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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 242 | Mayo 2002

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Costa Rica

La democracia tica en el filo de dos navajas

Desde el 8 de mayo Costa Rica tiene un nuevo gobierno. Cuánto ha cambiado este país lo demostraron las recientes elecciones. La democracia más avanzada del Tercer Mundo está hoy desafiada por el avance del neoliberalismo ortodoxo y por la crisis ética de su clase política. El filo de dos navajas. O los dos filos de un mismo destructivo fierro.

Amaru Barahona

Entrados los años 90, Costa Rica tenía un rasgo común con el resto de los países latinoamericanos: el bajísimo nivel de credibilidad que tenían para sus ciudadanos su clase política y las instituciones de su sistema político.

ENCUESTA REVELADORA: DESCONFIANZA Y ESCEPTICISMO

En 1996, el PNUD realizó una encuesta en todos los países de Centroamérica que, entre otros objetivos, buscaba medir la percepción y expectativas que los centroamericanos tenían en relación con sus instituciones. En la encuesta, la desconfianza y el escepticismo de los ticos frente a sus instituciones aparecían tanto y hasta más radicales que las del resto de centroamericanos.

Tomemos algunos ejemplos de las variables registradas en la encuesta, comparando los resultados de las percepciones de costarricenses y nicaragüenses. Al 79% de costarricenses la política le generaba sentimientos negativos: desconfianza, disgusto, indiferencia, irritación o aburrimiento, al igual que al 79% de nicaragüenses. El 81% de costarricenses consideraba que los políticos presentan pocas o ninguna solución a los problemas del país. Lo pensaba así el 57% de nicaragüenses. El 75.4% de costarricenses tenía poca o ninguna confianza en los partidos políticos, y el 58.3% de nicaragüenses opinaba igual. El 73.5% de costarricenses tenía poca o ninguna confianza en su gobierno, al igual que el 58.6% de nicaragüenses. El 71.4% de costarricenses tenía poca o ninguna confianza en su parlamento (51% de nicaragüenses). El 52.2% de costarricenses tenía poca o ninguna confianza en su poder judicial (61.2% de nicaragüenses). El 62.1% de costarricenses consideraba que en su país no hay igualdad ante la ley y el 62.4% de nicaragüenses pensaba lo mismo.

Esta tendencia, registrada ya por la encuesta del PNUD en 1996, fue confirmada -o profundizada con valoraciones aún más negativas- en numerosas encuestas posteriores. Cualquier observador podía percibirla en la etapa previa a la oficialización de la reciente campaña electoral costarricense. En esos momentos se levantaba el último censo nacional y el gobierno promovía la colaboración de la población. Le preguntan a un ciudadano: “¿Cómo ve usted la importancia del censo?” Responde: “Así quienes gobiernan van a saber con más exactitud cuántos somos, y podrán robarnos mejor”. Quizá un caso de opinión extrema, pero revelador del estado de ánimo popular que prevalecía antes de las elecciones.

LA DEMOCRACIA MÁS AVANZADA DEL TERCER MUNDO

Esta actitud de la población ante la clase política, la institucionalidad y la política como práctica, no siempre fue así. No olvidemos que Costa Rica es el único país de América Latina que ha poseído desde 1948 hasta hoy, y de manera ininterrumpida, un sistema de democracia liberal que efectivamente se puede calificar como tal. Una democracia liberal que ha sido la menos limitada -o la más avanzada- de todo el Tercer Mundo, con atributos que superan a muchas democracias del Primer Mundo. Basta señalar como ejemplo el que me parece más importante: Costa Rica es seguramente la única democracia liberal del mundo donde las fuerzas armadas no constituyen un poderoso grupo de presión con capacidad de incidencia en las decisiones de la autoridad civil.

Cuando llegué por primera vez a Costa Rica en los años 70 viniendo de Nicaragua, me impactó el extraordinario y sincero respeto con que la gente sencilla se refería a sus dirigentes políticos, así como la convicción con que se expresaba acerca de la eficacia de sus instituciones. Algo que siempre recuerdo: cuando un tico peleaba públicamente con otro, después de los insultos la reyerta no terminaba con la típica frase nica. “Te voy a cachimbear, hijo de p...!“ o peor, con el hecho real del cachimbeo. El iracundo tico llevaba a su clímax el conflicto cuando gritaba:

“¡Te voy a llevar a los tribunales, hijo de p...!” Y esta relación, desde el pueblo, de respeto y confianza en su institucionalidad política se conservó hasta inicios de los años 80. ¿Qué sucedió en los últimos 20 años para que se diera un vuelco tan radical en la imagen que tienen los costarricenses sobre el funcionamiento de su institucionalidad pública?

