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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 278 | Mayo 2005

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Nicaragua

El combustible y las chispas que lo encienden

La subida del precio del transporte público en Managua por el alza indetenible del precio internacional del petróleo fue la chispa visible que, durante tres semanas, encendió una nueva crisis nacional. El combustible que alimentó esta crisis, las previas y las que seguirán, es más espeso y tiene varias fuentes. Son demasiadas las chispas que lo encienden.

Equipo Nitlápan-Envío

La “violencia en Nicaragua” fue nuevamente noticia internacional. Y lo fue con imágenes que se repiten desde hace años: llantas ardiendo en las calles de Managua, vehículos incendiados, barricadas de adoquines, jóvenes encapuchados lanzando morteros en las puertas de las universidades y policías antimotines respondiéndoles con balines y gases lacrimógenos en batallas campales en escenarios tachonados de columnas de humo. Escenas nuevas en esta ocasión: buseros de Managua lanzando piedras y morterazos contra universitarios y universidades, y alteraciones similares, aunque de menor escala, en otros puntos del país.

EL CORTOPLACISMO

El petróleo ha subido aceleradamente de precio en todo el mundo. La progresiva reducción de las reservas tradicionales y la creciente demanda en China -una economía en formidable expansión- explican estas alzas. También, la intervención de Estados Unidos en Irak y su proyecto hegemónico en esa zona petrolera del mundo. Lamentablemente, para moverse, nuestro planeta depende en exceso del petróleo. Otras fuentes de energía lo harían más habitable y desarrollarlas a gran escala nos garantizaría supervivencia y demostraría que somos “sapiens”, la única especie animal con capacidad de proyectar su futuro. Pero aún no parece llegado el tiempo de que actuemos, como humanidad, en esa dirección racional.

Del petróleo y sus derivados depende no sólo que en Nicaragua se muevan buses y autos. También el 85% de la energía eléctrica que generamos depende del petróleo. Aunque aún la electricidad no llega a todos, porque un alto porcentaje de hogares rurales se alumbra con candiles y aunque aún el 57% de los hogares -rurales y urbanos- cocinen con leña, con las trágicas consecuencias de deforestación que esta práctica provoca.

En un país con sol durante todo el año, con vientos constantes y poderosos durante varios meses del año, con importantísimas reservas de agua -todavía- y con bastantes volcanes activos, que tan alta dependencia del petróleo se mantenga aún en Nicaragua, que los planes para energías alternativas se enuncien, se anuncien, se declamen retóricamente, y pasando los años no pasen del papel, de los foros y de las consultorías, es una expresión más del cortoplacismo que nos invade y del que se nutre nuestro subdesarrollo. Ese cortoplacismo es chispa presente en nuestras crisis: explica muchas de ellas y también las “soluciona”.

LA POLARIZACIÓN

La factura petrolera de Nicaragua ha crecido con el alza del precio de los combustibles. En 2004 la compra de crudo representó el 20% del total de las importaciones del país y consumió el 52% de todo lo que el país ingresó por exportaciones. El crecimiento de la economía nacional, medido en el incremento en las exportaciones, podría quedar anulado en el año 2005 si continúa, como ya se anuncia, el alza del precio del barril de petróleo.

No hay ninguna señal en el horizonte mundial que permita esperar que los precios del petróleo vayan a descender. Seguirán subiendo. Las causas estructurales de estas alzas anuncian una realidad que va para largo. En Nicaragua, fue hasta comienzos de abril, y después de que, desde enero, fuera preocupante noticia diaria el aumento del precio de la gasolina y del diesel, que los transportistas de Managua -empresas privadas y cooperativas que brindan el servicio público de buses urbanos, por cierto pésimo- plantearon aumentar el precio del pasaje en la capital de 2.50 a 3 córdobas (2.50 córdobas = 15 centavos de dólar).

El responsable por la ley de todo lo referente al transporte de la capital es el alcalde, en este caso el sandinista Dionisio Marenco, recién estrenado en el cargo en enero. Marenco aprobó inicialmente el aumento, pero los concejales se lo rechazaron, la población protestó y Marenco, aun reconociendo que con 2.50 el servicio de transporte colectivo era irrentable -lo que hay que poner en duda, dado lo turbio del negocio de transporte colectivo-, revirtió la aprobación de los 3 córdobas y a partir de entonces, entrampado entre los reclamos de los buseros y las protestas de los usuarios -850 mil managuas usan a diario los buses-, apostó a que fuera el gobierno central quien resolviera el problema.

Aunque razones había para que el Ejecutivo asumiera también responsabilidades, la apuesta de “lanzarle la pelota” a Bolaños fue política: las tensiones entre el Ejecutivo y el FSLN, entre el Presidente Bolaños y el dirigente del FSLN Daniel Ortega -del que Marenco es mano derecha e izquierda-estaban muy vivas para esas fechas y se sabía que iban a avivarse con el “boleo” de Marenco. La polarización sandinismo-antisandinismo, un terreno minado en el que representantes de ambas corrientes buscan créditos y réditos en cualquier oportunidad que se les presente, es chispa que activa crisis desde hace 25 años en este país.

