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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 248 | Noviembre 2002

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Centroamérica

Jicaques, kunas, garífunas, mayas: ¿a dónde van?

El antropológo y sacerdote jesuita guatemalteco Ricardo Falla compartió estas reflexiones en el Seminario de Análisis de la Realidad organizado en septiembre en El Progreso, Honduras, por los Jesuitas de Centroamérica, en una charla que transcribimos.

Equipo Envío

¿A dónde van los movimientos étnicos en Centroamérica? ¿Cuál es su futuro, su capacidad de influjo en la sociedad civil y de incidencia en los Estados? ¿Terminarán la etnias centroamericanas diluyéndose en la población no autóctona de nuestros países, asimilándose en un mestizaje cultural, asumiendo sólo la identidad nacional? ¿O llegarán a convertirse sus movimientos en génesis de un gobierno autónomo, dentro o fuera de los Estados nacionales, a un mismo nivel y dentro de una futura federación?

Al hablar de movimiento étnico entendemos dos realidades. Una incluye el cambio cultural que se va produciendo entre los grupos étnicos. Otra es la existencia consciente, explícita y organizada de un "para qué" hacia el cual tienden los grupos étnicos o las nacionalidades con una identidad simbólicamente unida a acontecimientos del pasado, sufridos o gozados por la población autóctona de la que son descendientes. La diferencia entre etnia y nacionalidad se suele marcar por la ausencia o presencia de clases sociales. De partida, hay que tener en cuenta que no todos los miembros de las etnias en Centroamérica son pobres.

Las etnias -o nacionalidades- centroamericanas son un conjunto abigarrado de poblaciones que en la mayoría de los países de Centroamérica representan una minoría por debajo del 10% y a veces del 5% del total de la población, pero que por habitar en lugares donde existen valiosos recursos naturales -minas de cobre en la comarca guaymí o ngobe en Panamá- o en zonas políticamente estratégicas -los mískitos en el Caribe de Nicaragua- han desempeñado un papel importante o podrían desempeñarlo en el futuro. En Guatemala, a pesar de que los censos parecen subenumerarlos, los indígenas mayas son la mayoría de la población y han desempeñado en el pasado un papel muy importante para la economía nacional como mano de obra de la agricultura de exportación, y más recientemente jugaron un papel clave en el intento de revolucionar las estructuras del país, lo que quedó plasmado en el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas firmado el 31 de marzo de 1995.

Los criterios que usaremos para tipificar las etnias y los movimientos étnicos centroamericanos son varios: la proporción numérica en el total de la población del país, la existencia y claridad de señales diacríticas -especialmente la lengua-, la territorialidad, la existencia de recursos en su zona -minas, petróleo, belleza ecológica, folclor, ruinas arqueológicas, caudal de ríos-, la importancia de su población como mano de obra, la fuerza socioeconómica del grupo, la existencia de clases sociales, el grado de elaboración de la memoria histórica, las capas de la nueva inteligentsia, los niveles de organización como etnia y como movimiento étnico -o pluriétnico-, la capacidad de incidencia en el Estado, la presencia en varios países durante siglos, la migración reciente a las ciudades y la migración internacional, especialmente a Estados Unidos. Todos estos factores confluyen en dar mayor o menor poder al grupo étnico y a su movimiento. Daremos algunos ejemplos de grupos étnicos centroaméricanos, ordenándolos del menor al mayor poder del que gozan, y consciente de las ausencias.


Los jicaques o tolupanes de Honduras.

Están ubicados en el centro montañoso de los departamentos de Yoro y Francisco Morazán, y según un cálculo grueso, podemos afirmar que no superan las 15 mil personas. Aunque sus comunidades ocupan un área bastante definida, no están todas territorialmente contiguas y están muy penetradas por población ladina, que se va mezclando por matrimonios. La identidad jicaque se cimenta en la posesión de las tierras de la tribu. Sus señales diacríticas son muy poco claras y, salvo una comunidad, todas han perdido su lengua. Es un pueblo sumido en gran pobreza y miseria.

