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Universidad Centroamericana - UCA  
  Número 317 | Agosto 2008

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Nicaragua

Leer o no leer: ésa es la cuestión

¿La juventud nicaragüense lee o no lee? Si lee, ¿qué lee? Y si no lee, ¿por qué no lo hace? Con estas preguntas busqué respuestas en una universidad, en una biblioteca y en una librería y entrevisté a conocedores de las deficiencias de nuestro sistema escolar y a quienes trabajan por promover el placer de la lectura. Éste es el resultado de mi investigación.

William Grigsby Vergara

Según el escritor marroquí-francés Daniel Pennac, el ser humano lector es sujeto de diez derechos. El primero de todos, el derecho a no leer. Parece que una mayoría de jóvenes nicaragüenses, consciente o inconscientemente, no han logrado ir más allá de ese primer derecho. Son mayoría quienes se conceden a diario el derecho a no leer. Entre un buen libro y una mala película de televisión la oferta televisiva sale ganando con más frecuencia de lo que nos gustaría confesar.

Pennac afirma que el deber de “educar” consiste en enseñar a leer a niños y niñas, en iniciarlos en la literatura, en darles los medios para juzgar si sienten o no la “necesidad de los libros”. Y dice también que, si bien se puede admitir sin problema que alguien rechace la lectura, le resulta intolerable que cualquiera sea -o se crea- rechazado por ella. Y en Nicaragua, ¿rechazamos la lectura? ¿Por qué? ¿Estamos ante un fenómeno de apatía generalizado, nacional? ¿Por qué estamos como estamos? ¿Porque somos como somos? Como lector acucioso quise acercarme a algunas de las causas de la no-lectura, quise saber si la juventud en Nicaragua ejerce o no y cómo los ejerce los famosos diez derechos que tienen como lectores, según Pennac: el derecho a no leer, el derecho a saltarse las páginas, el derecho a no terminar un libro, el derecho a releer, el derecho a leer cualquier cosa, el derecho a emocionarse al leer, el derecho a leer en cualquier parte, el derecho a solamente hojear, el derecho a leer en voz alta y el derecho a guardar silencio sobre lo que han leído.

LA UCA: UNA GRAN MASA DE ESTUDIANTES
INCOMUNICADOS CON LA LECTURA

Mi primer “estudio de caso” lo realizo en la Universidad en donde estudié. Veamos qué pasa detrás de los muros de la hermosa Biblioteca José Coronel Urtecho (JCU) y en sus antiguos anaqueles. Según un reciente estudio de la Universidad Centroamericana (UCA), el promedio de préstamos anuales de libros es de 26 por alumno. La cifra es algo escandalosa teniendo en cuenta que la UCA tiene al menos 6 mil estudiantes en sus aulas. En el área de sala, donde no permiten sacar los libros prestados, el promedio es de 20 préstamos anuales por alumno. Esto significa que los universitarios de la UCA sólo solicitan prestados dos libros en cada cuatrimestre, a pesar de que en cada cuatrimestre tienen por lo menos cuatro clases.

Busco a la Coordinadora de la Dirección de Investigación de la UCA, Wendy Bellanger. También está muy sorprendida. Me explica que la Universidad está promoviendo “cursos de lectura comprensiva” tratando de remediar el escaso hábito de lectura entre los jóvenes. También realizan talleres de redacción con estudiantes de ciertas carreras y en los postgrados y maestrías incluyen un taller de lectura comprensiva que se imparte también a los profesores. Wendy da clases en la Universidad: Introducción a la Antropología. Sus alumnos, sociólogos y trabajadores sociales, son incapaces de hacer referencias correctas sobre la bibliografía que emplean. “En vez de citar al autor, me dicen: Según el folleto tal y tal…”

Habitualmente, los profesores de la UCA hacen mini-folletos con fragmentos de libros, donde entregan a sus alumnos una información resumida. Esto promueve la pereza por leer y por analizar mejor el pensamiento de los autores. Los docentes entregan también fotocopias, que reducen el material de estudio. Pocas oportunidades tienen los alumnos de descubrir la información más valiosa y sólo copian los textos subrayados. En otras ocasiones los docentes ofrecen un único libro como bibliografía. “Y a veces sólo hay un ejemplar para varios alumnos y cuando el más avispado lo saca de la biblioteca, los otros tienen que hacer filas para fotocopiarlo”, me dice Wendy, que afirma preocupada: “En su mayoría, los alumnos pasan por sus carreras sin creer que los libros sean necesarios”.

CUANDO “LA VERDAD” ESTÁ EN INTERNET

Otro problema es que hasta llegar al libro que desea leer el estudiante deberá pasar por toda una parafernalia burocrática de trámites institucionales. “Un estudiante de la UCA siempre tiene que hacer fila para encontrar su libro -dice Wendy- y a su vez, hay temor en la institución por prestar abiertamente los libros, porque existe la idea de que los estudiantes no cuidan los libros, que los mutilan”. El miedo de una biblioteca a que roben o dañen sus libros limita la experiencia de investigar e interactuar amistosamente con los libros. En otras ocasiones, cuando el libro resulta muy viejo y no hay ediciones nuevas que impidan que el libro se deshoje al solo contacto con sus páginas, el libro resulta tan poco atractivo que el joven estudiante lo rechaza.

¿Y leen los profesores? “En la biblioteca uno casi no ve profesores, sólo hay alumnos”, responde Wendy dando más luces a mi curiosidad. ¿Suponemos entonces que los profesores no necesitan visitar la biblioteca porque cuentan con anaqueles de literatura en sus casas u oficinas? No sabemos. A menudo los profesores se conforman con la información oral que dan en la clase y no promueven que sus estudiantes investiguen más a fondo los temas.

