siguiendo el concepto original desarrollado por Uno Cygnaeus -el creador del sistema de “escuelas populares”-, la educación primaria dejó de estar a cargo de la Iglesia. En 1898 se volvió obligación que todas las alcaldías establecieran escuelas en sus distritos. En vísperas de la independencia de Finlandia en 1917, existían ya unas 3 mil escuelas de educación primaria y un 70% de la población había aprendido a leer y escribir.

Al sistema integral de educación primaria hay que atribuir que la responsabilidad ciudadana, la igualdad y la promoción del bien común se fueran convirtiendo gradualmente en características naturales del sistema de valores del pueblo finlandés.

A través de la educación se fue diseminando poco a poco entre toda la población una conciencia nacionalista, que se tradujo en un aumento de conciencia en la sociedad civil, un deseo de independencia y una actitud crítica frente a las autoridades. Gracias a las escuelas primarias, los ideales y valores novedosos derivados de las visiones inspiradas de la élite académica se transformaron en valores comunes de la población, antes que en cualquier otro país europeo. La difusión de las nuevas corrientes ideológicas no desplazó los ideales tradicionales de los finlandeses -la humildad, la modestia y la honestidad-, sirvió para complementarlos.

EL GOBIERNO SUFRE
UN GRAN CAMBIO ESTRUCTURAL

A medida que la educación fue dando a las generaciones valores novedosos que complementaban los valores tradicionales, se fueron transformando la cultura y las estructuras de gobierno, incluido el Poder Judicial y la Administración Pública. En una Finlandia cada vez más democrática, una reforma sostenible y a gran escala dependía de que existiera una masa crítica de población educada, cuyos intereses y visiones estuvieran representados en el Parlamento y generaran presión a través de canales eficaces. Finlandia declaró su independencia en 1917, en gran medida como resultado de un sentimiento cada vez más nacionalista inculcado en una masa crítica de su población a través de la educación.

Los valores de la población se fueron convirtiendo gradualmente en los valores de los servidores públicos.
Un buen funcionario tenía que respetar todas las leyes y ser responsable, honesto, preocupado por el bien común
y, sobre todo, humilde. Los buenos funcionarios no debían hacer alarde de su autoridad ni jactarse de sus cargos. Eran prudentes y bien versados en lo que interesaba al común de la población. Eran ciudadanos decentes, lo que en la época en que Finlandia obtuvo su independencia significaba tener un matrimonio y una familia estables y un estilo de vida sano, creer en el patriotismo y en el humanismo cristiano.

El Estado de derecho fue reconocido como la columna vertebral de la gobernabilidad. Y la mayor aceptación popular
del ideal de igualdad que trajo consigo la educación y el debate público permitió que, en una época relativamente temprana de la historia del país, se empezaran a reconocer cada vez más las fortalezas de las mujeres como dirigentes.

SE AFINA LA CULTURA
CON LOS VALORES APRENDIDOS

La mayoría de las características ideales de los buenos funcionarios públicos y de la cultura administrativa han sobrevivido hasta el día de hoy y se han vuelto tan evidentes que el peso de la prueba recae en quienes las cuestionan.

Todos estos ideales han desempeñado un papel directo en reducir la corrupción y en mantenerla a raya. Hoy en día estos ideales originales se ven complementados con las demandas crecientes de participación y de inclusión, con los referendos políticos, la representación de las minorías, la transparencia y la apertura. El siglo XX fue un período de experimentación y consolidación de los ideales novedosos sobre gobernabilidad que llegaron a Finlandia en el siglo XIX. Los ideales del bien común, de la rendición de cuentas y de la moderación han sido probados y comprobados, y los impedimentos que han surgido a lo largo de los años han servido siempre para impulsar a los encargados de formular políticas a realizar mayores reformas para asegurar su ejecución.

La corrupción que hoy aún se manifiesta en el país es resultado de vicios heredados con persistencia del régimen zarista o de la proverbial propensión humana a sucumbir a las múltiples tentaciones que el poder inevitablemente trae consigo. Ante estos escollos, la conciencia colectiva derivada de una base de valores comunes ha sido la fuerza motriz que ha llevado a una amplia variedad de reformas en los procedimientos, las leyes y las instituciones de gobierno, producidas por el método de ensayo-error. El espíritu de reconstrucción del país surgido al término de la Segunda Guerra Mundial le dio un impulso crucial a estos procesos de reforma.