Su riqueza son los bosques de pino, pero el negocio de la madera es fuente de corrupción. Las familias no reciben remesas del exterior. Por sí solos, tienen muy poca capacidad de incidencia frente al Estado, limitándose esta incidencia a la imagen que otros logren hacer con su hambruna y sus miserias. Carecen de grupos de "inteligentsia" que rescaten su memoria histórica. No tienen redes ni comunidades en las ciudades principales.

Los jicaques tienen un nivel de organización supracomunal departamental, la Federación de Tribus Xicaques de Yoro (FETRIXY), no libre de la burocracia y corrupción, que incide proactivamente ante el Estado cuando se une a la organización que representa a todas la etnias indígenas a nivel nacional, la Confederación de Pueblos Autóctonos de Honduras (CONPAH), con personería jurídica desde 1994. Algunos de los líderes del movimiento panétnico hondureño han carecido de una conciencia cultural indígena y se han centrado en mover a los pueblos indígenas a marchas hacia la capital y a huelgas de hambre que reivindican fundamentalmente tierra. Su apoyo lo han hallado en el Convenio 169 de la OIT, del año 1989, un instrumento legal aprobado por el gobierno de Honduras en un momento en que las leyes neoliberales estancaron la reforma agraria. De alguna manera, este Convenio ha ayudado a fortalecer algo la lucha por la tierra de las tribus jicaques, invadida por ganaderos a pesar de que los indígenas conservan sus títulos.

En 1992, en torno a los festejos de los 500 años del Descubrimiento de América y en 1993, declarado por la ONU Año de los Pueblos Indígenas, el movimiento indígena nacional fue apoyado por la cooperación internacional. Las comunidades no tienen capacidad económica para mantener una organización que sostenga al movimiento, ni para realizar acciones de protesta nacionales, como las marchas, a pesar de la austeridad y aguante de la gente que ha participado en ellas. En comparación con otras etnias, como los lencas, los tolupanes han participado poco en estas acciones.

¿Cuáles serían los factores determinantes para el desarrollo futuro de la identidad de los tolupanes? Uno, un desarrollo social y económico que les permita, al menos, salir de la miseria. Otro, la formación de capas de personas, a las que pomposamente llamamos inteligentsia, que rescaten y devuelvan al pueblo la memoria histórica de las terribles opresiones que han sufrido desde la Conquista y que les den orgullo por el estado de libertad seminómada en el que vivían antes de la llegada de los españoles, ya que es un pueblo que no puede basar su memoria en pirámides, como sucede con los chortíes de Copán. Paralelamente, deben ir surgiendo de las otras etnias líderes culturalmente conscientes. Resulta difícil pensar en la recuperación de su lengua, y no puede descartarse que esta etnia desaparezca mezclándose con un campesinado que trae identidades más sólidas de sus lugares de origen.

Los kunas de Panamá

Sus comunidades rurales están ubicadas en tres zonas contiguas territorialmente, pero no bien comunicadas entre sí: el archipiélago de San Blas en el Atlántico, la comarca fronteriza con Colombia y la zona a lo largo de la represa del Bayano. Las tres forman la Comarca Kuna Yala, con 31 mil habitantes. Además, hay 24 mil kunas en la ciudad de Panamá. Su base económica y sus problemas son muy distintos. Hasta hace poco, unos 30 años, estaban incomunicados por tierra con la ciudad de Panamá. Las tres zonas kunas están situadas en lugares ricos en recursos de importancia para el país: la belleza del paisaje y de las costumbres, gran atractivo turístico en islas paradisíacas; y la fuerza hidráulica en el Bayano.