La experiencia docente de Wendy aporta otro interesante dato al perfil de la crisis: “Se está creando la falsa idea de que “la verdad” está en Internet. A menudo mis alumnos hacen referencias a Wikipedia, la nueva autoridad de los estudiantes”. La novedosa oferta de las bibliotecas virtuales está llenando los pupitres universitarios de una raza de perezosos buscadores. “No les están enseñando a ser selectivos con Internet”, se queja Wendy. Empeora las cosas el que los profesores se colocan actualmente en ambos polos: quienes apuestan a la riqueza de la literatura on-line, pensando que el mejor canal de información es la Red; y quienes, críticos de las nuevas tecnologías, temen a la desaparición del formato físico y al plagio de la información académica. Con los profesores polarizados, los jóvenes andan un poco perdidos navegando en ese gran océano de signos y significados que es Internet. Y el lado oscuro que tiene toda tecnología fomenta las rutinas ociosas de los estudiantes.

Con estas realidades -una omnipresente cultura de la transmisión oral en los profesores, una ausencia de crítica ante los medios masivos de los estudiantes y la ambigüedad de las informaciones recibidas por Internet sin el radar de la selectividad- lo que se cosecha son deficiencias en la formación. El mundo universitario no fomenta la cultura que da importancia a la transmisión escrita como vehículo de información y conocimiento. “Lo oral resulta más fácil de digerir y de retener. Y yo creo que esto no se puede resolver solamente con cursos de lectura comprensiva. Para superar la apatía hacia los libros hay que empezar a trabajar en las escuelas”, concluye Wendy.

LIBROS PARA NIÑOS: LA LECTURA COMO PLACER
FRENTE A LOS ABURRIDOS MÉTODOS ESCOLARES

¿En las escuelas? ¿Cómo se llevan los niños y las niñas con sus escuelas? ¿Hay libros entre esas cuatro paredes? Y si los hay, ¿cómo se llevan los libros con el sistema escolar? ¿Y qué libros? Decidí conocer la experiencia de Libros para Niños, que fomenta “el placer de la lectura”, precisamente para superar a la escuela, donde leer es un deber y no un placer.

Libros para Niños (LpN) es una ONG que nació en la mente de la estadounidense Mary Jo Amani cuando llegó a Nicaragua a comienzos de los años 90 y encontró las bibliotecas nacionales vacías de libros de literatura infantil. Asombrada y triste, decidió crear un organismo que incentivara a los niños a leer. En 1993 fundó Libros para Niños y en 1995 entregó el proyecto a tres educadores nicaragüenses. El primer trabajo de LpN se desarrolló en siete escuelas de Rivas, Belén y Potosí con libros que Amani dejó en Nicaragua antes de despedirse. “Ella nos enseñó mucho sobre literatura infantil, organizó las primeras colecciones. Al comienzo trabajamos con unos 300 libros en rincones de cuentos, en escuelas y en bibliotecas pequeñas. De los libros que hoy usamos, un 40% son títulos que ella nos dejó en herencia”, me explica Eduardo Báez, actual director de LpN.

Eduardo habla con pasión y convicción. Una de sus más arraigadas convicciones es que a los niños y niñas hay que ofrecerles literatura de calidad. “Muchos escritores consagrados -dice- ven la literatura infantil como una artesanía, como algo menor, consideran que escribir para niños es rebajarse”. Me explica que para que los niños se enamoren de la lectura, para formar lectores, son necesarias tres cosas básicas: tener libros de calidad literaria en cuanto al texto y a las ilustraciones, leer los libros en voz alta para que los niños puedan amigarse con ellos y dejarlos que jueguen con los libros, que los elijan, los toquen, los intercambien... Con estos principios, que contradicen el papel habitual que se da a los libros en la escuela, trabaja LpN.

CUANDO LA ESCUELA “VACUNA”
CONTRA LA LECTURA

“En una población con los niveles de pobreza de Nicaragua, es iluso pensar que una familia ponga en la lista de compras un libro para sus hijos…En todo caso, y cuando pueden, los padres de familia priorizan los cuadernos y los libros de estudio para la escuela, pero no compran libros de entretenimiento. No los ven necesarios”, reflexiona Eduardo. El primer obstáculo es que los libros son caros, el segundo que las bibliotecas públicas -que podrían ser la alternativa para que la población lea- están en situaciones cada vez más lamentables y el tercero, que los gobiernos no prestan atención a la pobreza cultural que esto significa.

Según el director de LpN, el principal obstáculo está en la escuela y en el sistema educativo, que vacuna a la población contra la lectura: “Luego de hacer tantos resúmenes interpretativos y llenar tantas fichas-guías en la escuela, salís adverso a leer. La escuela no ayuda a formar lectores, todo lo contrario: realiza un trabajo no intencional con el que logra que todo estudiante de cualquier nivel salga viendo la lectura sólo como un mal necesario”. Y así, cuando llegan a la universidad sólo leen lo que necesitan para su profesión y no consideran la lectura un hábito placentero.

Desde pequeños no tuvieron cerca libros con los que jugar, libros con los que crecer. “En la escuela el niño asocia la lectura con estudio, con obligación, con asignatura. En la escuela la lectura no tiene mucho que ver con la lectura en la vida real, es una lectura muy artificial. Los usos sociales que tiene la lectura no los vivís ni los experimentás en la escuela”, afirma Eduardo. Ciertamente, en la escuela leí para cubrir el currículo y para dosificar los programas. Al final, leemos sólo para sacar el cartón. “Es difícil que en la escuela te dejen leer una novela porque vos la escogiste. Si lees alguna es porque te la imponen. Y además, te la imponen para que después hagás cuadros sinópticos, lo que nunca hacés como lector en la vida real”, se lamenta Eduardo.

