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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 284 | Noviembre 2005

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Nicaragua

Las manos que mecen las cosas

La Ley Marco acordada por Daniel Ortega y Enrique Bolaños fortaleció a Ortega, le dio un respiro a Bolaños y colocó a la defensiva al PLC. Este abrupto “fin de la crisis” anuncia nuevos giros en el escenario. ¿Qué manos determinarán su rumbo? También giró este mes el huracán Beta. Y también giró Nicaragua aún más hacia el Norte con la aprobación del TLC.

Equipo Nitlápan-Envío

El 10 de octubre, mientras se debatía en la Asamblea Nacional la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, Daniel Ortega se reunía durante más de siete horas a solas con el Presidente Bolaños. A mediodía quedó finalmente aprobado el TLC. Sin movilizaciones callejeras, tal como había amenazado el FSLN. Y sin la previa aprobación de una agenda de leyes complementarias que “blindarían” a los sectores productivos nicaragüenses que serán afectados por el TLC, tal como venía anunciando insistentemente el FSLN.

Unas horas después, el Presidente Bolaños aparecía triunfante para comunicar “a la nación” el resultado de su prolongada conversación con Ortega: ambos habían acordado una Ley Marco para congelar las reformas constitucionales hasta enero 2007 y la reanudación del Diálogo tripartito. El FSLN se había comprometido también a aprobar todas las leyes estructurales pendientes para que Nicaragua se mantenga dentro del programa del FMI.

El 19 de octubre, tras una breve y teatral resistencia del PLC -que no participó en este acuerdo-, la Ley Marco para la Estabilidad y la Gobernabilidad fue aprobada en la Asamblea Nacional con el voto casi unánime de los diputados. Días después comenzó el Diálogo entre los tres polos del conflicto: gobierno, FSLN y PLC. Y los diputados de Ortega y Alemán comenzaron a aprobar en la Asamblea Nacional las primeras tres leyes estructurales que demanda el FMI: las reformas al Presupuesto 2005, el Código Tributario y la Ley de Bancos. En unos días todo giró. ¿Qué mano mece esta cuna? ¿Qué manos están tras estos giros?

LA MANO DE “EL DE ARRIBA”

Contagiado tal vez por lo errático y voluble de nuestra política y sus protagonistas, el huracán “Beta” jugó al güegüense y también giró inesperadamente al acercarse a las costas de Nicaragua.
La temporada ciclónica en el Caribe ha sido este año intensa y devastadora. Cuando ya casi terminaba, le tocó a Nicaragua vivir la zozobra que generó la formación y fortalecimiento de “Beta”, un sistema que al final alcanzó categoría 3 y empezó a recorrer lentamente nuestra Costa Caribe. Inicialmente, se calculó que tocaría Bluefields. Después enfiló hacia el cabo Gracias a Dios en la frontera con Honduras. Después se colocó apuntando directamente a Bilwi (Puerto Cabezas). Pero en la noche del sábado 29 de octubre, en un giro típicamente nicaragüense por lo impredecible, se lanzó contra la desembocadura del Río Grande, en el Caribe Sur. Tres municipios -La Cruz de Río Grande, Laguna de Perlas y El Tortuguero, con todas sus comunidades y comarcas, en donde la densidad de la población es más escasa que en Bilwi- sufrieron su impacto. Y quedaron devastadas.

Si “Beta” hubiera puesto su ojo sobre Bilwi, la destrucción en la capital del Caribe Norte, con 60 mil habitantes y una mayoría de casas de madera muy antiguas, hubiera sido casi total. Cuando ya los caribeños de Bilwi respiraban aliviados, se informó que el gobierno había calculado 10 mil muertos y el 85% de la ciudad destrozada. El Presidente Bolaños se alivió recurriendo al providencialismo: Dios tomó la decisión de desviar el huracán. Fue sin duda “el de arriba”, el que todo lo decide, el que nos hizo este favor, declaró en las primeras horas. Arbitrario e injusto el Dios en quien cree nuestro mandatario -y tanta de nuestra población-, que salvó a Bilwi y aplastó a los caribeños que viven más al sur.