EL HUEVO DE LA SERPIENTE: EL GOBIERNO DE MONGE

Para comprender este vuelco es necesario referirse como punto de partida al gobierno de Luis Alberto Monge (1982-86), un gobierno que representó un hito a partir del cual explicar los cambios de calidad sufridos por la sociedad costarricense.
Monge rompió con una tradición de respeto a la soberanía nacional que históricamente había caracterizado a la clase dirigente tica -un rasgo histórico importante que había diferenciado a la oligarquía tica de otras oligarquías latinoamericanas y en particular, de la oligarquía nica-, permitiendo a Estados Unidos la ocupación del norte del país para el despliegue de la guerra de Reagan contra Nicaragua.

En el corto plazo, el involucramiento de Costa Rica como pieza fundamental en la estrategia del “conflicto de baja intensidad” resultó un estupendo negocio. Siendo el único país en el istmo que poseía realidades presentables, esta estrategia le asignó a Costar Rica el papel de “efecto escaparate” para contraponerlo al proyecto sandinista. Esto permitió que Costa Rica tuviera un tratamiento extraordinariamente flexible por parte de los organismos financieros, la concentración de casi toda la inversión extranjera que llegó a la región, y una cuantiosa ayuda económica de Estados Unidos -ascendió a 1 mil 430 millones de dólares-, con la diferencia respecto a las ayudas otorgadas por Reagan a El Salvador y Honduras que las asignaciones para “ayuda militar” fueron insignificantes.

ALQUILER DE LA SOBERANÍA: CONSECUENCIAS FUNESTAS

El negocio de “alquiler de la soberanía” tuvo también consecuencias funestas en el mediano plazo. Las más fácilmente detectables son las que tienen una conexión directa con el efecto bumerán que provocaron, por un lado la presencia de la “contra”, y por el otro la desarticulación de la sociedad nicaragüense: surgieron especialmente en el campo bandas delincuenciales y armadas y el país se convirtió en plataforma privilegiada para el tráfico internacional de drogas; y actualmente Costa Rica tiene que afrontar las presiones de la diáspora migratoria nicaragüense.

Hay también dos procesos-efectos mucho más trascendentales que se han retroalimentado, y que no siempre se vinculan con la decisión de Monge de comerciar con la soberanía. El primero: una de las condiciones del negocio fue la aceptación del desmontaje del modelo socialdemócrata de política económica, que tan buenos resultados venía dando a Costa Rica.

LA EXPERIENCIA NEOLIBERAL LLEGÓ CON MONGE

Una de las claves que explican la excepcionalidad del sistema político costarricense está en que el dinámico crecimiento de los años 60 y 70 -un PIB acumulado del 6% anual- fue acompañado de una política social sin parangón en América Latina, a excepción de Cuba. Y es precisamente el gobierno de Monge el que inicia el viraje de este modelo hacia la instrumentación de la estrategia neoliberal, aun cuando ésta se haya venido impulsando en Costa Rica con más lentitud y resistencias que en otros contextos latinoamericanos.

La experiencia neoliberal de Costa Rica ha sido hasta ahora -junto con la de Uruguay- la menos ortodoxa en América Latina, y sus efectos han sido relativamente menos brutales y traumáticos que en el resto de nuestros países. Después de una profunda crisis en el período 1979-1983, Costa Rica ha logrado un modesto pero sostenido crecimiento: aproximadamente un PIB per cápita acumulado del 2% entre 1983 y 1999. Aunque enmarcado por persistentes desequilibrios financieros, un recurrente déficit comercial y poca capacidad para crear encadenamientos internos expansivos, este crecimiento expresa un pujante incremento de las exportaciones, que en el año 2000 representaban 5 mil 879.6 millones de dólares, con un peso ese mismo año de la producción no tradicional del 85%: 5 mil 001.8 millones de dólares. Junto a esto, un deslumbrante desarrollo de la actividad turística. Desde finales de los 80, Costa Rica ha logrado montar una industria turística que en el año 2000 le generaba entradas por 1 mil 249.8 millones de dólares. Este crecimiento también se revela en la magnitud -considerando las conocidas limitaciones del indicador- de un PIB per cápita que ronda actualmente los 4 mil dólares.

MENOS POBREZA Y DESEMPLEO, PERO UNA CRECIENTE EXCLUSIÓN

Gracias a su heterodoxia -junto a la moderada sostenibilidad de su crecimiento-, la experiencia neoliberal en Costa Rica cuenta hasta el momento con dos características que están fuera de la norma, si consideramos el panorama dominante en América Latina. Una: no ha provocado un incremento significativo de la pobreza. Actualmente, este índice está alrededor del 23%, un poco superior al 18% que existía a finales de los 70, lo que hace que Costa Rica tenga, junto a Uruguay y Barbados, los indicadores de pobreza más bajos de América Latina. Segunda característica: no ha habido un aumento considerable del desempleo, lo que se evidencia en el hecho de que Costa Rica es uno de los polos receptores de la población desocupada nicaragüense.