¿DÓNDE NACE UN LECTOR:
EN EL HOGAR O EN LA ESCUELA?

Con presencia en casi toda Nueva Segovia, en Somoto, San Lucas y Madriz, en Estelí, Carazo y Masaya, LpN trabaja en escuelas y en sectores comunitarios. Al igual que en la Universidad, la escuela no presta libros libremente para que los niños se los lleven a sus casas. Temen que los rompan. “Es comprensible que, como las escuelas no tienen plata para reponer los libros, los mantengan en un librero y en desuso. Pero el problema de sobreproteger los libros es que si no los tocan, los niños no los leen. Nosotros tratamos de hacer entender a la gente que es normal que los libros se rompan y se deterioren con el uso”, dice Eduardo.

LpN trata de involucrar a los padres en el proceso educativo de sus hijos. ¿Y qué se puede hacer con los padres y las madres? ¿Qué hacen ustedes? Eduardo me explica: “A los rincones de cuentos llegan los padres y madres con sus hijos y enseguida nos damos cuenta que los padres tampoco han leído mucho. Vemos a gente adulta sentada, casi compitiendo con sus hijos para leer cuentos, personas de 30 y 40 años disfrutando de los cuentos a la par de los niños... Esto es muy importante. Es fundamental que los padres se sienten a leer con sus hijos y compartan afecto mediados por la lectura”.

En los rincones de cuentos LpN ofrece también libros en préstamo domiciliar. Al inicio los adultos piensan que los hijos asisten a los rincones de cuentos para estudiar. “A veces una mamá o un papá se nos acerca y nos dice: Mi hijo viera cómo lee, se devora los cuentos, pero luego no quiere estudiar. Les explicamos que no es lo mismo leer un cuento para divertirse que estudiar un libro para la escuela”. Eduardo está convencido que todos los niños son amantes de la lectura si se les ofrecen libros en un ambiente no-tan académico, no-tan serio, no-tan exigente, donde después de leer no se impongan notas ni se hagan preguntas. Sólo sin esas trabas el niño desarrolla placer por la lectura. Existe el mito de que es la escuela la que forma a los lectores. Es un mito que se alimenta en la pobreza de hogares carentes de un ambiente que fomente la lectura. “En las casas de la gente con escasos recursos difícilmente se encuentran bibliotecas, ni siquiera hay libros. Entonces, la familia le echa la culpa a la escuela si el niño no quiere leer, cuando el lugar ideal para formarte como lector es el hogar”.

¿Y leen las maestras, los maestros? Tampoco. Ése es un gran problema que enfrenta LpN: la gran mayoría de los docentes no leen. “Eso te limita, porque nadie puede dar lo que no tiene y si vos no sos lector no podrás inculcar el hábito y el placer de leer a tus alumnos. Los maestros son producto del sistema educativo y de sus deficiencias. Las maestras no compran libros para ellas mismas, a duras penas sobreviven con sus bajísimos salarios y de esta forma han aprendido a mirar la lectura como una carga laboral más. La mayoría de los docentes no varían las lecturas que imparten a sus estudiantes, abusan de los clásicos, mandan a leer siempre los mismos libros y en el camino se va quedando por fuera toda la literatura contemporánea para jóvenes, que no es siquiera conocida por los maestros”, se lamenta Eduardo.

BIBLIOBUS Y BIBLIOTECA ALEMANA NICARAGÜENSE: BUENA OFERTA Y ESCASA DEMANDA

Me despido de Eduardo Báez preguntándome cómo enfrentar ese monstruo rutinario y burocrático llamado escuela, colegio, instituto educativo, que carga las mochilas de los niños con libros de estudio y que les impide enamorarse de la buena literatura. Me dirijo entonces a otra experiencia, nacida también de la pasión por los libros y de la convicción de que leer es poder, es placer, es crecer. Se trata de una iniciativa de solidaridad con la gente encarcelada y con niños y niñas de las áreas rurales, una iniciativa en la que los libros se acercan a personas que viven en entornos hostiles, donde el acceso a la literatura es muy limitado.

Elizabeth Zilz, activista social alemana, llegó a Nicaragua en los años 80 atraída por los cambios sociales de aquella época. En 1987 fue la principal responsable del nacimiento del Bibliobus Bertolt Brecht, una biblioteca ambulante creada con la intención de satisfacer los deseos de leer de los niños del campo, de las comunidades rurales y de quienes estaban encerrados en las cárceles del país. Una iniciativa hermana, no ambulante sino fija, es la Biblioteca Alemana-Nicaragüense (BAN), nacida en el año 2001 gracias a dos grandes salas cedidas por la Fundación Friedrich Ebert, a fondos de la cooperación alemana, a fondos privados y a un terreno donado por el Ayuntamiento de Managua. Cada año, Elizabeth Zilz promueve ambos proyectos en la famosa Feria del Libro de Frankfurt y recoge fondos para enriquecer con libros la BAN y el Bibliobus.

En la BAN nos informan que un 27% de los reos nicaragüenses son jóvenes entre 15 y 18 años, una gran parte de ellos engrosando las cifras del analfabetismo nacional, que alcanza a un 30% de la población nacional, según datos de la misma BAN. El gobierno del FSLN se ha comprometido a erradicar el analfabetismo en el país para 2009, cuando se cumplan los 30 años de la Revolución.