LA RESIGNACIÓN
Y LA INSENSIBILIDAD

El Presidente Bolaños enfrentó el problema con cuatro medidas, típicas del guión de su deslucida gestión de gobierno. La primera, un llamado a la resignación: el país debía resignarse y aprender a convivir por mucho tiempo con el alza de los precios del petróleo porque nada se podía hacer. La segunda: adelantó una hora en el reloj, medida ya ensayada en el país, que afecta la “integración” centroamericana y no se traduce en un ahorro significativo. La tercera: anunció como la única y mejor de las soluciones un aumento del 15% del salario mínimo, que no había sido ajustado desde 2003. La cuarta: responsabilizó al alcalde Marenco por lo que ya empezaba a ocurrir en Managua: los buseros cobrando 3 córdobas (“no podemos seguir perdiendo”) y las primeras protestas de los estudiantes universitarios (“no vamos a permitir que nuestro pueblo siga pagando”).

Aunque el precio internacional del petróleo es un factor de la crisis que escapa de las manos del gobierno, y aunque la regulación de los precios del transporte en Managua corresponde al alcalde, una vez más el Presidente Bolaños abonó a la crisis con esa satisfacción con la que presenta “soluciones” que no ha concertado con nadie y repite su gastada consigna de que nunca estuvo mejor Nicaragua que hoy, en la “nueva era”.

Bolaños inauguró su gestión diciendo que aspiraba a ser el mejor gobernante en la historia de Nicaragua. De la talla de Abraham Lincoln o de Winston Churchill: así lo ha dicho. Ser un buen gobernante en Nicaragua significa dolerse por lo que ocurre y expresar adecuadamente ese dolor con palabras verdaderas y con el ejemplo de la propia vida. Significa también romper con ese pragmatismo resignado que como un hilo turbio hilvana toda nuestra historia, generando fatalismo en los pobres e insensibilidad en los ricos, anulando la creatividad y la autoestima y llevándonos a pensar que no somos más que polizones en bar-cos al garete en el mar de las realidades internacionales. La frialdad con la que el actual Presidente se presenta como víctima resignada de los problemas a los que él, por su cargo, debe responder viene actuando como chispa que agita las crisis de los últimos tres años.

LA REPETICIÓN DEL GUIÓN

Durante las tres semanas que duró esta crisis -se calcula que durante 7 días fueron unas 3 mil personas las que protagonizaron los incidentes visibles en una docena de focos de Managua y en algunos puntos de otras ciudades-, los universitarios en rebeldía insistían en que no detendrían sus iras hasta que no se volviera a los 2.50. Los transportistas en huelga reiteraban que no sacarían de nuevo los buses a las calles si no se les autorizaban los 3 córdobas o se les subsidiaba la diferencia. El gobierno se mantenía firme en que el subsidio es una mala palabra en la economía de mercado.

Como el problema del alza del precio del petróleo alza todos los precios nacionales y afecta a todos, mientras se prolongaba la disputa surgió una lluvia de propuestas: tarifas diferenciadas (precios más altos en buses mejores y más cómodos, que habría que importar), reducción del impuesto que en Nicaragua -por no ser país petrolero- se paga al comprar cada galón de combustible, pago diferenciado de ese impuesto (que paguen más quienes consumen gasolina en vehículo privado), uso de etanol como combustible para vehículos como ya se hace en otros países...

Al final de la crisis, en la medianoche del 28 de abril, se recurrió a una tregua con la “solución” que menos soluciona: los transportistas de Managua -un gremio muy desacreditado- serían subsidiados con recursos del gobierno central y de la alcaldía durante los próximos tres meses y en ese lapso se buscarían otras soluciones más de fondo. ¿Se buscarán realmente? ¿Se encontrarán realmente? Una de las chispas que enciende nuestras crisis es esa rutina, ese guión que desde hace años se repite en estos desórdenes: nacen siempre de repente como obedeciendo a un resorte, crecen y se desarrollan con anarquía y violencia y mueren en una negociación que nos coloca prácticamente en el punto de partida. Hasta nuevo aviso.

EL PECADO EN QUE VIVIMOS

El alza en los precios del petróleo obliga a todos en Nicaragua, desde el Presidente hasta el último ciudadano, pero primeramente a quienes más arriba están en la escala del poder, a considerar este problema como central. Y considerarlo central significa pensar y actuar de inmediato para distribuir lo más equitativamente posible los elevados costos del problema, que ya sabemos se prolongará en el tiempo. Tal vez llegó ya para quedarse.