La heterodoxia de la estrategia neoliberal tica no ha impedido las asimetrías que promueve la “racionalidad del modelo”, y esto ha generado intensos procesos de exclusión y desarticulación social y ética, y en general un profundo deterioro en la calidad de vida de los costarricenses. Si bien el índice de pobreza no ha avanzado mucho, las capas medias -el colchón histórico del modelo político-, se han pauperizado ostensiblemente, y sus estratos más bajos se encuentran en un límite de vulnerabilidad próximo al de los estratos pobres.

LOS MUCHOS AVANCES QUE HOY ESTAMOS PERDIENDO

En Costa Rica, la distribución del ingreso se ha polarizado, y el salario real tiene hoy menor poder adquisitivo que a finales de los 70. Gracias a la apertura comercial y a su marginación de los créditos, están en crisis o desaparecen los pequeños y medianos agricultores que producen para el mercado interno -maíz, frijol, papas, arroz-. El gasto social es menor que en los años 70 y los servicios públicos de salud y educación se han deteriorado drásticamente, priorizándose cada vez más la opción de compra privada de estos servicios. El transporte colectivo, antes excelente, es cada vez de peor calidad, y los programas populares de vivienda están en extinción.

Donde se revela con mayor agudeza la “racionalidad” del modelo es en el dominio que ha alcanzado la precarización del trabajo. Se han impuesto las denominadas relaciones laborales “flexibles” y las nuevas generaciones de trabajadores han perdido sus derechos sociales históricos: contratos colectivos de largo plazo, seguro social, derecho de pensión, preavisos, etc.

Todos estos procesos de exclusión social se acompañan con la promoción de una cultura de consumismo voraz, que sobrepasa las capacidades reales de la economía, genera frustraciones y apetitos delictivos, y repercute en la ascendiente contaminación de los centros urbanos, y en un auge de la delincuencia, la drogadicción y la violencia social y sexual. La inseguridad ciudadana poco tiene que envidiar a la que se observa en el resto de países centroamericanos, y un ejército privado de cerca de 12 mil guardas armados, gestionados por unas 130 empresas, vigilan “malls”, supermercados, bancos, empresas, universidades privadas, instituciones, barrios y viviendas residenciales.

EL DETERIORO ÉTICO DE LA CLASE POLÍTICA

El otro proceso de cambio trascendente que marca el gobierno de Monge como un hito es el inicio entonces de un profundo deterioro ético de la clase política. Una clase política, la tica, casi mitológica en América Latina, con sus anécdotas reales de Presidentes adustos y sencillos que marchaban a pie a sus oficinas y algunas veces eran atropellados por los carros...
Sin embargo, si un Presidente decide comerciar con un valor como la soberanía, tan caro para la tradición política del país, ¿por qué no comerciar también con otros valores de ética pública, máxime si este comercio lo promueve un modelo económico que erige la utilidad mercantil como el valor supremo de la humanidad?

Con el gobierno de Monge se inicia una etapa de sistemáticos escándalos de corrupción que se expanden como mancha de aceite, y que son percibidos como esencialmente impunes por la opinión popular.

LISTADO DE ESCÁNDALOS DE CORRUPCIÓN

Recordemos un listado de los escándalos que del gobierno de Monge hasta hoy, han tenido mayor resonancia en los medios. Fondo Nacional de Emergencias (fraude con fondos estatales), CODESA (quiebra fraudulenta y venta subvaluada de las empresas del sector productivo estatal), BICSA (fraude en entidad financiera estatal), expansión del narcotráfico, concesiones territoriales en el Golfo de Papagayo (concesiones de tierras objeto de protección ecológica), Certificados de Abono Tributario CAT (fraude al Estado y lavado de dólares), Fondo Nacional de Contingencias Agrícolas (fraude con fondos estatales), Banco Anglo Costarricense (quiebra fraudulenta de banco estatal), evasión fiscal y contrabando, anomalías en Aviación Civil (anomalías financieras en dependencia estatal), compra de armas a Israel (compra de armas con fondos estatales y elementos fraudulentos), problemas con el Registro Nacional de la Propiedad (inscripciones anómalas), huelga de los biombos (negocios ilegales en la Caja del Seguro Social), Fondo de Compensación Social (fraude con fondos estatales).
En estos escándalos -en la mayoría, el Estado perdió miles de millones de colones- siempre aparecen involucrados políticos y empresarios vinculados con los dos partidos tradicionales que han gobernado el país, el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).

En estos casos de corrupción en detrimento o aprovechándose del patrimonio público la gente ha observado la completa ineficacia del sistema jurídico para hacer justicia. En juicios que duran décadas nunca aparecen condenados aquellos a quienes el sentido común señala como los principales responsables. Cuando alguno de éstos se siente amenazado, puede abandonar el país sin mayores problemas. Últimamente, unos matones asesinaron a un periodista que señalaba a los corruptos. La gente -casi siempre sabia la gente- responsabiliza del crimen a los corruptos. Sin embargo, después de varios meses las autoridades todavía no presentan ninguna pista.