CUANDO PREFIEREN LA TELEVISIÓN
Y LA COMPUTADORA

Reybil Cuaresma, 52 años, conductor del Bibliobus desde el comienzo, nos cuenta que es en los primeros meses escolares, entre enero y abril, cuando un promedio de 200 niños y niñas visitan diariamente el Bibliobus en busca de materiales para documentarse y cumplir con sus tareas escolares. Vienen de las escuelas que rodean la BAN en el reparto Las Brisas. Reybil luce preocupado: los muchachos sólo llegan a investigar temas académicos, buscan textos escolares de Español, Matemáticas, Física, Biología, Ciencias Naturales, pero no aparecen muchos lectores que busquen placer y reflexión en la lectura, a pesar de que la biblioteca cuenta con un buen fondo bibliográfico: 13 mil títulos. “Solamente buscan lectura-trabajo”, me dice. Y completa Elizabeth: “Hoy los chavalos prefieren la televisión y la computadora a los libros”.

El Bibliobus presta unos 140 libros mensuales en cada sistema penitenciario. Según Reybil, en las cárceles de Granada, Matagalpa, Chinandega y La Esperanza -única cárcel de mujeres en el país- prestan muchos libros de filosofía, poesía y autoayuda. “Cuidan los libros, apenas se nos deterioran cuatro o cinco libros al año”, afirma satisfecho el veterano conductor de esta biblioteca ambulante. El lugar donde se prestan menos libros es en la cárcel de mujeres: unos 47 libros en cada visita. “Es que no todas las reclusas saben leer, a veces sólo suben al Bibliobus para hojear libros con ilustraciones”.

En la BAN existe un club de lectores que permite a adultos y a niños y niñas llevarse dos libros a su casa durante quince días. Pero mensualmente apenas son 23 los que se llevan libros a sus casas. Profesores ninguno, sólo son alumnos los que se aprovechan de esta oportunidad. Sucede como en la UCA y como en muchas escuelas públicas, donde los profesores no acostumbran a documentarse más allá de lo que les exige el sistema educativo. Los libros que más buscan los niños son los de Harry Potter y la poesía de Rubén Darío. Los jóvenes buscan, sobre todo, material didáctico. Reybil calcula en unos diez los chavalos y chavalas que buscan libros por el placer de leer. “Me gustaría que llegaran estudiantes universitarios a buscar libros, pero a pesar que hacemos promoción de la BAN en las universidades, no hay demanda literaria”, se decepciona Elizabeth.

LA LIBRERÍA EL PARNASO: QUÉ PREFIEREN
LOS JÓVENES CUANDO PUEDEN COMPRAR

Me va quedando claro que tanto niños como jóvenes no están interesados en tocar libros, sea porque pasan más tiempo frente a la televisión o al Internet, sea porque la escuela los vacunó contra la literatura, sea porque sus escasos recursos no les permiten comprar libros. ¿Y si les interesan los libros y pueden comprarlos, qué leen? Muy cerca de la UCA y de la Universidad de Ingeniería, en pleno territorio universitario, visito una librería para saber qué prefieren los jóvenes, qué autores son los más leídos, y de qué manera el precio de los libros afecta los bolsillos de la juventud que sí lee.

La librería El Parnaso abrió sus puertas en 1990. Su dueña es Salvadora Navas, directora de Anamá Ediciones. Me dice que son muy pocos los jóvenes que compran libros: “Son jóvenes que han tenido en su casa una escuela, realmente una minoría. Creo que el desarrollo de la tecnología actual mata a los lectores jóvenes. Piensan que todo está en Wikipedia… A pesar de esto, hay chavalos que sí quieren leer. Ser categórico al decir que los jóvenes no leen nada no me parece correcto”. En su experiencia, conoce jóvenes muy interesados en Literatura y buscando sobre todo Filosofía. El favorito es Nietzsche. “Parece que los chavalos inquietos se inician con él. Alguien se los recomienda o no se cuál será la razón, pero siempre que nosotros traemos libros de Nietzche se agotan rápido”.

En un país de poetas, los jóvenes no compran poesía contemporánea, ni siquiera la que escriben los jóvenes poetas¬ de Nicaragua que logran que les editen sus poemas. Cuando buscan poesía nacional, piden a Alfonso Cortés y al que más, a Carlos Martínez Rivas. “Hay un grupo grande de jóvenes carlosmartinianos. Por eso, cuando publicamos su Poesía Reunida, a finales del 2007 hubo una gran demanda de parte de gente joven y las ediciones se agotaron muy rápido”, dice Salvadora. También buscan los jóvenes literatura que haya hecho historia. Por eso no van tras los autores contemporáneos y prefieren autores fallecidos o consagrados. “Los jóvenes que nos visitan buscan mucho la poesía de Mario Benedetti, la de Juan Gelman y la de Roque Dalton, entre los autores extranjeros”, dice Salvadora.

Entre los autores de moda, menciona al brasileño Paulo Coelho como el más buscado, pero afirma que los libros de este autor los prefiere principalmente la gente adulta. Los libros de autoayuda tienen un muy amplio mercado literario también entre los adultos.

Por falta de dinero los jóvenes son selectivos y generalmente no compran libros nuevos, prefieren circular los que ya tienen. Se los prestan entre ellos o los compran ya usados. Los universitarios suelen visitar esta librería porque los profesores les piden bibliografías específicas. Lo mismo pasa con los colegiales, que casi siempre llegan a comprar los mismos títulos recomendados: Marianela, Don Quijote, Cien años de soledad y Azul.