“BETA”: MANO REVELADORA

En la zona que “Beta” tocó, las cosechas de yuca, plátano, banano, guineo, maíz y frijoles quedaron totalmente arrasadas, con lo que la hambruna se cierne sobre esos territorios. La mayoría de las casas, muy frágiles, no soportaron la embestida y quedaron totalmente destruidas o sin techos. Escuelas, centros de salud e iglesias quedaron inservibles. Las letrinas desaparecieron y los pozos de agua potable se contaminaron.

Trágico también el desastre en el ecosistema marino -bancos de peces, corales, mangles, flora y fauna de esos bellos parajes, afectados severamente- y en tierra: más de 240 kilómetros cuadrados de bosques maderables totalmente arruinados. Después, las lluvias que trajo “Beta” provocaron el desborde de varios de los grandes ríos del Caribe, incomunicando y afectando los cultivos y las viviendas de decenas de miles de personas en Prinzapolka, Waspam y otras zonas del Caribe Norte, donde en junio una plaga de ratas y gusanos había devorado todas las cosechas de muchas de estas comunidades, ahora sometidas a inéditas inundaciones.

La mano de “Beta” nos abrió las puertas al Caribe. Durante varios días pudimos saber diariamente, y al menos algo, de la siempre olvidada y damnificada Costa Caribe. Durante los días en que “Beta” vacilaba ante nuestras costas y en el mismo día del impacto, el Presidente Bolaños y sus funcionarios lucieron su eficacia ante los medios -que a su vez lucían a sus periodistas- y los comités de emergencia y el Ejército funcionaron tan coordinadamente que parecía que vivíamos en una verdadera nación.

Después, al reducirse la espectacularidad que hoy tienen las catástrofes, volvimos a la realidad. A la realidad del cortoplacismo: sin tener siquiera una evaluación de los daños, el Presidente declaró que no solicitaría ayuda internacional y anunció, como la gran solución, que enviaría láminas de zinc para reparar techos, obviando que esas comunidades han perdido sus medios de trabajo -animales, semillas, pangas, redes, barcas-, que epidemias y hambrunas los acechan, que la Costa Caribe merecía otras palabras y otras acciones.

LEY MARCO: LA HORA DE CEDER

Los días de “Beta” revitalizaron al Presidente. Se le vio continuamente en los medios como un hombre realizado, pleno. Si Bilwi respiró aliviada el 29 de octubre, él lo había hecho diez días antes. El conflicto creado por las reformas constitucionales -diseñadas y aprobadas por el FSLN-PLC en el Legislativo para restarle poderes al Ejecutivo trasladándolos al Parlamento prolongado durante todo el año y generador de un desgaste infinito- había terminado. Los episodios de esta pugna de poderes han sido trágicos, pintorescos, lamentables. Conforman una antología que revela los atrasos de la cultura política nacional.

El Presidente Bolaños rechazó las reformas con vehemencia y arrogancia, armado en sus batallas con su característica terquedad y con el respaldo regional, estadounidense e internacional. El PLC y el FSLN defendieron las reformas como una expresión más de la “voluntad popular” que monopolizan ellos como “partidos mayoritarios”, y derivó de las reformas nuevas leyes y nuevas instituciones: la Superintendencia de Servicios Públicos, el Instituto de la Propiedad Urbana y Rural, la Ley de Seguridad Social y otras.

Ahora, la Ley Marco hiberna las reformas y todas estas leyes e instituciones hasta el 20 de enero de 2007. Diez días después de que haya tomado posesión el nuevo gobierno que surja de las elecciones de noviembre 2006 se descongelarán para convertirse en “papa caliente” en manos de los diputados que resulten electos en esos comicios.

LA MANO QUE ASFIXIA
Y LA MANO INTERNACIONAL

Dejar en suspenso las reformas constitucionales durante el resto del mandato de Bolaños fue una propuesta que el PLC y el FSLN hicieron al Presidente una y otra vez en estos meses, a cambio de que Bolaños aceptara las reformas. Pero Bolaños se empecinó en desconocerlas. Ahora, Bolaños cedió legitimándolas, mientras el FSLN, y después el PLC, cedieron retirando temporalmente del escenario sus consecuencias legales.