Las señales diacríticas de los kunas son muy claras: la lengua está viva y la utilizan no sólo en su zona sino también en la ciudad de Panamá. En la ciudad existen redes de convivencia y de organización. San Blas es zona muy apetecida por el turismo internacional de trasatlánticos. Hay entre los kunas clases sociales y sectores emergentes. Existe un buen número de maestros y estudiantes universitarios, hombres y mujeres de esta capa ilustrada. Los estudiantes universitarios kunas han participado en organizaciónes políticas no kunas de carácter nacional. La memoria histórica de su revolución independentista (1925) está viva. El del pueblo kuna es el único intento separatista étnico que ha existido en Centroamérica con la meta de formar un Estado independiente. Aunque no tuvo futuro, dio a luz un estatuto de autonomía de la Comarca, que ha servido de ejemplo a otras etnias para la creación de comarcas sobre los territorios indígenas con sus propios estatutos. A nivel local, la identidad kuna está en tensión con la identidad panameña. Los habitantes de las islas simpatizan con los extranjeros, especialmente con los estadounidenses, y un norteamericano apoyó su intento autonomista. Aunque participe en el movimiento indígena nacional, por ser la etnia más consolidada y organizada, rica económicamente, la de más contactos internacionales y nacionales, la de más educación formal y conocimiento del mundo, los kunas ven más lo suyo que lo de las otras etnias. Incluso, San Blas no piensa mucho en el Bayano.

Aunque es un ejemplo de lo que puede ser una nación -no sólo una etnia- dentro de un Estado, el gobierno de esa "nación" va siendo cada vez más simbólico que real, dada la penetración del Estado a través de sus funcionarios y de las compañías transnacionales a través de sus personeros. El centro de la nación kuna es San Blas, no el Bayano, y su territorio han sido las islas, densísimamente pobladas. Hay en esta realidad un limitante. O construyen "para arriba" contra el atractivo que representa el turismo, o tendrán que ocupar la tierra firme cercana, teniendo así con el tiempo dos ambientes: el de la pantalla para el turismo y el de los lugares de extensión y quizás de cultivo agrícola. Es importante considerar que, sin la base rural de las comunidades, la población kuna de la ciudades, su inteligentsia, los políticos, empresarios y universitarios carecen de punto de referencia.


Los garífunas de Centroamérica

Este pueblo de caribes negros es el único grupo étnico en Centroamérica que está presente en las costas de cuatro países del istmo: Belize, Guatemala, Honduras y Nicaragua, siendo Honduras el punto de irradiación. Hay una población garífuna muy numerosa en Estados Unidos, calculándose en más de 100 mil. No hay contigüidad territorial de sus comunidades entre país y país. También en Honduras, donde están más concentrados, las comunidades están separadas por ciudades o promontorios.

En su identidad conservan una clara memoria de su origen: esclavos africanos trasladados a América que, al naufragar en 1635 frente a la isla de San Vicente el barco en que eran trasladados, se liberaron, se fundieron con la población caribe y luego fueron deportados en 1797 por los ingleses a causa de su rebeldía a la isla de Roatán, de donde pasaron a Trujillo, en la costa norte hondureña. Los garífunas hacen de estos episodios su Éxodo. Aunque no son autóctonos de Honduras, consideran las tierras que habitan como propias. Sus señales diacríticas son muy claras: guardan viva su lengua, de matriz indígena caribe y son muy negros. Para un outsider, son simplemente negros de Africa. Pero, aunque podrían confundirse con los negros de habla inglesa que viven en las costas centroamericanas, tienen clarísima su identidad específica.

Los lugares donde viven son potencialmente muy turísticos, pero no los aprovechan. Migran en grandes cantidades a Estados Unidos, especialmente a Nueva York. Se dice que en Nueva York viven más garífunas que en Honduras. Usan mucho el teléfono. Envían remesas a sus familias y el corazón de muchos migrantes está ya en el Norte. Con el tiempo se irán mezclando y olvidando de su lengua, pero actualmente mantienen una relación intensa y se sienten el mismo pueblo, aunque es el dinero el que va estableciendo el centro de decisiones en el exterior. Construyen casas grandes de bloque. Muchas de estas casas están ya vacías. Limón, en Honduras, es una muestra. Algunos garífunas son futbolistas famosos. Tienen redes y ciertas comunidades en las ciudades principales: Tegucigalpa, San Pedro Sula y sobre todo, La Ceiba. Están insertados en el gobierno hondureño, especialmente como maestros rurales, pero también en algunos ministerios. Tienen profesionales y una inteligentsia emergente con ciertas conexiones con la Iglesia católica. Así como sus vecinos mískitos son mayoritariamente moravos, los garífunas son católicos.