¿DESAPARECERÁN ALGUNA VEZ
LOS LIBROS?

No se puede subestimar el valor de algunos jóvenes interesados en leer literatura como necesidad personal, que llegan ávidos a la librería, dejan un depósito de un 20%, se llevan el libro que desean y luego terminan de pagarlo. En una mayoría de casos, estos jóvenes no sólo son lectores, son escritores noveles.

En Centroamérica los libros no son caros, pero en relación al nivel adquisitivo de la gente sí lo son. “Un libro que cuesta 13 dólares (250 córdobas) es un libro caro en Nicaragua, pero en Estados Unidos o Europa no lo es. En Europa un libro puede valer hasta 50 euros y ser accesible para casi cualquier ciudadano. En Estados Unidos he visto libros de autores nicaragüenses a 20, 25 ó 30 dólares que allá no son caros, pero aquí sí lo son”, puntea Salvadora. Según su experiencia, hay dos tipos de lectores jóvenes: quienes buscan la calidad editorial y tienen cómo pagarla y quienes compran en la acera de la universidad o en un caramanchel bien montado El amor en los tiempos del cólera a 50 pesos en una versión empastada manualmente con una fotocopia pirateada. Son la mayoría.

Salvadora Navas tiene una visión menos pesimista ante la eventual desaparición del libro en formato físico arrasado por el boom de las bibliotecas virtuales. “Yo creo -dice- que el libro nunca desaparecerá. Disfrutar un libro es también tocarlo. El Internet puede ser una herramienta para ampliar tus conocimientos, pero es mejor tener un contacto más directo con el libro. El Internet sólo te sirve para actualizarte y no todos los chavalos tienen acceso a Internet. Para leer a profundidad un libro se necesita tiempo suficiente y ese tiempo no lo encontrás en un cyber café. Creo que el libro nunca ha estado amenazado de desaparecer. Para quienes somos ávidos lectores el mayor placer es que cada libro haya marcado una etapa de nuestra vida”.

EL SISTEMA EDUCATIVO Y LAS ESCUELAS PÚBLICAS: TERRENO DE MUCHAS CRISIS

Voy a mi próxima cita algo más animado. Tal parece que hay un puñado de jóvenes que, en medio del mar de apáticos hacia la literatura, sí se interesan en comer figuras literarias para luego digerirlas con la imaginación. Aunque sea un grupo reducido, nos da esperanzas y nos huele a porvenir. Pero, ¿habrá un porvenir más amplio a partir del sistema educativo que tenemos? ¿Cambiarán las cosas o los lectores seguirán siendo una minoría?

Vanessa Castro, actual coordinadora del CIASE (Centro de Acción Social y Educativa) es una investigadora y docente que ha realizado un estudio sobre la capacidad para la lecto-escritura en escuelas del Caribe y del Pacífico nicaragüense. El estudio busca saber de qué manera los niños de las comunidades rurales se enfrentan en los primeros grados a la tarea de cancanear oraciones simples hasta lograr leer párrafos completos y qué es lo que entienden tras este esfuerzo inicial que hacen como lectores.

Según Vanessa, existen dos juventudes en la Nicaragua de hoy: la de quienes tienen acceso a los libros, pero no los tocan porque están sumergidos en Internet o en la televisión, y la de quienes no leen por tres razones fundamentales: porque no tienen libros, porque trabajan y porque no aprendieron a leer con fluidez desde niños. El estudio en que ella participa investiga por qué los niños en los primeros grados -cuando corresponde que dominen la habilidad de la lectura y la escritura- no logran automatizar el proceso cognitivo que se desarrolla en el cerebro y que nos permite leer de forma interactiva y comprender tanto lo que dice un texto escolar como lo que relata un libro de cuentos.

Vanessa está preocupada: “Este proceso, esencial, no lo estamos logrando en nuestro sistema educativo, especialmente no lo logramos en las escuelas más pobres y en los sectores más vulnerables porque hay deficiencias en la metodología que emplean los maestros. Los niños y las niñas que vienen de clases sociales muy desfavorecidas llegan con muchas limitantes: nunca les han leído cuentos porque sus mamás seguramente estaban muy ocupadas trabajando o porque sus mamás no sabían leer o si sabían no leían con suficiente fluidez, y porque probablemente no había libros en su casa ni revistas ni siquiera periódicos. Estos niños no aprenden mucho cuando llegan a la escuela. Lo más probable es que se salgan del sistema educativo y queden marginados”.

LAS DEFICIENCIAS DEL MAGISTERIO NACIONAL

Según datos del CIASE, en Nicaragua terminan los seis grados de primaria sólo la mitad de los que entran a la escuela, y no todos logran entrar a la escuela: de cada 100 entran 86, y de esos 86 superan el sexto grado 43, la mayoría de clase media o alta. Los que van quedando en el camino sus padres los ponen a trabajar enseguida que tienen capacidad física. De 100 niños que entran a la escuela pública 50 superan la primaria y apenas 25 ó 30 inician la secundaria. Además, la oferta de institutos de secundaria en el país es reducida, la mayoría están en las cabeceras municipales y son muchos los jóvenes de áreas rurales que no tienen acceso a ellas.