LOS PARTIDOS DE IZQUIERDA HAN DESAPARECIDO

Con excepción de la persistencia de las poderosas cámaras empresariales y de su aparato ideológico cohesionador, el diario La Nación y su emporio mediático, el perfil de la sociedad civil costarricense que dominó en los años 60 y 70 ha cambiado sustancialmente.

Antes influyentes, los partidos de izquierda han desaparecido. El último esfuerzo de la izquierda histórica por recuperar su ascendiente político ha sido la experiencia del partido Fuerza Democrática -aglutinación de antiguos socialistas y comunistas-, que en las recién pasadas elecciones no logró sacar ni un solo diputado, perdiendo los dos representantes que tenía en la Asamblea Legislativa. Este fracaso se debió a los vicios de organizaciones que tienen un discurso de izquierda pero que reproducen las formas de estructuración del poder oligárquico: verticalidad, redes clientelares, personalismo, competencias inescrupulosas, oportunismo programático, etc. Estos vicios llevaron a la autodestrucción del partido.

EL “SOLIDARISMO” HA ASFIXIADO A LOS SINDICATOS

También han desaparecido los sindicatos obreros en el campo. En los años 90, la represión sindical en las empresas privadas llegó a tal extremo que provocó la protesta de los sindicatos estadounidenses. En 1993, éstos demandaron a su gobierno suspender la cooperación con Costa Rica por la carencia de libertad sindical.
Con el “solidarismo”, la burguesía costarricense ha logrado un éxito sin parangón en América Latina, difundiendo un modelo de paternalismo patronal que cercena cualquier iniciativa de organización autónoma de los trabajadores. El último reducto del sindicalismo está en las instituciones y empresas del sector público, pero además de estar dividido y viciado por el clientelismo político, se encuentra a la defensiva frente a los avances de la ortodoxia neoliberal.

EL FIN DE UNA EXITOSA EXPERIENCIA SOCIALDEMÓCRATA

En el pasado, el Partido Liberación Nacional (PLN) canalizó los intereses de la burguesía reformista y de las capas medias, enfrentada a los intereses de la oligarquía tradicional, pero hace ya tiempo que el PLN dejó de ser el partido ideológico que impulsó quizá la única experiencia exitosa de socialdemocracia en el Tercer Mundo.

Actualmente, tanto el PLN como el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), son cada vez más dos grandes aparatos permeados por la corrupción, que aunque conservan matices distintos en su discurso -mayor ortodoxia neoliberal en el PUSC vs. mayor heterodoxia en el PLN-, han venido en la práctica coincidiendo ambos en la canalización de los nuevos intereses hegemónicos: los de la burguesía “globalizante” subordinada al capital transnacional, ubicada en las finanzas, las exportaciones no tradicionales, el turismo, el banano, el gran comercio importador y los grandes medios.

UNA SOCIEDAD CIVIL OENEGIZADA

En los años 90, con más fuerza que en el resto de Centroamérica, en Costa Rica se ha venido desarrollando lo que algunos han dado en llamar como la “nueva sociedad civil ONGizada”: una pléyade de organizaciones femeninas, ecologistas, étnicas, comunales, cooperativas, de pequeños y medianos productores, etc. Con sus virtudes: dinamismo, flexibilidad, especialización sectorial y en algunos casos, cuestionando las formas tradicionales de estructuración del poder. Y con sus límites: dependencia financiera y programática de la cooperación para el desarrollo, carencia de propuestas societales, y reproducción en muchos casos de las formas tradicionales de estructuración del poder.
Estas organizaciones, especialmente las comunales y ecológicas, jugaron un papel importante, si no en la gestación sí en la canalización del movimiento conocido como de lucha contra “el combo eléctrico”, acaecido hace dos años.

LUCHA EMBLEMÁTICA CONTRA “EL COMBO ELÉCTRICO”

La lucha contra el “combo” ha sido sin duda el movimiento social más importante en los últimos 30 años en Costa Rica. Adquirió connotaciones de insurrección popular -manifestaciones multitudinarias en las principales ciudades, bloqueo de calles, levantamiento de barricadas, violentos enfrentamientos con la policía y la guardia civil-, contra el proyecto de privatización del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), la empresa estatal que gestiona los servicios de telecomunicaciones y electricidad.

Esta lucha tuvo motivaciones espontáneas pero una vez desencadenada fue apoyada y en parte orientada por distintas organizaciones comunales, ecológicas, estudiantiles, sindicatos, y por el partido Fuerza Democrática, y expresó el desencanto popular, especialmente el de las capas medias pauperizadas, ante la degradación ética de la clase política y el deterioro de las condiciones de vida provocado por el avance de la estrategia neoliberal. Obtuvo un rotundo éxito en la consecución de su objetivo inmediato: obligó al gobierno a suspender el proyecto de privatización -auspiciado por los dos partidos tradicionales- y a detener, temporalmente, una agenda más amplia para privatizar un conjunto de entidades estatales. La huella de la lucha contra el “combo” estuvo como telón de fondo del comportamiento de los actores políticos en las recién pasadas elecciones.