Un primer paso sería ubicar dónde se encuentra la más profunda de nuestras crisis: la injusta y escandalosa desigualdad en la que nos hemos resignado a vivir. Nicaragua tiene una de las peores distribuciones del ingreso y de las riquezas de toda América Latina, a su vez la región más injusta y desigual del planeta. En Nicaragua, el 20% más rico de los hogares concentra el 61% del ingreso per cápita y el 20% de los más pobres sobrevive con sólo el 3.6% del ingreso. Este país, que dice ser cristiano, donde la clase política nombra a Dios a cada momento, convive resignadamente con este gravísimo pecado estructural. El 78% de la población nicaragüense sobrevive con menos de dos dólares al día. Si alguien en esa inmensa masa de empobrecidos, tomara, por ejemplo, dos buses para llegar a algún trabajo mal pagado y dos para regresar -situación muy frecuente en la dispersa y extendida Managua-, se gastaría la tercera parte de sus ingresos sólo en movilizarse.

Semejante injusticia no la resuelve la mano invisible del mercado, las leyes de la oferta y la demanda o la inversión extranjera -en forma de maquilas-, como insiste el Presidente Bolaños cuando “se pone al frente ” de nuestras realidades empleando esquemas empresariales del catecismo económico del que es discípulo. Esto requiere de otra mano, de otras manos, de todas las manos. La extrema pobreza de ese 78% tiene que ver con la extrema riqueza del 2%. Tiene que ver con la injusta estructura tributaria de Nicaragua, donde un 90% de los impuestos recaudados los aportan, en forma de impuestos directos, quienes menos tienen.

Esta injusticia es chispa y combustible para cualquier otra crisis que por ahí aparezca, real o artificial, prefabricada o espontánea. La mayoría de la gente vive su vida en Nicaragua en condiciones insoportables y esto la puede colocar, por desesperación, en cualquier trinchera de lucha, aunque no sepa bien al servicio de quién está luchando.

LA ILÍCITA DEUDA INTERNA

Durante la crisis, resuelta finalmente con recursos para subsidiar a los transportistas y a los usuarios de Managua -como es habitual, la crisis fue “managüizada” y no se “resolvió” el alza del transporte interurbano, por lo que de inmediato el problema estalló en Tipitapa-, todos los implicados hablaron de “falta de recursos”. ¿Tiene o no el gobierno recursos para enfrentar las necesidades sociales de las mayorías, muchas de las cuales se han agudizado y seguirán agudizándose con el alza de los precios del petróleo?

El gobierno Bolaños ha logrado -y hay que reconocerlo- una mayor y más eficiente recaudación fiscal -falta muchísimo todavía porque los ricos y los bancos siguen sin pagar lo que deben- y a este gobierno le ha tocado, tras esfuerzos de años de toda la sociedad, recibir en premio el alivio del pago de la deuda externa. Por lo más recaudado y por lo menos pagado, este gobierno podría disponer de recursos para invertir en educación y en salud en montos que harían visibles algunas mejorías.

Pero no se ve nada. Porque estos recursos extra han ido a parar a los bancos, al pago de la deuda interna. Este oneroso pago -el Estado debe a varios bancos casi 2 mil millones de dólares- se hace más cuestionable considerando sus orígenes, tema político en el que viene insistiendo el economista Néstor Avendaño: Esta deuda tiene tres grandes raíces ilícitas -reitera-, que son las confiscaciones de propiedades en la década de los 80, las quiebras bancarias en la década de los 90 y algunas operaciones de mercado abierto con elevadas tasa de interés y mantenimiento de valor que han maximizado las pérdidas del Banco Central desde la segunda mitad de los 90.

LAS PRIORIDADES

Si el problema del petróleo coloca a Nicaragua en una situación de emergencia, ¿no debería plantearse como prioridad renegociar esa deuda interna en nombre de la justicia social? No hay señales. No hay flexibilidad de la banca, no hay voluntad política ni del gobierno, ni tampoco de los diputados del pacto, para exigir la renegociación.

Y permanece el aval de los organismos financieros internacionales y de la comunidad cooperante para que el gobierno priorice el pago de la deuda, aun a costa de erosionar con esto el gasto social en salud y educación. Y aun a costa de dejar a Bolaños sin el respaldo interno que le habría dado mejorar la vida de la población más necesitada. El respaldo incondicional que le dan con una mano se lo quitan con la otra, privándolo de construirse una base de apoyo.

La deuda interna es hoy, aun por encima de la subida de los precios del petróleo, el principal lastre que hunde la economía de Nicaragua. ¿Veremos algún día sostenidas protestas populares y juveniles ante los bancos, beneficiados con el pago de esta deuda y además, amnistiados del pago de impuestos durante años? ¿Veremos señalamientos abiertos de los dirigentes “populares” a los banqueros, responsabilizándolos por comerse los recursos que aliviarían tantas tragedias sociales? El dedo de los universitarios en rebeldía estaría entonces sobre la llaga más sangrante. Porque el pago de la deuda interna es hoy la más explosiva de las chispas. Aunque apenas hace ruido, está consumiendo los recursos del país.