“En los últimos años, el sistema educativo ha dado prioridad a la reforma de los métodos, a la manera de enseñar a los estudiantes, pero no a qué se les enseña. Durante un buen tiempo se hizo una reforma en primaria para que todos los maestros enseñaran con el método constructivista. Está bien, pero se dejan de lado cosas básicas: hay aulas de clases donde el docente no distingue entre un numerador y un denominador a la hora de trabajar con fracciones, donde el docente escribe en la pizarra con faltas de ortografía. Las deficiencias del magisterio son medulares. Además, hace tiempo que no editamos en Nicaragua textos escolares y los que se distribuyeron hace cinco o seis años se han ido agotando y destruyendo. Las escuelas no tienen textos escolares nuevos, mucho menos cuentos o textos de la literatura universal”.

Vanessa me lo pone peor: faltan recursos en el sistema educativo y los que hay se invierte ineficientemente. “He visitado las bibliotecas de las Escuelas Normales, donde se forman las maestras y maestros de primaria, y me sorprende que sólo tienen libros de la Unión Soviética, donados en los años 80. Algunos serán interesantes, pero la mayoría están desactualizados. Han pasado 25 años allí. No hay libros modernos de ciencia. Ciertamente, los libros se han encarecido mucho y los centros escolares tienen dificultades para actualizar sus bibliotecas y tampoco los maestros pueden financiar sus propios libros con salarios tan ralos, pero hay que hacer algo para superar esta deficiencia. Es crucial”.

EL “DISCO DURO” CEREBRAL:
LEER COMPRENDIENDO LO QUE SE LEE

Imaginándome el sistema educativo nacional como una gran escuela llena de maestras y maestros que deberían ser alumnos, porque arrastran enormes deficiencias para desarrollar su tarea, quiero saber más de lo que significa la “comprensión lectora”. ¿Cómo es el proceso mental que, en los primeros años de la educación primaria, nos da la capacidad para comprender un párrafo de lenguaje escrito, condicionando así nuestra capacidad futura para comprender un libro entero?

Existen estudios que miden la capacidad de niños y niñas para leer y para escribir. Vanessa Castro me explica: “Este estudio, para medir la capacidad en lecto-escritura, comenzó a ser aplicado en África y después en Perú, ya en español. Con la ayuda de RTI (Research Triangle Institute) y con fondos de USAID quisimos ver si era aplicable en Nicaragua. Lo logramos. Lo hicimos en lengua mískita y en español en octubre y noviembre de 2007. Visitamos 47 escuelas -un día en cada escuela- haciendo una prueba corta y oral en cada una para tener la certeza de que el niño la comprendiera. Como pilotaje, aplicamos esta prueba a unos 2,200 niños y niñas. Después volvimos a hacer la prueba con los errores ya corregidos -siempre con el apoyo de USAID y RTI-, esta vez en 125 escuelas”.

“De la prueba en español que hicimos en abril y mayo de 2008, con 6,700 niños y niñas, comprobamos que entre más pobres son los niños más difícil es que tengan un dominio de la lecto-escritura. Medimos la prueba por letras leídas en un minuto, por palabras leídas en un minuto y por un dictado. Luego la medimos por comprensión lectora haciendo preguntas sobre lo que leyeron. Según el estándar mundial ideal y ya fijado -sobre todo con los datos de Cuba y Chile, que van a la cabeza-, al final del segundo grado el niño debería estar leyendo de 46 a 60 palabras por minuto, porque el proceso de aprendizaje que el cerebro sigue es éste: en 12 segundos el cerebro humano debe procesar en su memoria corta unos 7 ítems, que son primero letras, luego palabras y luego oraciones”.

Continúa explicando: “Si un niño no logra procesar esa cantidad de letras, palabras y oraciones en un tiempo normal, la información no pasa a su “disco duro” de memoria de mediano y largo plazo. Esto significa que si cuando está en segundo grado no logra leer las 60 palabras, lo que comenzó a leer al principio del párrafo, al final de leerlo se le olvida. Si no supera esa cifra tiene una comprensión limitadísima. Y claro, si no comprendes lo que lees, ¿que interés tienes en leer? La lectura fluida debe ser una lectura precisa y una lectura relativamente veloz para que la información que brinda el texto escrito pueda entrar al “disco duro” del cerebro donde se almacena y comprende la información. Si el niño no lee más de la mitad de 60 palabras es muy difícil que comprenda el texto y si lo lee cancaneado es todavía más complicado para él”.

UN PAÍS DE ANALFABETAS FUNCIONALES

Al final del estudio se encontraron “problemas severos” en las 7 escuelas de lengua mískita visitadas, donde más del 30% de los niños, incluyendo los de los terceros grados, no podían leer ni llegar al estándar de las 60 palabras por minuto. En las escuelas del Pacífico estudiadas -de Boaco, Carazo y Managua- los niños estaban “un poquito mejor”. Vanessa Castro me habla de otro problema: “Si el niño llega a tercer grado y no ha convertido la lectura en un hábito, es decir, si no ha automatizado el proceso de leer, las probabilidades de que aprenda bien en cuarto, quinto y sexto grado se van reduciendo enormemente. Después, ésa será la gran limitante que vemos en los resultados de las pruebas universitarias, donde una gran cantidad de estudiantes no pasan los exámenes de admisión, en gran medida porque tienen problemas de compresión lectora. Y después todo se relaciona, porque ¿cómo van a entender un problema de matemáticas si no logran comprender un texto complejo? Es una cadena de problemas: la tendencia es que una mayoría de niños y niñas se retiren de la escuela en cuarto grado. Serán analfabetas funcionales. Sabrán firmar con su nombre, leerán un rótulo en la carretera, pero no pueden comprender una noticia escrita en un periódico ni mucho menos leer una novela o disfrutar de un poema. El problema es muy complejo. Tiene solución si se pone el énfasis en los primeros grados y en la formación de los docentes”.