ELECCIONES EXCEPCIONALES CON RÉCORDS HISTÓRICOS

Los resultados de las jornadas electorales de febrero y abril del 2002, tienen el signo de la excepcionalidad histórica en el curso del funcionamiento de la democracia liberal costarricense.

Por primera vez en la historia del país se elige un Presidente -en este caso Abel Pacheco del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC)-no en la primera ronda sino en la segunda, debido a que en la primera no pudo alcanzar el 40% de los votos que establece la constitución. En la segunda ronda, Pacheco triunfó sobre el candidato del Partido Liberación Nacional (PLN) Rolando Araya (58% vs. 42%).

Por primera vez en las últimas décadas emerge una tercera fuerza política, el Partido Acción Ciudadana (PAC), que no existía antes de la coyuntura electoral, con viabilidad hegemónica y capacidad de competencia con los dos partidos tradicionales que han gobernado el país, el PLN y el PUSC. En la primera ronda, el PAC obtuvo el 26.14% de los votos,
(PLN 31.05% y PUSC 38.5%), forzando una segunda ronda.

Por primera vez en las últimas décadas ninguna de las dos fuerzas políticas tradicionales, PLN y PUSC, tiene en el Parlamento mayoría simple ni se acerca a ella. Los dos partidos juntos tampoco alcanzan la mayoría calificada. Las cuotas de poder dentro del Legislativo quedaron sumamente repartidas entre cuatro fracciones: PUSC 19 diputados, PLN 17, PAC 14 y Partido Libertario -un partido que obtuvo el 1.69% de los votos para Presidente- 6 diputados. Si lo desea, cualquiera de estas fracciones es capaz de impulsar proyectos propios y neutralizar los ajenos. Además, el partido Renovación Costarricense, un micropartido de ideas conservadoras, obtuvo un diputado.

Históricamente, el abstencionismo había rondado el 20%, tendencia que comenzó a romperse en las elecciones de 1998, cuando subió al 30%. En las recientes elecciones el abstencionismo alcanzó una cifra histórica récord. En la primera ronda llegó al 31.6 %, más 2.5% en votos nulos y en blanco. En la segunda ronda se elevó al 39%, más un 2% de votos nulos o en blanco. Así, un 41% de costarricenses no votó por ningún candidato. De hecho, ese 41% que se abstuvo, votó en blanco o anuló su voto se constituyó en el primer bloque del padrón electoral, superando el número de votos que recibió el candidato ganador, Abel Pacheco (34.1% del padrón).

En un país donde los gobernantes han recibido un fuerte apoyo de los votantes, el Presidente electo Abel Pacheco asume el gobierno con un apoyo frágil, fragilidad a la que se suma la necesidad de negociar con cuatro distintas fracciones en el Parlamento para aprobar los proyectos de ley que se proponga impulsar.

EL PAC Y OTTÓN SOLÍS: UN NOVEDOSO “FRENTE ÉTICO”

Un partido inexistente antes de la coyuntura electoral surgió y creció en una experiencia inédita con un discurso de “frente ético”, alrededor de la figura de su fundador y máximo dirigente, Ottón Solís, el candidato más consistente en la campaña electoral.

Solís es un economista que proviene de las filas del PLN. Fue Ministro de Planificación y posteriormente diputado por ese partido. Siendo ministro durante la administración de Oscar Arias (1986-90), renunció por discrepancias con los programas de ajuste estructural; y siendo diputado rechazaba los regalos -casi siempre nada simbólicos- que con motivo de Navidad la empresa privada suele enviar a los miembros de la Asamblea. Los devolvía con una nota: “Muchas gracias, pero considero que los diputados no debemos aceptar regalos”.
Solís es uno de los pocos miembros de la clase política nacional que tiene una sólida imagen de ética pública. También resulta convincente su coherencia ideológica, vinculada en el pasado a la socialdemocracia de izquierda. Mientras otros colegas del PLN practicaban el travestismo y organizaban florecientes “think tanks” neoliberales, Solís mantuvo siempre una línea de crítica al modelo de política económica imperante.

PROGRAMA DEL PAC: UNA PROPUESTA ÉTICA

El contenido programático del PAC en la campaña fue sustancialmente una propuesta ética. Las cúpulas de los partidos tradicionales están permeadas hasta la médula por la corrupción y no tienen ni autoridad moral ni voluntad para erradicarla. Los electos se desvinculan de los intereses de los electores y ejercen el poder a espaldas del pueblo mediante pactos clientelares de reparto. Es necesario modificar la visión y práctica de la política, con una rigurosa reivindicación de la moral pública, tanto en los grandes asuntos (enfrentar las mafias político-empresariales) como en los pequeños (eliminar prebendas, viajes, comilonas, etc.). El PAC propuso la coherencia entre el discurso y la práctica. La transparencia y la rendición de cuentas. Y la sistemática participación ciudadana en las decisiones del poder público, mediante una institucionalización de la consulta y el diálogo social.