FUNCIONAL AL PACTO

Éstas son algunas de las chispas objetivas, estructurales y coyunturales, que alimentaron esta crisis, y que alimentarán las que seguirán. No lo explican todo. Como nunca, ha prevalecido esta vez la convicción mayoritaria de que “detrás de esto hay algo más”.

Ese “algo más” es que la crisis de abril fue totalmente funcional al desorden político-institucional en el que el país viene girando, resbalándose y hundiéndose desde noviembre de 2004, cuando el FSLN y el PLC pactaron reformas constitucionales que restan facultades al Poder Ejecutivo y configuran, para después de las elecciones de 2006, un esquema de gobierno controlado por las cúpulas de ambos partidos, amarrados ahora en una estrategia de “alternabilidad” Con el control absoluto que tienen ya ambos caudillos y sus partidos de todos los poderes e instituciones estatales, la llegada al Ejecutivo de cualquiera de ellos les aseguraría compartir el poder total, perpetuando en el gobierno una dictadura bipartidista. Este modelo le garantiza a Ortega y a Alemán y a sus argollas que no surja en mucho tiempo nada que se parezca a una tercera vía, a una auténtica oposición.

Desde que las reformas comenzaron a aprobarse -aún no a implementarse-, la tercia entre el Presidente Bolaños y los dos caudillos no ha cesado. Hubo un clímax en enero, del que se salió por la puerta-farsa de un “diálogo tripartito” Ejecutivo-PLC-FSLN, haciendo de testigo-garante, a petición de Alemán y de Ortega, el Cardenal Miguel Obando y Bravo.

UN PRESIDENTE HUMILLADO

En este teatro de diálogo, el Ejecutivo ha estado en una permanente y humillante desventaja. En un intento desesperado por revertir tal situación, el 29 de marzo, el Presidente Bolaños logró de la Corte Centroamericana de Justicia -instancia de nula representatividad- una resolución que declara inaplicables las reformas constitucionales por considerar que violentan la independencia entre los poderes.

El mismo día, y sólo horas antes, la yunta FSLN-PLC se adelantó a responder con una sentencia de la Corte Suprema de Justicia controlada por el pacto, que declaró igualmente inaplicable la sentencia de la Corte Centroamericana. Éste fue el telón institucional ante el que se escenificó la crisis del transporte.

En la desigual tercia entre Bolaños y el PLC-FSLN, el apoyo a Bolaños siempre viene de fuera y empacado en forma de declaraciones, pronunciamientos y advertencias de corte de ayuda económica, mientras dentro los dos caudillos se imponen ante la impotencia, la confusión, la desidia, la indiferencia o el desconcierto de la mayoría de la población, agobiada mayoritariamente por urgencias nacidas de la falta de oportunidades y de los esfuerzos por sobrevivir; y secuestrada aún en sectores bastante significativos de ciudades y zonas rurales por el real liderazgo que conservan a pesar de todo Ortega y Alemán.

CON LA ENERGÍA UNIVERSITARIA

En un panorama de generalizada anemia fisiológica y anomia social, los universitarios son el sector de la población que con más rapidez sale a las calles a protestar. Es una tradición histórica. Es una realidad biológica: tienen más energías personales. Es una realidad social: tienen más tiempo y menos obligaciones familiares.

Sin embargo, esta crisis demostró que cada vez son menos los universitarios que participan en las protestas y que cada vez menos la población adulta se siente representada por su juventud universitaria. Porque en estas protestas, cada vez más, se constata anarquía, falta de liderazgo, consignas vacías, dispersión. Y manipulación. Actualmente, el liderazgo universitario, que no ha sido electo democráticamente y que no actúa democráticamente, está en manos de las estructuras del FSLN. A pesar de todo esto, tan graves son los problemas nacionales que en torno a este desgastado liderazgo se congregan aún jóvenes de buena voluntad con sus energías listas para luchar por cambiar las cosas.

CON EL SILENCIO DEL PLC

Los organizadores y dirigentes de las protestas de abril esperaban mucho más de ellas. Al inicio hablaron de que la huelga de los buses de Managua provocaría una huelga general en la capital. No hubo ni una señal de que eso fuera a ocurrir.

Sin embargo, la fórmula de un grupito manipulado y activo al que se suman algunos luchadores idealistas, basta para “incendiar Managua”, para poner en jaque al gobierno y para hacer que “la violencia en Nicaragua” sea noticia internacional.

Desde las universidades siempre pueden saltar chispas de gran eficacia. Los liberales no tienen influencia sobre el sector universitario, los sandinistas la mantienen. Fue notorio que durante estas semanas los PLC no condenaron nunca “la violencia de las turbas sandinistas”, sólo criticaban la ineptitud de Bolaños. Los liberales respaldaron las protestas con su silencio y con otros recursos. Hubo una muy hábil distribución de las tareas en los distintos escenarios de la crisis: calles, Parlamento, medios...