¿Pesimismo ante estas evidencias, ante todos estos datos? “Yo soy una optimista irremediable -confiesa la educadora Vanessa Castro-, ésa es mi virtud y mi defecto. Pienso que se trata de establecer prioridades. Nicaragua es un país que no es rico y nuestra inversión en educación refleja nuestra pobreza y la falta de voluntad política para priorizar la educación. Nuestros gobiernos no han logrado entender la relación entre el nivel educativo y el desarrollo económico y cultural del país”.

NO BASTA CON IR A LA ESCUELA

Vanessa me explica que estudios recientes indican que “para salir adelante en este mundo” no sólo es necesario ir a la escuela por lo menos nueve años. Es necesario dominar los procedimientos básicos en la primaria en tres asignaturas denominadas “instrumentales”: el Lenguaje -que te permite la lógica para comunicarte, expresarte y comprender-, las Matemáticas -que te dan la capacidad conceptual de abstracción para desenvolverte en el mundo- y las Ciencias Naturales -que te dan la capacidad de hacer análisis, buscar y descubrir nuevos conocimientos.

Según los resultados de las pruebas de PISA -para la comprensión lectora- tener menos de 400 puntos estando en noveno grado significa que el alumno no domina los procedimientos básicos del Lenguaje, de las Matemáticas y de la Ciencia. Una mayoría de estudiantes de América Latina y África están en ese grupo, en contraste con alumnos de Finlandia, Suecia, Corea, Irlanda y la mayoría de países de Europa, que tienen a un 95% de su comunidad estudiantil por encima de los 400 puntos.

“Nosotros -dice Vanessa- tenemos a más de la mitad por abajo. El resultado es que países subdesarrollados como Nicaragua tienen más dificultades para salir adelante porque la mayoría de nuestra población, aunque haya ido a la escuela, no ha aprendido en la escuela. Gastaron en educación, invirtieron tiempo en educación, pero no dominan lo básico. Eso afecta al país entero. El tema de la calidad educativa debe de estar en la primera página de la agenda de los gobiernos. No es sólo que todos lleguen a la escuela sino que la escuela les llegue a todos. Carreras técnicas, como la ingeniería -que requiere de mucha matemática- es una de las carreras más útiles para desarrollar la economía, pero en Nicaragua lo que se multiplica es la masa de abogados”.

LOS JÓVENES NICARAGÜENSES QUE SÍ LEEN
Y QUE ESCRIBEN

Con lo que he aprendido sobre el proceso que se desarrolla en el cerebro en la comprensión lectora, veo comprometido el futuro. No estamos a la altura de las exigencias de un mundo competitivo, de países con musculaturas económicas y culturales basadas en el ejercicio educativo que ofrecen a sus estudiantes, muy superior al nuestro. De todas formas, me resulta paradójico que un país de tantos escritores y poetas lea tan poco.

Voy, finalmente, en busca de una escritora de larga trayectoria. Quiero conocer sus reflexiones, preguntarle qué hacer para que la juventud se acerque a la lectura, indagar por qué se ha convertido casi en una moda ser escritor cuando se es un joven lector.

Vidaluz Meneses es escritora, bibliotecóloga, miembro de ANIDE (Asociación Nicaragüense de Escritoras) y vicepresidenta del CEN (Centro Nicaragüense de Escritores). Ella cree que la juventud sí lee, pero lee en Internet. Sin embargo, admite que “un libro entero es algo excesivo de leer en Internet”. “Por un lado -dice- la juventud se acerca a Internet porque es una de las exigencias del mundo moderno, y por otro lado las universidades mandan a sus estudiantes a investigar en Internet”.

Vidaluz coincide con mis otros entrevistados: “Si los padres leen y los niños los ven leer ya hay mucho ganado. Esto he aprendido como madre y como abuela. Los niños gozan cuando les leen libros, al leerles crean un fuerte vínculo afectivo con uno. Detrás de la lectura, valoran que uno les ponga atención y se comunique con ellos. Eso va a influir en los hábitos de lectura posteriores”. Piensa también que las bibliotecas públicas “democratizan la lectura, porque no todo el mundo tiene acceso a libros en su hogar”.

¿Qué tipo de lectora es Vidaluz escritora? “Es importante estar consciente que en la medida en que la humanidad avanza existen tantos libros que no podemos leerlos todos. Entre la literatura de moda, los best sellers, los clásicos, los libros históricos, las revistas culturales, etcétera, uno termina clasificando y dosificando sus lecturas. Vas estableciendo prioridades. Leemos lo que necesitamos para el trabajo que hacemos, después leemos por placer, para llenar vacíos íntimos, después leemos para actualizanos, para aumentar el bagaje cultural, el acervo que tenemos como autodidactas. Por último, y probablemente lo más importante, leemos para producir, leemos para después escribir”.

¿Sobrevivirá el libro?, le pregunto a la lectora y escritora. “El libro siempre va a existir -me dice, segura-. No podemos negar las ventajas de Internet, pero hay que buscar un balance. El riesgo que corremos es que no siempre hay información cualitativamente verificable en Internet. La Red es una excelente fuente de consulta y cada vez más personas se suman a la masa de internautas. Internet tiene una gracia que no tienen los libros físicos: te da la posibilidad de interactuar. Existen foros donde “posteas” tu opinión, blogs donde ofreces puntos de vista diferentes e información multimedia de intercambio. Para el joven eso es interesante, esa posibilidad te vuelve más atractivo el medio y de alguna manera te induce al hábito de la lectura. Lo que preocupa de Internet es que daña la ortografía y empobrece el lenguaje. El Chat se vuelve un canal de mensajería donde el lenguaje se deforma. Como con el celular. Los blogs cumplen una función interesante en la afirmación de la identidad juvenil. El joven encuentra allí una manera de proyectarse a los demás y eso le ayuda a autoafirmarse”.