Este discurso lo acompañó de medidas prácticas que apuntaron a darle credibilidad. Primeramente, para la constitución del partido, Solís se rodeó de personalidades políticas disidentes de los partidos tradicionales, todas antineoliberales y todas con una intachable aureola de honestidad pública. Después, para elegir a los candidatos a diputados prohibió la propaganda y los gastos de postulación, convocó a organizaciones sociales, comunales y laborales para que propusieran candidatos (cerca del 50% de los diputados electos provienen de esas organizaciones), y definió que el 50% de los puestos de elección debían ser ocupados por mujeres. De los 14 diputados electos, 7 son mujeres, como lo son la mitad de las decenas de regidores municipales que obtuvo el partido.

El PAC aprobó un código ético que obliga a sus diputados a salir del país sólo si el plenario legislativo aprueba, con las tres cuartas partes de los votos, una moción para enviarlos; a no usar carros del Estado, a no consumir combustible ni comida ni bebida pagada por el Estado -todas, prebendas que disfrutan los diputados actualmente-; a no hacer uso de las llamadas “partidas específicas”, fondos con que los representantes de los partidos tradicionales financian sus redes clientelares en el ámbito local; y a renunciar mientras ejercen su función a actividades empresariales o de otra índole si éstas se tornan imcompatibles con sus responsabilidades legislativas.

LA HAZAÑA DEL PAC Y SUS VOTANTES

Ideológicamente, el PAC no formuló -y no tiene hasta ahora- una propuesta societal, pero en el contexto de la retórica que dominó la campaña fue la única fuerza que hizo algunos planteamientos precisos importantes y que podemos calificar como de resistencia al neoliberalismo. La defensa de un Estado con capacidad para intervenir y regular el mercado, con capacidad de conducción estratégica, y protección social y ambiental -el Ministerio de Planificación, en vez del Banco Central debe ser el órgano rector de la política económica-.
Una clara oposición a privatizar los activos estatales considerados estratégicos para un desarrollo autocentrado. El recurso a medidas proteccionistas para apoyar la producción interna. Y la demanda de que los TLC sean conocidos, discutidos y sancionados por el pueblo antes de su aprobación en el Parlamento.

Sin recursos, apelando a las contribuciones voluntarias de sus simpatizantes, sufriendo la hostilidad de los medios, el PAC logró convertirse, en el curso de unos cuantos meses, en la tercera fuerza política, a corta distancia de los partidos tradicionales. Una verdadera hazaña política que hace un año nadie podía prever. Mientras la población rural y la pobretería urbana votaron por los partidos tradicionales, especialmente por el PUSC, el voto por el PAC fue un voto de pobladores urbanos, con educación universitaria y media, fundamentalmente de capas medias. Fue el voto crítico y culto de los estratos medios empobrecidos por el avance del modelo neoliberal.

PUSC: GANÓ POR PACHECO

La campaña de los partidos tradicionales, PLN y PUSC, se desarrolló ayuna de planteamientos programáticos precisos, centrándose en el mercadeo de imágenes y en los atributos personales de los candidatos, mientras siempre estuvo como convidado de piedra el fantasma de la reciente lucha contra “el combo”. Ambos partidos evitaron las referencias a las privatizaciones y sus respectivos candidatos rechazaron enfáticamente la calificación de neoliberales.

Con semejante estilo de campaña, el PUSC salió favorecido desde el inicio, no obstante ser partido de gobierno y representar a una administración gris con escaso apoyo popular, como lo ha sido la del presidente saliente Miguel Ángel Rodríguez. La clave del éxito del PUSC estuvo en el perfil del candidato Abel Pacheco, una figura que emerge en la coyuntura -al igual que Ottón Solís- como un representante de la antipolítica tradicional.

Siquiatra de profesión, con un limpio historial de ética pública, Pacheco se lanzó a la precandidatura de su partido con un discurso anticorrupción, arguyendo una necesaria renovación interna, y en abierta oposición a quien venía controlando el aparato partidario, el ex-Presidente Rafael Ángel Calderón Fournier. Le ganó la batalla interna al candidato que quiso imponer Calderón, pero tuvo que negociar con el aparato y aceptarle casi todos los candidatos a diputados.

PACHECO: DOS TESIS FUNDAMENTALES

Hombre de valores conservadores, pero dicharachero e ingenioso, de lenguaje llano y buen comunicador, Pacheco supo vender su imagen de hombre honesto distante del aparato y del gobierno, sencillote y bien intencionado, pero a su vez firme en sus decisiones. Esta imagen resultó convincente para los sectores culturalmente atrasados que viven el desencanto de la política tradicional. Los pobres rurales y los pobres urbanos votaron en su mayoría por él.
En su discurso como Presidente electo resumió las dos tesis fundamentales que esgrimió durante la campaña: “Esta es la hora del abrazo entre los buenos costarricenses y esto no debe confundirse con la alcahuetería: los corruptos se la van a ver conmigo. Estoy aquí por los pobres y marginados y gobernaré para ellos”.