Algunos diputados liberales, los más explícitos, ya habían anunciado a mediados de abril que si el Presidente Bolaños insistía en buscar apoyo internacional o en decretar alguna emergencia para resolver el desorden institucional, utilizando para ello a las fuerzas armadas -rumor permanente desde enero- paralizarían el país y Nicaragua vería a sandinistas y a liberales luchar juntos en tranques y barricadas.

LAS “LORAS MAL TIRADAS”

Tras el choque entre ambas sentencias, la de la Corte Centroamericana y la de la Corte nicaragüense, y ya activadas las protestas universitarias, inició una nueva escalada en la tercia entre Bolaños y los diputados del pacto. La violencia callejera jugaba a favor del PLC-FSLN.

El 12 de abril fue un día en que el pacto libero-sandinista jugó muy fuerte. La Asamblea nombró a cuatro nuevos magistrados para la Corte: como se esperaba, mitad y mitad, reelectos dos del FSLN y uno del PLC y electo otro del PLC y como se esperaba, desestimada la lista de propuestos por Bolaños. Ese mismo día se aprobó por fin la ley de regulación salarial para los altos cargos en el gobierno, los diputados recortaron todos los salarios, menos los de ellos mismos: con una escaramuza contable sobre salario neto y salario bruto se los aumentaron en 425 dólares. Y ese mismo día la Asamblea rechazó un préstamo del BID que el Ejecutivo emplearía -según los diputados- para pagar las costosas consultorías que encarga a sus más allegados.

En respuesta a todo esto, Bolaños, alegando que había sido engañado por Daniel Ortega -en febrero, Ortega se había comprometido a un consenso con el Ejecutivo en la elección de los magistrados-, anunció que su gobierno abandonaba la mesa del diálogo tripartito por causa de los reiterados incumplimientos. Bolaños le puso después las quejas al Cardenal Obando -encerrado esos mismos días en el cónclave para elegir Papa, en una carta que Obando explicaría después le llegó por un fax todo borroso y que él mismo tuvo que pagar: Me costó más de cien dólares, se quejó.

Este gobierno sigue siendo “un gobierno en la oposición”. ¿Sabe serlo? Cuando el Presidente quiso desquitarse de las humillaciones en la tercia con sus adversarios decidió mostrar su sagacidad explicando las verdaderas razones del cambio de hora, que tantas irritaciones estaba causando: Yo sabía que querían hacer un paro nacional a partir del lunes (18 de abril), pero afortunadamente tuvimos la destreza y con inteligencia los desarmamos, los diseccionamos con un bisturí y cambiamos la hora para que ésa fuera la comidilla y el plato del día, y así los dejamos como loras mal tiradas.

Groserías como ésta -presentadas como genialidades-, teatralidades, farsas, insultos y mofas mantienen permanentemente encendidas las chispas emocionales que alimentan las crisis.

EL EXCESO DE TESTOSTERONA

Fue entre el 18 y el 26 de abril cuando se desarrolló la escalada de violencia y actos vandálicos en Managua: una docena de vehículos estatales y privados incendiados en las calles, un centenar de detenidos entre universitarios y pobladores de los barrios, dos policías heridos de gravedad y docenas de manifestantes también heridos, huelga de una semana de los autobuses urbanos, lo que provocó suspensión de clases y actividades comerciales y caminatas interminables de quienes iban a sus trabajos. Las pérdidas para la economía fueron calculadas en unos 100 millones de córdobas (5 millones de dólares).

Preocupante el exceso de testosterona que demostraron no sólo los “vándalos” en las calles sino los protagonistas de la crisis, incluido el Presidente de la República, con sus declaraciones. Asistimos a una versión de esa escalada verbal y de terquedad agresiva que en las cantinas protagonizan irresponsablemente tantos hombres, deseosos de demostrar “quien los tiene mejor puestos”, duelos que jamás solucionan ni siquiera esa estúpida disputa biológica y que terminan a menudo en muertes. Este machismo político resulta una vergüenza nacional y debe ser denunciado -como se denuncia el pacto-, porque alienta y legitima el machismo que domina en los hogares, chispa de tantas crisis silenciadas que también impiden nuestra democracia y nuestro desarrollo.

UNA TEMERIDAD MACHISTA

El máximo nivel de testosterona pudo medirse el martes 26 de abril. En la mañana del 25, en una reunión convocada de urgencia por el alcalde Marenco con todos los alcaldes del país, los 86 que acudieron (son 152 en total) -mayoría sandinistas y algunos liberales aliados- firmaron, sin ningún debate, un documento en el que exigían a Bolaños asumir con responsabilidad la crisis. Y si era incapaz, le pedían que renunciara a su cargo. Los diputados del PLC se unieron a los del FSLN para respaldar en el Parlamento la posición de los alcaldes.