CUANDO UN LIBRO SE DISECCIONA

En Nicaragua la mayoría de la gente vive con dos dólares o menos al día. No está en sus planes poder comprar un libro. ¿Qué hacer ante esto? “En los últimos años algunos escritores -me cuenta Vidaluz- hemos decidido participar en sesiones de lectura en centros de estudio o casas de cultura. Esto vincula a la gente con la literatura. A la gente le interesa más la lectura cuando el autor se acerca a la gente. Hay elementos de curiosidad, de afecto, de empatía… o de antipatía”.

Vidaluz se refiere también a los jóvenes escritores: “Actualmente hay muchos jóvenes que están logrando publicar sus libros antes de los 25 años y eso era insólito en nuestro tiempo. Lo estamos logrando en el CEN con el apoyo de Noruega y a través de concursos literarios”. Tiene esperanzas en un relevo generacional incipiente: “Los jóvenes están saliendo a escribir y se presentan en pandillas literarias al igual que los rockeros. Existen varios grupos jóvenes de literatura, y son entusiastas: 400 elefantes, Literatosis (ahora Marca Acme), el Grupo Macuta…Son jóvenes que leen y que también escriben. Yo soy de las que creo que los jóvenes sí están leyendo. Hemos tenido recientemente la Feria Centroamericana del Libro, la Feria Nacional, el Festival Internacional de Poesía. Los jóvenes tienen para escoger y tener un contacto con la literatura contemporánea”.

Al igual que mis anteriores entrevistados, Vidaluz destaca el papel de la escuela y el de las maestras y maestros: “La escuela tiene mucha responsabilidad en que niños y jóvenes sean amantes de la lectura u odien los libros. Depende mucho de los maestros. Los maestros son capaces de diseccionar un libro como un cadáver descompuesto en fonemas morfemas y tantos términos rebuscados, cansados, complejos, rígidos y aburridos. Todo esto aleja del placer de la lectura. Desbaratan obras enteras con ese instrumental frío. Haciendo análisis técnicos alejan para siempre de la lectura. Sin embargo, hay maestros inolvidables que te acercan para siempre a la literatura. Entre ellos recuerdo en la UNAN al chileno Fidel Coloma González”.

DE UNA GENERACIÓN A OTRA

En cuanto al mercado literario, Vidaluz es recelosa: “Pienso que el mercado hace de todo una mercancía y muchas veces promueve autores que no son de mucha calidad y esconde verdaderas joyas literarias que pasan desapercibidas por los jóvenes. Yo me preguntó en qué radica el valor literario de Paulo Coelho, que se ha vuelto un fenómeno de ventas. Supongo que está llenando un vacío espiritual que hay en los jóvenes y por eso gusta tanto. Harry Potter es otro fenómeno de consumo, que llena la imaginación de los niños y les permite salirse de la realidad. Al llevarlo al cine les permite también a los niños un disfrute doble de una obra literaria”

¿Y qué tiene de diferente la lectura de la actual generación con la que hizo la generación de Vidaluz? “Hoy en día va creciendo el interés por leer autores extranjeros y los jóvenes se ven en la necesidad de aprender inglés. Es otra realidad emergente. Hoy existe tanta interconexión en el mundo, tantas casas editoriales, tantos concursos internacionales, tantos premios, que la juventud tiene mucho donde escoger. Sin embargo, hay también mucha literatura chatarra. Observo que la juventud prefiere a los autores consagrados. La juventud actual lee mucho a James Joyce. En mi generación -años 60 y 70- no leíamos ese tipo de autores. Estábamos más marcados por el realismo mágico y por el compromiso social. Ahora hay una vuelta a la intimidad, al interiorismo, hacia Marcel Proust, por citar a otro autor”.

NO TODO ESTÁ PERDIDO

¿Alguna conclusión? Pienso que no todo está perdido. Aunque los jóvenes se sumergen lenta pero profundamente en las aguas virtuales de Internet, los grupos reducidos que leen están ejerciendo sus diez derechos como lectores. No importa si eligen literatura contemporánea o si prefieren desempolvar a los clásicos sacándolos de sus tumbas. No importa si creen que escribiendo a temprana edad, influenciados por las viejas vanguardias, y llenando las bases de tantos concursos literarios, eso les permitirá convertirse en intelectuales prematuros y en escritores noveles. Lo que importa es que, según Daniel Pennac, el verbo leer no soporta el imperativo, una aversión que comparte con otros verbos: el verbo amar y el verbo soñar. ¡Ámame! ¡Sueña! No funciona. ¡Lee! ¡Lee! ¡Te ordeno que leas, jodido! ¡Sube a tu cuarto y lee! ¿Resultado? Ninguno.

Niños y jóvenes leerán cada vez más en la medida en que nuestro sistema educativo abra cancha a la literatura de todas las épocas, incluyendo la moderna, y mejore las políticas dirigidas a las escuelas públicas. En la medida en que se tomen en serio los indicadores de los estudios sobre lecto-escritura habrá más participación de lectores en las bibliotecas. Si esto sucede, los jóvenes encontraremos en el mundo de los libros materia prima para imaginar un mundo mejor que el que hoy conocemos, entenderemos mejor lo que nos espera en el siglo 21, nuestro siglo.

ESTUDIANTE DE DISEÑO GRÁFICO.

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