La Ley Marco es inconstitucional. Es una ley ordinaria que pasa por encima de la Constitución. Todos los actores del conflicto -y quienes nos hemos visto forzados a la obligada paciencia de seguirlo paso a paso- lo sabemos. Aunque antes de su aprobación hubo cierto debate sobre los aspectos legales del acuerdo Ortega-Bolaños y otro cierto debate comparando esta Ley Marco con la precedente Ley Marco que en 1995, en tiempos de doña Violeta, tuvo que acordarse entre Legislativo y Ejecutivo también por razón de reformas constitucionales -aunque de otro carácter y en circunstancias políticamente muy diferentes-, estos ciertos debates no pasaron de ser importantes ejercicios teóricos, y al final la mayoría tuvo que aceptar que, a pesar de su ilegalidad, la Ley Marco era válida y necesaria porque le daba un respiro a un país asfixiado por la irresponsable mano de su clase política.

La razón de más peso para darse por vencido en éste o cualquier otro debate jurídico, para rendir la ley ante la política, fue la posición internacional. Los organismos financieros, las embajadas de la Unión Europea, el gobierno de Estados Unidos y la OEA -mediadora en el conflicto- aplaudieron la Ley Marco, estaban reclamando algo así, una tregua, un paréntesis, habían condicionado desembolsos de dinero a algo así, aunque fuera un adefesio jurídico, presionaron por ello, lo propiciaron. En estas circunstancias, y como es habitual en la historia de Nicaragua, la política se impuso sobre la ley y la Ley Marco congeló el conflicto. Oficialmente hasta 2007.

QUÉ COMPRAN Y QUÉ VENDEN

Con la Ley Marco, el Presidente Bolaños compró tiempo para terminar en paz el último tramo de su gobierno, superando los temores que le han acompañado desde hace meses: ya no será desaforado ni tendrá que comparecer ante los tribunales acusado de delitos electorales. Bolaños vendió sus “principios” -todo su discurso de ardiente cruzado contra las ilegítimas reformas y contra el abominable pacto de los caudillos- a cambio de estos “finales”: terminará su período en paz y presentará a Estados Unidos el mejor de los expedientes: el TLC aprobado, el acuerdo con el FMI renovado y los Sam-7 destruidos. ¿Qué le falta a ese expediente? La reunificación electoral del antisandinismo para impedir el triunfo de Daniel Ortega en las elecciones.

Con la Ley Marco, Daniel Ortega compró legitimidad, presentándose ante la comunidad internacional como quien puede garantizar una tregua, como quien conoce y sabe mover los hilos del poder. Con eso, vende mejor la imagen de candidato potable, la que no tiene. Para el escenario nacional, Ortega vendió una nueva retórica: que el pacto acabó: Ese pacto que llamaban, con el PLC, ya no tiene razón de existir y el FSLN va a seguir adelante solo, declaró. Y en la ceremonia de la confusión que es hoy la política nicaragüense, algunos se lo creyeron. Con la Ley Marco, el FSLN le tomó la medida a Bolaños, como afirmó Dora María Téllez. Otro de los grandes éxitos de Ortega con la Ley Marco fue separar la crisis institucional del proceso electoral, en donde tiene él concentradas todas sus energías. ¿Qué le falta a Ortega, tras esta nueva hábil maniobra? Que se cumpla su estrategia electoral: competir en noviembre 2006 con un antisandinismo dividido.