Sufrieron un fusilamiento masivo en San Juan, cerca de La Ceiba, en tiempos de Carías (1937), participaron en la huelga bananera de 1954, fundaron su primera organización étnica al ser discriminados en la distribución de puestos para la construcción de las nuevas instalaciones de Puerto Cortés en 1977: Organización Fraternal Negra de Honduras (OFRANEH). En los años 90 nace otra organización con sede en La Ceiba, llamada ODECO, que negocia paralelamente con el gobierno. Han participado en la organización nacional de pueblos indígenas y afroamericanos, la CONPAH.

Los garífunas conservan una identidad muy distinta a la de otros pueblos indígenas, no sólo por su origen, sino por su cultura, que no es campesina. Se unen más a organizaciones ambientalistas y, a través de ellas, no sólo como movimiento étnico, inciden en el Estado. Su relación con los grupos étnicos del resto de países centroamericanos es más de visitas esporádicas, presencia en congresos o acontecimientos organizados con el apoyo de instituciones u ONG. No tienen aún una organización garífuna centroamericana y norteamericana que movilice a todo el pueblo hacia un objetivo. Más bien se apoyan o se insertan en otras organizaciones, aunque manteniendo siempre su identidad.

¿Se podría formar un gobierno garífuna autónomo, como el de los kunas, que supere las fronteras de las comunidades? Como muchas de sus comunidades no están comunicadas más que por mar -son costeras, no isleñas- hace falta una infraestructura previa. Hasta ahora las comunidades están poco entremezcladas con gente de fuera -a diferencia de los jicaques- y mantienen una lucha por la defensa de sus tierras, con la debilidad de que no las cultivan y no desarrollan riqueza en ellas, y tienden a migrar. Las etnias mantienen su cohesión, no sólo por su historia y su conciencia, sino por el punto de referencia territorialmente definido, y por esto tienen el peligro de multiplicarse más y más afuera de ese territorio de referencia hasta que, llegados a una etapa, y a pesar de ser negros -signo diacrítico fuerte-, podrían deshacerse en el cielo como se deshace una gran nube cuando pierde su contacto con la fuente de humedad de la tierra. Los garífunas tienen más capacidad de incidir en el Estado de Honduras por ser allí más en número y por ser la sociedad hondureña menos racista que, por ejemplo, la guatemalteca.


Los mayas de Guatemala

Son el único grupo étnico que es mayoría en un país centroamericano. Son unos 5 millones de personas. En Guatemala, están ubicados en el altiplano occidental, pero existen también en fincas de la bocacosta sur y desde hace 40 años han emigrado a zonas bajas del Norte del país y del sur de Belize, deshabitadas entonces. Cada vez más se encuentran mayas de variadas clases sociales en todas las ciudades del país. También están presentes los mayas en Belize, en Honduras y sobre todo, en México. Pero, al margen de contactos intralingüísticos con etnias vecinas -chortíes de Guatemala y Honduras y q’eq’chíes de Guatemala y Belize- y de congresos, talleres y reuniones organizadas por Estados, ONG e iglesias, no hay todavía relación entre los mayas de los distintos países.

En Guatemala, el término "pueblo maya", consagrado por el Acuerdo de 1995, es todavía poco usado en las comunidades rurales, y todavía la unidad maya, sobre todo con los mayas de México, es una cuasi ficción de estudiosos, congresos y encuentros esporádicos, sin que exista un sustento organizativo propio, a pesar de la fuerza con que se recibió el surgimiento del movimiento zapatista en Chiapas. Aunque dificulta la conciencia "maya" la diversidad de lenguas mutuamente ininteligibles -unas veinte dentro de Guatemala- sí existe una fuerte conciencia de identidad frente al no indígena o ladino o mestizo, debido a siglos de explotación y de discriminación sufridas desde la Conquista, acontecimiento que algunos en la inteligentsia maya llaman la Invasión, pues defienden que nunca fue conquistado el corazón del pueblo maya.