En caliente el reto a Bolaños, el día 26 unos ocho mil manifestantes organizados por las estructuras del FSLN marcharon hacia casa presidencial protestando por el alza del pasaje de los buses y por todo lo demás que en el país sucede. El calor era insoportable, rondando los 40 grados. Casi a mediodía, el Presidente Bolaños salió de casa presidencial con varios de sus ministros en lujosas camionetas. Bajó de una, con un sombrero blanco, y acompasando su caminar -se compararía después con el campante Johnny Walker- se dirigió, rodeado de policías y guardaespaldas, a la valla que contenía a los manifestantes... “para dialogar”. Lo recibieron, como era de esperar, con insultos, pedradas y bolsas de agua. Una pedrada hirió levemente a un hijo del Presidente. Por suerte, el caos que este acto de temeridad de Bolaños pudieron haber provocado no llegaron a producirse.

Como patrón que acude a revisar los linderos de su finca, el Presidente nos obsequió con una imagen machista, insólita en la secuencia de nuestros interminables sainetes políticos. Por eso no nos toman en serio. Por eso no nos respetan. Porque nuestros líderes no se respetan. Y al actuar así nos irrespetan. Reincidente, el mensaje presidencial que siguió a esta imprudencia superlativa fue una burda provocación con la que retó al mejor estilo machista a los otros actores del conflicto: al alcalde, al rector, a la población airada. Sin embargo, en 48 horas, el conflicto llegaba a su fin.

¿PARA QUÉ Y QUIÉNES?

Los protagonistas de la violencia callejera culpaban al Presidente Bolaños por su ineficacia al no “ponerse al frente” de la crisis del transporte para resolverla. Y más: por la crisis de desempleo y el alza generalizada de precios. Y más: por el fracaso del modelo económico neoliberal que encabeza. Y más: por su sumisión a los organismos internacionales y al imperialismo yanki. Por su parte, durante toda la crisis Bolaños culpó persistentemente a Daniel Ortega y al sandinismo por todo lo que ocurría en las calles, cuidándose muy macho de mencionar a los aliados de Daniel Ortega en el pacto... y en estos disturbios.

El objetivo político de la violencia callejera -sandinistas en las calles, liberales en la retaguardia parlamentaria- era arrinconar a Bolaños, desgastarlo más de lo que ya está, exhibir sus debilidades, boicotearlo, chantajearlo. En esta estrategia vienen coincidiendo desde noviembre el FSLN y el PLC, aunque repartiéndose el trabajo.

El objetivo político de esta estrategia no es destituir a Bolaños, sino forzar las cosas para que termine su período en las peores condiciones imaginables y así cimentar en las urnas del 2006 votos suficientes para darle el triunfo a la estrategia pactada: la dictadura bipartidista a la que apuntan las reformas constitucionales controladas por los caudillos que las diseñaron, las han aprobado y las implementarán.

EJÉRCITO: EN LA CUERDA FLOJA

La Policía Nacional actuó estos días con la fuerza acostumbrada, desmedida en ocasiones, y en cierto modo ineficaz. Porque al no ser totalmente espontáneas las protestas, sino controladas por intereses políticos desde fuera, el uso de balines y gases sólo enardece a los universitarios, que actúan con mayor violencia. Tienen los recursos y la ideología. Si del bando policial abundaron los balinazos, que pueden matar, del bando juvenil abundaron los morterazos, que también matan.

A la violencia de ambos bandos contribuye también la filmación sostenida durante horas en algunos canales de televisión de las escaramuzas callejeras, como si de películas de acción militar se tratara. Cuántos jóvenes no buscan exhibir su destreza disparando morteros ante la audiencia nacional sabiendo que las cámaras los están enfocando...

El Ejército realizó maniobras -supuestamente “programadas con antelación”- el 20 de abril, en días ya calientes del amotinamiento callejero. Ver a los soldados en orden de combate y armados por las calles resulta siempre intimidante. Las maniobras levantaron suspicacias. El día 26, el Presidente anunció que le había ordenado al Ejército mantenerse “en alerta” si la Policía se veía desbordada por la violencia.

El Ejército de Nicaragua -que en un ambiente de fragilidad institucional mantiene solidez, y en un clima de rechazo general de la población a las instituciones conserva aún credibilidad- viene haciendo piruetas para mantenerse neutral, siempre a punto de recibir órdenes de un gobierno en una tercia política cada vez más confusa y siempre bajo las presiones del gobierno de Estados Unidos. Tarea difícil.
Con alarde de prudencia, el nuevo Jefe del Ejército, Omar Halleslevens, trató en todo momento de guardar silencio haciendo declaraciones mesuradas para, sin “minimizar” la crisis no “maximizarla”, considerando que esta tendencia es la que prevalece: Los nicaragüenses somos muy dados a elevar cualquier problema a la enésima potencia.

