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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 247 | Octubre 2002

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Internacional

Una ética para Europa, una ética mundial

¿Existen principios éticos capaces de lograr un consenso internacional, planetario? Serían el contenido de una Ética Mundial. El debate está abierto.

Hans Küng

La pregunta sobre cuál ha de ser el alma, la dimensión espiritual de Europa, no puede ser excluida en el proceso de integración política y económica europea. En 1992 el entonces presidente Jacques Delors había declarado: Si en los años venideros no hemos conseguido dar un alma, una espiritualidad, un significado a Europa, habremos perdido la partida.

EUROPA NO ES UN MERCADO, NECESITA UN ALMA

El alma de Europa no puede ser la tecnocracia, ni mucho menos la plutocracia, sobre lo que deciden las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Éste es el concepto central en una economía y política funcionales, es el que defienden no sólo los tecnócratas de Bruselas, sino los diversos grupos de intereses y lobbies de los quinces paises de la Unión Europea. Según este concepto, Europa es ante todo un mercado, una organización, una red económica, una red financiera. Delors riposta: Creed en mi experiencia. No se llegará a construir Europa tan sólo con destreza política o con un “savoir-fair” económico. Es imposible llevar a la práctica las potencialidades del Acuerdo de Maastricht si no tenemos un espíritu.

Ante este gigantesco organismo financiero, económico y social, pero sin alma, que es hoy Europa, se ve uno tentado a clamar, con Juan Pablo II, a favor de una renovación “espiritual”. Pero el alma de Europa no puede ser un cristianismo tal como lo piensa hoy el Papa con su campaña de re-evangelización.

EL ALMA DE EUROPA DEBE SER UNA ÉTICA CON AMPLITUD DE HUMANIDAD

El alma de Europa y su dimensión espiritual puede consistir únicamente en una ética que, de hecho, estaría influida esencialmente por lo cristiano y sería propugnada por las iglesias cristianas, pero que estaría abierta a nuestro tiempo y podría ser también compartida por los no cristianos. Esto significa que también Europa necesita de una ética con amplitud de humanidad, de una ética mundial que una y obligue, una ética a la que las grandes religiones -y muy especialmente aquellas que, como el Judaísmo y el Islam, están especialmente relacionadas con el Cristianismo- pueden ofrecer una fundamentación y una concretización últimas. Cuánto ganaríamos en Europa si volviéramos a partir de normas orientativas de validez incondicional (non negotiable standards), de normas sobre las que no cabe discusión porque gozan de validez absoluta, aun cuando tienen que ser aplicadas a una situación muy concreta. Cuánto ganaríamos si de nuevo pudiera darse por supuesto el que, por ejemplo, los políticos no mienten, los managers no nos engañan y los banqueros no roban, si pudiéramos saber que en las oficinas de los jefes y en los centros de decisión de la economía y la política se afirma: Hay determinadas cosas que nos negamos a llevar a cabo. En el campo de la política exterior esto se traduciría así: en lugar de una política realista o idealista, ejercemos una política realista con fundamento ético.

NI POLÍTICA REALISTA NI POLÍTICA IDEALISTA: UNA POLÍTICA EXTERIOR DE ORIENTACIÓN ÉTICA

No a la realpolitik, no a una política realista. No me es posible desarrollar aquí un análisis de lo que es una política realista, tal como lo hice en 1997 en mi libro Ética mundial, la política y la economía, al hilo de las grandes figuras del Cardenal Richelieu, Bismarck y Kissinger. Resumiré algunas de las conclusiones de aquel análisis:

- Aunque distingamos la política de la ética, en el fondo no las podemos separar. La ética no puede ser subordinada simplemente a la política, y mucho menos a la economía, a su efectividad y eficacia.

- Las normas éticas deben tener validez en la elección de las metas políticas, también de los medios políticos. En ninguna forma un fin político bueno puede justificar, ni en caso de necesidad, medios inmorales.

- Es posible concebir una ética realista de la misma manera que concebimos una política realista. El conflicto entre política realista y exigencia ética no es algo absolutamente inevitable.

Si argumento en contra de una política realista, no por ello defiendo una política idealista. Lo he analizado a la luz de los catorce puntos de Woodrow Wilson que me parece siguen siendo dignos de consideración. Si la paz justa que exigió Wilson- motejado de idealista- al final de la Primera Guerra Mundial no hubiera sido suplantada por la paz impuesta de Versalles, tal como lo quisieron los supuestamente realistas Clémenceau y Lloyd George, es posible que se hubieran evitado el nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Y es que la política de Wilson no era idealista, ni mucho menos, era una política realista.