Tampoco hay una conciencia de fuerte identidad de regiones lingüísticas como para que, por ejemplo, todos los mames se sientan una misma cosa frente a los k’iche’s. Aunque varía de lugares a lugares, todavía es más fuerte la identidad del municipio de origen que la de la región lingüística. Quizás esto se deba a que la Colonia organizó a los pueblos de indios con una identidad propia: trajes, cofradías, etc. y delimitó sus fronteras territoriales. Por esto tal vez, a pesar de existir contigüidad territorial de municipios de densidad mayoritaria de indígenas mayas de la misma lengua -mayorías de hasta el 95%-, no existe una base de conciencia lo suficientemente fuerte para la organización -con límites lingüísticos- de gobiernos autónomos dentro del Estado, al estilo de los kunas. Esta organización podría darse re-delimitando las fronteras administrativas según las fronteras lingüísticas, en cuyo caso la administración y el gobierno podrían sustituir completamente al anterior gobierno o ser paralelos al mismo. El problema de conciencia y de identidad
no es el único requisito para dar forma a un gobierno autónomo. También hace falta personal preparado, para ir sustituyendo al personal ladino por el indígena. Este problema tiene solución poco a poco, en un proceso. Lo más importante es cambiar la estructura administrativa y de gobierno para ajustarla a estructuras acordes a la cultura maya, se delimiten de nuevo las fronteras o no.

Entre los mayas, está creciendo, aunque no al ritmo deseado, una verdadera oleada de "inteligentsia", especialmente profesionales medios: maestros y maestras, enfermeras, promotores de ONG, peritos... Hay también cada vez más estudiantes universitarios. Su identidad pasa por procesos diversos y contrapuestos. Desde algunos que se integran a la sociedad ladina dejando para ratos y espacios especiales del año sus manifestaciones como indígenas, hasta otros que atraviesan momentos de crisis al acercarse culturalmente al mundo ladino y asemejarse a él, de donde regresan a reconquistar su identidad. Esta reconquista da fuerza al movimiento indígena maya y recupera cada vez con más profesionalidad, publicidad en los medios y fuerza la historia y la causa del pueblo indígena. La contradicción más profunda de este movimiento es que se recupera una identidad que se está diluyendo culturalmente cada vez más.

La identidad es fuerte, pero los signos diacríticos no son claros. Un ejemplo: en las cabeceras municipales de algunas zonas densamente indígenas pero muy vinculadas con la sociedad nacional, los padres de familia les están enseñando a sus hijos el castellano como lengua materna. Con el avance de este proceso, las lenguas indígenas nacionales se irán retirando cada vez más al hinterland rural. No irán disminuyendo en números absolutos, pero sí en números proporcionales. No sucederá, sin embargo, lo que tememos con los garífunas, porque siempre existirá una sociedad de referencia claramente indígena desde el punto de vista cultural, aunque no tengan que hacer el esfuerzo de declararse como tales, pues no hay duda de que lo son.

El movimiento indígena maya es todavía un movimiento de élites, que reivindicando derechos culturales, como el uso de la lengua, utiliza como vehículo de comunicación el castellano y no logra vencer la resistencia de algunos de quienes deberían ser sus mejores adherentes y promotores, los maestros, que en ciertas zonas indígenas se oponen a que la educación primaria bilingüe sea obligatoria. En las aldeas, los maestros celebran con su alumnado la grandeza de sus antepasados, pero todas las declamaciones de estas glorias son hechas en castellano. Tal como sucede en el caso de los líderes indígenas hondureños, puede dar la impresión de que esta inteligentsia maya utiliza los símbolos culturales como folclor, y ya no como expresión de un alma. Los usa como instrumentos de poder y no como expresión de valores. El movimiento maya está actualmente muy fraccionado y es tremendamente dependiente de ONG externas. A veces, depende indirectamente del apoyo que el Estado dé a algunas instituciones, como la Academia de Lenguas Mayas. Hay muchos grupos pequeños de carácter regional y de pretensión nacional, con nombres y lemas en lengua indígena, pero no existe algo realmente sólido, constante y que hunda sus raíces en las comunidades.