LA PROPIEDAD: TEMA CRUCIAL

Dentro de la ofensiva política Ortega-Alemán, son estratégicas las dos nuevas instituciones creadas por el pacto, que trasladan competencias cruciales desde el Ejecutivo al Legislativo: la Superintendencia de Servicios Públicos (SISEP) y el Instituto de la Propiedad Reformada Urbana y Rural. Los nombramientos de quienes dirigirán ambas entidades los harán los diputados del pacto, quienes también han elaborado las leyes que las regirán.

En la tercia entre Bolaños y los dos caudillos nada ha puesto más nervioso al Ejecutivo que estas dos nuevas instituciones. El 26 de abril, a pesar de todas las advertencias de que eso afectaría el estancado diálogo tripartito, y en el clímax de la crisis, los diputados aprobaron la ley creadora de la SISEP. Una provocación. Como un morterazo. Al día siguiente comenzaron a aprobar a toda máquina la ley creadora del Instituto de la Propiedad. En el pacto, Alemán y Ortega ya acordaron que será un FSLN quién dirigirá el Instituto de la Propiedad y un PLC quién dirigirá la SISEP. Las cuatro intendencias (agua, energía, telecomunicaciones, consumidores) se las repartirán entre ambos.

Los problemas de la propiedad que el nuevo Instituto “resolverá” son ingentes, se remontan a 25 años atrás, involucran a altos dirigentes de toda la clase política, afectan a militares desmovilizados sandinistas y antisandinistas, tienen que ver con “piñatas” y “huacas”. Afectan también a unos 760 nicaragüenses nacionalizados estadounidenses (los famosos gringos caitudos), que reclaman ser indemnizados o rescatar sus propiedades confiscadas en los años 80. Por esta ventana ha vuelto a entrar el gobierno de Estados Unidos al conflicto.

LA LIBERTAD DE ALEMÁN

El gobierno de Estados Unidos, cómo no, siguió atentamente la crisis en Nicaragua. Exagerándola, alertó a sus ciudadanos a no viajar al país como turistas de aquí hasta julio, y si lo hicieran, les recomendó evitar las muchedumbres.

El objetivo estratégico de Estados Unidos en Nicaragua consiste en evitar otra cosa: el regreso de Daniel Ortega -el del FSLN y también el del sandinismo- al gobierno. Para ello trabajan en la difícil tarea de unificar electoralmente a las “fuerzas democráticas” -entiéndase todo lo que no es sandinismo- y para ello estarían dispuestos a cualquier cosa, también a dar el aval para la liberación de Arnoldo Alemán bajo cualquier pretexto que fabricarían, conscientes de que es Alemán el principal obstáculo para la reconciliación PLC-Bolaños y para la unificación del antisandinismo y apostando a que la libertad de Alemán lograría reorganizar y revitalizar al PLC, la que creen es la única maquinaria capaz de enfrentar con éxito a Ortega y derrotarlo.

En medio de la crisis, el gobierno Bush añadió sus propias chispas al conflicto advirtiendo al gobierno y al PLC que la ayuda a Nicaragua podría cancelarse, pues Estados Unidos no permitirá que el Instituto de la Propiedad sea dirigido por un sandinista. El gobierno de Estados Unidos defiende, por la Ley Helms-Burton, y en cualquier lugar del mundo, las propiedades de sus connacionales confiscados. Y desconfía de que pudieran recuperarlas si quien decide sobre ellas es el FSLN.

De inmediato, el PLC hizo eco a esta nueva presión y dejó inconclusa la aprobación de la ley creadora del Instituto de la Propiedad. Se produjo así el más serio distanciamiento observado hasta hoy en la indetenible estrategia del pacto.

Más que eso, la presión de Estados Unidos le brindó al PLC una magnífica oportunidad para chantajear en tres direcciones. Y sin recato, así lo declararon: el nombramiento o no de un sandinista al frente del Instituto de la Propiedad dependerá de recibir a cambio la libertad para Alemán. Para sacarlo de su hacienda-cárcel, Ortega, Bolaños y Estados Unidos tendrán, cada uno, una cuota que poner, un costo político que pagar. Y fue así como el reo ex-Presidente volvió a colocarse, una vez más, y para vergüenza nacional, en el centro de la crisis.

LA “SOLUCIÓN”

¿Cómo se soluciona la crisis de Nicaragua? En los días del abril humeante las fórmulas “institucionales” proliferaron: estado de emergencia, bolañazo (modelo Fujimori, disolviendo el Parlamento desde el Ejecutivo), golpe de Estado técnico, dado o por el Presidente a los diputados, o por los diputados al Presidente, o por el Ejército asumiendo los militares el control del país, convocatoria a Asamblea Constituyente, destitución del Presidente y junta de gobierno integrada por personalidades notables, renuncia del Presidente y adelanto de las elecciones... De todo se escuchó.