Ciertamente, no se deben pasar por alto los puntos débiles de cualquier política idealista, lo cual resulta especialmente evidente en el caso de Estados Unidos. La política idealista puede ser hipócrita: se critica la política de fuerza de otros países y se practica dentro de su esfera de influencia. Puede ser ilusoria: el intervencionismo global sin criterios de discernimiento se torna fácilmente en un profundo aislamiento nacional en caso de fracaso. Puede ser ineficaz: una política basada tan sólo en convicciones e ideales morales, tras la cual no existe ninguna fuerza política -y en la mayor parte de los casos, tampoco una fuerza militar- que tenga eficacia para hacerla real, está condenada finalmente al fracaso.

Hay que hablar claro a las dos partes, a realistas y a idealistas. Los idealistas deberían tener en cuenta que una subordinación total de la política a la ética no hace justicia a la autonomía de la política y conduce al irracionalismo. No se puede despreciar el cálculo de fuerzas e intereses. Se debe exigir una estricta imparcialidad frente a políticas de cruzada de inspiración moral, en asuntos de derechos humanos, de sanciones y de abusos, por ejemplo.

Pero los realistas no deben pasar por alto que una desvinculación de la política de la ética va en contra de la validez universal de la ética y lleva al amoralismo. Valores, ideales y normas no deben ser arrinconados por la política. Hay que abogar por una responsabilidad ética en una sociedad en gran medida individualista y hedonista, y ante una política exterior de signo militarista. Existe una clara vía media entre la política realista y la idealista. Es la vía de la política en un espíritu de responsabilidad, de acuerdo con Max Weber y Hans Jonas.

COMBINAR CÁLCULO POLÍTICO CON CRITERIOS ÉTICOS...Y ACTITUD DE BÚSQUEDA

No sirve para constituir un nuevo orden y una nueva Europa la ética simple de la eficacia que esgrimen los políticos realistas, para los cuales el fin político santifica todos los medios, incluidos los inmorales, como la mentira, el engaño, la traición, el crimen político y la guerra.

No sirve en orden a un nuevo orden mundial y a una nueva Europa la simple ética de las buenas intenciones de los políticos idealistas, para quienes es suficiente un buen fin y una motivación moral, sin preocuparse de la correlación real de fuerzas, de la posibilidad real de llevar a cabo el buen fin, y de sus posibles consecuencias negativas.

Solamente una ética de responsabilidad es apta para construir una nueva Europa y un nuevo orden mundial. Teniendo una intencionalidad, se inquieren también con realismo las consecuencias previsibles, en especial las negativas de una política concreta y se asume la responsabilidad frente a ella. En el paradigma postmoderno, el arte de la política consiste en combinar de manera convincente cálculo político con criterios éticos, permaneciendo siempre en actitud de búsqueda.

BUSCANDO UNA ÉTICA PARA TODA LA HUMANIDAD

¿Existen, principios éticos aptos para el consenso, criterios éticos universalmente aceptados? De existir, constituirían el contenido de una ética mundial, de una ética común a la humanidad. Cuando en 1990 publiqué el libro Proyecto de una ética mundial, apenas me fue posible remitir a documentos de organizaciones mundiales que lo avalaran. Pero ya tres años después de la aparición del libro, tuvo lugar la proclamación de la Declaración sobre Ética Mundial del Parlamento de las Religiones del Mundo (Chicago, 1993). En aquella ocasión recayó sobre mí la honra y la carga de redactarla. Fue también importante la propuesta del Interaction Council de antiguos Jefes de Estado y de gobierno, bajo la presidencia del ex-Canciller alemán Helmuth Schmidt, en orden a publicar una Declaración General de los Deberes Humanos (1997), que yo mismo preparé en concordancia con la Declaración de Chicago. El tercer Parlamento de las Religiones, (Ciudad del Cabo, 1999) asumió el impulso de la Declaración de Chicago y lo concretó en un Llamamiento a nuestras instituciones dirigentes.

En el Año Internacional del Diálogo de las Culturas (2001) llegó incluso hasta la ONU la idea de elaborar una ética mundial. Un grupo internacional de veinte personalidades de alto rango, convocado por Koffi Annan, y al que tuve la honra de pertenecer -también Jacques Delors,- redactó un manifiesto para el diálogo de las culturas, Crossing the Divide, en el cual confluyen muchos elementos de esta ética mundial. También encontró entrada está ética en la resolución oficial de la Asamblea General de la ONU. En la agenda global del diálogo de las culturas ocupa ya un lugar importante el trabajo sobre patrones éticos comunes.