DERROTA DE ARAYA: CASTIGO A LOS POLÍTICOS TRADICIONALES

Al contrario del candidato del PUSC, el candidato del PLN, Rolando Araya, fue percibido por el electorado como un representante típico de la clase política tradicional que genera decepciones. Político de aparato, con aureola de nexos con las redes que el pueblo apunta con el dedo, Araya posee una sinuosa trayectoria ideológica: socialdemócrata de izquierda primero, neoliberal ortodoxo en los años 90 -clamó por la dolarización como la gran salida para el país-, y hoy después de la lucha contra el “combo” prefiere definirse como antineoliberal. Acartonado y petulante, se presentó en la campaña como el político sólido y experimentado, el “estadista” largamente preparado para asumir la Presidencia. No convenció a muchos. Quienes votaron por él, lo hicieron más que por sus cualidades personales, por lo que les queda de lealtad partidaria al PLN, un partido que tiene un pasado memorable.

PERFIL DEL MOVIMIENTO LIBERTARIO

El partido Movimiento Libertario, si bien tuvo escaso apoyo en los votos para Presidente (1.69%), logró la elección de 6 diputados en el Parlamento, cantidad que se torna significativa dado el carácter fragmentado en que quedaron allí las cuotas de poder. De ahí que sea calificado por los medios como el segundo partido “emergente”, después del PAC, aunque tenga características que lo diferencian radicalmente.

Bien financiado por grupos económicos nacionales y extranjeros, el Movimiento Libertario es dirigido por Otto Guevara, un diputado que defiende religiosamente la ortodoxia neoliberal, y a quien los medios han creado una imagen de desempeño eficiente en el Congreso. Guevara se montó en el discurso de crítica a los partidos tradicionales,
y apoyado en su aureola de buen diputado, logró algún ascendiente entre estratos poblacionales de baja cultura política.

¿CONTINUARÁ LA AGENDA NEOLIBERAL?

Más allá de la retórica, de los juegos de imágenes y de lo poco que hubo de propuestas en la campaña, en la Costa Rica de hoy están pendientes dos grandes cuestiones que marcan la orientación futura de la sociedad, y de las cuales depende que lo que todavía le queda a este país de excepcionalidad positiva en América Latina se conserve y fortalezca, o desaparezca. De la escogencia de opciones frente a estas dos cuestiones y de los ritmos con que caminen las opciones escogidas, dependerán los escenarios posibles que relacionen al gobierno electo con los principales actores políticos y sociales.

Una de estas dos cuestiones es si se continúa o no con la agenda neoliberal, que se encuentra retrasada respecto a los requerimientos de la ortodoxia. En lo interno, esta agenda significa: privatizar lo que queda de activos estatales (telecomunicaciones y electricidad, banca pública, procesamiento de petróleo, instituto de seguros, acueductos, fábrica nacional de licores), y desmontar lo que resta como herencia socialdemócrata de regulación del mercado y protección social. En lo externo, significa una profundización de la apertura, y avanzar con los TLC bilaterales mientras llega el plato fuerte de la agenda global que es el ALCA.

PRIMERAS SEÑALES DECEPCIONANTES

La alternativa es resistirse a esta agenda y buscar una política económica centrada nacionalmente, que resguarde la capacidad de conducción estratégica del Estado y recupere su tradición de responsabilidad social. Y que, a su vez, se contraponga al “sálvese quien pueda” de los TLC bilaterales y del ALCA, reactive el diseño de un bloque regional que priorice el mercado interno y negocie, como bloque, una inserción selectiva en el mercado global.

¿Qué se puede esperar de Abel Pacheco? Cuando terminaba de escribir este análisis, el Presidente electo terminaba de anunciar su equipo económico. Está en su equipo la flor y nata de la tecnocracia neoliberal, que además recibía la aprobación satisfactoria de la burguesía globalizante. En una de sus primeras declaraciones antes del nombramiento de su equipo económico, Pacheco había manifestado que estaba muy interesado en que se aprobara el TLC con Canadá -actualmente en discusión en la Asamblea, provocando las protestas de los productores para el mercado interno-. Y también le interesaba mucho la inserción de Costa Rica en el ALCA.

Las primeras decisiones del Presidente electo y los valores conservadores que lo caracterizan, descartan de partida cualquier iniciativa de su gobierno para resistir o buscar alternativas al peso inercial del modelo neoliberal de política económica. La frase “Gobernaré para los pobres y marginados”, al margen de las motivaciones subjetivas -buenas intenciones o demagogia- no es algo que pueda tomársele muy en serio.

PAC: UN RETO Y UNA OPORTUNIDAD

Otra cosa será la capacidad que tenga el gobierno para echar a andar la agenda neoliberal al ritmo y magnitud con que están urgiendo el FMI y la burguesía globalizante. Después del “combo”, ésta ha cambiado de estrategias pero no de propósitos. Después de las elecciones, es indudable que el cumplimiento efectivo de la agenda neoliberal se hará más difícil, tanto por el frágil mandato con que asume el nuevo Presidente y por la memoria del “combo” que pesa en la conciencia colectiva, como por el papel de resistencia efectiva y movilizadora que puede jugar el PAC en el Parlamento, si este partido demuestra una coherencia con sus planteamientos programáticos.