Oficial y teatralmente, la crisis de abril terminó con un acuerdo a la medianoche premiando al desprestigiado gremio de los buseros de Managua con un subsidio estatal que no recibe ningún otro gremio nacional, aunque sea productivo, honesto o eficiente.

Terminó con el “relanzamiento”de esa farsa que es el diálogo tripartito, ahora con la iniciativa de Bolaños de transformarlo en diálogo “nacional”, sumando a la sociedad civil a los debates y siempre con los “buenos oficios” del testigo-garante Cardenal Miguel Obando, recién llegado de participar en el cónclave que eligió a Benedicto XVI, lo que fue calificado pomposamente por la clase política -en mensajes y declaraciones- como un orgullo nacional.

El fin de la crisis el 28 de abril no la solucionó, sólo la postergó. Bolaños se negaba a subsidiar y la “solución” fue un subsidio. A muchos pobladores se les animó a salir a las calles “a tumbar el gobierno”. Y el gobierno sigue. Y seguirá. En tres meses -o antes- se repetirá el guión.

Sin seriedad, a la “normalidad” que siguió algunos le llamaron “la paz” y le adjudicaron ese trofeo a Bolaños por su “valentía” al enfrentar irresponsablemente la marcha que lo repudiaba. No faltó quien considerara que fueron las oraciones elevadas a Dios por el Cardenal recién llegado las que pusieron fin a la violencia.

UNA MUTACIÓN EN LA CULTURA

Ni valentías ni subsidios ni oraciones impedirán que la crisis del petróleo se agudice. Podría actuar como una mutación en el tipo de sociedad individualista, consumista, derrochadora, adicta al vehículo, irresponsable e insensible ante la inequidad, que hemos construido en Nicaragua, con la mezquina clase política al frente.

Las mutaciones dan giros a la evolución. Esta crisis-mutación obligaría a toda la sociedad a evolucionar. A plantearse, por ejemplo, y entre otras muchas tareas, una verdadera política de población -que detuviera su irracional crecimiento-. Esto pasaría necesariamente por una política de educación sexual, que a su vez pasaría necesariamente por asumir y llevar adelante políticas públicas en educación y en salud verdaderamente laicas y no católicas. Es sólo un ejemplo entre lo mucho que nunca ponemos en agenda. ¿Se emprenderá esta urgente tarea, que es cultural? ¿Quién hablará de ella entre los morterazos y la testosterona verbal?

OTRAS MUTACIONES

Esta crisis-mutación obligaría a toda la sociedad, especialmente a la sociedad de Managua, a plantearse una cultura de ahorro y austeridad personal, familiar, colectiva e institucional, que necesariamente pasa por renunciar a algo o a mucho y que permanece hoy bloqueada por ese barniz de modernidad con que nos hemos revestido y que se traduce en centrar la felicidad en el placer y el estatus en un consumo irracional y no acorde con el país en el que vivimos.

Obligaría, por ejemplo, a cuestionar el exuberante y lujosísimo parque vehicular que tanto combustible consume circulando por esta Managua millonaria en miserias. Obligaría -es solo un ejemplo- a la cultura de la bicicleta. A fomentarla en la capital y entre tantos jóvenes de clase media y alta que manejan vehículos de lujo que sus papás les regalan como si los merecieran y que padecen la obesidad de la perniciosa cultura del fast food. Obligaría a desmontar reflexiva y activamente tantos procesos de individualismo y yoquepierdismo en que nuestra sociedad ha ido cayendo.

UNA MUTACIÓN EN EL ESTADO

Tomar en serio la crisis por el alza del precio del petróleo, que podría llegar hasta a 100 dólares el barril, obligaría también a desmontar el Estado creado por el pacto del año 1999 y todo lo que en ese Estado se ha hecho después, lo que el pacto está haciendo ahora.

Eso es lo que ha planteado el sandinismo a través del Movimiento de Unidad Sandinista que dirige el economista Alejandro Martínez Cuenca. ¿Cómo mantener el presupuesto para tan numerosos altos cargos en la Corte Suprema, en el Poder Electoral, en el Parlamento, en la Contraloría, en el Ejecutivo, en nuevas instituciones? Reflexiona Martínez Cuenca: Sencillamente, no habrá recursos para eso. En el 2004 gastamos cerca de 300 millones de dólares en combustibles y tal como va el precio del crudo es de esperar que en el 2005 esta cuenta podría ubicarse más allá de los 500 millones de dólares.

¿CUÁNTO DURARÁ?

El pacto del 2000 fue un amarre político ya entonces con graves consecuencias económicas sobre el presupuesto. Ahora, la mutación que podría significar la crisis en los precios del petróleo agrava aquella irresponsabilidad. ¿Cuánto durará, no tanto la crisis petrolera, sino la irresponsabilidad ante ella?

Mientras las “soluciones” vengan de los mismos actores del problema y se basen en nuevos amarres nacidos de más agudas tercias, debemos pensar -y ese pensamiento duele- que esto irá para muy largo.

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