LO MÍNIMO QUE SE PUEDE EXIGIR AL SER HUMANO

La exigencia fundamental de todas estas declaraciones es precisar qué es ese mínimo que se puede exigir al ser humano y qué signifca humanidad en el sentido de humanidad auténtica, en contraposición con inhumanidad-bestialidad: Al igual que en otras épocas, existen hoy seres humanos que son tratados de modo inhumano. Se les despoja de sus posibilidades de vida y de su libertad, se conculcan sus derechos como personas, su dignidad es objeto de desprecio. Sin embargo, el poder no se confunde con el derecho. Frente a esa inhumanidad, nuestras convicciones religiosas y éticas nos llevan a exigir: Toda persona tiene que ser tratada de modo humano. Toda persona, sin distinción de edad, raza, color de piel, género, capacidad corporal o espiritual, lengua, religión, opinión política, procedencia nacional o social, está en posesión de una dignidad inalienable e intangible.

CUATRO ANTIGUAS NORMAS SON ACTUALES Y VIGENTES

Es un signo valioso de nuestro tiempo el que hoy, no tan sólo un Parlamento de las Religiones, sino también representantes de la ONU, asuman ya expresamente, como base de una ética mundial, estos dos principios fundamentales: Todo hombre debe ser tratado de modo humano y Lo que no quieres que te hagan los demás, no se lo hagas a ellos.

Estos dos principios deben constituir la norma inamovible e incondicional para todos, para la familia y para las agrupaciones sociales, para toda clase de razas, naciones y religiones. Sobre esta base, en ambas declaraciones -la de las religiones y la de la ONU- se dice SÍ a cuatro normas indiscutibles:

- La responsabilidad por una cultura de la no violencia y del respeto a toda vida: ¡Respeta todo tipo de vida! El antiquísimo imperativo frente a tanto crimen, incluso perpetrado por niños contra niños, es más actual que nunca: ¡No matarás!

- La responsabilidad por una cultura de la solidaridad y por un orden económico justo: ¡Obra con justicia y nobleza! En tiempos de globalización, esta antiquísima norma resulta importante: ¡No hurtarás!

- La responsabilidad por una cultura de la tolerancia y por una vida veraz: ¡Habla y actúa con veracidad! Frente a los muchos escándalos políticos de los últimos años, hay que hacer renacer en las conciencias esta antigua norma: ¡No mentirás!

- La responsabilidad por una cultura que equipare derechos y genere el compañerismo entre hombres y mujeres:
¡Respetaos y amaos el uno al otro! En un tiempo de destabuización total esta antigua norma cobra vigencia: ¡No abuses de tu sexualidad!

JUSTOS, PLURALES, FRATERNOS

La dimensión humanista de la política exterior es hoy absolutamente esencial. Se trata de respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales, de tomar partido por el respeto al derecho internacional, de ayudar a los países en vías de desarrollo -lo mismo que a los del Este de Europa- a mejorar las condiciones de vida de su población, de ayudarles en caso de catástrofes o conflictos armados. Se trata del fomento y sostenimiento de la paz, con la prevención de conflictos y la superación de crisis.

Europa habría de mostrar una mayor implicación política de alcance internacional y tomar partido por:

- Un orden social internacional que consista en una sociedad en la que los seres humanos disfruten de iguales derechos, vivan en solidaridad entre sí y se supere el abismo, cada vez mayor, entre ricos y pobres.

- Un orden mundial plural: un reconocido pluralismo de culturas, tradiciones y pueblos, donde no tengan ya sitio el odio al extranjero y el antisemitismo.

-Un orden mundial fraterno: una sociedad renovada de hombres y mujeres, donde las mujeres tengan la misma cuota de responsabilidad que los hombres en todos los niveles y en la que puedan aportar libremente sus cualidades, puntos de vista, valores y experiencias.

PACÍFICOS, ECOLÓGICOS, ECUMÉNICOS

-Un orden mundial que fomente la paz: una sociedad que apoye el fomento de la paz y la resolución pacífica de los conflictos; una comunidad de los pueblos que colaboren solidariamente al bien de los demás.

- Un orden mundial ecológico: una comunidad de los seres humanos con todas las criaturas, donde se respeten los derechos de todos los seres vivos.

- Un orden mundial ecuménico: una sociedad que cree las condiciones de la paz entre las naciones mediante la unidad y la paz entre las religiones.

CUATRO PRINCIPIOS

Todo esto se resume en estos cuatros principios:
- No puede haber paz entre las naciones sin paz entre las religiones.

- No puede haber paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones.

-No puede haber diálogo entre las religiones sin unas normas éticas universales.

-No puede haber supervivencia para nuestro planeta sin una ética de carácter universal, sin una ética mundial.

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