Con la Ley Marco, el PLC -que ni un solo día ha dejado de dar muestras de que seguirá girando en torno a Alemán- se vio obligado a comprar a toda carrera la benevolencia gubernamental. Y a vender ante la comunidad internacional la imagen de que apuestan por la “gobernabilidad”. De estar en una ardiente “oposición” al gobierno de Bolaños, el PLC giró para convertirse en su aliado: los diputados del PLC se comprometieron a apoyar todas las leyes que el Ejecutivo envíe a la Asamblea. Y más: de inmediato impulsaron y promovieron en el Parlamento, como muestra de buena voluntad, el rechazo del dictamen favorable al desafuero de Bolaños. ¿Qué necesita ahora el PLC? La amnistía para Alemán, que esperan venderle a la comunidad internacional y al país como un paso esencial para completar la “gobernabilidad y estabilidad” a la que apunta la Ley Marco. ¿Paso también para la unificación electoral del antisandinismo?

Con la Ley Marco -la OEA, mediadora en este conflicto- compró, según su Secretario General José Miguel Insulza, un gobierno estabilizado hasta las elecciones del próximo año y un proceso electoral que se abre bajo buenos auspicios. ¿Estos buenos auspicios significarán para la OEA lo mismo que significa para Estados Unidos?

LA MANO DE ROBERT ZOELLICK

Hoy se abre para Nicaragua una puerta ancha de esperanza: así habló Bolaños el 19 de octubre, al anunciar la aprobación de la Ley Marco. Inició solemnemente providencialista su mensaje de esa noche: El día de hoy, Dios ha puesto Su mano sobre Nicaragua. Le agradecemos porque nos ha ayudado a que la Asamblea Nacional, en una sesión histórica, aprobara la Ley Marco. Agradeció después la decisión heroica, osada y patriótica de los diputados, quienes en su versión mágica de la historia habrían sido movidos por la mano de ése su Dios.

¿Qué mano meció realmente la cuna de la Ley Marco? Por su estilo, protagonistas y contenidos, este resultado -que se ha llamado y también puede llamarse pacto Ortega-Bolaños- fue una jugada inteligente y hábil, meramente táctica, de Daniel Ortega sobre el terreno estratégico en el que ya venía trabajando la OEA, a quien Bolaños llamó desde hace meses para que le ayudara a salir de un conflicto institucional que él era incapaz de resolver.

Según una entrevista que el enviado especial de la OEA, el ex-Canciller argentino Dante Caputo brindó a Carlos Fernando Chamorro el 23 de noviembre en el programa de televisión “Esta Semana”, la Ley Marco fue costosa obtenerla y fue el resultado de cientos de horas hablando con representantes de los tres grupos en pugna. Caputo mencionó a Noel Ramírez (PLC), a Samuel Santos (FSLN) y a Ernesto Leal (Ejecutivo). Reconoció que hubiera sido excelente que la otra parte (el PLC) hubiera estado presente en el acuerdo que condujo a Ley Marco y admitió que cuando se reunió con Alemán, los planes de Alemán no eran esa Ley. Sin embargo -dijo-, los dos (gobierno y Ortega) generaron la masa crítica, el poder político necesario para producir con la Ley Marco un hecho nuevo.

Caputo, un hombre inteligente y un político de mentalidad laica, no metió la mano de Dios en el asunto. Aunque con cautela, sí reconoció la incidencia que tuvo en la generación de esa “masa crítica” y de ese “hecho nuevo” la mano de Robert Zoellick, Vicesecretario de Estado de Estados Unidos, quien había visitado Managua unos días antes.

De forma arrogante e impertinente, Zoellick lanzó anatemas contra Ortega -nada nuevo- y contra Alemán y su familia -nueva la extrema dureza de su lenguaje condenatorio y la inclusión de la familia-, a la vez que trazaba el objetivo electoral de Estados Unidos: una “tercera vía” antipactista y antisandinista, lograda con la unificación de los liberales. Según Caputo, Zoellick en la práctica, ayudó a encontrar el camino. Hubo un mensaje público, duro, que expresó las posiciones claras que tiene Estados Unidos. Y hubo una acción que facilitó mucho la tarea nuestra. ¿Fue la acción de esa mano poderosa la que meció la cuna?