Los intelectuales de habla sueca del siglo XIX también expresaron demandas de libertad de comercio y de libertad de expresión. La realización de la libertad comercial permitió el crecimiento económico y el desarrollo de la libertad de expresión se expresó en el surgimiento de una prensa libre. En 1855, el Senado finlandés inició el proceso de desmantelamiento de las barreras arancelarias, que terminó de eliminar en 1879. A finales del siglo XX se produjo una rápida aceleración del crecimiento económico, favoreciendo a los más pobres, porque la creciente industrialización de las ciudades ofreció oportunidades laborales a la población rural, a la par que se desarrollaba signifi¬cativamente el sistema de seguridad social. La prensa logró emanciparse del control político hacia fines del siglo XX, aunque la Ley de Libertad de Prensa había sido promulgada en 1919.

Alcanzar una libertad de comercio y de expresión eficaces y de base amplia no sólo exigía educar a la población para que adquiriera conciencia de que todos los ciudadanos tienen derecho a estas libertades. Requería también cambios en la cultura de gobernabilidad. Los encargados de formular decisiones tenían que dejar espacio para que florecieran estas libertades, tanto en la teoría como en la práctica, manteniendo a la vez salvaguardas legislativas contra los extremos destructivos que siempre existen en la actividad comercial o en el uso de otras libertades.

HOY FINLANDIA ATRAE
EL INTERÉS INTERNACIONAL

Las fortalezas de Finlandia en la lucha contra la corrupción han atraído particular atención en el ámbito internacional. En cumplimiento de sus compromisos, Finlandia continúa llevando a cabo acciones contra la corrupción tanto nacional como internacionalmente. Hoy, Finlandia participa activamente en las acciones contra la corrupción emprendidas por sus socios de largo plazo en materia de desarrollo, y contribuye con programas multilaterales contra la corrupción.

Desde finales del milenio, Finlandia ha firmado todas las convenciones internacionales relacionadas con la lucha contra la corrupción: la Convención de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para Combatir el Soborno, las Convenciones de la UE y del Consejo Europeo contra el Soborno, la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción y el Acuerdo de Cotonou. En el futuro, los fondos de cooperación local coordinados por las misiones extranjeras de Finlandia proporcionarán instrumentos viables para combatir la corrupción a escala internacional mediante el Programa Global contra la Corrupción (GPAC) de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (ONUDD), los instrumentos de la Unión Europea para la Cooperación al Desarrollo y la Gestión de Crisis Civiles, las negociaciones de cooperación y las asociaciones económicas. Finlandia ingresó también en la Comisión de Prevención del Delito y Justicia Penal de las Naciones Unidas.

UN AVANCE POR ETAPAS

La historia de Finlandia indica que cada una de sus etapas se desarrolló sobre la base de los logros alcanzados en las etapas previas. Y si bien no hay divisiones netamente definidas entre estas etapas, y éstas se traslapan hasta cierto punto de una manera natural, se puede apreciar el desarrollo de una cultura disuasiva de la corrupción en Finlandia durante los últimos dos siglos.

Todas las fortalezas actuales de Finlandia -una base de valores que promueve la moderación, el autocontrol y el bien común, estructuras legislativas, judiciales y administrativas que permiten una estrecha vigilancia y protegen del abuso de poder; la participación prominente de la mujer en la toma de decisiones políticas y las bajas disparidades de ingresos con salarios adecuados- tuvieron un desarrollo histórico y se asentaron a lo largo de un proceso: como dependencia autónoma, Finlandia heredó estructuras y una cultura de gobernabilidad extranjeras; después, nuevos ideales e ideologías despertaron a la intelectualidad; con ese bagaje, la intelectualidad desafió las estructuras y la cultura de gobierno heredadas; esta transformación ideológica no se quedó en una minoría, sino que llegó a toda la población a través de la educación obligatoria; como consecuencia, el gobierno adoptó los valores promovidos a través de la educación obligatoria y experimentó grandes cambios estructurales; esto afinó la cultura de gobernabilidad, la legislación, la economía y los medios de comunicación, hasta llegar al día de hoy, cuando la cultura y las estructuras administrativas de Finlandia atraen el interés internacional por sus logros.


TEXTO ELABORADO POR LA UNIDAD DE INFORMACIÓN DE POLÍTICA DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL
DEL MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES DE FINLANDIA. EDICIÓN DE ENVÍO.

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