Los próximos cuatro años serán también una fase de prueba para valorar el potencial real del PAC, como fuerza con vocación para impulsar cambios en la sociedad. Este partido tiene el reto y la oportunidad para demostrar su coherencia entre práctica y discurso, y a la vez para superar los límites que las carreras e improvisación de su origen le impusieron. Ahora, requiere de avanzar en la formulación de un programa ideológico más preciso, de cohesionar a su militancia y desarrollar estructuras organizativas de base, especialmente entre los pobres urbanos y rurales que en estas elecciones le dieron la espalda.

¿SE RECUPERARÁ LA CREDIBILIDAD EN LA POLÍTICA?

La otra gran cuestión que cruza la direccionalidad de la sociedad tiene que ver con algo que en las elecciones se expresó en fenómenos como el abstencionismo récord, la ruptura de la lealtad histórica hacia los dos partidos tradicionales, el clamor del PAC por una nueva forma de hacer política, y la demanda generalizada para poner coto a la corrupción imperante.

Todos estos fenómenos no son otra cosa que manifestaciones de una profunda crisis de credibilidad en la política como referente de la voluntad popular y de los intereses de la sociedad, crisis que engloba a los políticos, a los partidos y a las instituciones del Estado. Reconstituir esa credibilidad es un reto fundamental para el nuevo gobierno y para todos los actores políticos. De ella depende una recuperación de la eficacia histórica que ha tenido el modelo de democracia liberal en Costa Rica, que ha contado con un alto grado de gobernabilidad hasta llegar a ser el menos limitado, o el más avanzado, del Tercer Mundo.

LA BANDERA DE LA LUCHA ANTICORRUPCIÓN

Luchar contra la corrupción es la bandera que levantó Abel Pacheco para hacerse creíble como político y no hay razones para dudar de sus buenas intenciones, habida cuenta de que él no ha formado parte de las asociaciones perversas de políticos y empresarios que han copado el sistema político. Sin embargo, surgen serias dudas acerca de la eficacia de esta lucha considerando su negociación con el aparato del PUSC, y si no va más largo de sus propias estructuras buscando una cooperación sistemática con el PAC, la única fuerza que aparece sin ataduras y con voluntad para asumir consecuentemente el combate contra la corrupción.
Que Pacheco se decida por una alianza de “frente ético” con el PAC parece poco probable en este momento, pero no es una salida a descartarse. Es prematuro todavía hacer afirmaciones definitivas.

UNA CRISIS QUE ES PLANETARIA

Para aportar con solidez a la restitución de la credibilidad en la política, y además de su maduración ideológica, el PAC debe comprender con suficiente claridad que la crisis de la política no es más que la faceta externa de otra crisis mucho más profunda que Ottón Solís alcanza a esbozar cuando señala que lo que busca su partido son construir “los fundamentos de la nueva democracia, la que exige el nuevo milenio”. Este planteamiento hace referencia implícitamente a que detrás de la crisis de la política, lo que está en profunda crisis es el modelo de democracia liberal burguesa, y a que este modelo requiere de reformas a fondo.

Y esta crisis de la democracia liberal, aunque adopta atributos particulares en Costa Rica, es una crisis planetaria que hace tiempo nos dice que la teoría de la representación ha colapsado. En todos los países en donde ha existido la democracia liberal, existe en este momento una completa desarticulación entre los intereses de las cúpulas políticas y los intereses de las sociedades. Y los representados se sienten cada vez menos representados por los representantes que dicen representarlos.

UN MANOJO DE REFORMAS PARA UNA NUEVA DEMOCRACIA

El remozamiento ético de la clase política y el desarrollo de una mística de ética pública es una premisa necesaria fundamental, pero no es suficiente. Se requiere que el PAC eleve a nivel de planteamientos societales algunas de sus experiencias internas, y que las enriquezca como reformas que hay que introducir en el sistema político para construir “la nueva democracia que exige el nuevo milenio”.

Reformas en el sistema electoral para que no sean los aparatos al servicio del capital los que monopolicen el espacio político. Reformas para democratizar internamente a los partidos, a las organizaciones gremiales y a las organizaciones civiles. Reformas para que la libertad de expresión sea un derecho del pueblo y no exclusivamente de las empresas. Reformas para que las organizaciones populares -autónomas y democráticas en su interior-, tengan representación e incidencia permanente en el funcionamiento de todos los órganos del Estado. Y sobre todo, reformas para construir una sociedad sin exclusiones, en armonía con la Naturaleza, sin discriminaciones étnicas ni de género, y dispuesta a luchar por un mundo en el que quepamos todos los seres humanos.

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