LA MANO DEL PACTO Y SUS HUELLAS DACTILARES

Desde la sede de la OEA, José Miguel Insulza -quien reconoció su fracaso al iniciar su labor de mediación en Nicaragua- consideró que la gestión de la institución que preside fue coronada por el éxito con la Ley Marco. Ciertamente, esta ley crea una tregua en uno de los conflictos institucionales más ácidos de los provocados por el pacto Alemán-Ortega: el de las reformas constitucionales diseñadas a finales del año 2004 y aprobadas en 2005.

Pero el pacto PLC-FSLN es muchísimo más que esas reformas. El pacto se continúa expresando, y con fuerza destructiva, en las reformas constitucionales previas, las de 1999-2000, cuando Alemán estaba en el gobierno, reformas que inflaron innecesariamente la alta burocracia estatal -enorme gasto en el presupuesto nacional-, para que después danielistas y arnoldistas nombraran en esos altos cargos, mitad y mitad, a sus leales en la Corte Suprema, en los Tribunales de Apelaciones, en el Poder Electoral, en la Contraloría, en la Fiscalía, en la Procuraduría de Derechos Humanos y en la Superintendencia de Bancos.

El pacto se expresa, con vigor excluyente, en la actual Ley Electoral, que fuerza el bipartidismo en todas las estructuras electorales, que suprimió la suscripción popular y que dificulta al extremo las alianzas políticas. Todo eso está intacto. Nada de eso ha sido tocado por la Ley Marco. El pacto Alemán-Ortega está incrustado en las instituciones nacionales desde hace siete años. Sus huellas son nefastas: de él han derivado todo tipo de arbitrariedades, corrupciones y negocios turbios en complicidades mafiosas.

LA LARGA MANO DEL PACTO
Y LA DEL PACTISMO

El pacto se ha transformado ya en un método y en una filosofía. Del pacto hemos transitado al pactismo como una forma normal de hacer política en Nicaragua. El mismo anuncio de Ortega de que el pacto había terminado muestra que la política nicaragüense y el desarrollo histórico de Nicaragua es decidido omnímodamente por los jefes de los principales partidos-pandillas del país.

La esencia del pactismo es la arbitrariedad que se deriva de la instrumentalización de las instituciones del Estado por parte de esos dos jefes. Si Daniel Ortega pudo anunciar el fin del pacto, el mismo Ortega puede informarnos sobre su reedición y ampliaciones. Así, el “fin” del pacto demuestra la vigencia del pactismo y la centralidad de Daniel Ortega en este perverso juego.

El pacto y el pactismo han permeado hasta la médula las estructuras del FSLN convirtiendo su modo de hacer política en un modo mañoso, basado en “finales prebendarios” y no en “principios populares”, como correspondería a un partido de izquierda. Cuesta imaginar un auténtico final del pacto sin nuevas reformas constitucionales -¿con una Asamblea Constituyente?-, que no sólo anulen -por un referendo, como algunos proponen- las reformas que provocaron el más reciente conflicto, sino también las anteriores.

¿Cuánto pluralismo es necesario en la Asamblea Nacional para que no se reedite el no resuelto conflicto por el poder en Nicaragua y de verdad se comience a resolver a favor de los hambrientos, de las mujeres jefas de familia, de los sin empleo y sin oportunidades, de los productores rurales, de las emigrantes, las mayorías de Nicaragua? Es ése el mayor de los desafíos del próximo proceso electoral.

“FIN” DEL PACTO,
INICIO DE “LA LUCHA”

Al anunciar la aprobación de la Ley Marco, el Presidente Bolaños dio por iniciada la lucha electoral. En realidad, la contienda inició en febrero, cuando Daniel Ortega dijo que sería el candidato presidencial del FSLN y lanzó su maquinaria contra cualquier otro competidor sandinista. ¿Qué quiso decir Bolaños? ¿Inicia con la Ley Marco la estrategia electoral de su gobierno, que nunca ha dejado de servir a los intereses de Estados Unidos? ¿Toca ya el turno a los intereses electorales del Norte?

Para Daniel Ortega fue un triunfo que la “estabilidad y la gobernabilidad” compradas con la Ley Marco no incluyeran nada que garantice que el proceso electoral escapará a su control y al pacto.