Las reivindicaciones culturales de estos grupos presentan oscilaciones y altibajos. Antes de los Acuerdos de Paz, y porque esas reivindicaciones tenían una concreción política dentro de un ambiente preparado por otras fuerzas, las partes en la negociación tuvieron mucha fuerza y actividad y el movimiento maya se concretó en la Coordinación de Organizaciones del Pueblo Maya (COPMAGUA), organización que redactó el primer borrador del Acuerdo Indígena y lo presentó en la Asamblea de Sectores Civiles, de donde salió el documento que se presentó a las partes, el gobierno y la URNG. En ese momento, el pueblo maya fue representado al más alto nivel de la sociedad civil estructurada de Guatemala. En mayo de 1999 se propuso un cambio en cuatro puntos de la Constitución en un referéndum nacional. El primer cambio tenía que ver con la definición de Guatemala como una nación multiétnica, multicultural y multilingüe. La propuesta fue derrotada. Sólo un 43% votó por el SÍ, dentro de una participación escasísima: sólo votó el 19% del total del electorado.

Ahora, tres años después, aquel debate, tan caliente entonces en los medios de comunicación y entre las élites, ha decaído y las reivindicaciones del movimiento maya se ven estancadas y opacadas por otras demandas más inmediatas y sentidas, como la lucha por la tierra o las exigencias de los ex-patrulleros. ¿Dónde está la identidad maya en estos conflictos tan críticos? ¿Qué papel juega en la vida del país el movimiento maya? Algunas organizaciones campesinas, como la CONIC, se declaran indígenas, mientras otras, como el CUC, no recalcan la identidad, aunque la mayoría de invasiones de tierras son protagonizadas por familias indígenas. Se declaren o no indígenas, la lucha por la tierra no se percibe como central en el movimiento indígena. En las reivindicaciones de los ex-patrulleros, la identidad étnica no juega ningún papel.

El movimiento maya no es un movimiento de pobres ni es totalmente dependiente del financiamiento externo, porque en Guatemala, como en ningún otro país de Centroamérica, dentro del mundo indígena existen clases sociales, y ya muy diferenciadas en algunos centros urbanos. Y aunque los empresarios indígenas no puedan ser vistos como el motor del movimiento indígena, pues tienen que quedar bien con empresarios no indígenas, actúan como un colchón de resorte donde quienes se identifican como mayas pueden brincar con cierta confianza. La riqueza, la preparación profesional y la apariencia de lujo pueden ya servir como frenos al racismo, aun cuando éste se sigue expresando por ejemplo, contra mujeres indígenas vestidas con sus trajes típicos en restaurantes de la zona rica de la capital.

Este movimiento social tiene la tentación de convertirse en movimiento político. No es un intento totalmente nuevo. El anterior fracasó hace 30 años. No ha dejado de haber intentos por lograr la inscripción de partidos indígenas, aunque después se presenten como que no lo son, con el fin de cimentar ciertas cuotas de poder nacional desde lugares, como Quezaltenango, donde las alianzas con algunos empresarios ladinos traen a éstos ventajas de imagen y conexiones para sus negocios, y a los indígenas respaldo económico y político a alto nivel. También asistimos a otra tendencia: el establecimiento de instituciones preocupadas específicamente de los asuntos indígenas, como la Fiscalía Indígena. La lucha por estas instituciones, si no por gobiernos autónomos supramunicipales, es una pista que seguirá ensanchándose.