Pero como éste no es, ni nunca lo fue, un pacto “de caballeros”, a partir de ahora, “iniciada la lucha electoral”, todos los golpes estarán permitidos. Ahora, resuelto para Enrique Bolaños el conflicto institucional y su problema personal, ¿asistiremos al entendimiento del Ejecutivo con el PLC, al abrazo de Bolaños con Alemán? La cena que Bolaños ofreció a los diputados arnoldistas -imágenes impactantes de abrazos, brindis y carcajadas entre adversarios a muerte horas antes- para celebrar “la nueva etapa” que inauguraba la Ley Marco, ¿será el preludio del giro del Ejecutivo que garantice la derrota de Ortega en las elecciones? ¿No es este “el momento” de vender y comprar la amnistía de Arnoldo Alemán?

SALIR DE LAS MANOS DE ORTEGA

La estrategia electoral de Daniel Ortega tiene dos manos. Una mantiene la organizada maquinaria del partido. Esa organización se nutre de eficiencia, presencia, tradición, mística, memoria nostálgica de los años 80, y también de tremendas presiones, chantajes e intimidación. Con la otra mano se mantiene la división del voto antisandinista. En lograr que el liberalismo y sus aliados antisandinistas acudan a las elecciones con dos candidatos diferentes se basa un muy probable triunfo de Daniel Ortega.

Hasta el momento, quien ha garantizado esa división es Arnoldo Alemán detenido, acusado, encarcelado, liberado a medias, en la mira de Estados Unidos, desvisado, con una sentencia pendiente que limita sus derechos políticos. Su vulnerable futuro ha provocado tensiones políticas y emocionales sin medida en las filas liberales y en el antisandinismo. La lealtad del PLC a Alemán ha envenenado las relaciones Alemán-Bolaños hasta extremos que muchos consideran irreconciliables. Nada más amenazante para Ortega que un abrazo Bolaños-Alemán.

¿Mantener a Alemán pendiente de que sea firme o no su sentencia en los tribunales -lo que depende totalmente de Ortega- hasta después de las elecciones, le garantiza al FSLN esa división? ¿O le sería más conveniente dejarlo libre totalmente sólo muy poco antes de las elecciones? Está probado que Alemán es factor de división en las filas liberales. Pero, ¿podría su libertad contribuir a la unificación?

Después de la Ley Marco, que ha dado un respiro a la clase política y ha modificado el escenario de la crisis, lo que más podría alterar el actual escenario sería la libertad de Alemán, no por los tribunales que controla Ortega sino por medio de una amnistía en la Asamblea.

¿A cambio de qué? ¿Del compromiso de Alemán de lograr la unificación del antisandinismo, desechando la idea de lanzarse como candidato presidencial y cediendo su liderazgo en el PLC, aunque conservando cuotas en la fórmula presidencial y en las candidaturas a diputados? Alemán es hábil para apostar por ahí. ¿Aceptarían Bolaños y Estados Unidos a este Alemán libre, que cede algo y que conserva algo si se compromete a la unificación del antisandinismo y la logra?

LA MANO DEL PERDÓN

Las condiciones parecen estar dadas. Enrique Bolaños respira aliviado. La gente del fracasado partido anti-pacto que él inventó en el año 2004, el APRE, ya negocia con el PLC una alianza electoral con la probada maquinaria que es el PLC como vehículo donde se unifiquen las que llaman “fuerzas democráticas” (debe leerse antisandinistas o no-sandinistas).

Después de conseguir la aprobación del TLC, la prioridad de Estados Unidos empezará a ser conseguir la derrota de Ortega en las elecciones. Y aunque Alemán tal vez hubiera preferido salir libre por “sobreseimiento definitivo” (falta de pruebas) en los tribunales, la amnistía -que es un perdón político- le permitiría aparecer como víctima de una trama política y al Ejecutivo como factor de reconciliación.

Durante muchos meses, la familia de Alemán y sus más fieles han insistido en que Alemán quedará totalmente libre y en que eso sucederá en “su momento”. Para el PLC y para el Ejecutivo ese “momento” puede ser ahora. Tiempo de Navidad, tiempo de “amor y perdón”. ¿O mejor la Semana Santa -también tiempo de “perdón y reconciliación”-, antes de la elección del candidato presidencial del PLC?

Como en Nicaragua los delitos de quienes tienen poder se transmutan por arte de la religión mágica en pecados, para que así no vayan a la cárcel como delincuentes sino que sean perdonados como pecadores, ésta sería una buena salida… donde la “mano de Dios” reaparecería. El Cardenal Obando, obispos y clérigos católicos y pastores evangélicos han apuntalado esta idea desde que Alemán cayó en manos de la justicia. El doctor Alemán es un hombre que perdona y que sabe perdonar, comentó el Cardenal Obando a su regreso de Roma, para concluir que quien perdona merece ser perdonado.

Se requiere perdón y olvido de los supuestos errores en que se hubiera incurrido en el desempeño de las funciones públicas y privadas, dice en su justificación y exposición de motivos el anteproyecto de ley de amnistía elaborado por el PLC.

LA MANO QUE TODO LO BORRA

El 27 de octubre el PLC introdujo en la Asamblea Nacional un anteproyecto de ley de amnistía que cubriría a Alemán, pero que por su amplitud beneficiaría a todos los funcionarios públicos que hubieran cometido todo tipo de delitos contra los bienes públicos -se incluyen también los delitos electorales, para “tocar” el corazón de Bolaños y los suyos-, nada menos que desde el 14 de marzo de 1990 -todavía no había asumido el gobierno doña Violeta y comenzaba “la piñata” sandinista- hasta el momento de aprobación de la ley. Un gigantesco “borrón y cuenta nueva”. Una afrenta nacional. En una reacción inicial, el embajador de Estados Unidos, Paul Trivelli, declaró que si se impone la redacción actual, esta ley se burlaría de 15 años de democracia en Nicaragua. ¿Y si se modificara esa redacción?

Alemán libre por la amnistía y comprometido, a cambio de su libertad, con la unificación de los liberales que competirían en la maquinaria del PLC escaparía de las manos de Ortega, quien vería quebrarse así la esencia de su estrategia electoral. En este escenario, se volvería aún más tentador para Ortega el valerse de una maniobra “legal” para sacar del juego electoral a los sandinistas agrupados en torno a la candidatura de Herty Lewites. En este escenario, a todas las fuerzas anti-FSLN les interesaría que Lewites compitiera -defenderían su no inhibición- aun cuando no ganara, porque le restaría aún más votos a Ortega. Y debilitaría su poder.

Es indudable que a la mano poderosa de Estados Unidos le interesa un escenario que les asegure que Ortega no llega a la Presidencia. Perder no entra en mi horizonte, dijo este mes Daniel Ortega en una entrevista. ¿Será por eso que corre el rumor de que a última hora Daniel Ortega no será el candidato presidencial del FSLN?

LAS MANOS SANDINISTAS

Está claro que a Daniel Ortega y a quienes en el FSLN han destruido todos los principios políticos y éticos de ese partido, que un día encabezó una revolución por la justicia y la soberanía, lo que les interesa no es la Presidencia, sino el poder. Y el poder que han acumulado les permitirá conservarlo aún por mucho tiempo. Si de las urnas obtienen una cuota de diputados similar a la que hoy tienen lo conservarán por mucho tiempo más.

Así las cosas, si la Presidencia importa menos que el poder, quien únicamente puede erosionar el poder real de Daniel Ortega es el sandinismo que empieza a congregarse en torno a Herty Lewites. Nunca como ahora es urgente y necesario para Nicaragua la alternativa del sandinismo -justicia social y soberanía nacional-, que ya no representa el FSLN.

Nunca como ahora Nicaragua necesita de manos sandinistas que demuestren que la justicia social y la soberanía nacional son componentes esenciales de la democracia y del desarrollo. Nunca como ahora ha sido tan urgente inyectar en la política nicaragüense principios y valores que nos permitan de nuevo soñar colectivamente y actuar como nación.

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