¿Sucederá en Guatemala algo similar a lo ocurrido en Yugoslavia? ¿Se desatará dentro de veinte, treinta, cincuenta años, una guerra de nacionalidades, indígenas contra ladinos, vengando los indígenas el agravio de la Conquista, de 500 años de opresión y el más reciente genocidio? ¿Cuáles serían los objetivos de esta venganza? El punto de partida para una reflexión sobre este escenario no puede ser pensar que un conflicto así se basaría simplemente en la venganza por la venganza. ¿Sería entonces el objetivo de este conflicto la declaración de un Estado independiente, uniéndose los mayas de Guatemala con los mayas de México? ¿O sería la creación de una región autónoma maya dentro de una reconfiguración de las relaciones al interior de los Estados?

Aunque no puede descartarse la posibilidad de estallidos y enfrentamientos matizados por lo étnico, incluso sangrientos, las diferencias lingüísticas, la erosión de la cultura de las élites, la existencia de clases sociales cada vez más distanciadas, la presencia de otras identidades rivales que calan más en las comunidades -como las religiones-, la necesidad de alianzas con otros movimientos que simpatizan con la identidad maya pero suponen una identidad nacional -como el movimiento zapatista, que no ha sido antimexicano- y la imbricación de todas las gentes de diferentes razas y pueblos en la lucha por un solo poder, el del Estado guatemalteco, junto con el gradual debilitamiento del Estado por la globalización, llevan a pensar que el panmayismo no es una bandera que ocasionará el derramamiento de sangre de las etnias o nacionalidades, tal como ha sucedido en otras partes del mundo.

Las recientes grandes masacres de población indígena maya de diversos pueblos y grupos lingüísticos no parecen cimentar, de momento, una identidad que brote de la sangre -pueblo indígena-pueblo mártir-, pues la lucha por el poder en Guatemala sigue dividiendo al pueblo guatemalteco en su interpretación del reciente conflicto interno armado, aun cuando exista la tendencia a interpretarlo como un conflicto entre ladinos que utilizaron a los indígenas como soldados.

¿Qué podemos concluir? Lo primero es que hay que luchar por el fortalecimiento de la cultura indígena con una crítica constructiva, para que los movimientos étnicos no sean atrapados por una ideología religiosa fundamentalista, aun cuando ésta sea de corte maya. Esto exige poner sobre el tapete de la discusión los temas tabú, entre ellos el de la posibilidad de una guerra panétnica en Guatemala. Una reflexión abierta sobre un tema como éste neutralizaría la resistencia a la promoción de las organizaciones étnicas y a la justa lucha por una autonomía de gobierno dentro de los cada vez más débiles Estados nacionales. No hay que caer en la trampa de que con una autonomía de nombre estará todo resuelto para ganar la representatividad de estos pueblos. Una autonomía formal, nominal, puede convertirse incluso en un mecanismo que garantice un control más fácil de los pueblos indígenas.

La educación es también una opción muy necesaria. Es clave apoyar el esfuerzo contracorriente por la lectoescritura en las lenguas autóctonas, apoyando los esfuerzos institucionales del Estado con mecanismos como la formación de maestros bilingües. Por parte de instituciones privadas, los esfuerzos deben ser tal vez más selectivos - dejando lo masivo al Estado y reclamándoselo-, con el fin de sentar bases para que, cuando los pueblos indígenas dominen la lengua castellana y tengan con ella un instrumento para lograr equidad, puedan orientarse con entusiasmo al reaprendizaje de sus lenguas autóctonas.

Finalmente, es imprescindible apoyar las alianzas de las etnias con otras identidades, ya que la identidad étnica no es la única identidad que se fortalece como reacción, proactiva o defensiva, ante la avalancha de la actual globalización.

Los movimientos étnicos entran en un concierto de "marejadas de identidades", como diría Manuel Castells, y son una de las tantas fibras de la lucha por los derechos de la persona y por la autodeterminación de los pueblos en esta Era de la Información.

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